Deportes Costa Rica fue la última selección en clasificar para el mundial Catar 2022

Más allá de una clasificación mundialista: las caras ocultas del fútbol

Hubo incidentes violentos tras los festejos de clasificación mundialista rumbo a Catar 2022. 

Costa Rica es un país predominantemente futbolero, y particularmente consumidor de la especialidad élite o mayor masculina. Aunque ya se empieza a dar algo de visibilidad mediática a unos cuantos y unas cuantas deportistas de otras disciplinas individuales (como las atletas Noelia y Andrea Vargas, el ciclista de BMX Kenneth Tencio, la surfista Brisa Hennessy y la boxeadora profesional Yokasta Valle) e incluso a las mujeres que también juegan fútbol en la máxima categoría y que son parte de una selección nacional, todavía no hay ningún otro deporte que altere una dinámica social y convoque a tantas personas como el fútbol, y más si se trata de un juego de selección nacional masculina como el del pasado 14 de junio.

Ese día, dicho colectivo se jugaba en Catar a partido único la oportunidad de anexarse el trigésimo segundo y último boleto para el mundial programado para noviembre y diciembre de este año, también en este emirato con una superficie territorial del tamaño de la provincia de Puntarenas, contra su similar de Nueva Zelanda.

“Hay que preguntarnos cómo hacer que la catarsis sea menos masculinizada, y ojalá que esta participación mundialista ayude en algo a ‘sacarle tarjeta roja’ a una cultura machista que está empotrada”, Carlos Sandoval

Aquí, una gran mayoría estuvo pendiente del juego y si habría o no asueto presidencial para ello o si sus jefaturas de empresa privada les otorgarían permiso o harían alguna actividad para ver el juego. En cambio, para gran parte de la población oceánica, iniciaba una mañana de miércoles común y corriente; desayunar para comenzar a trabajar o estudiar. Si hubiera sido un partido de rugby de sus “All Blacks” (como se les conoce), otro gallo cantaba.

Al final, un gol tempranero de Joel Campbell fue todo lo que se necesitaría para la clasificación del cuadro costarricense, y pitar Mohammed Abdullah Hassan Mohammed el final del juego y empezar la fiesta en la Fuente de la Hispanidad, la Avenida Central y otros lugares de concentración masiva. Así como sucedió a lo largo de cada partido del Mundial 2014, y así sucede cada vez que hay un triunfo de dicho colectivo sobresaliente.

Sin embargo, hay dos componentes que no pueden obviarse. Uno es que con cada celebración también hay reportes de basura, riñas, disturbios, robos, asaltos y otros incidentes públicos. De acuerdo con el Ministerio de Seguridad Pública, hubo 10 detenciones y siete atendidos por la Cruz Roja tras este último festejo.

Pero también es uno de los momentos donde aumentan los casos denunciados de violencia doméstica, particularmente contra las mujeres, pues de acuerdo con reportes del 9-1-1 y el Instituto Nacional de la Mujer (INAMU), se han dado más de 300 denuncias por juego.

Así, por ejemplo, durante los partidos contra Uruguay, Italia, Inglaterra y Grecia de Brasil 2014 las denuncias por este rubro nunca bajaron de las 216, siendo el juego contra los helenos cuando más subieron, a 486. Ocho años después, poco o nada ha variado, pues el 9-1-1 informó que tras el juego contra la selección neozelandesa hubo 357 llamadas por este rubro.

El comunicador social Carlos Sandoval, especialista en identidades nacionales, migraciones y masculinidades, y quien ha estudiado el trasfondo sociológico de las dinámicas sociales alrededor del fútbol, compartió con UNIVERSIDAD sus reflexiones sobre el tema y descartó que el fútbol sea una válvula de escape para los problemas país y personales más importantes. “Hay una suerte de pausa, pero la vida continúa; esta idea de que el fútbol interrumpe todo yo diría que es momentánea, pero no es que la vida cambie, y algo a lo que no se le ha dado seguimiento es por qué el fútbol masculino y no otras disciplinas tiene tanto poder de convocatoria no solo en Costa Rica, sino también en otras sociedades”.

Sandoval, autor del libro Fuera de juego: Fútbol, identidades nacionales y masculinidades, dio a entender que la lógica de las celebraciones sigue siendo masculinizante y masculinizada, y nada ha cambiado a más de 15 años de dicha obra.  “Los ritos, la forma de celebrar, siguen teniendo patrones muy masculinizados, y pasa por la masculinidad hegemónica. Digamos que hay que tener mucho cuidado con decir ‘toda Costa Rica salió a la calle’, sí, un sector enorme de la población, pero es un código predominantemente masculinizado. Eso hay que decirlo porque si no se cuenta la mitad de la película. Hay que preguntarnos cómo hacer que la catarsis sea menos masculinizada, y ojalá que esta participación mundialista ayude en algo a ‘sacarle tarjeta roja’ a una cultura machista que está empotrada”.

Por último, hizo un llamado a dejar atrás los discursos mediáticos que dan por supuesto de que la totalidad de quienes habitan el país está inmersa o interesada exclusivamente en el fútbol, pues  actualmente hay un sector más grande interesado en otros deportes, aspecto que se evidenció durante los Juegos Olímpicos y Paralímpicos Tokio 2020, sobre todo con un recibimiento apoteósico al paratleta Sherman Güity  tras sus medallas de oro y plata.

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