El jefe de entrenadores de las selecciones nacionales de porrismo, Ronald Alán Berríos —conocido como Chino— renunció después de que circularon múltiples críticas de su participación en los equipos, tras la condena por abuso sexual contra una menor de edad que se dictó contra él en 2017.
Así lo informó la Federación Cheer and Dance Costa Rica (Fecad, de porrismo y baile) a UNIVERSIDAD, cuando se les consultó por la reincorporación de Alán al cuerpo de entrenadores, a pesar del reciente antecedente penal y la participación de niñas y adolescentes en los equipos.
A través de un correo, el vicepresidente de la Fecad, Guillermo Quesada, argumentó que la experiencia del entrenador y sus logros deportivos fueron motivos de peso, además de que no tenía cuentas pendientes con la justicia al momento de su reincorporación. Cabe señalar que Laura Alán Berrios, hermana del cuestionado entrenador, es la presidenta de la Fecad .
“El señor Alán tiene más de 30 años de ser entrenador y 10 años de colaborar con esta Federación; cuenta con amplia experiencia, conocimientos y trayectoria para asumir como coordinador o jefe de entrenadores”, indicó. Además, señaló que el entrenador “no cuenta con condenas penales que cumplir y no fue inhabilitado para sus labores como entrenador por ningún Tribunal de la República”.
En Costa Rica no existe registro de ofensores sexuales ni se inhibe a las personas condenadas de ocupar cargo alguno una vez cumplida su condena, independientemente de la naturaleza del delito (ver recuadro: Protección de menores en el deporte tiene mucho camino por andar).
El federativo aclaró que la labor de Alán fue de jefe de entrenadores, de modo que “no trabajó directamente con porristas”, sino con cada entrenador y entrenadora, y agregó que renunció al cargo pocos días después de los cuestionamientos, por lo que está pendiente definir a la nueva persona que liderará los equipos para el mundial de 2022 que tendrá lugar en los Estados Unidos.
Un triunfo, ¿a qué costo?
“Cuando yo me di cuenta de que él había salido de la cárcel y estaba entrenando chicos y chicas, especialmente, no pude ni decirle a nadie durante varios días, no podía ni lidiar con decirlo en voz alta, fue demasiada frustración, demasiada tristeza”.
La voz de la niña que sobrevivió los abusos de Ronald Alán hace quince años, es ahora la voz de una mujer, una que está dispuesta a reabrir sus propias heridas con tal de que su voz sirva para proteger a otras jóvenes y niñas de un posible abuso como el que ella sufrió.
En entrevista con UNIVERSIDAD, la joven —a quien llamaremos Elena para proteger su identidad— repasó los hechos sucedidos cuando era apenas una adolescente y el calvario legal, deportivo y laboral que siguió.
“Tenía catorce años y estaba en el equipo del colegio, él (Alán) no era mi entrenador, pero llegaba a veces a las prácticas, ese día estaba ahí. Mi entrenadora siempre me llevaba a la casa, pero ese día no pudo, él me ofreció llevarme y yo acepté”, recuerda la joven.
De camino, Alán se desvió a su propia vivienda y con engaños logró que Elena ingresara. Ya dentro, dice la sentencia del caso, valiéndose no solo de su fuerza física, sino también del miedo de ella, el entrenador abusó de ella, mediante besos y tocamientos contra su voluntad.
Aunque en los días siguientes Elena comentó lo sucedido con algunos amigos, a causa del miedo y un infundado sentimiento de culpa, no fue hasta seis años después que decidió poner la denuncia.
El proceso fue “terrible”, dice, le costó el trabajo que entonces tenía, amistades y muchísima violencia. “La defensa de él alegó que yo me había inventado lo que pasó para afectarlo profesionalmente porque en ese momento yo trabajaba como entrenadora, y mucha gente se lo creyó”.
Desde la denuncia hasta la resolución final pasaron cinco años. Durante ese tiempo, simpatizantes del entrenador organizaron manifestaciones, negando lo sucedido y restándole valor a la voz de la víctima, alegando falta de evidencia. Sin embargo, el Tribunal Penal del I Circuito Judicial de San José respaldó su testimonio y condenó a Alán por abuso sexual agravado contra una persona menor de edad, imponiéndole una pena de prisión de cinco años. La sentencia resistió apelaciones y un proceso de casación, y en 2017 quedó en firme.
Una vez cumplida la condena, sin embargo, Alán Berrios se reincorporó como jefe de entrenadores de las selecciones nacionales de porrismo y, aunque la Fecad niega que haya trabajado con las porristas, durante el mundial circularon en redes sociales imágenes donde se le ve compartiendo de cerca con las integrantes de los equipos.
En el contexto de los triunfos de estas selecciones costarricenses —que se recogen en la nota Costa Rica hace historia en el porrismo mundial en esta misma edición— grupos sociales y feministas deploraron su participación en el cuerpo técnico a causa de sus antecedentes.
La misma Elena lamentó que la participación de una persona condenada por abuso sexual en el equipo de entrenadores opaque los triunfos. “Esto es un tema institucional, no de los atletas. Yo hasta me siento mal por las atletas, porque estoy segura de que ellas entrenaron y se esforzaron muchísimo. Yo las felicito y, recalco, no se trata de criticar el logro, se trata de preguntarnos a costa de qué se obtiene, teniendo a esta persona ahí, poniendo en riesgo a esas chiquitas”, dijo.
UNIVERSIDAD consultó al ICODER sobre el tema. La ministra Karla Alemán indicó que la entidad “no tuvo ninguna participación ni injerencia en ese proceso, por lo que desconocemos los términos y condiciones en que se realizó”.
“Las federaciones, en este caso la de Porrismo, es una entidad privada que cuenta con sus propios procesos de contratación de personal, sobre lo cual el Ministerio no tiene ninguna competencia”, señaló.
Protección de menores en el deporte tiene mucho camino por andar
Considerando el contexto en que se dan los deportes competitivos y la ausencia de una legislación que establezca restricciones a la contratación de personas ofensoras sexuales en cargos donde hay contacto con menores, se evidencia que el país tiene mucho camino por andar para proteger a niños, niñas y adolescentes de esta violencia.
Ana Hidalgo, psicóloga e investigadora de la violencia contra mujeres y niñas, dijo que lo primero que hay que entender es que los contextos asociados al deporte establecen relaciones muy privadas, jerárquicas, verticales y de disciplina, por lo que requieren “un marco de protección específico que garantice la protección de la integridad física, sexual y emocional de las personas menores de edad”.
En el caso específico, aunque se puede celebrar que el proceso culminó en una sentencia condenatoria, explicó, “no podemos decir, sobre todo en violencia sexual, que no exista riesgo de repetición de la conducta”.
“Sobre las dinámicas de la violencia sexual hay mucho escrito, y lo sabemos, hay una propensión a la repetición. Por eso, hay que adoptar medidas desde un enfoque que contemple el riesgo”, dijo.
Hidalgo detalló que en Costa Rica ni siquiera hay programas de “rehabilitación” de ofensores sexuales, que son poco efectivos, por lo que no se puede esperar una rehabilitación por la vía de la pena. “No se trata de violentar el derecho al trabajo, que la persona trabaje, claro, pero que se busque un empleo donde no haya tanto riesgo de repetición de la conducta”, concluyó.