La participación de Costa Rica en la Copa América Centenario tiene muchas aristas por las cuales puede ser vista: una selección que logró vencer al ranqueado número tres del mundo (lleno de suplentes) o un equipo que reaccionó tarde y perdió la oportunidad de colocarse entre los mejores del continente.
Para las expectativas que el equipo nacional manejaba –para algunos era incluso ganar la Copa–, irse en las primeras de cambio es un fracaso. Ahora bien, hay que tomar en cuenta que ninguno de los equipos suramericanos ni Estados Unidos en su tierra son oponentes fáciles.
La discusión puede convertirse en una cuestión de perspectiva y expectativa. Quizá en otro tiempo terminar décimo en un torneo con las selecciones suramericanas no hubiera sido “tan malo”, pero siendo prácticamente el mismo cuadro de jugadores que triunfó rotundamente en Brasil 2014, la eliminación en primera ronda ya parece casi imperdonable.
De menos a más
Aunque las expectativas en el país eran superar a Paraguay, lo cierto es que la temperatura elevada de la tarde en el Citrus Bowl de Orlando y el esperado “ultradefensivo” estilo de los guaraníes alcanzó un empate sin goles, valioso para ellos pero que hipotecaba gran parte de las opciones de la “Sele”, con todo y que al final tuvieran que “darse con una piedra en el pecho” de que el juego se quedara empatado tras la expulsión de Kendall Waston.
El problema vino después de la pérdida de Estados Unidos contra Colombia, cuando se vio un exceso de confianza de la afición y la prensa; se empezó a creer que era una obligación ganarle a los norteamericanos y por goleada, y esto se proyectó en la cancha, con un planteamiento táctico que solo incluía a un contención: Celso Borges.
La escuadra anfitriona aprovechó ese exceso de confianza táctica y al minuto 9 abrió el marcador gracias a un penal mal señalado por el árbitro, pero donde también hubo un error grosero de Cristian Gamboa.
Hasta ese entonces, la “Sele” no se veía tan mal, aunque con los goles dos y tres, ya no había mal arbitraje que valiera. La escuadra patria también estaba haciendo un partido de espanto. Cuando el entrenador nacional Óscar Ramírez notó que el experimento había fallado, quiso enmendar su yerro poniendo a Randall Azofeifa, el contención que le faltó a la “Sele” en el primer tiempo.
No obstante, eso no impidió que Graham Zusi hiciese el cuarto gol norteamericano, más por agradecimiento a los que se quedaron viendo el segundo tiempo que porque quisieran realmente subir la cuenta.
Para Costa Rica, la goleada le puso punto final a sus opciones en el torneo continental, más cuando Paraguay solo perdió 1-2 ante los colombianos, quienes clasificaron de forma anticipada.
Entonces, necesitaban una victoria de 4 goles sobre una Colombia que se veía sólida, además de un triunfo paraguayo por solo uno ante Estados Unidos. Si el juego entre gringos y guaraníes resultaba empate, la Sele iba forzada a hacerle 6 a los “cafeteros”. Si, por el contrario, los norteamericanos se imponían, ellos se dejaban el otro boleto independientemente del resultado entre cafeteros y ticos.
El formato del torneo, que a diferencia de otros no obliga a que los juegos de la última fecha se programen a la misma hora, permitió llegar al juego contra los cafeteros sabiendo con qué jugar. Al final, el gol de Clint Dempsey contra los paraguayos le ahorró cualquier preocupación a la escuadra tica de cómo llenar el marco colombiano.
Sin embargo, el elenco de Ramírez tenía claro que el último partido era para demostrar la verdadera cara costarricense e irse de la manera más honorable posible, lo cual consiguió al vencer 3-2 a una escuadra “B”, con goles de Jonathan Venegas, Celso Borges y un autogol de Frank Fabra para los nacionales. Mientras Fabra y Marlos Moreno hicieron los goles colombianos.
“¿Ya para qué si la Sele estaba irreversiblemente eliminada?”. Sirvió para irse con honor y romper las quinielas, incluso de parte de la afición costarricense, que daba por sentado un triunfo colombiano muy cómodo, sobre todo después de lo que ambos equipos habían mostrado en los dos primeros juegos.
Además, no se le ganó a una selección cualquiera, sino al tercer lugar del ranquin de la FIFA, triunfo útil para reconstruir la confianza, hacer una mejor eliminatoria y evitar caer tantos lugares o, tal vez, lograr subir algunos.
En términos globales, la participación costarricense fue aceptable excepto contra los norteamericanos, así que sería una locura quitar al seleccionador, especialmente cuenta porque una carambola específica de resultados podría sacar al combinado patrio de la hexagonal final rumbo a Rusia 2018.
Sin embargo, debe hacerse un análisis en aras de corregir los errores cometidos de cara a los partidos eliminatorios faltantes contra Haití y Panamá, y también para la hexagonal.
Además, el dicho “equipo que gana no se cambia” es aplicable a corto plazo, pero no en un proceso mundialista (ejemplos claros Italia en Sudáfrica 2010 y España en Brasil 2014, quienes llegaron como campeones mundiales y se fueron apenas en primera fase), y es bueno observar y probar en estas fases otros jugadores además de los que asistieron a Brasil 2014 con el fin de incentivar la competencia.
Al grupo que nos hizo soñar en Brasil 2014 no le conviene sentirse del todo cómodo y necesita competencia constante junto a un par de dosis de realidad, para evitar que el conformismo y la desidia los consuma en el camino hacia Rusia.
Lo peor que nos puede pasar es que ese camerino que nos llenó de tantas satisfacciones se convierta en una “argolla” incapaz de virar el rumbo en los peores momentos.