Cultura Entrevista a Francesc Orella, actor protagónico de Merlí

“Yo soy como Merlí, pero no todo es igual”

El actor que encarna a Merlí confirma que la exitosa serie cuestiona_tanto_el_ejercicio de la enseñanza como las formas de relacionarse entre padres, madres e hijos.

En el 2005, cuando el actor catalán Francesc Orella vino a Costa Rica de vacaciones, aún la gente no lo recibía como el personaje “gamberro, radical” y políticamente incorrecto de la serie Merlí, que Netflix compró para distribuir en Latinoamérica y la convirtió en un éxito de audiencia fuera de España.

En esos días, Orella ya era un reconocido actor de cine, teatro y televisión en su país y Europa. Especialmente maravillado con Tortuguero, turisteó con amigos sin cargar con la dulce fama de quien encarnaría, más de 10 años después, al profesor ideal de filosofía del ficcionado Instituto Angel Guimerá, ubicado en Barcelona, Cataluña.

El fenómeno Merlí no solo impactó de diversas formas a los espectadores que siguieron y siguen las historias de las relaciones entre el profesor que quiere que sus alumnos critiquen y problematicen lo que la sociedad normaliza, sino que también impactó a Orella, pues de algún modo lo “globalizó”.

“Mucha gente que me saluda y ha visto la serie y que la ha encantado el personaje se imagina que yo soy como él, pero no todo es igual, aunque nos parecemos bastante”, dijo vía telefónica Orella en una entrevista con UNIVERSIDAD el 9 de julio desde Barcelona.

Con la calidez y voz grave y carrasposa con que se comunica Merlí, el protagonista de la afamada serie, que ha seducido a adolescentes, jóvenes y adultos, conversó sobre cómo la primera temporada del 2015 influyó en el aumento de la matrícula de Filosofía en Cataluña; y a la vez del diálogo y debate que suscitan los temas que aborda, algunos muy sensibles y de los cuales no se habla a menudo, como el suicidio y las identidades sexuales diversas.

La serie Merlí se caracteriza por ser hablada en catalán y reflejar problemáticas propias de los jóvenes, como la homosexualidad y la maternidad de mujeres adolescentes.

¿Cómo vive el personaje luego de un año de haber terminado de filmar la serie?

–Desde que se colgó a la plataforma Netflix, seguimos viendo el éxito tan especial que ha tenido en Latinoamérica. Para nosotros y todo el equipo de la serie es una satisfacción. Estoy haciendo otros trabajos, pero todavía he tenido que hacer otras entrevistas con periodistas latinoamericanos sobre Merlí. Así que es un personaje que lo voy a arrastrar durante un tiempo, me temo.

¿Por qué lo teme?

–No es que me fastidie ni que me moleste que me reconozcan por Merlí, que me pregunten por el personaje, porque me ha encantado interpretarlo; me he sentido muy cómodo en ese personaje y la serie.

¿Cómo construyó el personaje? Usted ha dicho que Merlí tiene cosas suyas y usted tiene cosas de Merlí.

–Lo que pasa es que el personaje en sí mismo ya era muy cercano, era de mi edad y de la ciudad de Barcelona, y era un profesor –bueno, yo no había interpretado a un maestro–. Me sentí muy próximo al personaje por su personalidad, por aspectos de su carácter. El hecho de que enseñara filosofía para mí era muy atractivo porque siempre me ha interesado la filosofía, me ha gustado. Y es verdad que cuando leí el guion hubo muchos rasgos en común entre el personaje y yo mismo. Eso ha facilitado que el trabajo mío como actor fuera más cómodo. Le he puesto mucho de mí porque no es un personaje de época.

Me parece que los espectadores traslapan al actor con el personaje y sienten empatía tanto por Francesc Orella como por Merlí.

–Mucha gente que me saluda y ha visto la serie y que la ha encantado el personaje se imagina que yo soy como él, pero no todo es igual, aunque nos parecemos bastante.

Bueno, ha optado por apoyar causas en pro de la enseñanza de la filosofía en Argentina y Chile, por ejemplo.

–Por supuesto, porque yo como personaje tengo mi criterio sobre la asignatura de la filosofía y es evidente que yo defiendo como ciudadano y no solamente como actor que no se elimine de los planes de estudio. Defiendo a la asignatura como importante en la formación intelectual de los jóvenes y más en la época en que vivimos. Es importante que los jóvenes aprendan a analizar la vida, al mundo, al ser humano, y aprendan a ser críticos, a tener un criterio sobre muchas cosas, que se hagan preguntas, que se cuestionen las cosas y no sean ciudadanos pasivos. Así que la filosofía es básica para mí. Entonces yo apoyo cualquier iniciativa a nivel escolar de defensa de la filosofía. He apoyado el movimiento en Chile de maestros y alumnos que defienden y que intentan evitar que los poderes se carguen esta asignatura.

En una entrevista, usted mencionó que en Cataluña aumentó la matrícula en Filosofía luego de la serie.

–Sí, eso ocurrió luego de la primera temporada que fue un éxito cuando se emitió en el 2015, y el año siguiente hubo la noticia estupenda de que había habido un aumento de casi un 30% en la matriculación de las lecciones de filosofía, lo cual fue muy significativo.

Habla muy bien del impacto de la serie…

–Claro, claro. La serie ha tenido un impacto no solo en el mundo de la enseñanza, porque los maestros también se han visto muy interpelados con esta serie que también habla de la manera de enseñar las materias. Los profesores pueden ser más creativos –no falta ser como Merlí que es muy radical, muy gamberro–, pero sí que los profesores tienen que cuestionarse su manera de enseñar para motivar y estimular más a los alumnos. Estamos viviendo en una sociedad del siglo XXI que ha cambiado muchas cosas y los métodos de enseñanza también tienen que cambiar. Pero no solamente ha incidido en sistema educativo y los maestros, sino también en los padres e hijos, en las familias. Es una serie que ha provocado el diálogo, la discusión, el debate entre padres e hijos sobre los temas que se han visto en la serie, temas que preocupan, a veces graves, que tienen los jóvenes en esas edades. Entonces la serie ha incidido tanto en ese sector de espectadores como en adultos.

La experiencia de la televisión y de las plataformas como Netflix es intensa, porque hay una penetración distinta que con el cine y el teatro. Usted que ha trabajado como actor en los tres ámbitos, ¿cómo lo ha vivido?

–Es distinta la televisión, porque, ya sabes, es un medio muy poderoso que entra en las casas de las gente impúdicamente, diría yo. Es un electrodoméstico, todo el mundo tiene uno en casa. Eso le da el poder de que todo lo que se emita por televisión tiene mucha influencia en las personas, en la sociedad. Por eso es que es tan importante lo que se lanza por televisión, que a veces no se tiene suficiente responsabilidad y hay mucha mierda y la gente también tiene que elegir. Y no es como en el cine o en el teatro donde el espectador elige lo que va a ver. Y por el hecho de estar en una plataforma digital como Netflix, la difusión internacional es brutal y es de mucha responsabilidad.

Sobre las temáticas que toca la serie –la filosofía aplicada– acerca de aspectos muy contemporáneos y que preocupan a los jóvenes, ¿la serie promueve dialogar desde una perspectiva amorosa, que es de la cual parte Merlí para tratar con sus alumnos?

–Cierto. Hay muchos temas que se han tratado en la serie que son delicados, y que probablemente no se han visto por televisión en muchos países, y esta es una de las claves de la serie: aborda los problemas actuales de una sociedad de los jóvenes y también de los adultos, pero especialmente de los jóvenes. Temas como la homosexualidad, el suicidio, las drogas, la identidad sexual, la relación de opresión entre padres e hijos. Hay muchos temas que ha salido a lo largo de las tres temporadas de la serie. Pero ese fue el objetivo inicial del creador de Merlí. Así que es objetivo cumplido; si esto ha llegado a tener repercusión y ha fomentado el debate y el diálogo entre padres e hijos y maestros, es objetivo cumplido.

¿Cómo fue la relación con los jóvenes actores de la serie?

–Magnífica. Ha sido una experiencia estupenda para mí; he aprendido mucho de ellos. Trabajar con gente joven te ayuda a no apalancarte; ellos te estimulan mucho y ha sido muy bonito porque también les he podido aconsejar en algunas secuencias más delicadas de interpretación. Pero ellos me han enseñado mucho a la hora de ser tan espontáneos, tan intuitivos y observadores. Son unos actores profesionales muy buenos, aunque sean jóvenes; para algunos de ellos fue lo primero que hicieron, otros tenían un poco más de experiencia y para algunos era la primera cosa que hacían por cámara. Eso es una muestra de que cada vez hay más talento interpretativo en la gente joven. Tienen talento innato y lo único que tienen que hacer es formarse técnicamente. Para ellos ha significado un salto a la vida laboral, profesional, de actores.

¿El guion se fue moldeando con la participación de los actores y la forma cómo se iban delineando los personajes?

–Los guiones estaban muy bien escritos y claramente especificados; lo único que hemos hecho es darle vida y cuerpo. Han sido secuencias ensayadas antes de grabarlas como se suele hacer en televisión; a veces no hay mucho tiempo para ensayar, pero en este caso ha habido un mínimo tiempo que teníamos para ensayar cada secuencia. Previamente a grabar las temporadas, hubo reuniones con el director y los actores para hablar de las relaciones de los personajes y ensayar las secuencias más importantes y delicadas. Se ha tenido que grabar a un ritmo bastante acelerado, porque en tres meses teníamos que grabar las tres temporadas.

La serie ha permitido, de alguna manera, “globalizar” a Cataluña y su cultura, y que se conozcan temas de actualidad como el movimiento independentista.

–Sí, claro. La serie ha ayudado a difundir la realidad catalana. Está claro que la sociedad española y la catalana en la serie se ven bastante en detalles de cómo son las familias, los institutos de enseñanza y determinadas cuestiones que se viven en la actualidad en nuestro país. Es cierto que el tema del independentismo que hay en Cataluña se ha reflejado mínimamente, pero tampoco ha tomado una postura muy clara y tampoco se trataba de eso. Únicamente refleja la realidad actual que es que hay gente independentista –hay una profesora de la serie que lo es–, pero también tiene sus detractores. Al igual que el independentismo, la serie habla de muchos otros temas que son actualidad en nuestro país y ha difundido la lengua catalana que la gente en Latinoamérica no conocía tanto. España es un país de naciones: está Cataluña, el país Vasco y Galicia, que tienen su lengua propia, su historia y cultura propias. En Cataluña tenemos una televisión autonómica desde los años ochenta (no solo en Cataluña, sino también en el país Vasco, Galicia y Andalucía) y desde entonces tenemos producción propia.

¿Cómo ve el cambio de gobierno en España? Lo he escuchado decir en varias ocasiones que era nefasto.

–El cambio de gobierno ha sido saludable no solo por las formas, sino también porque ya simplemente el partido socialista (Partido Socialista Obrero de España) es otra cosa –aunque en muchas cosas aún se parecen a la derecha, pero en otras cosas no–. Está claro que el nuevo gobierno y el nuevo presidente (Pedro) Sánchez es otro estilo, otra manera, otra disposición, otra actitud más dialogante; en este sentido, es un cambio muy destacable, porque lo que teníamos antes, como has dicho, era nefasto y muy impresentable. La derecha del Partido Popular ha sido muy perjudicial no solamente en la cuestión catalana, sino también en el país. Esperemos que con este nuevo gobierno, que no lo tiene fácil tampoco, al menos a partir de ahora haya una etapa donde en España se vuelvan a recuperar cosas que se estaban perdiendo, políticamente me refiero, con los gobiernos del PP. Espero que haya cambios reales que la gente note.

 

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