Cultura Zulay Soto:

“Yo rompí paradigmas del arte”

Una muestra breve, pero poderosa, del trabajo de décadas de Soto es ofrecida en la Galería del Consejo Universitario.

De repente dan ganas de agarrar las latas o los pedazos de hierro o latón, de pasar al siguiente nivel de interacción con la obra artística.

Algunas de estas piezas de metal son de una naturaleza muy tosca y, sin embargo, están colocadas con mucha precisión y delicadeza. Muchas de las 24 obras que componen la exposición Mujer Matérica andan con fluidez entre lo abstracto y lo figurativo.

“Esa es mi búsqueda”, admite sin tapujos la artista, “quiero expresar algo, no las pego así porque sí, sino porque siempre busco algo en el cielo, los astros”, añadió, apuntando a “Alcanzando el Astro Sol”, una de las obras que a partir de este 1 de diciembre se exhiben en los dos pisos de la Galería del Consejo Universitario.

“Lo que es basura para unos, para mí, son tesoros”.

Como el título de la muestra delata, se trata de una muestra retrospectiva del trabajo en pintura matérica de Soto, quien además ha trabajado escultura, collage, óleo, grabado en metal, acuarela, incluso publicó una recopilación de refranes costarricenses y durante tres décadas fungió como directora del Museo del Jade.

Tal como explica la curadora María Fe Alpízar Durán, la pintura matérica forma parte del movimiento del informalismo, surgido luego de la II Guerra Mundial y cuya característica fundamental “radica en la valoración de las superficies y las cualidades de la materia, así como la peculiaridad de ser una producción ceñida al extremo con la ruptura de la forma,lo abstracto y lo gestual”.

¿Cómo fue la vida para esa niña, adolescente, mujer joven con esa inquietud creativa y esa vocación artística en el Cartago de los años 50, 60 y 70?

—Muy difícil, yo rompí paradigmas del arte que había en esa época. La gente me decía, “pero usted no pinta, no hace pintura”.

Al inicio me gradué en escultura, quería cambiar todo y entonces era una chica muy inquieta por esa época.

¿Cuán tan necesaria es esa vocación de romper esquemas para hacer arte?

—Es una necesidad del artista innata, porque estudiando los pintores y escultores me he dado cuenta de que los que más han sobresalido son los que no siguen a los demás, sino que hacen lo que brote espontáneamente de ellos sin miedos.

Claro, si uno es comerciante, pues hace lo que a la gente le gusta: pinta paisajes, pinta figura humana, qué es lo que más se vende porque en las casas quieren tener figura humana en muchos colores y, entonces, yo me decanté por un arte que es casi monocromo, con chatarras y cosas que la gente desecha, yo a sus desechos los retomo y hago lo que para mí es bello. Entonces, lo que es basura para unos para mí son tesoros.

¿Qué tanto más difícil es esa ruptura de esquemas o esa búsqueda de la voz propia estéticamente para una mujer?

—Es peor, cuando yo hacía lo mío cuando empezaba, en esa época, solo de hombres se hablaba. Los grandes eran don Paco Amighetti, Manuel de la Cruz González, Paco Zúñiga, y las únicas mujeres que eran tomadas en cuenta, así como una excepción, eran Margarita Bertheau y Lola Fernández, y a ellas también les costó, pero a mí mucho más. Hasta hace poco creo que se me viene reconociendo un poquito más, porque en esa época se escribió, por ejemplo, un libro sobre escultores de Costa Rica, yo me acababa de graduar de Bellas Artes había hecho mi obra, ni me mencionan, jamás, era muy difícil.

Sí, he nadado contracorriente, pero también me he encontrado al otro lado del río a gente que me aprecia y me ha seguido y que más bien me sorprende cuando me dicen, “ay, me gustan tus cuadros”, porque generalmente a los amigos míos no les gusta mucho lo que yo hago, ellos desearían que yo pintara cosas más alegres, más vistosas, y encuentran un poco triste mi obra.

Su arte es muy polifacético, por supuesto que la exploración es rica, pero ¿hasta qué punto le costó encontrar su camino estético?

—En un momento dado hice escultura y grabado en metal. Tenía una beca para irme a estudiar a Francia y por cosas de la vida muy tristes no me pude ir, entonces, no quise volver a hacer escultura porque quería hacer un cambio radical en mi vida y hacer escultura muy moderna.

Me dediqué a la búsqueda de qué iba a hacer con mi vida, por dónde me iba a dirigir en el arte. En eso vino Carlos Moya Barahona de España con la influencia de todos los pintores matéricos, (Antoni) Tàpiez,  (Manolo) Millares, (Luis) Feito,  y entonces nos enseñó a hacer el collage con pintura comercial y con chatarras, arenas, telas y todo lo que quisiéramos, me fascinó y dije “esto es lo mío”. En ese momento yo sabía por dónde iba a seguir y no me importó la crítica ni nada.

Llegó un momento en que me dediqué mucho al Museo del Jade, que dirigí por 30 años, pero nunca dejé de pintar lo mío, nunca.

Cuando me jubilé se me hizo más fácil trabajar en lo que me gustaba y seguí, nunca he dejado de hacer lo que me gusta siempre. Yo innovo porque en las series son diferentes, he hecho series del cambio climático, de los avistamientos de ovnis que me gusta mucho porque yo una vez vi los ovnis en los años 60.

Le han llamado el hada madrina del rock nacional

—Sí, también, porque he hecho cuadros de rock, de paz y amor. Fue un artículo de La Nación. Me gusta mucho el rock, sobre todo el clásico, los Doors, Jimy Hendrix, por supuesto los Beatles, Elvis Presley, es que me crié con todo eso, era lo mío.

¿Hasta qué punto ese género musical influye en el camino estético que eligió?

—Por ejemplo, los Doors son canciones como nostálgicas y yo creo que mi pintura es un poco nostálgica, (las piezas de la exposición) son un poco como nostálgicas, como una arqueología del tiempo, porque trato de plasmar ciertos momentos que he vivido, un poco intimista, digamos.

Al ser su trabajo tan intimista y nostálgico, ¿no es más difícil exponerlo al público?

—Claro, pero es que va disfrazado. No es como la poesía, eso es como un striptease, porque está muy expuesto y todo el mundo entiende qué está diciendo uno.

¿Cómo se gestó esta nueva exposición?

Viera qué triste lo que tengo que decir. Cuando cumplí 50 años de haber salido de la universidad quería exponer en Bellas Artes, pero entonces me dijeron que no había campo, eso fue alrededor de 2017. El director Erick (Hidalgo) le dijo a Luis Paulino (Delgado) que me buscara un lugar, entonces, me habían dado una sala que quedaba por la Rectoría, pero después me pasaron a Letras y entonces hicimos la exposición ahí, pero con poca difusión y era como un pasillo, todo el mundo decía “qué barbaridad cómo estás exponiendo aquí, nadie lo ve”. En eso me mandaron una invitación a participar en la nueva galería del Consejo, fue Patricia Fumero. En ese momento, solicité exponer acuarela, pero me dijeron que ya de acuarela habían hecho muchas muchas exposiciones, que querían otras técnicas y que sabían de mis collages y de mi pintura matérica, que les encantaría que mejor expusiera de esas pinturas.

Les dije que no tengo una exposición nueva y contestaron que no importa, que hiciéramos una retrospectiva y me gustó mucho la idea, estoy feliz, me resultó mil veces mejor.

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