Cultura

Una mirada a la arquitectura de 1900 en un calendario excepcional

Un recorrido por edificios emblemáticos recuerda el neoclásico y el eclecticismo que se dio a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

Ahora que corren tiempos convulsos para la conservación del patrimonio nacional, la nota esperanzadora la trae el calendario de 2019 del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), dedicado al período arquitectónico comprendido entre 1880 y 1920, cuando los liberales querían que su progreso económico fuera acompañado con una gran majestuosidad en las construcciones.

El calendario 2019 es una verdadera joya que selecciona edificios emblemáticos de San José, Alajuela y Heredia, e invita a detenerse en la Costa Rica que miraba a Europa y a su cultura como un referente esencial.

El Antiguo Instituto de Alajuela fue construido en 1887 por el arquitecto Enrique Invernizzio. (Foto: Elías Fallas Solís, cortesía de Icomos).

El estilo que más predomina en la época es el neoclásico, aunque como explica el gestor del calendario, el exprofesor Guillermo Barzuna, en realidad en dicho período hay una confluencia de estilos que desembocan en un eclecticismo.

Con el de 2019 son ya 18 ediciones del calendario del Icomos, el cual se publica gracias a la alianza con la Editorial de la Universidad de Costa Rica (UCR).

El calendario trae una presentación en forma de ensayo, la cual enriquece el trabajo fotográfico realizado por voluntarios para ilustrar cada uno de los meses. Además de la

foto principal, viene una en recuadro, siempre dentro del período elegido y que tiene como bandera la arquitectura de 1900.

MODERNIDAD CULTURAL

Barzuna, quien fuera profesor de Lengua, Literatura y Folclor en la Escuela de Estudios Generales y de la Maestría en Literatura, ambas en la UCR, detalló que escogieron el período del 1900 porque ocurrió un fenómeno común en la región.

“La arquitectura del 1900, en toda América Latina se dio algo parecido, porque hay una tendencia a modernizar las ciudades; pero a diferencia de hoy día, que es hacer malls y esas cosas, en ese momento se construyeron edificios majestuosos, incluso en Costa Rica, y que tienen que ver con el desarrollo cultural”.

Ello se concretó en la construcción de “bibliotecas, teatros, grandes colegios, templos de música, el Teatro Nacional, el edificio de Correos de San José, o edificios que tienen que ver con un progreso más material, pero siempre con una dimensión cultural, como la Estación al Atlántico”.

Al estar en boga la ideología liberal, la arquitectura iba unida a una visión de país.

“Es muy interesante el desarrollo que hay en esos años con una arquitectura que privilegia la educación, el arte y, entonces, claro, lo que se da es un renacer del neoclásico en sitios como Ciudad de México, Buenos Aires (Argentina), y aquí se construye el Teatro Nacional, el que en gran medida marca estilo, porque ningún edificio cercano podía ser más alto que este”.

Gobernación, correos y telégrafo de Heredia, de 1914, diseñado por Lui Llach Llagostera. (Foto: María Lourdes Mora Vega, cortesía de Icomos)

Por tal motivo, durante un largo tiempo, ningún edificio en las cercanías del Teatro Nacional podía tener más de dos plantas, recordó Barzuna.

“Entonces se construyó una ciudad muy unitaria, se pueden ver los restos que quedan de ella en la Librería Lehmann, en el edificio de las academias, en el Colegio de Señoritas, lo cual es un ejemplo de ese San José que se construyó siempre con dos plantas, y con cierto respeto y dignidad visual, no lo que hay ahora”.

Ese 1900 que no solo anunciaba un nuevo siglo, sino que traía consigo importantes hallazgos, uno de los más importantes, como lo puntualizan los autores del ensayo –Barzuna y David Boza– que acompaña al calendario, es la aparición de El Ariel de José Enrique Rodó, libro que sería de una honda inspiración para las generaciones de la época.

“Se extiende por todo el continente una corriente filosófica que valora los signos del pasado prehispánico y europeo como herencia de estos pueblos. Sincretismo que, en el decir de los pensadores, escritores y algunos políticos de la época, constituiría la identidad de lo hispanoamericano”. Esa influencia de lo europeo se cristalizaría en un respeto por los valores culturales que definían a cada nación.

“A esto se sumaría una ferviente defensa de los valores artísticos que descienden de la cultura grecolatina. Francia, en particular, se convierte en un importante referente cultural; de ahí la apropiación del Neoclasicismo como estilo dominante en las construcciones de la época. Así, lo que se ha dado en llamar neoclásico en Costa Rica es un estilo que define sus rasgos constitutivos con base en los cánones de la arquitectura grecorromana”, explican en el ensayo.

A Costa Rica y a América Latina esa vuelta al pasado experimentado por los europeos en el Renacimiento llegó de forma tardía.

Esa visión plasmada en la arquitectura tenía rasgos distintivos: “En Costa Rica, como en el resto del continente, este Neoclasicismo tardío posee cierta monumentalidad en la cual predominan detalles formales como capiteles, columnas y tímpanos”.

En el período aludido –1880-1920—también hay manifestaciones de otros estilos como el art noveau, el neogótico y el victoriano.

Antigua Escuela Vitalia Madrigal, en San José, de Luis Llach Llagostera, 1910. (Foto: Elías Fallas Solís, cortesía de Icomos)

EDUCAR PARA LO QUE QUEDA

El calendario, que ya lleva 18 ediciones con la de 2019, pretende crear conciencia y educar a la población para que se dé cuenta de lo valiosa que es la arquitectura del pasado, aunque mucho de ella fuera votada a partir de 1948, por la visión que tenía entonces la clase política gobernante.

“Lo que se busca es educar para lo poco que queda, pero que es muy valioso, y que sea un ejemplo para seguir preservando y cuidando la armonía de la ciudad”, afirma Barzuna.

En criterio de Barzuna, quien ha estudiado ampliamente la cultura popular del país, ha existido una mejoría si se compara el hoy con lo ocurrido en los años cincuentas y sesentas.

“En esos años se destruyó a lo bestia. Se quiso hacer un Miami de San José y se empezó botando el Palacio Nacional, la Biblioteca Nacional y todos los cascos históricos fueron destruidos. Eso fue terrible, porque total, ni hicieron un Miami como pensaban y sí construyeron un mamotreto como es la Avenida Segunda”.

Al crear una sensibilidad con el calendario, que en realidad es un documento muy cuidado, en el que el Barzuna y el Icomos invierten seis meses de trabajo, aspiran a que la gente comience a apreciar lo que todavía se puede disfrutar.

“A lo mejor alguien ha pasado muchas veces por el edificio de Correos y nunca se ha puesto a verlo, igual le pudo haber sucedido con el Teatro Melico Salazar u otros edificios patrimoniales”.

Aunque por lo general el calendario se agota muy rápido, quienes estén interesados en hacerse de un ejemplar, aún lo pueden adquirir en la Librería Universitaria y en Icomos.

“Hay que recordar que es un calendario de colección y que viene acompañado de un texto que contextualiza muy bien el período. Hemos hecho muchos calendarios, pero este es una belleza, incluso al final viene un recuento de edificios, del estilo de la época elegida, que fueron destruidos. La idea de esta sección, que hemos incluido en los últimos tres años, es que la gente adquiera conciencia de que no se botaron casitas de adobe, sino construcciones majestuosas”, dijo Barzuna.

Estación del Ferrocarril al Atlántico, San José, 1908, de Jaime Carranza Aguilar. (Foto: Roberto Ramírez Quirós, cortesía de ICOMOS)

EL VALOR DE LA MEMORIA

Para entender cómo era la Costa Rica de la época, cuáles eran sus necesidades e incluso sus aspiraciones, hay que recurrir a la memoria histórica que deja ver la arquitectura y las construcciones del período.

Por eso Barzuna considera que el asunto primordial pasa por la educación en este campo: “Han ayudado mucho los seminarios de patrimonio de la Universidad de Costa Rica, la creación del Icomos y la misma creación del Ministerio de Cultura. Hay que comprender que un país tiene que tener memoria histórica”.

Una forma equívoca de apreciar la arquitectura, recuerda, era el hecho de que la población al referirse a las casas decían: “Eso es un cucarachero. El referente que hubo aquí de Estados Unidos fue fuertísimo. Ojalá las casas se parecieran a las de Estados Unidos para otorgarles un valor, decía la gente, y los políticos jugaron con eso”, aseveró.

“Modernidad y tradición pueden convivir, sino no existiría Europa y en los mismos Estados Unidos, ahí no destruyen un edificio valioso e histórico, pero los políticos después de 1948 no lo entendieron así. Por ejemplo, la Biblioteca Nacional la hubieran dejado ahí y hubieran hecho la nueva, pero no, la botaron, porque era un cucarachero, para construir algo moderno”.

Pese a las brumas que se desatan cada vez que se presenta un proyecto como el del Teatro Variedades o el Teatro Nacional, en el que hay puntos divergentes sobre si debe prevalecer la restauración o la modificación, y en los que parece que las propias autoridades encargadas de proteger el patrimonio son las que abogan por cambiarlo, Barzuna cree que hay una mejoría en la concepción en que hoy se aborda el tema patrimonial de los edificios.

Respecto de las casas, la situación es distinta, porque San José centro se volvió con el paso del tiempo en un lugar poco habitable por el exceso de ruido y otros factores. Ahí, precisa, las casas que hoy les toca cuidar a los nietos de aquellas generaciones ya no interesan y, como sucedió en el pasado, podrían terminar convertidas en parqueos.

“En el centro de San José, donde se vea un parqueo, ahí hubo un edificio patrimonial, y que no quepa la menor duda”.

INTERESES

El problema del patrimonio pasa también por una serie de intereses solapados que hay entre diferentes actores, y ello hace que se den contradicciones como la que se presentó en el Teatro Variedades, que en realidad solo iba a conservar la fachada y el resto del inmueble iba a ser modificado, pese a lo que establece la Ley 7555 y su reglamento.

De igual manera, al haber intereses de grupos inmobiliarios, estos buscan imponer sus visiones, las que van más allá de las políticas patrimoniales.

A raíz de las fuertes discusiones con lo del Variedades “eso se logró parar”, enfatizó Barzuna, al sostener que las tres minisalas y la hemeroteca que se pensaban construir finalmente no se van a dar.

En relación con el Teatro Nacional, que va incluido en la portada del calendario de 2019, Barzuna considera que la modificación para crear un escenario para que se presenten grandes óperas excede las necesidades que hoy tiene dicho inmueble, y que por el contrario el establecer condiciones para que haya una adecuada evacuación y para que se mejoren los sistemas eléctricos sí son elementos indispensables, porque de no hacerlo se corre el riesgo de que incluso se queme.

Si usted quiere acercarse al valor del patrimonio arquitectónico como elemento tangible de que la historia cuenta y de que en él también se resguarda la memoria de un país como Costa Rica, puede hacerlo mediante el calendario Icomos 2019, una joya que para los coleccionistas es indispensable y de un gran valor para todo aquel que valore la cultura como una forma de entender al ser humano y sus circunstancias.

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