Cultura Madama Butterfly en el Melico Salazar

Una mariposa atravesada por un alfiler

La Compañía Lírica Nacional pone en escena la ópera Madama Butterfly, trágica historia de la japonesa Cio-Cio San, quien termina con su vida luego de entregar a su hijo al padre que la abandonó.

“Dicen que al otro lado del mar, si una mariposa cae en manos de un hombre es atravesada por un alfiler”, vaticina, sin saberlo, en el primer acto Cio-Cio San (que en japonés significa señorita mariposa), protagonista de la ópera Madama Butterfly, del italiano Giacomo Puccini (1858 -1924) .

Esa imagen poética y cruel expresa el tono y los acontecimientos desencadenados en la obra de Puccini, quien estrenó su sexta pieza lírica -sin mucho éxito- el 17 de febrero de 1904 en el teatro de La Scala de Milán, en Italia.

La geisha Cio-Cio San se enamora de Pinkerton, teniente de la Marina de Estados Unidos, con quien, unida en un matrimonio efímero, tiene un hijo. (Foto: CLN).

Pero ¿una ópera decimonónica sobre una mujer que -no solamente- se suicida “por amor” (o desamor) le habla al público del siglo XXI después de 100 años?

Pues sí, según afirman algunos de las involucrados en el montaje de la Compañía Lírica Nacional (CLN), cuya corta temporada finaliza este fin de semana en el Teatro Popular Melico Salazar.

Al respecto, la soprano costarricense Gloriela Villalobos, quien debuta con la CNL luego de formarse en Alemania con su coterránea Íride Martínez, asegura que la gente va a empatizar con la protagonista por distintas razones.

Entre estas menciona el desgarramiento de “entregar” a su hijo al padre (el teniente de la marina estadounidense B.F. Pinkerton) que no la ama, la abandona, y, además, se casa con otra.

Para la cantante, Puccini toma temas con los cuales el ser humano está profundamente relacionado, y, por ello, “más allá de que la ópera esté basada en un año específico, en un lugar específico (Nagasaki, Japón), los sentimientos” son vigentes.

“Cio-Cio San se suicida por su hijo”, continuó la cantante lírica, “y en la actualidad en cualquier lugar del mundo, una parte de la madre va a morir si le quitan a su hijo”.

El director de la CLN, José Manuel Aguilar, coincide en que Butterfly no soporta esta pérdida. “Ella está exhausta: tiene tres años de esperar a Pinkerton; está en la miseria, renegada por su familia, con un hijo que no sabe qué futuro va a tener, a la espera de algo que nunca va a llegar porque era fantasioso, un amor imposible”, dijo en referencia a la decisión trágica de la heroína de Puccini.

Sin embargo agrega un elemento a considerar, ya que, a la vez, cuando decide quitarse la vida, lo hace por su honor, tradición y cultura, puesto que Pinkerton la abandona, luego de que Cio-Cio San, incluso, se convierte al cristianismo por seguirlo.

“Con honor muere quien no puede conservar la vida con honor”, canta la protagonista antes de meterse el cuchillo con el que su padre, un samurai, también se suicidó al perder una batalla.

El arma del harakiri había sido un regalo del Emperador, quien se lo mandó al progenitor de Cio-Cio San para que muriera con honor, según comenta el director escénico argentino, Alejandro Chacón.

Chacón, quien también es director artístico de la Ópera de Colombia, fue invitado de nuevo por la CLN para, en esta ocasión, poner en escena los elementos estéticos del montaje.

Para Madama Butterfly, la CLN asumió una modalidad de producción mediante la cual se alquilaron el vestuario, la escenografía, la iluminación y la utilería de la versión colombiana, presentada en marzo de este año en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, en Bogotá.

Esto se realizó gracias a la afiliación de la CLN con la organización internacional sin fines de lucro “Ópera Latinoamérica” (OLA).

Chacón difiere en que Madama Butterfly sea una tragedia. “Es una historia de amor con un final trágico, no una tragedia, porque en una tragedia mueren 20, aquí muere una sola y al final. No podés decir que el que un marido abandone a una esposa es una tragedia; es un hecho lamentable, y ella lo vive mal porque tenía eso del honor japonés, que nosotros no tenemos. La psicología japonesa es muy diferente”, expresó.

Así, Cio-Cio San no podía vivir deshonrada habiendo entregado a su hijo a una señora, la esposa “americana” de Pinkerton, que no conoce, concluyó Chacón.

La protagonista de Madama Butterfly es interpretada por la soprano costarricense Gloriela Villalobos. (Foto: CLN).

Japón exótico, gringos bárbaros

De acuerdo con Chacón, la responsabilidad de Pinkerton en el final trágico de Madama Butterfly es relativa y más bien pone el peso en las diferencias culturales entre ambos países.

“El hombre, no sé… hay que entender que esto es un choque de culturas; hay que pensar en el momento histórico: fines del siglo XIX y principios del XX; y que se estrenó en 1905 (sic)”, mencionó.

Antes de esa época, Japón se había mantenido prácticamente cerrado al mundo, con una relativa apertura a partir del siglo XVII.

Según dijo Chacón, “estaba prohibido tener extranjeros en la isla, hasta que a finales del siglo XIX se abre a Occidente. El choque de esas dos culturas ha sido dramático, porque la cultura japonesa era ancestral: la gente vestida con sus kimonos y de pronto se encuentran a gente vestida distinto, que habla distinto”.

A partir de ese momento, se dio en la Europa colonialista el fenómeno del “japonismo”: una moda que tomaba como exótica la cultura japonesa, basada en el comercio de productos como las sedas y porcelanas consideradas exquisitas.

Los estadounidenses con su afán expansionista entraron en la ecuación y a mediados del siglo XIX lograron un acuerdo comercial con Japón.

De ahí que Madama Butterfly cuente la historia de un teniente de la marina de los EE.UU., que en  Nagasaki, uno de los principales puertos japoneses, disfruta de la costumbre que le depara un contrato “matrimonial” efímero con una geisha quinceañera empobrecida.

En Madama Butterfly, el “japonismo” se mezcla con el verismo operístico del periodo de Puccini, una tendencia artística que ponía el énfasis en contar historias realistas (vero es real en italiano), para presentar el contexto social y humano de finales de siglo XIX.

Producto de esta visión y como antecedente literario, el referente de la ópera Madama Butterfly  proviene, en primera instancia, de la obra Madame Chrysantheme (1887), del francés Pierre Loti, en la que cuenta una trama similar a la de Cio-Cio San y su teniente bárbaro, sin el desenlace trágico.

Otras obras alimentaron la creatividad de Puccini, particularmente el montaje de la obra Madama Butterfly del estadounidense Daniel Belasco, que el italiano presenció en el Duke of York’s Theatre en junio de 1900.

La dramaturgia de Belasco se había basado en la novela homónima de John Luther Long, quien a su vez se inspiró en los diarios de Loti.

Giacomo Puccini era una orquestador magistral, según afirmó Ramiro A. Ramírez, director musical de la versión tico-colombiana de Madama Butterfly. (Foto: CLN).

Montaje Pucciniano

En Occidente, la mirada exótica del Japón aún persiste y la puesta en escena de la Compañía Lírica Nacional no escapa a ello, debido a que la versión es fiel a las características dadas a la obra por Puccini.

El montaje, como el mismo Chacón afirma, es tradicional, con sus kimonos y sombrillas, maquillaje de geishas y diseño escenográfico en semejanza a una casa con puertas corredizas de madera y pinturas de cerezos florecidos.

Esa es la versión tico-colombiana de Madama Butterfly que, según aseguran los entrevistados, hará llorar a los espectadores.

Con la puesta en escena, el público disfrutará no solo del drama, sino de la belleza musical pucciniana, interpretada por la Orquesta Sinfónica Nacional y el Coro Sinfónico Nacional con 24 cantantes, bajo la dirección de Ramiro A. Ramírez.

Los personajes principales de la ópera son interpretados por un elenco tres cantantes líricos:  la soprano Gloriela Villalobos (Madame Butterfly), el tenor mexicano José Luis Ordoñez (B.F. Pinkerton), y el barítono mexicano Tomás Castellanos (Sharpless).

Completan el elenco la mezzosoprano Marianela Mora (Suzuki), el tenor Miguel Mejía (Goro), el bajo Fulvio Villalobos (Bonzo), el tenor Yeancarlo Zamora (Yamadori), la soprano Yasira Guzmán (Kate Pinkerton) y el bajo Juan José Montero (Commissionado), todos ellos de nacionalidad costarricense.

Es una producción sin sorpresas contemporáneas, una ventana a “las culturas milenarias muy lejanas a nosotros”, consideró Aguilar, que mostrará una relación de poder entre un marinero norteamericano y una muchachita inocente de 15 años.

“Es fuerte por el abuso y demás, pero si lo vemos desde una perspectiva histórica y cultural,  debemos observarlo como una práctica que sucedió o sucede todavía, pues las geishas todavía existen en Japón y no son mal vistas, forman parte de la cultura.  Una geisha es una forma de vida”, puntualizó Chacón.

La soprano Gloriela Villalobos no solo carga con el peso dramático y la exigencia técnica de un rol que canta prácticamente durante toda la ópera, sino de encarnar el estereotipo de las geishas.

“Yo personalmente indagué sobre qué era una geisha. La primera cosa que hice fue preguntarle a una compañera japonesa de la universidad qué tan presente estaba en la población actual japonesa. En el caso de la ópera sabemos que a ella la vendieron, vendieron su virginidad”, precisó Villalobos.

Para Villalobos, Madama Butterfly sigue vigente, ya que aún cuando ahora los marineros no tienen la misma fama, “hay personas que tienen amoríos y dejan a alguien embarazada y se van; o hay madres sufriendo porque les quitan a sus hijos”.

En su rol de Cio-Cio San, Villalobos sabe que crea empatía con el público, ya sea porque es una chica inocente que fue engañada o porque su familia la renegó y rechazó. “Ahí radica su belleza, hay que apreciarla en sí misma, en su valor histórico y contextual”.


Partitura pucciniana

Para el director musical de Madama Butterfly, Ramiro Ramírez, la ópera apela “muy fuertemente” a las emociones, no tanto por su psicología sino por su impronta romántica. “Es una historia desgarradora”, enfatizó.

Ramírez afirmó que Puccini era un orquestador magistral, que sabía lograr los efectos deseados con sus timbres, como “combinar el corno inglés con la viola para un solo y lo que eso produce”.

El compositor italiano sabía cómo escribir para una orquesta muy grande, “en la que hay tres flautas, dos oboes, corno inglés, tres clarinetes, dos fagotes, cuatro cornos, tres trompetas, cuatro trombones, montones de percusión, arpa; sabía cómo utilizar ese cúmulo de timbres y posibilidades para narrar su historia. A mí me gusta como escribe Puccini, de mis óperas preferidas son todas de él; tengo una afinidad por su lenguaje”.

Es la tercera vez que Ramírez participa en un montaje de Madama Butterfly. La primera vez fue en 1998, en la que en una producción de Stefano Poda encarnó el rol de Sharpless; la segunda en el 2005, en que preparó el Coro Sinfónico Nacional; y finalmente, en este ocasión, en que la dirige.

“Es mi madurez artística y me ayuda el vínculo con la ópera de mucho tiempo, que ha crecido conmigo y hay una interiorización del lenguaje de esa partitura. Es un factor que ayuda a entender hacia dónde va la música y los momentos fuertes”.

De acuerdo con Ramírez, la maravilla de compositores como Puccini es que “todo está escrito, no hay que inventar nada. Si uno tiene la capacidad de guiarlos a todos para que toquen lo que está escrito, se logra el paso rítmico, la acumulación o disminución de volumen, los silencios, la tensión; esa es la tarea del director musical: traer este montón artistas que participan a acercarse a la intención de Puccini”.


 

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