La investigación ya les ha tomado seis años, durante los cuales la primera etapa fue casi en respuesta a una interrogante personal. Guillermo Vargas se había interesado, desde muy joven, por las figuras zoomorfas de las representaciones arqueológicas de las primeras culturas de lo que hoy llamamos Costa Rica.
Para él era frecuente ver perros en figuras arqueológicas que después le explicaban que eran jaguares, lagartos u otras fieras.
Luego, ya como artista, al estudiar las culturas de México, las referencias a los cánidos sí estaban destacadas, lo cual estimuló su interés. También descubrió que la cultura Moche, en Perú, abunda en representaciones de estos. Y en ambas los había sin pelo. Más adelante algunas lecturas señalan que en las crónicas de los conquistadores se menciona a los llamados perros mudos o perros xulos en la Gran Nicoya.
Hace 6 años, atraído por ese tipo de perros considerado autóctono y que existe principalmente en Perú y en México, oficialmente decidió conocer más de su historia e indagar en la relación humano-perro en las culturas antiguas latinoamericanas.
Lo primero fue un viaje personal a Perú, encontró que se trataba de algo más allá de una curiosidad, el tema abría una gran perspectiva de investigación que abarcaba lo arqueológico, la biología, la historia, la antropología. La relación perro-humano se remonta hasta los orígenes mismos de las sociedades humanas. En todos los procesos y culturas ha habido perros acompañando a los humanos.
Las representaciones en las piezas arqueológicas, tejidos, piedra, jade oro en enterramientos, petroglifos, códice… y en las crónicas de los conquistadores mencionan a los perros como partícipes importantes en la vida de las sociedades prehispánicas.
Así nació el proyecto XULO, nombre que es una de las formas con que se denomina al perro en la Gran Nicoya. Este estudio, encabezado por Myrna Báez y Guillermo Vargas, pretende, tras una extensa búsqueda, producir un conjunto de materiales que incluye un documental, promover una exposición de piezas precolombinas donde haya perros, un libro que incluya muchas imágenes y la metodología de clasificación de los cánidos (mamíferos de régimen carnívoro), talleres en comunidades y diversos materiales didácticos que permitan a un público más amplio conocer este aspecto poco referido en las investigaciones de las sociedades mesoamericanas, particularmente en Costa Rica, o que se reserva para la documentación del ámbito académico.
La primera etapa de la investigación despertó muchas interrogantes que demandaron un profundo estudio bibliográfico. Así se integraron algunos investigadores de otros países como el mexicano Raúl Valadez, toda una eminencia en este tipo de temas. Doctorado en biología y especialista en zooarqueología, de la UNAM, Valadez decidió aportar su conocimiento.
Los sin pelo
Se ha podido constatar que la existencia de los perros sin pelo en América se remonta a 1600 años, de acuerdo con la evidencia ósea y 2000, según las representaciones en cerámica
Una mutación genética hizo que aparecieran en el occidente de México un tipo de perro sin pelo. Estos característicos animales se trasladaron hasta Argentina gracias a los intercambios y migraciones.
El perro sin pelo es autóctono de América. Sus representaciones en las cerámicas zoomorfas hacen suponer una relación estrecha y doméstica con los humanos. Eran animales de compañía.
Las crónicas de los conquistadores refieren que eran muy cercanos para los indígenas quienes incluso los cubrían con mantas para dormir. También estaban presentes en algunos rituales. En excavaciones se han encontrado restos óseos de estos junto a humanos.
Otros cánidos han sido identificados en restos óseos, como la presencia de los coyotes, y muchas veces se pensó que los representados eran estos, pero por sus características y el tipo de hábitat en que se encuentran se empezó a sospechar que en las piezas arqueológicas los representados eran perros y no otros cánidos.
En la región del actual territorio de Costa Rica no existe investigación especializada en perros, pese a su significativa presencia como animal de compañía en las culturas. Las referencias son a Canis SP (perro común no clasificado) y Canis latrans (coyote), pero los hallazgos del proyecto XULO identifican claramente a los sin pelo en las representaciones.
Para los investigadores, el análisis morfológico de piezas en museos costarricenses constató que:
“Los perros sin pelo al tener la piel desnuda se les notan los pliegues de la piel según su acomodo y se les repinta la columna vertebral que es representada con líneas en piezas arqueológicas de algunas culturas de América, líneas que simulan arrugas y a columna vertebral, también dientes y caninos en distintas direcciones y denticiones limitadas, casi nulas, y copete algunas veces.”
Aperreamientos
La llegada de los europeos a América y su proyecto de conquista y exterminio cultural, trajo otro tipo de perro, que los indígenas describieron como verdaderos monstruos y como tales eran utilizados para perseguir y matar indígenas. Eran perros de guerra y para los pueblos originarios, acostumbrados a una relación familiar con los perros, aquello funcionó como una forma más de amedrentamiento.
Con mastines y lebreles hostigaban e incluso mataban a los indígenas, práctica que se denomina aperreamiento. Mientras a los perros autóctonos los fueron eliminando.
En la Gran Nicoya, según la investigación documental, que ha seguido el proyecto XULO, se han registrado algunos elementos culturales importantes como el referido al cacique Nambí, a quien se atribuía cualidades particulares de transformarse o asumir características de perro. El nombre Nambí significa perro en chorotega. Nicoya fue el nombre que le dieron los católicos interesados en su territorio por el oro y los recursos en general.
Los hallazgos y las inquietudes que arrojaba la investigación los llevó a retomar las representaciones zoomorfas de las primeras culturas costarricenses presentes en el acervo cultural nacional a resguardo de los museos de Jade, de Oro y El Museo Nacional. Hasta el día de hoy, este ha dado apoyo importante del personal para documentar las figuras y los estudios acerca de las relaciones de las personas con los perros, no solo por las representaciones en las figuras, sino incluso por las investigaciones arqueológicas halladas en los enterramientos y sitios arqueológicos.
Mediante estudios óseos se han determinado aspectos de gran interés como variaciones características en la dentición, lo que ha permitido diferenciar los cánidos.
Los análisis óseos permiten determinar aspectos muy puntuales como hábitos, alimentación, enfermedades, características climáticas de los lugares donde se desplazaban, entre otros. Tradicionalmente, al hacer referencia a los cánidos en la Costa Rica prehispánica, se ha hablado de coyotes y se menciona a otros cánidos SP o no clasificados. La investigación reciente y del proyecto XULO los ubica como perros por ahora con todas las implicaciones que esta denominación conlleva. Con una excepción hasta el día de hoy.
Perros con nosotros
La presencia de los perros en América se constata hasta al menos 12.000. Su presencia y desplazamiento en el continente está vinculada a la de los humanos, descubrieron juntos estas tierras procedentes de Asia por el estrecho de Bering o en embarcaciones de islote en islote hasta llegar a lo que hoy es Alaska.
El perro llegó con el humano y lo acompañó en todo el proceso de poblamiento del continente en sus distintos procesos.
En algunas cosmogonías se consideraba que acompañaba al más allá de la muerte.
En algunas representaciones se han visto los perros con collar, cuidados, cargándolos, máscaras de perros, perros con máscaras de humanos y muy cercana y presente en la cotidianidad.
El proyecto XULO cuenta con una solvente base documental bibliográfica y de registro de imágenes y entrevistas, pero hasta ahora ha sido sostenido con el esfuerzo y recursos personales de los propios investigadores, por lo que han sentido el lastre de la falta de recursos y financiamiento para cubrir algunas de las muchas posibilidades que ofrece.
El estudio del perro es muy importante para el conocimiento de las primeras sociedades hasta nuestros días.