En el día más largo del año, en el gimnasio de un colegio guanasteco, campesinos, activistas, artistas, estudiantes y vecinos se juntan, conversan, comparten semillas criollas, frutas, verduras y hierbas, así como saberes, con el sonido de fondo de una guitarra, entre tazas de café, tanelas y tamal de maíz cocido al sol.
Es la celebración del Solsticio, un agradecimiento comunitario a la energía del sol y la vida que de su calor resulta. Es la Fiesta del Sol, que organiza desde hace 25 años la Fundación Sol de Vida y que tuvo lugar el pasado 20 de junio en el Colegio de Santa Bárbara, ubicado en Santa Cruz de Guanacaste.
La actividad busca rendir tributo a la tierra, a las semillas criollas y recordar la energía del Sol, alternativa energética sostenible. Al mismo tiempo, esta 25.° edición homenajeó a las familias agricultoras, quienes con ayuda de la naturaleza proveen los alimentos para la sociedad.
Durante el evento, hubo intercambio de semillas, plantas, hierbas y frutos; además de exposiciones de proyectos productivos agroecológicos y orgánicos, talleres de reciclaje y reutilización artística de desechos.
Los visitantes también pudieron disfrutar de música, pintura de grandes obras en vivo, distintas comidas tradicionales y “solares”, cocinadas en las cocinas de Sol de Vida que funcionaron toda la mañana en la explanada frente al gimnasio.
Rocío Quilis, gestora de patrimonio cultural inmaterial, destacó que esta fiesta propicia la salvaguarda y difusión de un elemento patrimonial: la cultura del maíz; a la vez, rinde honor a las personas que lo perpetúan: los protectores de la semilla, los agricultores.
Juan Arriaga, integrante de Sol de Vida y organizador del evento, comentó que la iniciativa surgió hace 25 años para dar a conocer las cocinas solares, utilizadas y promovidas por la organización como fuente de energía limpia.
Una decena de cocinas se sacaron a la calle para mostrar que “sí se puede”, y allí comenzó a crecer.
Poco a poco, dijo, se acercaron personas agricultoras al espacio para intercambiar semillas o para promover el consumo y producción de alimentos sanos. La Fiesta del Sol se convirtió, así, en un espacio que celebra la energía del sol y defiende la vida, la semilla y la naturaleza.
“Este tipo de actividades son muy importantes, pues es exactamente de lo que trata la salvaguarda de patrimonio: la participación de las comunidades en divulgar y preservar estas expresiones, como en este caso la cultura del maíz, reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial”, dijo Quilis.
La “cultura del maíz”, según explicó la gestora, es el conjunto de conocimientos y saberes “de resguardo de las semillas, de los ciclos naturales para la producción de la planta, su procesamiento y reproducción en comidas y su uso en fiestas, además de sus significantes espirituales; lo anterior porque, según las tradiciones autóctonas mesoamericanas, los seres humanos venimos del maíz”.
Para Quilis, todas estas prácticas agrícolas, tradiciones orales y gastronómicas, así como las celebraciones campesinas que giran en torno a la semilla de maíz, son parte de la identidad de los costarricenses y por ello deben ser salvaguardadas.
“Esta es una cultura de muchísima trayectoria, se transmite de generación en generación y ha enfrentado riesgos. De hecho, la declaratoria de Patrimonio fue solicitada por personas que deseaban que se reconociera la importancia cultural del maíz criollo frente a la introducción de los transgénicos”.