Cultura Teatro salvadoreño de mujeres

Ser mujer no debe ser una “cachada” (ganga)

Con la obra Si vos no hubieras nacido del grupo La Cachada Teatro de El Salvador, ocho mujeres se cuestionan su rol como madres, hijas y personas violentadas.

Las luces del teatro se apagan y poco a poco se ilumina el escenario mientras las voces de las vendedoras ambulantes se van escuchando en coro.

Una mujer en el centro del escenario carga una bolsa plástica transparente con toallas de papel de cocina para vender. Otra mujer entra a escena y le coloca un monigote/hijo en la cintura y otro más en los hombros. Otra le pone encima de la cabeza otra bolsa y otra más un bebé en los brazos. Así apertrechada, la mujer empieza a gritar para “promocionar” la mercancía, o esa cachada, que en El Salvador significa una ganga.

La Cachada Teatro esta conformado por ocho mujeres salvadoreñas que hace unos siete años se dedicaban a ofrecer productos en
la calle.

La obra de teatro es representada por el grupo La Cachada Teatro del país centroamericano, conformado por mujeres que hace unos siete años se dedicaban a ofrecer productos en la calle. Sus nombres son Ruth Vega, Magdalena Enríquez, Magaly Lemus, Wendy Hernández, Evelyn Chileno, Katy Zelaya y Mariam Santamaría.

Ellas eran vendedoras informales en el municipio de Mejicanos, trabajo por el que recibían $5 en total por día o incluso nada, hasta que un día conocieron a Egly Larreynaga –ahora directora de La Cachada–, quien recién llegaba a su país natal de España, donde vivió siete años.

“Fue un experimento”, explicó Larreynaga en entrevista luego de la función de Si vos no hubieras nacido, en el Teatro Eugene O´Neill hace más de un mes.

“Retorné por un proyecto de un documental con niños que atiende la Asociación Cinde. Como mi fuerte era trabajar con mujeres, también propuse a la organización dar un taller y hacer una muestra con algunas que llevaban sus hijos a la guardería de la organización”, detalló.

Las mujeres que asistieron terminaron convocadas a La Cachada Teatro, grupo que en esos siete años se ha consolidado con dos puestas en escena mostradas con éxito en El Salvador y allende las fronteras.

Larreynaga contó que al principio fue muy duro porque ninguna había visto una obra ni entrado en una sala de teatro. Lentamente el espacio escénico se transformó en un lugar muy importante, pues ellas podían hablar y expresarse en su seno, y hasta sus hijos sentían que llegaban más tranquilas a sus casas.

Conforme avanzaba el taller, Larreynaga les propuso trabajar teatralmente las historias que tenían en común, ya que de esta forma podían ayudar a la sociedad salvadoreña; sin embargo, ellas se oponían por considerar que sus vidas eran muy tristes y que a nadie iban a gustar.

“Yo les repetía: a ver, probemos, no perdemos nada, no tengo dinero, ustedes tampoco, creo que sí puede funcionar. Hicimos una primera muestra, se llenó el lugar, llegaron los hijos, fue súper emotivo y desde ese momento nunca más se quisieron bajar del escenario”, recordó Larreynaga.

Según información que ha recopilado la directora de La Cachada Teatro, en El Salvador 197,000 mujeres de menos de 15 años resultan embarazadas y cada hora nacen 14 bebés. Además, el 60% de los embarazos reportados ocurren en mujeres menores de 19 años.

Las mujeres de La Cachada pronuncian una frase: “somos niñas, criando niños y no sabemos cómo hacerlo y criamos monstruos, porque repetimos lo que aprendimos y no sabemos hacer otra cosa”.

– ¿Y si un día me reprocharas gritando por qué me has traído a este mundo?

– ¿Por qué?

– ¿Sabes por qué? Porque tenía que tenerte y punto. Para eso una es mujer. Al menos así me educaron, porque me violaron, porque me obligaron a tenerte y, si no te tenía, me podían condenar a 30 años de cárcel.

Las mujeres de La Cachada pronuncian una frase en la obra: “somos niñas criando niños y no sabemos cómo hacerlo y criamos monstruos, porque repetimos lo que aprendimos y no sabemos hacer otra cosa”


Obra de teatro Si vos no hubieras nacido. La Cachada Teatro de El Salvador

¿Cómo abordaste el colectivo? ¿La situación misma te demandaba una metodología específica?

Fue una mezcla con intuición. Yo en Madrid trabajaba con un grupo de mujeres migrantes y esa experiencia me sirvió mucho para trabajar con ellas. Había dado muchos talleres donde el fin no había sido formar actores, sino que el teatro sirviera como una herramienta de expresión y donde el proceso era la prioridad más que el resultado. Pero el proceso de La Cachada que ellas me agradecen mucho ha sido también una escuela. Gracias a este proceso yo sigo trabajando en cárceles con mujeres. Si vos no hubieras nacido tardó tres años y una videasta española me dijo que sí podía filmar un documental que va estrenar este año que se llama Cachada. A partir de ahí pude sistematizar el trabajo donde combinaba muchos ejercicios. Por ejemplo, una vez no habían comido porque las vendedoras podían haber vendido $5 o a veces nada. Compramos un pan dulce en una tienda y luego las puse a hacer un ejercicio: ¿cómo hacen ustedes para cocinar cuando no tienen comida? Inventamos representar un programa de cocina en escena y fue bien divertido, porque se pusieron a decir: amigas les voy a enseñar cómo se cocina con $1,50. La situación durante el proceso de Si vos no hubieras nacido más fuerte fue cuando una de ellas que también lo dice en la obra, nos cuenta que su primera hija fue fruto de una violación y nunca se lo había contado a nadie. El proceso de esta obra fue largo porque fue el que más marcó sus vidas emocionalmente, por la relación con sus hijos y luego como actrices. En mi propia experiencia, yo tampoco he tenido una vida muy fácil y esa empatía fue una ventana y una posibilidad de trabajar y de ponerme en los pies de ellas.

A veces, cuando se aborda el teatro se parte de un artificio técnico muy impostado, ¿en esta obra está puesto el acento en la historia y las vivencias de ellas?

Yo me haría una pregunta antes y es qué se entiende por técnica, porque creo que la técnica no se tiene que notar y aquí ha habido mucho cuidado en lo estético, ya que las historias eran muy crudas y había que cuidarlas. De esta obra llevamos como 150 funciones y siempre doy notas de lo actoral, y la voz. Al principio hubo cuidado de respetar la parte humana y no contar lo que ellas no querían. Lo técnico para mí es que fueran muy orgánicas, porque al principio cuando contaban su historia se ponía a “actuar”. El ideal de una obra de arte es cuando se logra esa fusión entre el contenido y la forma. Y aquí por primera hay creación de personajes, hay distanciamientos. En el siguiente paso que queremos dar es para que ellas se asuman como actrices; quiero que ellas pasen por un texto escrito que será una adaptación de La casa de Bernarda Alba.

Sobre la dramaturgia, ¿cómo la terminaron de construir?

Esa parte yo la trabajé. Primero una de ellas salió embarazada antes del proceso del montaje, fue un detonante y hubo una crisis muy fuerte en el grupo. A medida que fui preguntando por qué, empezaron a contar cómo ellas habían salido embarazadas, cómo habían sido sus mamás y empecé a entender. ¿Por qué tienen tantos hijos, y tan jóvenes? Había respuestas. Por eso les propuse: ¿no quieren contar estas historias en escena?

Un tema planteado en la obra es el aborto que en la sociedad salvadoreña está penado.

Yo quería llegarle a la gente que dice no al aborto. Yo sabía que si metía mucho el tema en la obra el público iba a reflexionar. Una vez se me acercó una señora provida, directora de la fundación Siramá, y me dijo que le había gustado; yo la sentí sincera. Me felicitó y me contó que había una escena que no la había dejado en paz y es cuando un personaje dice que trajo al mundo a su hijo por miedo. A ella le pareció muy triste que un ser humano venga al mundo por miedo, pero que suponía que esa es la realidad. Eso para mí es lo potente de La Cachada: ellas cuentan sus vidas, no te dicen los ricos son esto y los pobres son esto. Para elaborar el texto hice una gran estructura, un esqueleto, que cuenta cómo son ellas como madres e hijas. A veces las sesiones eran hablar, contar, preguntar, y yo iba tomando notas. Así entendí que sus mamás también habían salido embarazadas a los 15 años y muchas veces ellas hacían cosas con sus hijos que ellas no tenían conciencia que hacían. Las ponía a escribir cartas, veíamos fotos.

El Salvador es una sociedad que vive mucha violencia, ¿cómo ha sido recibida la obra?

La Cachada ha causada mucho impacto, sobre todo en los dos límites de las clases sociales. La ha ido a ver la alta élite, expresidentes como Alfredo Cristiani. Ha sido muy reconocida. De las cosas más interesantes cuando conversábamos al final de una función es que la gente decía la cachada está en la casa también. Se revirtieron los roles y quienes estaban abajo era ese público y quienes estaban arriba eran ellas. Cada vez que se han encontrado esas dos clases en El Salvador ha sido muy violentamente, de mucho conflicto, y aquí era un encuentro muy sincero. Lo hemos presentado en cárceles, hospitales, plazas, y les ha resonado también a mujeres de ese perfil, pues es un ejemplo muy fuerte: si ellas pudieron yo también. Mi sueño es que La Cachada siga conmigo o sin mí; es una compañía que no podemos dejar extinguir como sociedad. Contar las historias es muy valiente.

¿Qué pasa con el gran ausente: el hombre?

Lo hemos presentado para público masculino y jóvenes. Una vez un muchacho dijo: “cada vez que ustedes hablan sobre hombres en la obra, es que no están o que les pegan a las mujeres”. Eso le dolió. Sí, es la experiencia de ellas y que bueno que él lo diga porque puede romper eso. Ellas cuentan su historia y él como hombre puede decir: “no me gusta verme así, no quiero ser así”. Si vieron ese espejo y no quieren verse así, lo primero es darse cuenta, porque a veces lo peor es verse normal. Ellas mismas cuando hacen los talleres me dicen que no es fácil ahora con sus hijos, ya que saben que no les van a pegar pero no saben cómo ponerles límites, cómo construir, no saben cómo hablar. Y yo digo que les digan a sus hijos que hagan una relación nueva.

Ellas dicen al final de la obra: “Es que la patria somos las madres”, pero el sistema es patriarcal y se les responsabiliza de la violencia en la crianza.

Es compartido entre papás y mamás. ¿Cómo se desmontan eso que está en una estructura más profunda? Para mí La Cachada muestra un feminismo de calle. A veces en mi país las organizaciones de mujeres se quedan en una academia, en el formalismo del “los y las”, y yo no digo que no defiendo el lenguaje, por supuesto que sí, pero a veces se aleja mucho de la mujer de a pie. Nos enseñan a defendernos y empoderarnos pero no les enseñan a los hombres a no atacar. Nos enseñan a protegernos pero no les enseñan a ponerse ellos el condón. Por eso es necesario esa otra parte para poder construir.

*Cachada: una ganga o una oportunidad porque se va a acabar ese día; también se le dice a la mercadería que está por vencerse, que está más barata o que es robada.



 

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