Cultura Entrevista: Man Yu, artista plástica

“Todo pintor está batallando contra sus propios miedos”

La artista plástica hongkonesa costarricense Man Yu representó al país en la reciente Bienal en Beijing

A los ocho años, Man Yu emigró con su familia de Hong Kong a Costa Rica, una decisión tomada por su padre  -que poseía un alto rango militar-, cuando se percató de que nuestro país había abolido el ejército.

La obra Angelique de Man Yu representó a Costa Rica en la 7.a Bienal Internacional de Arte de Beijing, en octubre pasado. (Foto: Iris Lam)

Como una paradoja, la búsqueda de la paz significó más bien un tormento para Man Yu, a quien la migración marcó profundamente, no solo por el cambio radical de cultura y el desconocimiento del idioma, sino por el matonismo sufrido en la escuela, en donde optó por expresarse en silencio a través del dibujo.

No hay mal que por bien no venga, y así le ocurrió a Man Yu, la niña asustada que cuando sonaba el timbre del recreo en vez de salir a jugar se quedaba sola en el aula. Ella dibujaba y dibujaba todo el tiempo, como dibuja ahora y probablemente lo hará siempre.

“Era una pequeña señal de que el arte en realidad es mi camino”, dice ahora al recordar aquella época.

Y es que esa niña temerosa y callada, hoy se ha convertido en una reconocida y exitosa representante de las artes visuales costarricenses, tanto a nivel nacional como internacional, que conversa de manera franca y segura de sí misma en su español aún cargado de acento.

El referente figurativo de Man Yu es el cuerpo de la mujer, por el que siente una fascinación especial. (Foto: Iris Lam)

Obra

Producto de rasgos perfeccionistas que ella misma subraya, hace escaso un mes Man Yu fue seleccionada para exponer su obra Angelique en la 7.a Bienal Internacional de Arte de Beijing.

Con el tema de la Ruta de la Seda preestablecido por la Bienal, la obra es un retrato de 150 x 150 centímetros de una mujer caucásica, intervenido con un velo de seda transparente que simboliza compromisos adquiridos por las mujeres en el matrimonio.

La pintura realizada con tiza pastel se complementa con su otra intitulada Xue Mei, un acrílico de un rostro con las mismas medidas pero de una asiática con un velo tradicional rojo de seda, que representa la contraparte de Angelique. De esta forma, la propuesta permitió que cada retrato se expusiera al mismo tiempo en Occidente y Oriente.

Los parabienes de Man Yu no terminan ahí: una de las obras de la artista fue denominada como la mejor propuesta del Miami Art Expo por la revista Miami Art Scene. Además, se destacó en la exposición itinerante oficial con la que se celebró el 160 Aniversario de la llegada de los chinos a Costa Rica, y su arte se ha expuesto en la Galería Carrusel del Museo del Louvre en Francia.

Asimismo, desde del 23 de noviembre, Man Yu participa en la exposición colectiva Sueños despiertos a beneficio de la Fundación Creando Sonrisas, junto a Rafa Fernández, Fernando Carballo y Rodolfo Stanley, entre otros grandes artistas visuales costarricenses. La muestra permanece en AG Gallery, en el Cruce de Escazú.

Man Yu dice no recordar casi nada de su niñez en Hong Kong ni en Costa Rica, pero sí trae al presente una imagen que guarda con claridad y que definió la forma de asumir y abordar su vocación.

El papá de Man Yu era tenor y le enseñó a cantar cuando era niña. Ella cantaba y se reía con vergüenza y entonces él la castigó. “Me dijo: si abre la boca para cantar es para cantar bien y si no va a cantar bien no importa, pero tiene que tener la seriedad de aprender”. Man Yu aprendió y ahora es maestra de la pintura con la que se expresa. Sin miedo, el silencio se desvaneció para siempre.

Tu familia migró de Hong Kong porque en Costa Rica no hay ejército, ¿cómo vivís ahora esta decisión?

-No fue por la parte comercial sino política que papi vio algo muy bueno en este país y nos vinimos. Y precisamente por no ser una primera necesidad, posiblemente fue muy duro para mí, porque una cosa es no tener nada y venir, y otra cosa es estar en un ambiente muy acomodado y de repente cambiar todo y arrancar de cero aquí. Primero vivimos en Limón porque tenía una conexión de una amiga que vivió en Limón por muchos años, luego pasamos a Coronado, en una finca, y hasta después nos pasamos en San Cayetano. Debía entrar a tercer grado pero me pusieron en primero por el idioma, porque no podía comunicarme.

¿Cómo te fue surgiendo la necesidad de expresarte a través de las artes visuales?

-Precisamente por no poder hablar en español. Me imagino que era como en la prehistoria, porque el ser humano siempre siente esa necesidad de comunicación y más yo que estaba en esa etapa de buscar aceptación, amigos, de entender cómo funcionaba el mundo donde se hablaba otro idioma. Tiene que ver mucho con la soledad y, a la vez, con una forma de defenderme, de comunicar, y después para expresarme, más conmigo misma. Si yo estaba enojada con un profesor entonces le hacía una caricatura muy fea, y si me caía mal una compañerita, también. Y si me caía bien alguien yo le regalaba un dibujo. Me compraban los dibujos que hacía en clase por 100 colones. Era una pequeña señal de que el arte en realidad es mi camino.

Leí que sufrías de bullying

-Eso me aisló mucho y no tenía vida social. Me escondía en el baño para comer. Cuando sonaba la campana para ir a recreo todo el mundo estaba feliz y yo triste y asustada, porque era el único momento en que era muy notable que yo no tenía amigos.

¿Eso te marcó?

-El bullying sí. Ahora veo el bullying que sucede en las escuelas; con mis hijos vi cosas muy parecidas. Como uno es niño no tiene preparación para esos ataques porque uno es más vulnerable. Yo hice una instalación que se trataba de eso: era un lugar oscuro en el sótano, y en una de las esquinas más oscuras pusimos un bombillo chiquitico amarillo sobre un escritorio con un uniforme de escuela pública vacío y unos zapatos. Ahí había un cuadernito de una niña, era muy duro. Me cuesta hablar mucho de mi niñez por ese suceso. Yo sentía que los dedos que me señalaban eran mucho más grandes y las risas más prolongadas. Tenía pesadillas hasta grande, todavía sueño.

¿Por qué dibujás con un estilo hiperrealista?

-Fue un proceso muy natural. Yo no estoy segura si yo escogí dibujar de esa manera, pero es muy probable que escogiera el hiperrealismo porque mi comunicación, mi expresión tenía que ser muy literal, porque como yo no hablaba el idioma, entonces si yo ocupo algo tengo que dibujar ese objeto específico. Desde mi infancia que empecé a dibujar hasta hoy tuve muchas etapas importantes de grandes cambios a nivel de estilos. Pero todos fluyeron de forma natural, nunca me puse a pensar qué tipo de estilo voy a usar esta vez.

Es figurativo…

-Sí, incluso las abstracciones que hago, hoy en día igual tengo una referencia figurativa. El sentimiento y los pensamientos tienen su propia figura. Tirar pinturas dicen que es el hablar del subconsciente, pero ese sentimiento tiene una forma, un color. Como artista uno tiene que estar consciente, incluso en su inconsciencia más profunda.

…estás materializando.

-Exactamente. Somos ese ente de comunicación que tiene que materializar, traducir eso que es invisible para los ojos humanos, por eso uno hace exhibiciones.

Cuando pintás tenés modelos que posan para realizar tus pinturas, no usás fotografías…

-Los maestros del renacimiento usaban proyectores, como Leonardo Da Vinci que creó su primer proyector, o usaban cuadrícula. Yo tengo mis modelos, pero usar fotografías no le quita mérito al artista. Cuando uno pinta a una persona uno realmente no la pinta, sino que uno hace sus sentimientos, trata de trascender el cuerpo de ese modelo que sirvió de medio de comunicación. El artista empieza a meterle información hasta transfigurarlo hasta cierto punto. Entonces al final es como un autorretrato de lo que el artista siente.

¿La referencia es la figura de la mujer?

-Te va a sorprender el 2018. Como siempre yo dejo fluir cuando me viene una modelo, puede ser mayor, gorda, flaca, viejita, y me dice: quiere pintarme. Siento que es como un mensaje, y nunca digo que no. Desde el 2006 hasta el 2013, la mayoría de las personas que me venían a buscar eran mujeres, y como siempre tengo tantas ideas, siempre me sirven esas modelos. Pero después del 2013 cuando decidí hacer Traje humano, empezaron a venir hombres. Pero sí tengo una fascinación especial por el cuerpo de la mujer y por la anatomía en general, porque los hombres tienen ángulos más rectos, en cambio la mujer es más sútil.

Sos autodidacta. ¿Cómo fue tu formación?

-Fui muy selectiva para buscar maestros. Yo iba a las exposiciones y veía los cuadros, y cuando me gustaban decía: este es mi maestro. Antes de entrar a las técnicas siento que era más talentosa y desconocía el borrador, porque dibujada rápido sin bocetos. Yo entré a diseño publicitario en la Veritas y luego al corregir empecé a trabajar con más miedo. Todo pintor está batallando contra sus propios miedos. Yo no creo que haya un artista que domine todo a la perfección. Mi primera maestra fue Nelly Eyo, una argentina que es la mejor retratista que he visto y, como solo tenía una mano, solo pintaba con tizas pastel. Ella casi que inventó ese estilo único de hacer hiperrealismo en tiza pastel.

¿Vos solo usás tiza pastel? 

-Yo soy especialista en tiza pastel, pero en mi evolución artística he venido usando otros materiales. Más que todo uso óleo actualmente. Un guía lo que hace es darte permiso para romper ciertas reglas, líneas que uno no se atreve a traspasar. Dice: hágalo, no va a ser una bomba atómica (ríe). Esos son los buenos maestros, porque hay muchos que dicen: no se puede esto. Después de Nelly Eyo me sentí más libre. Fui vecina de Juan Luis Rodríguez, que me mandó a la Universidad Nacional, y aunque no era estudiante de la universidad iba de oyente, y terminé en el taller de Miguel Hernández. Luego estuve con Gonzalo Morales hasta que me dijo: yo no tengo nada que enseñarte. Por Miguel conocí a Julio Escámez, con quien conviví por dos años: iba a su estudio, cocinábamos, me regañaba. Yo fui de sus pocos discípulos. Él decía que los grandes dibujantes tienen que copiar primero a los grandes maestros. Yo le dije a don Julio que quería abstraer más y él me dijo que no, que hay que dominar el dibujo antes de hacer cualquier cosa, que sino es un fraude. Eso explica mi afán por la perfección.

¿En tu pintura hay elementos o rasgos del arte chino?

-A nivel de técnica no sé. Creo que es muy tirado a lo occidental pero sí se nota una disciplina más asiática, un afán de mejorar la técnica, una insistencia en querer seguir evolucionando. Aquí todo el mundo dice que es artista, el que hizo una flor… Los chinos saben que hay mucha competencia, porque son millones y millones, entonces si quieren sobresalir tienen que hacer un doble o triple esfuerzo. Sí hay gente que cuando ve mi obra piensa que la hizo una persona mayor o una china. Yo no volví a hacer hiperrealismo. Ahora cada vez más estoy abstrayendo más, pinto lo que siento que es necesario. El artista tiene que cambiar con el mundo, que es más inmediatista, la gente no tiene tanta paciencia, por eso voy simplificando siempre dentro de lo figurativo. Puede ser que al final me vuelva cineasta, porque quiero hacer arte en movimiento. Estoy haciendo producciones de video, estoy en esa búsqueda.

¿Cómo ves el arte de la era digital?

-Creo que es chivísima. Somos siempre aprendices, el viaje no termina solo porque la gente aplaudió o porque se ganó un premio; uno sigue y cada vez que entra más información para crear siempre va a ser una ventaja. Hoy en día no se van a usar estilos milenarios para pintar, porque uno puede lograr lo mismo por medio de otros tipos de técnicas o medios más modernos.

 ¿Y el dibujo en computadora?

-Es que quiero tener un vínculo manual y directo; eso es lo que me gusta de la tiza pastel, el formato en sí es la paleta, no hay tanto intermediario, uno lo toca y restriega, y hay contacto.

 

 

 

 

 

 

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