Viacrucis: La pasión de Cristo, única exhibición actualmente en itinerancia del artista plástico colombiano Fernando Botero, hace una estación en la Galería Nacional del Centro Costarricense de Ciencia y Cultura (Museo de los Niños), a partir del jueves 19 de julio hasta el 20 de octubre.
Un total de 60 obras que hacen referencia a los pasajes bíblicos que narran el camino de Jesús hacia su crucifixión son expuestos en San José, luego de haber recorrido Ciudad de Panamá, Lisboa (Portugal), Palermo y Roma (Italia), Tijuana (México), Santiago (Chile) y Nueva York (Estados Unidos).
Los 27 óleos sobre tela en gran formato (desde 180 cm de alto x 130 cm de ancho) y 33 dibujos en técnica mixta (en diferentes formatos en lápiz sobre papel y lápiz y acuarela sobre papel) muestran, una vez más, el inconfundible estilo boteriano.
Dicha marca pictórica está basada en “la exaltación de la forma, la expansión de los volúmenes y la deformación de la figura”, explicó Carlos Uribe, curador jefe del Museo de Antioquia en Medellín, Colombia, en entrevista con UNIVERSIDAD.
En relación con la temática de uno de los más reconocidos colombianos del siglo XX -además, probablemente, del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez-, Uribe precisó que el telón de fondo de la muestra son específicamente las 14 estaciones del vía crucis, recreadas con dramatismo y algunos acentos contemporáneos.
“Básicamente (Fernando Botero) nos propone una reflexión, una concientización al hombre y la mujer contemporáneos, en situaciones que se viven actualmente de violencia, vejación y tortura”, comentó Uribe.
Esta misma postura del artista plástico es palpable en dos series más que pintó de 1999 en adelante.
Una de ellas, Abu Ghraib (2005), versa sobre los abusos y torturas a prisioneros de guerra por parte de soldados estadounidenses durante la ocupación de Iraq en el 2003; y la otra, realizada entre 1999 y 2004, en torno al terrorismo desatado en Colombia durante la época del narcotraficante Pablo Escobar.
“No es jocosa ni con ironía ni humor, ni exaltación de lo cotidiano como hacía anteriormente. Es un periodo de la alta madurez de su carrera, interesado en que los espectadores tomen conciencia de los desgarramientos de la sociedad contemporánea, donde acontecen muchas fracturas que hacen que no podamos vivir en hermandad. Que haya todavía poderes que alienan a algunos seres humanos, que haya injusticias él no lo concibe”, puntualizó Uribe.
Botero local y del mundo
El Museo de Antioquia en Medellín resguarda 280 obras de Botero, que suman la colección más grande del pintor y escultor en un museo en el mundo.
La exhibición permanente en el Museo está compuesta por donaciones que, desde 1975, el artista realizó a la institución.
Según la página web de la entidad, en estos espacios los visitantes pueden “apreciar su gusto por los temas de la historia del arte, la abundancia del trópico, la iconografía religiosa y su personal visión de la cotidianidad y la historia colombiana”.
Por su parte, en la sala de esculturas, donadas en 1984, hay obras en un formato menor que aquellas monumentales ubicadas en la Plaza, en el exterior del Museo.
De acuerdo con Uribe, Botero es una persona sencilla, a quien “nunca se le ha subido la fama a la cabeza”.
Además de ser un artista altamente posicionado en el mercado de las artes plásticas -con piezas que se cotizan en millones de dólares-, también es reconocido por expertos de la academia internacional, que coinciden en el valor de su aporte a la historia del arte mundial.
Aún así, algunos detractores como Rosalind Krauss, de la Facultad de Artes y Arqueología de la Universidad de Columbia (Nueva York) considera su estilo “terrible”.
En un documental intitulado Botero (2018), dirigido por el canadiense Don Millar y producido por los hijos del artista, Krauss va más allá al comparar los personajes de sus obras con Pillsbury Doughboy (popularmente llamado Poppy Fresco o Masin en Latinoamérica), un logotipo y mascota de la empresa de dulces y repostería Pillsbury Company.
Según un artículo publicado en la plataforma especializada Art Sy, en el documental Krauss se refiere a una gran instalación pública de Botero de los noventas, realizada en Park Avenue en New York, como una invasión. “El problema es que le está hablando al espectador común; yo soy una espectadora que no estoy convencida o divertida”, declaró.
Esta polémica no preocupa a Botero, quien ha dicho en múltiples entrevistas que hace caso omiso a las reseñas o críticas que sobre él se escriben.
Coincide esta actitud diáfana con la del medellinense, “montañero ilustrado”, que describe Uribe, quien contó que aún después de tantos años de vivir fuera de Colombia conserva el acento antioqueño.
“Ha vivido en las grandes capitales del mundo: Florencia, Nueva York, París, Madrid, y pasó dificultades”, según narró Uribe, como cuando siendo muy joven llegó a Nueva York con $200 en el bolsillo, o cuando pasó fríos durante el invierno florentino por la falta de carbón para la calefacción y sin cobijas suficientes.
Para Uribe, lo valioso de la obra de Botero es que es “la de un artista a contracorriente de las últimas vanguardias -el abstraccionismo y el arte pop norteamericano- al crear una obra figurativa”.
Uribe enfatizó en que Botero no le hacía concesiones al mercado, pues pensaba que lo que estaba haciendo iba a tener importancia.
“El hombre logró perseverar y sacar adelante una obra que hoy en día es una marca internacional. Es indiscutible que todo el mundo sabe, cuando ve una imagen de él, que es un Botero”, aseveró
En estos días Botero cumplió 87 años y aunque su salud es un poco delicada, sin ser alarmante, conserva la lucidez.
“No puede hacer desplazamiento grandes ni transcontinentales, ya no podremos tenerlo en Latinoamérica ni Medellín, sino que permanece en su hogar en Europa -entre Mónaco, Pietra Santa (Italia), París y Madrid-, terminando el último periodo creativa de su carrera dedicado a la pintura y no a la escultura”.
Viacrucis
La serie Viacrucis: La pasión de Cristo de Fernando Botero viaja a Costa Rica mediante una gestión de Embajada de Colombia en nuestro país, el Museo de Antioquía en Medellín, el Centro Costarricense de Ciencia y Cultura (CCCC) y la Galería Nacional.
Según comentó el director de Comunicaciones del CCCC, Ronny Jiménez, el objetivo de la institución es acercar al público costarricense a actividades de primera calidad como la obra del maestro Botero.
“Es uno de los artistas latinoamericanos de mayor relevancia en el mundo. Uno de los autores con vida que está dentro de los artistas más conocidos del mundo. Traerlo a Costa Rica en el marco del bicentenario de Colombia y en el marco del 25 aniversario del CCCC es un momento sumamente importante, con un peso cultural que marca un hito, un antes y un después de las exhibiciones en nuestro país”, destacó Jiménez.
Horario de la exhibición
Martes a domingo, de 9 a.m. a 7 p.m.
Valor de la entrada ₡5.000 general, que se pueden adquirir en la página boleteria.museocr.org.