Cultura

Para nunca olvidar a Kapuściński 

En enero se cumplieron 15 años de su muerte y en marzo se recordó el 90 aniversario de su natalicio, mientras su legado como periodista y escritor sigue intacto, pese a la biografía que publicó en 2010 Artur Domoslawski.

El 4 de marzo pasado se cumplió el 90 aniversario del nacimiento del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuściński, cuyo legado sigue vivo en el mundo entero y en especial en América Latina, subcontinente en el que vivió una serie de sucesos políticos que retrató para la posteridad.

Uno de los más conocidos fue la guerra del fútbol entre El Salvador y Honduras en 1969: esa historia es citada  en el documental Los Ríos, el viaje a México con el maestro Kapuściński, de Ela Chrnowska, el cual está disponible en Youtube.

El Imperio es un libro en el que el autor se inserta en la realidad de la entonces Unión Soviética para contar cómo era su contextura desde adentro. (Foto: Internet)

Ahora que la invasión de Rusia en Ucrania ha copado decenas de portadas en el mundo, también se recuerda la figura del reportero de la Agencia Polaca de Prensa, gracias a la cual recorrió África, América Latina y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRS) así como países de Asia.

En El Imperio, en 1994, Kapuściński contó un largo recorrido por el entonces país que albergaba la idea de instaurar el comunismo como una manera más justa de sociedad y se topó con cientos de sorpresas y de desencantos que con su fina pluma contó.

El Premio Príncipe de Asturias de Comunicación de 2003, reconocimiento que recibió por su ingente labor como corresponsal y escritor, sobre todo del tercer mundo, está hoy más vigente que nunca y en el documental de Ela Chrnowska, así lo retratan una serie de periodistas mexicanos que compartieron con Kapuściński cuando él tuvo a Ciudad de México como su base principal y desde la que se desplazaba a diferentes naciones de América Latina.

La historia de Ela con Kapuściński merece ser destacada, porque fue una especie de historia indirecta. Ella empezó a leerlo en la secundaria y resulta que ese escritor que narraba la vida de los desposeídos en el tercer mundo, como se les conocía antes de que apareciera el eufemismo de los países en desarrollo, era su vecino.

Algunas veces Ela pasó cerca de él y como confiesa en el documental apenas si tuvo la confianza para decirle buenos días; no obstante, la huella del escritor iba a permanecer  por siempre, porque luego ella se hizo cineasta y quiso ir tras los pasos de Kapuściński en México, donde para su sorpresa era más conocido de lo que pensaba.

Ela Chrnowska recoge en el documental Los Ríos, el viaje a México con el maestro Kapuściński la estadía del reportero polaco en este país. (Disponible en Youtube)

Cerca de Kapuściński

Desde Varsovia, ciudad en la que muchas veces cuando era adolescente veía pasar a Kapuściński, Ela Chrnowska le cuenta a UNIVERSIDAD algunas impresiones sobre el reportero: “En mi infancia y adolescencia vivía como a cuatro casas de la de Kapuściński. En ese tiempo en secundaria empecé a leer sus libros, pero nunca hablamos por la timidez de una adolescente como era yo.

“Para realizar el documental sobre Kapuściński estuve seis meses en México, pero me preparé seis meses antes con el trabajo de buscar archivos y contactos aquí en Varsovia. Tenía que escoger el formato de mediometraje y por eso el documental es de 30 minutos. Tengo mucho material y estoy escribiendo un libro. El documental ha sido bastante bien recibido. En México se presentó en varias ciudades con el apoyo de la embajada de Polonia. Ha sido útil para recordar a Kapuściński. He vivido entre Polonia y México y lo hemos presentado allá y acá. Antes de viajar a México para el documental, me propuse mejorar mi dominio del español y hoy tras varios períodos en este país, lo hablo con alguna soltura. El italiano me ayudó bastante, aunque ya hoy no lo hablo.

“Con la necesidad de comunicarme con la gente aprendí el español. Yo creo que lo más interesante fue descubrir al ser humano que dejó unos recuerdos calurosos y una gran admiración por parte de quienes lo conocieron.

“Para realizar el documental sobre Kapuściński estuve seis meses en México, pero me preparé seis meses antes con el trabajo de buscar archivos y contactos aquí en Varsovia. Tenía que escoger el formato de mediometraje y por eso el documental es de 30 minutos”,  Ela Chrnowska.

Hablando con la gente que lo conoció en México descubrí a un gran ser humano y también me sorprendió que fuera tan famoso allí. Tras una charla con un periodista de Proceso, él me dijo que el trabajo de Kapuściński era muy admirado y que faltaba una indagación que ubicara su labor en México.

“Aquí creo que no se ha apreciado del todo el valor de Kapuściński. Incluso se publicó una biografía que lo cuestionó. La familia me dijo que su autor —Artur Domolowski— era amigo de la casa, por eso pudo hacer una investigación profunda. Él quiso como enseñar los secretos de Kapuściński y dijo que el reportero era mentiroso, agente del partido comunista y mujeriego. No sé cómo pudo decir eso. Creo que buscó decir algo nuevo y hacerse famoso.

“La biografía para mucha gente fue verdadera y retrató al ser humano, pero eso no se hace cuando su viuda está viva. Fue algo muy negativo. Seguramente tenía razón en algunas partes. El problema fue que el autor no entendió que Kapuściński escribía historias basadas en la realidad y que a veces mezclaba algunos hechos. Eso es algo normal en literatura. Tanto que Kapuściński creó un estilo, una especie de reportaje literario.

“Yo creo que una biografía, un libro no puede cambiar la imagen de una persona o escritor. Lo más importante fueron los libros que dejó Kapuściński y a mí me inspiró para hacer este tipo de trabajos.

“En mi caso, yo empecé a conocer sus libros en la época en que apenas empezaba Internet. Recuerdo que en la secundaria no tenía e-mail, eso era allá por 1994-1995. En ese entonces, no podía entrar a Internet y ver qué pasaba en el mundo. Los libros y los reportajes de Kapuściński eran una ventana para el mundo. El primer libro que leí de él fue El Imperio, que hoy está muy actual.

“Kapuściński tenía una gran capacidad de juntar los hechos y analizarlos bien y mostrar varios puntos de vista, aunque el suyo se notaba más. Él decía que para sus libros tenía que estudiar mucho. No sé, leer 100 libros para escribir un libro. Me imagino que la guerra de hoy entre Rusia y Ucrania le interesaría mucho, porque le interesaría mucho la visión de los rusos, de los soldados rusos, especialmente, así como de los ucranianos y de los terceros interesados. Nos daría mucho más que la basura que se da en Internet.

“Pienso que en uno o dos años van a salir reportajes de esta guerra. Es lo que hacía Kapuściński. Él decía que escribir un libro para él le representaba un dolor físico. Así lo decía, por ejemplo, de su libro El Emperador. Él se tomaba su tiempo para escribir. No escribió ni siquiera 30 libros, porque se tomaba el tiempo para redactar sus textos.

“Por dicha, el legado archivístico se está gestionando de manera profesional. De esto se ha encargado, de coordinarlo, su hija que vive en Canadá.

“Ese gran archivo está en proceso de digitalización y se está reconstruyendo una casa donde vivía Kapuściński. Ahí van a hacer un centro de periodismo. En la biblioteca de la Universidad de Varsovia encontré las notas que mandaba a la Agencia Polaca de Prensa de cuando estaba en México. Sus notas y sus fotos, eso está en su casa y se está organizando un archivo digital”.

El joven Kapuściński se fraguó una carrera excepcional como periodista y escritor a partir de la oportunidad que le dio la Agencia Polaca de Prensa. (Foto: Internet)

Todo empezó con Heródoto

Kapuściński siempre contó que su primera salida de Polonia le permitió entrar en contacto con Heródoto y su obra cumbre Los nueve libros de la Historia. De hecho, él pensaba que el primer periodista de la historia había sido Heródoto, quien recorrió Asia Menor para describirlo a sus conciudadanos.

Esa visión de estar en el lugar de los hechos para conocer de primera mano lo que luego se volcaría en noticias, crónicas y reportajes, Kapuściński la practicó siempre inspirado en Heródoto, en el sentido de que en este caso el historiador había elegido visitar los lugares sobre los que escribía.

Fue tal la admiración por Heródoto, que 2500 años después, Kapuściński siguió la misma ruta que su admirado historiador, en un libro que tituló Viajes con Heródoto, y en el que constata que si bien han cambiado muchas cosas en un lapso tan largo, la condición humana seguía siendo la misma. Es decir, que el hombre, en muchos aspectos se repite, pese a los avances en diferentes campos del saber.

Salir de Polonia en tiempos en que la Guerra Fría marcaba el mundo le permitió a Kapuściński ver con sus propios ojos lo que se fraguaba en el orbe occidental y con países que respondían a diferentes ideologías y economías.

Su estilo de ser reportero nunca cambió. Siempre antepuso la humanidad de quienes informaba. Por lo general, ese periodismo intencional que hizo lo puso al servicio de los más desposeídos.

“Es fundamental que un reportero esté entre la gente sobre la cual quiere o piensa escribir. La mayoría de la gente vive en muy duras y terribles condiciones y si no las compartimos, no tenemos derechos, según mi moral y mi filosofía, a escribir”, dijo.

De su arribo, por ejemplo, a Ghana, en 1958, anotó: “Es el olor del cuerpo acalorado y del pescado secándose, de la carne pudriéndose y la «kassawa» asada, de flores frescas y algas fermentadas, en una palabra, de todo aquello que, a un tiempo, resulta agradable y desagradable, que atrae y echa para atrás, que seduce y da asco. Ese olor nos llegará de los palmerales, saldrá de la tierra incandescente, se elevará por encima de las alcantarillas apestosas de las ciudades. No nos abandonará, es parte del trópico”.

Aunque se había graduado en Historia, en realidad esta le sirvió como base, porque toda su vida la consagró al periodismo, al reportaje y a la crónica literaria, las cuales encontraron su espacio en los distintos libros que publicó.

Entre ellos se encuentran: La guerra del fútbol, sobre el conflicto entre El Salvador y Honduras e incluye otras crónicas; Cristo con la carabina al hombro, relacionado con los movimientos revolucionarios latinoamericanos; El emperador, que trata sobre el soberano de Etiopía, Haile Selasie; El Shah, sobre Reza Pahlevi; El Imperio, que recoge su visión respecto de la extinta Unión Soviética y Ébano, de crónicas sobre África.

También se destacan Viajes con Heródoto, Los cínicos no sirven para este oficio y La jungla polaca.

En su periplo como reportero, la mayoría del tiempo lo vivió entre África, Asia y América Latina (vivió en Chile, Bolivia, México y Brasil), fue testigo de 27 revoluciones, narró las atrocidades de por lo menos 12 frentes bélicos y alguna vez contó que estuvo en al menos cuatro ocasiones en peligro de ser fusilado.

En el documental Los Ríos, el viaje a México con el maestro Kapucinski, los reporteros y figuras de la intelectualidad mexicana que le conocieron destacaron su sensibilidad en el trato con sus semejantes y su humildad.

“Para mí, una de las características del reportero es la empatía, esa habilidad de sentirse inmediatamente como uno de la familia. Compartir los dolores, los problemas, los sufrimientos, las alegrías de la gente, la que de inmediato reconoce si él está realmente entre ellos o si es un pasajero que vino, miró alrededor y se fue”, confesó en su oportunidad.

Y esa necesidad de empatía tenía una clara explicación desde el punto de vista de Kapuściński, que lo resumía así: “Un reportero solo no puede hacer nada. Nuestra profesión depende de la ayuda y voluntad de otros. A veces estamos en algún lugar durante 15 minutos o media hora y dentro de ese tiempo se decide toda nuestra carrera, porque en esos minutos algún chofer nos puede llevar a una mina de combate o puede negarse”.

Gustaba de viajar solo, porque eso le permitía observar mejor, valorar mejor, asumir mayores retos y compenetrarse más con la realidad sobre la que iba a escribir.

“Considero que una característica importante en nuestro trabajo con la gente es la humildad. Debemos entender que el sentido de la gratitud frente al otro es algo elemental. Yo tenía muchos amigos que empezaron hace años en esta profesión y se fueron porque tenían demasiada arrogancia, tenían demasiado sentido de su profesión y por eso la gente los eliminó”.

El reportero del siglo, como algunos le llamaban en una concesión que denotaba admiración y respeto, tenía su visión crítica de la televisión.

“Es el mayor poder de todos los que existen. Existe el gobierno visual de los medios, especialmente norteamericano, los grandes poderes de la televisión mundial que manipulan, que forman nuestra conciencia sobre lo que ocurre por el sencillísimo mecanismo de la selección: discutimos sobre lo que vemos en la televisión; si no vemos algo es que el problema no existe. O dando imágenes, por ejemplo, sobre la pobreza como atracción turística: observen, señores, a los pobres de esta ciudad, de esta zona”.

¿Qué no diría hoy de la forma en que se maneja Internet y en especial las redes sociales?

Esto afirmaba respecto a la manera en que la época actual manejaba la información: “Desde que está considerada como una mercancía, la información ha dejado de verse sometida a los criterios tradicionales de la verificación, la autenticidad o el error, y se rige por las leyes del mercado”.

A 15 años de su muerte —el 22 de enero de 2007— Kapuściński sigue suscitando admiración y su legado continúa intacto. En el documental de Ela Chrzanowska un reportero mexicano cuenta que ante la pregunta de cómo debían pronunciar su nombre, la respuesta fue sencilla y contundente: “llamadme Ricardo”.

Y ese “Ricardo” se quedó para siempre en un sector del periodismo mexicano y latinoamericano, que vio cómo hace pocos días, con motivo del 90 aniversario de su natalicio, su figura volvió a erigirse con su estatura moral, profesional y artística, gracias a su gran hacer como periodista y escritor, dos vertientes de un mismo río que cultivó toda su vida.

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