Cultura

Para el neoliberalismo el actual modelo de cultura está agotado

Debajo de los enfrentamientos y las políticas que se discuten en la actualidad, hay una contienda ideológica a muerte entre un Estado benefactor ya casi desmantelado y la asunción de otro en el que la cultura es un elemento más que suntuario.

La reducción presupuestaria que se ha acentuado en los dos últimos gobiernos muestra que para ambos el modelo cultural vigente está agotado, y detrás se perciben las huellas de un neoliberalismo para el que la cultura es un elemento prescindible en lo inmediato.

Aquel modelo del Estado benefactor, que empezó a mostrar sus primeras grietas a finales de los años 70 y que comenzó a evidenciarse a comienzos de la década del 80, tenía entre sus propuestas una concepción de la cultura que permitiera articular una visión, la cual pasaba por contar con un ministerio rector fuerte y con políticas claras. De ese modelo van quedando vestigios y una estructura cada vez más vacía.

El modelo de cultura impulsado en los años 70 por intelectuales como Alberto Cañas está hoy más que cuestionado por el oficialismo. (Foto: Archivo Semanario UNIVERSIDAD)

La manifestación ocurrida el miércoles 17 de mayo, frente y en el Teatro Nacional, con motivo de la entrega de los Premios Nacionales, por el anunciado recorte de ₡4.000 millones en el presupuesto de cultura, es solo el comienzo de una serie de políticas que llevarían a esta cartera al límite.

Algunos de los indicios que indican sobre un posible cierre temporal del Archivo Nacional, las afectaciones que podría sufrir el Centro Nacional de la Música y también una serie de adscritas al Ministerio y que eran catalogadas como una forma de tocar fondo son apenas la punta de un iceberg que llevaría al barco cultural al hundimiento.

Uno de los investigadores que más le ha seguido la huella a las políticas culturales en el país es Rafael Cuevas, autor de varios ensayos y estudios al respecto y quien fuera investigador del Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA), donde fue director de la maestría.

Para Cuevas es un error considerar que el sector cultural ya tocó fondo, porque la crisis puede ahondarse en los próximos meses y años, toda vez que lo que hace el gobierno de Rodrigo Chaves es promover la idea neoliberal de que la cultura es prescindible y suntuaria.

Bajo esta lógica, de no ser por las fuerzas que puedan intervenir y reclamar derechos y aspiraciones, la paralización del Ministerio de Cultura es un punto viable desde la óptica de la actual administración.

La creación del Ministerio de Cultura, gracias al decreto del 5 de julio de 1971, era fruto de una visión y un modelo del Estado de bienestar social, que poco a poco en las décadas subsecuentes se fue consumiendo lentamente, hasta pasar por un desmantelamiento que comenzó a finales de los 80 y que se profundizó en los 90 y en la primera década del actual siglo.

Dentro de ese contexto, la cultura asociada a las bellas artes pasa a ser un elemento accesorio para las políticas del Gobierno actual, lo que explica las amenazas que se ciernen sobre el ámbito cultural.

“A mí me parece que lo que está sucediendo está muy a tono con el modelo que alcanza su culminación y que se ha acentuado en las dos últimas administraciones: la anterior del Partido Acción Ciudadana (PAC) y la actual, y que es la neoliberal. En este modelo, existe la idea de que lo que no reditúa es suntuario y es prescindible. En esta lógica, el Ministerio de Cultura es entendido que en lo fundamental se orienta a lo suntuario y a lo prescindible”.

Cuevas destacó, además, que su percepción de que con la actual crisis el sector cultural tocó fondo no es exacta, porque se avecinan tiempos difíciles y duros.

En ese sentido, no descartó que conforme se sucedan los hechos, el Ministerio de Cultura se mantenga en pie, pero cada vez con menos funciones y más limitaciones hasta el punto que llegue a estar vaciado y desmantelado y que, entonces, opere con mínimos.

Recordó que ya ha sucedido en otros países de la región que, aunque se mantiene un ministerio de cultura abierto, su aporte resulta marginal y secundario. No es, hasta ahora, el caso de Costa Rica, apuntó, pero es una tendencia que tampoco debería descartarse.

Guadalupe Urbina denuncia el desmantelamiento de la cultura institucional, pero aboga porque se dé una inclusión verdadera de la cultura popular. (Archivo Semanario UNIVERSIDAD)

El sector más afectado

A tenor de lo sucedido en la última semana en relación con las políticas culturales, Cuevas considera que el sector que se siente más afectado es el de los profesionales de la cultura, el cual es a su vez producto de las políticas que aquel Estado interventor impulsó en un momento dado, pero que hoy transita por otros derroteros.

“Se dio una profesionalización de la cultura, que ahora es la que reclama que se le estén quitando fundamentos al Ministerio y fue el Estado el que propició el surgimiento de este grupo de profesionales. Es algo que en otros países no se ve. Aquí hablamos de diseñadores, bailarines, actores, etc., formados profesionalmente por las universidades y que tienen aspiraciones y, por eso, es que se manifiestan como lo hicieron con motivo de la entrega de los Premios Nacionales”.

En relación con los modelos culturales predominantes, Cuevas precisó que existen dos grandes tendencias: la norteamericana y la francesa. En la primera de ellas, no existe un Ministerio de Cultura y todo se mueve por la acción privada, por medio, por ejemplo, de fundaciones y asociaciones. En el caso francés es lo contrario, hay una clara y decidida intervención del Estado para orientar las políticas culturales y tratar de articular los distintos sectores.

“En Estados Unidos vemos, por ejemplo, que existe una Secretaría de Defensa o de Estado, pero no de Cultura”.

En Costa Rica, por las influencias históricas que ha ejercido la cultura francesa no es extraño que se optara por un modelo más interventor, en el que el Estado lleva la batuta en cuanto a las líneas culturales que se pretenden promover.

Con esos propósitos nació el Ministerio de Cultura, que a su vez fue producto de una visión y una aspiración que se vincula con el proyecto político que emergió y se consolidó después de 1948.

“En el modelo francés, el Estado toma la batuta y ejerce un direccionamiento del desarrollo cultural. Es el que adoptamos en Costa Rica, aunque nunca se haya dicho esto de manera explícita. Lo que está ocurriendo es que se está empezando a transitar a otro modelo, que en Costa Rica hace muchos años tuvo una especie de avance con la bienal de Lachner & Sáenz y la Fundación del Museo de los Niños”.

Por la forma en que se precipitan los hechos y se suceden los cambios, Cuevas tiene alguna duda de si los funcionarios estatales del sector de la cultura y esos profesionales culturales que fueron emergiendo con el paso de los años tienen real conciencia de lo que está sucediendo y, sobre todo, de los cambios drásticos que podrían darse en los próximos años.

“Desde esta óptica, el Estado contribuyó a formar un sujeto cultural del que ahora reniega a la luz de las políticas neoliberales, que apuntan no solo a la reducción del aparato estatal, sino que se centran en los elementos productivos y, desde esa visión, la cultura es totalmente prescindible”.

Para Rafael Cuevas, el actual modelo de cultura da signos de agotamiento bajo la óptica neoliberal. (Foto: El Periódico de Guatemala)

¿Irreversible?

La pregunta que merodea alrededor de la sombra que hoy oscurece el horizonte cultural costarricense es si esta situación es irreversible y cada año y en cada período el Ministerio de Cultura tiene que prepararse para más recortes hasta la posibilidad de que en un momento se vea reducido a la sobrevivencia, pero sin capacidad de realizar la más mínima función.

Hacia ese camino parece enrumbarse, incluso, las actuales acciones del Ministerio de Cultura. Una consulta enviada por este redactor, con fecha del lunes 15 de mayo y en la que de manera puntual se le consultaba al área de prensa de cuántos de los 18 funcionarios directores de adscritas y de confianza, nombrados a comienzos de la actual gestión, se mantenían en sus puestos, nunca fue respondida.

La consulta no solo se envió por escrito, sino que este redactor llamó en dos oportunidades para consultar por la posible respuesta, la cual nunca llegó. Ni siquiera hubo un recibido del correo enviado a nombre de este redactor con el respaldo del Semanario UNIVERSIDAD.

Esta es una pequeña muestra de lo que puede llevar una paralización, la cual para efectos culturales afectaría a una amplia gama de trabajadores que, como lo especificó Cuevas, hoy son fruto de aquella visión de un Estado benefactor, pero que va camino a extinguirse por completo.

El país, por lo pronto, está gobernado por un presidente Rodrigo Chaves que ha dado claras pistas de que en cuanto a cultura se refiere lo que procede es reducir recursos, a tono con la visión neoliberal que promueve y sostiene.

En criterio de Cuevas —que es uno de los grandes conocedores de cómo ha operado el Ministerio de Cultura, y que al cumplirse el 25 aniversario de su fundación, en 1995, publicó el libro El punto sobre la i, Políticas culturales en Costa Rica (1948-1990)— lo que viene dependerá mucho el derrotero que siga el país en materia de desarrollo y de cómo se concretan las políticas del Estado, porque estas tendrán repercusión en ámbitos como los culturales.

“Es probable que ese modelo se siga profundizando. Si hay protestas, como sucedió con la entrega de los Premios Nacionales, puede haber algún retroceso. Mucho dependerá, en todo caso, de quién impulse el modelo. Ahora lo que se observa es que el Estado se retira y empieza a dejar que otros sujetos asuman ese rol”.

Experiencias centroamericanas como las de Nicaragua y Guatemala indican que el Estado mantiene sus respectivos ministerios de cultura, pero son entes vacíos.

Lo que hay entre medias, de un modelo a otro, será un elemento por determinar, pero Cuevas estima que el desmantelamiento continuará en el caso costarricense y que se producirá, ya sea de forma amistosa o violenta.

“En primer lugar esto va a continuar de forma amistosa o violenta. En segundo término, los profesionales de la cultura tienen mucho que decir y hacer, aunque también tienen que entender que la cultura es mucho más amplia, como lo dijo en un video Guadalupe Urbina, para quien la cultura va más allá de los cultores profesionales”.

En el citado audio, Urbina reconoce que le preocupa el Estado actual de lo que sucede en el Ministerio de Cultura, pero que hace rato se dejó de democratizar la formación artística, porque esos procesos deben empezar en la infancia y eso no se da en el actual sistema educativo.

“Me preocupa que nos rasguemos las vestiduras por la Orquesta Sinfónica, pero que no nos hayamos enterado de que en este país se redujo o eliminó en las escuelas primarias la educación musical”, explicó.

“Luego surgió el SINEM (Sistema Nacional de Educación Musical), me parece una iniciativa fantástica, pero solo al que van niños cuyos padres hacen un esfuerzo para enviarlos. Habrá muchos niños y niñas cuyos padres, por exceso de trabajo o porque no tienen recursos económicos, no los llevarán, aunque quisieran, o aunque a las criaturas les gustase mucho la música”, dijo Urbina.

En opinión de la cantautora, hoy en el campo cultural no hay ni tractores ni violines, en alusión directa a la famosa frase que pronunciara el entonces el presidente José Figueres Ferrer, con motivo de la inauguración del programa de la Orquesta Sinfónica Juvenil.

Urbina considera que las políticas culturales, incluso con el modelo que se afianzó después del 48 y que tuvo sus mejores días en la década de los 70, excluyeron a diferentes sectores de la sociedad como los indígenas.

“No hay espacios ni crean los fondos para el desarrollo de las culturas de los pueblos.  Mucha gente me dirá que hay proyectos y que se hacen esfuerzos, pero el hábito no hace al monje y la excepción no es la regla”, enfatizó.

“La cultura de los pueblos está viva y eso se vio anoche (miércoles 17 de mayo). Bandas con niños, jóvenes y adultos estaban haciendo música, haciendo visible este descalabro al que quieren llevarnos. Ese es el arte de los pueblos. Lo otro, las instituciones, da mucha pena perder, porque brindan un servicio a la población (…) No estamos en peligro de perder la cultura de Costa Rica, sino la institución que debería de ser la guardiana de las diversas culturas costarricenses”.

En esta segunda lógica mencionada por Urbina, de reducir o eliminar las instituciones estatales de la cultura, se enlaza con lo que el historiador Vladimir de la Cruz denomina el desmantelamiento del Estado social de derecho, con las consecuencias que ello implica.

“Acabar con la cultura, con sus diversas manifestaciones que tienen amparo institucional, es parte de este proceso neoliberal. Interesa impulsar una nación de borregos, de gente sometida dócilmente, o por temor, o intimidación, a la voluntad impuesta del gobernante y de quienes le acompañan en esta desintegración de la cultura nacional. Eso se acompaña de nuevos valores asociados a la cultura del neoliberalismo, la de la cultura como negocio, la de la cultura de los grandes espectáculos musicales, que apartan a los jóvenes especialmente, y a otros sectores nacionales y populares, de los valores históricos nacionales, de la tradición cultural costarricense. Desnacionalizar culturalmente al país pareciera ser el objetivo del proyecto neoliberal que cabalga desbocadamente en Zapote”.

Lo que se da, con la crisis cultural que vive el país, es un duelo a fondo entre una visión que abogaba por una participación declarada del Estado en las políticas culturales y otra en la que prevalece el mercado, y cuya visión ideológica sostiene que lo prescindible, lo inútil, lo suntuario deja de ser prioridad y, en tal el contexto, ya no valen ni los tractores ni los violines, solo el vacío institucional y el verbo estéril.

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