Cultura

El país ante el reto de la restauración de obras

Existen numerosas obras en diferentes puntos de Costa Rica que requieren de la intervención de especialistas para devolverles su esplendor.

La triste y trágica historia de Cecilia Giménez, quien un buen día del 2010 decidió por su cuenta e inspiración restaurar el “Ecce Homo” −de Elías García Martínez, en el Santuario de Misericordia, del municipio de Borja, Zaragoza, España− y que terminó por deformarlo, es una muestra inequívoca de que la restauración y recuperación de pinturas requiere de sensibilidad y sólidos conocimientos sobre arte.

En Costa Rica es una labor que realizan unos cuantos restauradores que trabajan de forma independiente, porque ningún museo o dependencia estatal cuenta con un especialista en estos campos, según pudo comprobar UNIVERSIDAD con diferentes consultas a fuentes institucionales, entre ellas al Ministerio de Cultura. La excepción es el Teatro Nacional, que tiene una funcionaria que se encarga de dicha tarea. El resto de dependencias carecen de un especialista de planta en este campo.

En el país, de acuerdo con Adrián Vindas, del Centro de Investigación y Conservación y del Patrimonio Cultural, sucede que muchas veces cuando han ido a restaurar inmuebles −entre ellos iglesias− que han sido declarados patrimonio, se topan con obras de arte que por diversas razones fueron cubiertas con pintura comercial.

Ante ello es necesaria la participación de especialistas que tengan los conocimientos y la experiencia para rescatar las pinturas, sin alterar los trazados originales.

“Muchas veces los sacerdotes mandaban a pasarle pintura a alguna imagen u obra de arte porque no les parecía lo que transmitían, y entonces así se han perdido muchas obras. En la Iglesia de La Merced se rescataron muchas pinturas de gran valor que habían sido cubiertas”, dijo Vindas.

Detalló, por ejemplo, que en la parroquia de Heredia descubrieron una serie de obras cuando fueron a realizar restauraciones de índole arquitectónica, para sorpresa y asombro de los trabajadores.

“Hay que decirlo: a veces los curas tienen poca sensibilidad artística y mandan a pintar esas piezas. En la parroquia de Heredia nos encontramos con marmoleados, muy típicos de la época de comienzos de siglo, que habían sido tapados”.

LABOR DE ORFEBRE

El especialista español Antonio Sánchez Barriga (véase nota aparte), con una experiencia de más de 40 años en el Instituto de Patrimonio de España, sostiene que la restauración ha de empezar con un minucioso informe del equipo interdisciplinario encargado de la obra.

De acuerdo con su experiencia, la primera gran interrogante que se ha de hacer el restaurador es: “¿qué materiales constituyen esta obra?”.

En el caso de la pintura mural, en la que es especialista, y muestra de ello fue la restauración de las obras de Luca Giordano en la Catedral de Toledo, España, en el 2013, se debe considerar el hecho de que la obra se funde con la arquitectura.

“La pintura mural si pierde su unión con la arquitectura perdería su objetivo y se convertiría en un simple panel pintado. Separar estos elementos (pintura mural y arquitectura), significaría romper toda unidad histórica y estética”.

De ahí que a la hora de recuperar y restaurar un mural se deban considerar con minuciosidad esos elementos.

En la actualidad, en el Museo Histórico Juan Santamaría de Alajuela se están restaurando dos obras que responden a la categoría de murales, por lo que los encargados del trabajo han tenido que considerar los aspectos precisados por Sánchez.

Se trata de dos obras del artista alajuelense Antonio Ugalde, de la primera mitad del siglo XX, que en 1980 fueron tapadas con pintura comercial.

De las dos obras, según el citado museo, solo se tiene una idea de que una de ellas hace referencia al propio Juan Santamaría y de la otra se desconocen por completo los motivos plasmados por el pintor.

Las obras de restauración están a cargo de Nelson Araya, quien, según el museo, tiene una amplia experiencia en este campo. Los trabajos fueron iniciados en febrero y terminarán aproximadamente en mayo.

Para que el público siga de cerca la evolución de las dos restauraciones, el museo abrió la posibilidad de que los interesados visiten las dos salas en que están trabajando.

PRÁCTICA COSTOSA

La restauración de obras, así como la recuperación, son prácticas que, por la rigurosidad y la sutileza con que ha de asumirla el especialista, requieren de conocimientos muy precisos, lo cual la vuelve muy particular y costosa.

Los restauradores tienen que conocer de química, por ejemplo, para determinar cuáles fueron los materiales empleados en una determinada pintura.

A ello han de sumarle una extendida sensibilidad artística, pues de lo contrario pueden suceder situaciones que terminen por estropear de forma definitiva el arte en restauración.

De ahí que en Costa Rica llame la atención que solo haya empresas privadas que se dediquen a la restauración de pinturas y que el Estado carezca de estos profesionales.

Solo el Teatro Nacional cuenta con Carmen Marín, quien ha trabajado, entre otras labores, en las restauraciones ubicadas en el anexo al café de dicho edificio.

En el caso del Museo de Arte Costarricense (MAC), que cuenta con cientos de cuadros en una bodega, así como los que exhibe en su guion permanente, cuando requieren de una restauración tienen que subcontratarla por carecer de un especialista, precisó Frank Quesada, subdirector del MAC.

“El Museo de Arte Costarricense en los últimos años ha invertido en restauración y conservación preventiva de obras de la colección la suma de ¢ 37,5 millones”. Dichos montos corresponden a las obras que en el presente se exhiben de manera permanente y en el museo de la miniatura.

Quesada puntualizó que cuando han requerido dichas restauraciones han contratado a la empresa Renoir.

Igual situación le sucede al Museo Juan Santamaría, como aceptó dicha institución ante una consulta de este periódico.

Mientras en el país la práctica restaurativa de obras es un nicho sin desarrollarse lo suficiente, dadas las necesidades, la mesura indica que los trabajos de restauración y rescate de una obra pictórica deben estar en manos de especialistas, aunque en la sociedad del espectáculo del presente, hasta un suceso trágico como el sufrido por el Cristo de García Martínez puede convertirse en un fenómeno viral en la red, y hacer que al olvidado municipio de Borja, al norte de España, lo visitaran 150.000 personas y reactivaran el turismo, y a que a la abuela Giménez la festejen cada 25 de agosto, cuando se descubrió el estropeado cuadro, como si ella fuera una celebridad.


La fina y silenciosa labor de un orfebre

El experto español Antonio Sánchez Barriga detalla cómo funcionan las restauraciones de obras de alta calidad.

Si un lector descuidado mirase todos los días la prensa con las prisas que demanda la actualidad, podría llegar a la inequívoca conclusión de que en el mundo solo se habla de fútbol, pero de hacerlo caería en un craso error.

Los temas de restauración de obras también son capaces de encender polémicas y de generar semanas de discusión y pensamiento, pese a que, en general, hay un desconocimiento mayor de cómo funciona ese viejo arte de darle vida a una creación de gran valía.

En España, en estos días, por ejemplo, se discute la restauración del Castillo de Matrera, en Cádiz, una edificación del siglo IX cuyo trabajo final ha despertado la crítica de los expertos, a tal punto que el tema de la restauración del “Ecce Homo”, por la aficionada Cecilia Giménez, y que fue motivo de una polémica con tintes internacionales, ha vuelto a surgir en la mesa de discusiones.

Y es que para el profano restaurar debería de estar vedado, debido a que es una labor que requiere conocimientos de arte, química, historia, física, y, sobre todo, el especialista debe haber desarrollado una sensibilidad hacia la obra, pues de lo contrario, suceden casos como los citados.

El hombre que ha tenido en sus manos nada menos que la restauración de la bóveda de la sacristía de la Catedral de Toledo −realizada por Luca Giordano en 1698, y que es un foco de atracción para amantes del arte del mundo entero, es Antonio Sánchez Barriga, quien conversó desde España con UNIVERSIDAD sobre el apasionante tema de las restauraciones.

Restaurador por muchos años del Instituto de Patrimonio Cultural de España y fotógrafo de muchos países recorridos, Sánchez Barriga resalta la importancia de contar con especialistas para una labor que requiere de tanta orfebrería.

¿Qué es lo esencial en la restauración de una obra de arte?

−En restauración lo primero que se debe saber es el conocimiento profundo de los materiales artísticos que generalmente utilizan los artistas. Después, está en determinar el método más adecuado para intervenir en una obra de arte. Para esto se debe estar preparado en las diferentes asignaturas que componen los estudios de restauración en obras de arte: Historia del arte, dibujo, química y física, materiales y su aplicación, metodología de restauración, etc., y, por último, la práctica y la experiencia.

¿Cuando la obra ha estado tapada con pintura comercial u otros materiales, qué pasos se han de seguir y qué es lo más difícil de una restauración de esta naturaleza?

−Los repintes que se han aplicado en una pintura antigua y tapan el original es muy común en el mundo de las bellas artes. Piense que las restauraciones antiguas las realizaban pintores y tapaban los desperfectos pintando, según sus criterios y cambiando el sentido de la imagen original. Desde luego, lo más difícil en restauración es la eliminación de capas indebidas de pintura, la eliminación de barnices no originales en la superficie de la pintura o escultura, y la fijación de la pintura para evitar su caída.

Cuéntenos su experiencia al restaurar pinturas de Luca Giordano en la Catedral de Toledo.

La restauración de las pinturas murales en la Catedral de Toledo ha sido una de las experiencias más gratificantes en mi larga vida de restaurador de obras de arte.

Piense que una pintura mural al fresco tiene una gran complejidad, porque hay capas de mortero de cal desprendidas, se deben hacer restauraciones sobre zonas originales en una superficie de 300 metros cuadrados  y a una altura de 15 metros.

La fijación de las pinturas en su sitio, la aparición de los colores originales después de su limpieza, la integración de los colores en las zonas faltantes, ha sido una labor tan gratificante que lo recordaré siempre, sobre todo después de los buenos resultados obtenidos.

 ¿Nos falta mucha educación en este campo tanto en España como en Iberoamérica?

España está vinculada a la restauración desde tiempos muy antiguos; piense que desde el siglo XVII los reyes tenían pintor oficial y restaurador de las obras. España junto con Italia y Bélgica son los más avanzados en intervención.

Nosotros tenemos leyes de Patrimonio desde el siglo XVIII, que salvaguardan los bienes culturales de la nación. Así como las diferentes escuelas superiores de restauración donde se imparten las diferentes asignaturas, para que salgan los futuros restauradores que salvaguardarán el Patrimonio del país.

En Iberoamérica el país más adelantado es desde luego México, con su centro de Churubusco, que se unió a los diferentes centros, como IRPA (Bélgica), ICR (Roma, Italia), o el IPHE (España). En otras zonas encontramos a Colombia o Perú, que han conseguido despuntar, gracias al envío de becarios a diferentes países europeos.


 

El valor de la restauración minuciosa 

Para el Museo de Bellas Artes de Bilbao, España, uno de los pioneros en ese país en el arte de la conservación y restauración, las políticas preventivas son tan importantes como aquellas que permiten rescatar obras afectadas y que requieren una intervención.

Así lo explicó a UNIVERSIDAD María José Ruiz –Ozaita jefe del departamento de Conservación y Restauración del Museo de Bellas Artes Bilbao, para quien cada detalle en el manejo de una obra debe de ser realizado con base en los parámetros y protocolos que indican las buenas prácticas de conservación.

De esta manera, lo que sugiere Ruiz-Ozaita es que en materia de manejo de obras de arte ningún elemento debería de quedar al azar: “Hacemos una revisión y un control semanal del estado de conservación de la colección permanente y, según programación, de las obras en área de reserva”.

El uso de “cajas climáticas” es otra de las prácticas a las que recurre el museo para garantizar que las obras se mantengan en el mejor estado posible cuando tienen que ser transportadas.

De igual manera, mantienen un “control ambiental del edificio mediante el registro y estudio de los valores de humedad relativa, 
temperatura e iluminación en las salas de exposición y área de reserva del museo”.

En lo que enfatiza dicha institución es en tratar de mantener las obras en condiciones idóneas, con el fin de minimizar las implicaciones de los distintos factores que intervienen de manera directa e indirecta.


 

Caso de gran alcance

En el 2001 el Museo de Bilbao, en España, comenzó uno de sus mayores retos: restaurar El Gran Jardín, obra del pintor Rafael Belardi, para lo cual tuvieron que emplear técnicas de avanzada y realizar un exhaustivo trabajo.

“El método para establecer el estado de conservación, previo a la propuesta de tratamiento, consistió, por un lado, en la documentación y, por otro, en el estudio físico de los materiales que componen Gran jardín.

Las excepcionales dimensiones de la obra y el hecho de ser una pintura abstracta obligaron a dividir virtualmente la superficie en ocho sectores equivalentes, para sistematizar toda la información obtenida”, explicó Ruiz-Ozaita.

La experta puntualizó que tuvieron que confeccionar mapas de las partes dañadas y dividir el gran lienzo en ocho partes clave, para luego abordarlo con total minuciosidad.

“El sistema de mapas fue esencial durante todo el proceso, ya que además de contener toda la información sobre el estado de conservación de la obra, permitió programar el tratamiento de forma eficaz”, dijo.

Belardi invirtió ocho años en pintar su Gran Jardín, un cuadro que marcó y terminó con su etapa madrileña. El trabajo fue tal que se incluyó un estudio microscópico para identificar los materiales del cuadro, para luego desembocar en la técnica empleada por su autor para plasmar la idea final de su pintura.

Al final, la obra de Belardi fue sometida a una restauración que no solo se ocupó de la pintura central, sino de sus soportes y se trató de manera tal que permita su preservación para las generaciones actuales y futuras: un trabajo de orfebre y detectivesco, caracterizado por la atención a los más mínimos detalles.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

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