El Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría 2024 en la categoría de dramaturgia fue otorgado a Bernardo Mena Young por su obra Catástrofe y abandono: Dos reescrituras a partir de las obras de Sófocles. Este libro contiene dos historias creadas tras diez años de investigación: la primera es “Adriano está muerto” que toma como base la obra Áyax y la transforma escribiendo una estructura de tipo novela policíaca. La segunda es “Filóctetes o tres parábolas sobre el abandono”, que nace a partir de la obra Filóctetes, con la diferencia de que en la obra de Mena convierte a este personaje en tres versiones distintas de la misma historia.
En “Adriano está muerto” el elemento central que se toma del mito griego es si el personaje principal merece unas honras fúnebres dignas, a pesar de su supuesta traición hacia los líderes griegos. En la versión de Mena, en clave contemporánea y ubicada en Costa Rica, la dificultad y el dilema del funeral en la imposibilidad de saber qué fue lo que ocurrió con exactitud, sobre todo porque en ocasiones la sociedad se encuentra plagada de muertes donde muchas veces no se les da una “santa sepultura” acorde con las normas culturales.
En la segunda obra: “Filoctetes o tres parábolas sobre el abandono”, se profundizan los dilemas éticos del doble discurso contemporáneo en la sociedad sobre la defensa de la vida, pero que a su vez trae una exposición continua a la muerte para beneficio de unos pocos. Se propone una triangulación de los personajes de Filoctetes, Neoptólemo y Ulises planteando una visión distinta sobre los egos de los personajes sobre tres situaciones claramente reconocibles en el contexto latinoamericano: el extractivismo, el abandono hacia los pueblos y el tráfico de personas.
El libro se publicó con la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (Euned) y está disponible para su compra en formato físico en la página web de la Euned.
Bernardo Mena Young es licenciado en Artes Dramáticas por la Universidad de Costa Rica (UCR) y tiene una Maestría Académica en Lingüística en la misma casa de estudios. Es dramaturgo de profesión, se ha desempeñado en la actuación, la puesta en escena, locución y dirección. También es profesor en la UCR y en la Universidad Nacional (UNA).
UNIVERSIDAD conversó con Mena sobre su sentir al haber sido laureado con este reconocimiento y también sobre detalles del proceso creativo y los acontecimientos de su obra literaria. A continuación, se presenta un extracto de la entrevista.
¿Qué significa para usted ser el ganador del Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría 2024 en la categoría de dramaturgia?
—Fue algo muy inesperado, de hecho, no sabía muy bien qué era lo que lo que estaba sucediendo. Yo sabía que por haber publicado en el 2024 existía la posibilidad de que pasara, pero no sabía si el libro había llegado al jurado o no. Entonces, cuando sucedió fue una gran sorpresa.
Me siento muy agradecido con muchas personas, fueron apoyos en el camino y que estuvieron alentando aquello que uno hace en el plano artístico. También muy agradecido con la editorial de la UNED. El libro como tal yo lo sometí a juicio del Comité Editorial en el primer año de pandemia y apostaron por realizar la publicación. Lo valoro como el fruto de muchos años de haberme dedicado al teatro y de haber estado preguntándome por lo dramatúrgico.
¿Cómo se da el proceso de investigación y de creatividad para utilizar elementos de dos obras clásicas de Sófocles y darles una reescritura contemporánea?
—“Adrián no está muerto” es una reescritura de Áyax porque mi tesis de licenciatura fue sobre Áyax. Fue un análisis pragmático discursivo del Áyax de Sófocles y yo tenía la idea de que esa investigación me sirviera como para repensar o actualizar esa historia de Áyax en clave contemporánea y ubicada en Costa Rica. Creo que eso fue lo que me motivó a explorarla en una reescritura.
Con Filoctetes, tengo mucho interés en las obras de Sófocles, porque Sófocles funciona como un dramaturgo muy innovador, por lo menos dentro de lo que conocemos de la dramaturgia griega. Entonces, sí había revisado otras obras, hay algunas que han tenido más relevancia dentro del canon de la literatura griega clásica, pero Filoctetes como que de repente no se escucha tanto.
Aún así hay un antecedente en una obra de Heiner Müller que la revisé para la reescritura. Tal vez mucho más que con Áyax, en Filoctetes sí me dediqué mucho a estudiar la narración de la historia y también algunas reescrituras anteriores, como la de André Gide también.
Fueron las que me parecieron más interesantes porque presentan ciertos debates éticos que a mí me interesaba profundizar o explorar en la dramaturgia. Esta investigación previa me sirve como para alimentar lo que después voy a plantearme en la dramaturgia como tal y comienza el periodo de concebir y escribir la obra final.
En “Adriano está muerto” se mantiene el mismo dilema del funeral que en Áyax, pero con ciertas variaciones, ¿cómo se da este proceso de utilizar el mismo conflicto de fondo, pero con ciertas variaciones adaptándolo al contexto actual?
—Las obras originales clásicas tienen que ver con un héroe que arranca ya excluido de la vecindad y del contacto con esos otros que son sus pares. Áyax porque la verdad se rebela en contra del juicio de las armas de forma violenta y Filoctetes que sufre esta enfermedad por la que es abandonado.
Tanto en uno como en otro de alguna manera está como la cuestión de cómo reincorporarse a la comunidad como tal. En Áyax eso tiene que ver con tener un enterramiento digno de ser todavía visto como un héroe para su pueblo, para su comunidad. La cuestión del enterramiento es interesante por los sucesos que llevan a Áyax hacia el suicidio. Una vez que sucede, este se pasa de un espacio doméstico a un espacio público.
En “Adriano está muerto”, sí, me interesaba la cuestión del enterramiento, pero en el sentido de que es aquello que nos permite a nosotros como sociedad poderle dar una sepultura y que de alguna manera es como darle sentido a esa muerte, dentro de la de la cultura, de la comunidad. Porque parece que continuamente nos vemos plagados de muertes que son como si fuesen insepultas, porque son personas vulnerables, porque son personas que están expuestas a una enorme violencia, personas a las que no se les puede asignar un sentido, esa muerte como tal, y eso sin contar las desapariciones.
Como egresado de la UCR y al publicar este libro con la editorial de la UNED, ¿qué tan importante es para usted contar con recursos desde las universidades públicas para mostrar obras artísticas y culturales?
—Es importante que haya fondos públicos para cierto tipo de investigaciones o de desarrollos artísticos. Porque hay dos caras en el conocimiento: una parte tiene que ver con aquel conocimiento que puede ser aplicado y llega de forma directa como beneficio a las personas que conforman toda una comunidad. Pero para que eso sea posible se necesita la otra parte, que es ese conocimiento que no es inmediatamente accesible para todas las personas, sino para quienes participan de una disciplina o de una profesión, pero resulta que en ese ejercicio de la profesión que produce cosas nuevas, donde se están produciendo nuevos paradigmas, eso es lo que después se permea como un beneficio para el grueso de la población.
Sí es muy necesario que haya fondos públicos para la investigación en todas las disciplinas: ciencias exactas, ingenierías, pero también ciencias sociales, artes y letras. Que todas las disciplinas puedan producir conocimiento e ideas, porque eso va a terminar impactando de forma positiva a las personas.
Quiero pensar que este libro Catástrofe y abandono participa de eso, que de alguna manera mueve algo y puede servir para debatir, reflexionar o pensar. Y claro, para eso es esencial contar con fondos, con editoriales que puedan publicar y dar a conocerlo, por si es útil en un futuro.
