Cultura

Niños del mundo, uníos

El 21 de agosto murió Ken Robinson, a los 70 años, tras librar una batalla contra el cáncer, y deja una visión humanidad y moderna de cómo debe de ser la educación en el mundo posindustrial,

A sir Ken Robinson le bastaron 19 minutos y 24 segundos para darse a conocer en el mundo. Esa fue, sin embargo, la punta del iceberg de la que habla Ernest Hemingway cuando de narrar una historia se trataba. La suya versó sobre Cómo las escuelas matan la creatividad, una charla TED que se convirtió en la conferencia más vista en el siglo XXI, con 67 millones y 462 descargas al cierre de edición.

En la disertación, en Monterrey, California, en febrero de 2006, Robinson hace gala del humor ante un auditorio que le escuchó absorto y denunció, porque al fin y al cabo eso fue aquella charla, cómo la enseñanza tradicional volvía en exceso racionalista a los niños y de esa forma aniquilaba su creatividad desbordante.

El 21 de agosto Robinson murió en Los Ángeles, California, y para él la educación en escuelas y colegios debía de rescatar el aporte quedan materias como la danza, la música, la literatura y la pintura, porque no solo las matemáticas y la química, por ejemplo, hacen a estudiantes inteligentes para que luego tengan una función esencial en la sociedad.

Iba contracorriente y él lo sabía, por eso en su conferencia más emblemática fue desgranando uno a uno sus puntos, mientras parecía reírse de sí mismo. Y es que el rasgo del humor lo han asociado desde hace ya mucho tiempo con la inteligencia y con la creatividad a la que apelaba Robinson, quien se graduó en el área de lengua inglesa, en la que obtuvo un doctorado con una tesis sobre la enseñanz del teatro en secundaria.

Como profesor de la Universidad de Warwick destacó por darle a las artes un lugar preponderante en la enseñanza.

En este libro Robinson y Lou Aronica dan cuenta de la importancia de despertar el talento en los niños. (Foto Internet).

Tras la referida disertación tuvo una amplia cantidad de seguidores y de detractores. Estos segundos lo consideraban poco serio, al querer alejarse de una escuela anclada en un mundo industrial y no uno digital como el que predomina, sobre todo, a partir del XXI en el que medios como Internet han venido a cambiar de forma radicalla forma en que se enseña, como ya bien anticipó Isaac Asimov en una entrevista.

“Hoy en día lo que se llama aprendizaje se da a la fuerza y todos están forzados a aprender lo mismo, el mismo día, a la misma velocidad en clase y todos somos diferentes. Para algunos va muy rápido, para otros va muy lento y para otros va en la dirección equivocada. Démosle chance –a los niños–como complemento de la escuela. Yo no hablo de abolir la escuela, pero sí como complemento de ella. Para seguir su propia veta desde el principio.

”, dijo Asimov en 1988.

Esas palabras tuvieron un eco en lo desarrollado por Robinson en febrero de 2006 y que daría visibilidad a un trabajo suyo tesonero y pionero por más de 30 años, el cual estaba enfocado en el convencimiento de que las artes son indispensables en la formación de los niños y jóvenes, contrario a lo que dictaba la era tecnológica que busca una educación para ampliar el concepto de la fábrica.

Para Asimov ya para entonces –1988- era evidente que el enfoque escolar debía cambiar en función de los hallazgos tecnológicos, pero no siguiendo la corriente del loro que consistía en recibir, asimilar y repetir, sino más bien haciendo que cada cual descubriera desde sus intereses en qué área pretendía desarrollarse hasta alcanzar cuotas extraordinarias.

Cuando el periodista Bill Moyers le replica que le encanta la visión que le acaba de dar de la enseñanza, pero que es notorio que las computadoras llevan a la deshumanización del aprendizaje, Asimov, le replica: “Bueno, de hecho, es que es la situación opuesta. A mí me parece que a través de estas máquinas por primera vez tendremos la oportunidad de tener una relación de uno a uno entre la fuente de información y el consumidor de esa información”.

¿Qué quiere decir?, le insiste Moyers.

“Bueno, en los viejos tiempos había tutores para los niños. Una persona contrataba a un consejero y este le enseñaba el conocimiento de su trabajo. El tutor podía adaptar su enseñanza al gusto y habilidades del niño. ¿Pero cuánta gente podía contratar a un tutor? Luego vino el tiempo en que había que educar a todos y para ello solo había un profesor para esos estudiantes y para organizar la enseñanza de forma apropiada se le dio un plan de estudios, pero ¿cuántos profesores eran buenos en eso?”.

Asimov lleva Moyers a la conclusión de que la enseñanza masificada, eco de la era industrial, estaba en un callejón sin salida, porque trataba a todos los niños por igual, sin admitir que cada uno tenía sus particularidades, fruto del hogar del que provenía, de las condiciones económicas e intelectuales en donde había crecido así como por las capacidades innatas a las que respondía.

Ese camino que con tanta clarividencia esgrimía Asimov, es el que reclamaba Robinson desde un punto de vista de humanizar la educación y que se inclinara por descubrir los talentos que cada uno tenía.

En un contexto masificado como el que prevalecía en 2006 y continúa hoy, lo esgrimido por el investigador británico rozaba con la utopía e incluso con el ridículo, como le pareció a muchos desde la academia, que lo trataron incluso de charlatán y ligero. No obstante, esa visión contraria, Robinson no solo no estaba tan perdido, sino que su originalidad tampoco era patente suya.

DESDE EL TRÓPICO

En el trópico un tal Gabriel García Márquez — que tuvo que hacer un largo camino de descubrimiento de su vocación, para poder imponerse a los deseos de su padre Gabriel Eligio García que soñaba con que su hijo fuera abogado–, ya en 1995, mucho antes que Robinson, había esbozado en Manual para ser niño, elementos distintos para la enseñanza Si a un niño se le pone frente a una serie de jug.etes diversos, terminará por quedarse con el que le guste más. Creo que esa preferencia no es casual, sino que revela en el niño una vocación y una aptitud que tal vez pasarían inadvertidas para sus padres despistados y sus fatigados maestros. Creo que ambas le vienen de nacimiento, y sería importante identificarlas a tiempo y tomarlas en cuenta para ayudarlo a elegir su profesión. Más aún: creo Más aún: creo que algunos niños a una cierta edad, y en ciertas condiciones, tienen facultades congénitas que les permiten ver más allá de la realidad admitida por los adultos”.

Robinson estudió a fondo la necesidad de cambiar la perspectiva en las escuelas, a las que criticaba duramente por los métodos, pero era un defensor de los maestros y profores, quienes eran presa del sistema al que servían. (Foto página oficial de Ken Robinson).

¿Se refería García  Márquez a que la escuela para entonces mataba la creatividad? El título de la conferencia de Robinson fue tomado literalmente, desconociendo en el acto el humor que destilaba en cada frase.

En el fondo, Robinson –quien recibió el título de caballero por parte de la corona inglesa, gracias al enfoque sobre la necesidad de incluir las artes en la enseñanza como un tema central en la educación escolar y secundaria–, lo que pretendía era que la enseñanza diera un giro para que los niños aprendieran de una manera distinta en la escuela, desarrollaran sus vocaciones y fueran así mucho más creativos y felices.

“Creo que se nace escritor, pintor o músico. Se nace con la vocación y en muchos casos con las condiciones físicas para la danza y el teatro, y con un talento propicio para el periodismo escrito, entendido como un género literario, y para el cine, entendido como una síntesis de la ficción y la plástica. En ese sentido soy un platónico: aprender es recordar”, puntualizaba García Márquez en su texto.

Con esta declaración el Premio Nobel de Literatura 1982 se adelantaba a esa visión que luego Robinson iba a impulsar y que entroncaba con la idea de Asimov de que la enseñanza, para que tenga verdaderos efectos en el alumno, tiene que personificarse y, por lo tanto, ir alejándose de la masificación como sucedía a comienzos del siglo pasado, realidad que todavía prevalece.

“…Cuando un niño llega a la escuela primaria puede ir ya predispuesto por la naturaleza para alguno de esos oficios, aunque todavía no lo sepa. Y tal vez no lo sepa nunca, pero su destino puede ser mejor si alguien lo ayuda a descubrirlo. No para forzarlo en ningún sentido, sino para crearle condiciones favorables y alentarlo a gozar sin temores de su juguete preferido. Creo, con una seriedad absoluta, que hacer siempre lo que a uno le gusta, y sólo eso, es la fórmula magistral para una vida larga y feliz”, apunta el autor de Cien años de soledad, quien renunció a cumplir el sueño de su padre de que fuera abogado y abandonó los estudios formales en el terce año de la carrera, para dedicarse en cuerpo y alma al periodismo y la literatura.

En este último texto García Márquez acude a una frase clave: “Su destino puede ser mejor si alguien lo ayuda a descubrirlo”. Ese alguien anónimo al que acude el escritor es el profesor, quien puede percibir los matices, los secretos anhelos y las aspiraciones más recónditas de ese niño que se lanzará a un aprendizaje sin límites si le despiertan la chispa que lo haga soñar y explorar mundo inéditos en su mente y en su corazón.

Ello no se consigue con lo que sucede en la sociedad actual, de acuerdo con los planteamientos que a lo largo de más de tres décadas realizó Robinson y que le valieron un sólido reconocimiento en Inglaterra.

“Para sustentar esa alegre suposición no tengo más fundamento que la experiencia difícil y empecinada de haber aprendido el oficio de escritor contra un medio adverso, y no sólo al margen de la educación formal sino contra ella, pero a partir de dos condiciones sin alternativas: una aptitud bien definida y una vocación arrasadora. Nada me complacería más si esa aventura solitaria pudiera tener alguna utilidad no sólo para el aprendizaje de este oficio de las letras, sino para el de todos los oficios de las artes”, concluía el escritor.

Como ríos que desembocan en un mismo mar, García Márquez y Ken Robinson entrecruzaron miradas en la forma de ver y conceptualizar la educación, la cual debía de tener como eje central las vocaciones de los niños, para que tuvieran siempre un aliciente que los indujera a convertirse en exploradores sin límites de sus futuras profesiones y oficios.

NUESTRO FUTURO

En mayo de 1999 un grupo a cargo de Robinson presentó el informe Todos nuestros futuros, creatividad, cultura y educación en el que diseccionaban el estado de la educación en Inglaterra y que buscaba dar un golpe de timón de cómo se venía gestionando hasta entonces en ese país.

El informe presentado por el selecto grupo encabezado por Robinson y conformado entre otros por Lewis Minkin (Vice-chair, Sheffield Hallam University); Eric Bolton CB (Formerly Senior Chief Inspector); Dawn French, (actor / comedian) ;Lindsey); Fryer (Vice-chair, Engage The National Association of Gallery Education); Susan Greenfield (University of Oxford; Valerie Hannon (Chief Education Officer, Derbyshire) y Lenny Henry (CBE, actor/  comedian), se hacía eco del document Excelencia en las escuelas, en las que se manifestaba la inquietud de hurgar en cómo aumentar el entusiasmo de los educandos.

“Si nosotros pretendemos prepararnos exitosamente para el siglo veintiuno, debemos mejorar literal y numéricamente las habilidades. Necesitamos ampliar, flexibilizar y motivar una educación que reconozca los diferentes talentos de todos los niños y propiciar la excelencia para cada uno de ellos”.

Cualquiera pensaría, tras una lectura rápida y un tanto despistada, que los redactores del informe habían leído e incluso copiado al pie de la letra las palabras de García Márquez y ello no es más que una forma de comprobar que la educación de la era industrial hace rato que no responde a las necesidades del nuevo mundo.

Y en esa línea fue la que se matriculó Robinson, quien a través de estudios, conferencias, artículos académicos y libros de una amplia difusión advirtió de la necesidad de descubrir en los niños sus vocaciones con base en los talentos con que la naturaleza los dotó.

Mi elemento es un libro en el que Robinson destaca la importancia de que cada cual se dedique a lo que lo llama su vocación. (Foto Internet).

En la investigación que realiza Robinson y sus asesores para el gobierno inglés destacan la importancia de focalizar la atención en una educación centrada en la creatividad.

“Por educación creativa entendemos formas de educación que desarrollan las capacidades de los jóvenes para ideas y acciones originales: por educación cultural entendemos formas de educación que les permiten comprometerse positivamente con la creciente complejidad y diversidad de valores sociales y formas de vida. Sostenemos que existen relaciones importantes entre la educación creativa y cultural, y las implicaciones significativas para los métodos de enseñanza y evaluación, el equilibrio del plan de estudios escolar y las asociaciones entre las escuelas y el mundo en general”.

Esa visión educativa, Robinson también la plasmó en distintas publicaciones y libros como Mi elemento (2013) Escuelas Creativas (2015), Las artes en las escuelas: principios, prácticas y disposición (1982), Las artes en la educación superior (1986), Fuera de nuestras mentes, aprender a ser creativos (2001) y Tú, tu hijo y la escuela.

Robinson, sin ser un polemista, sí cuestionada fuertemente las pruebas

del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por considerar que no medía las verdaderas capacidades de los alumnos y que se quedaba en métricas que no retrataban la realidad profunda de los estudiantes.

Por estas posiciones también le llovían críticas, las que Robinson dejaba pasar con su buen humor inglés.

En su glorificada conferencia TED, en la que mantuvo hipnotizado a su público durante 19 minutos y 24 segundos, quizá solo le faltó una frase para completar a la perfección su visión y llamar a la insurrección: niños del mundo, uníos, las escuelas matan la creatividad. 

 

 

 

 

 

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