Cultura

Murió la escritora contundente y valiente Tatiana Lobo

Quedan sus textos que denunciaron la hipocresía y las realidades de la nación costarricense.

Esta tarde se informó de parte de familiares el fallecimiento de la escritora Tatiana Lobo, quien no tuvo miedo de mostrar de frente a Costa Rica las muchas incongruencias de los mitos que formaron una idea de lo que es esta nacionalidad.

La obra de Tatiana Lobo es valiente y erudita, pues muchos de sus libros se caracterizaron por una profunda investigación histórica. Como ella misma lo dijo, “la sociedad costarricense ha quedado retratada en mis novelas”.

Novelas que bien pueden considerarse imprescindibles, como Asalto al Paraíso, Calypso, El Año del Laberinto o El Corazón del Silencio.

Chilena de nacimiento, Lobo tenía 83 años, en tres ocasiones se le reconoció con el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría y en una oportunidad con el prestigioso Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Además fue colaboradora de UNIVERSIDAD en las columnas de opinión.

Una de sus novelas enormes es “Asalto al Paraíso”, con la que presentó a toda una generación la figura de Pabru Présbere, quien lideró un alzamiento indígena contra el poder colonial español. Al hacerlo, sin embargo, también ofreció una perspectiva necesaria y casi que urgente al momento de su publicación (1992) del Cartago colonial, donde incluso se trasegaba con personas esclavizadas.

Irene González Muñoz, docente del Departamento de Literatura de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura de la UCR, escribió en la Revista de Filología y Lingüística que la labor de Lobo en su obra consistió en “un ejercicio de escritura literaria que cuestione y critique la escritura de la Historia”, lo cual llevó a cabo mediante lo que la especialista describió como dos tareas.

La primera de ellas fue “renunciar a la posibilidad de construir grandes narrativas históricas y utilizar, como materia prima de su ejercicio de escritura, datos que el discurso histórico oficial costarricense ha invisibilizado o silenciado, esto con la intención de ‘rescatar’ esas historias obliteradas”.

La segunda consistió en “asumir su propia subjetividad, para ‘reivindicar’ desde su perspectiva de mujer, la voz, las memorias y la resistencia de las mujeres, los negros y los indígenas que el discurso oficial anuló”.

En esa misma línea conceptual se puede enmarcar Calypso (1996), que planteó esa contraposición entre la cultura afro del Caribe, en especial de mujeres negras, y “el proyecto expansivo nacionalista capitalista que se extiende desde el Valle Central”, como lo analizó Esteban Barboza, docente e investigador de la Universidad Nacional (UNA).

“Esta tensión también se establece en la colisión entre un mundo ancestral, femenino, orgánico, con saberes y nociones de mundo básicas singulares y diferenciadas de cánones occidentales, y el progreso moderno” y “patriarcal”, según escribió en la revista Humanidades, de la Escuela de Estudios Generales de la UCR.

Sin duda otro de los pilares fundamentales de la obra de Lobo es “El Año del Laberinto” (2000), situada en la última década del siglo XIX.

Una edición de 2015 de la Editorial Costa Rica de esa novela, incluyó el criterio del escritor Alberto Cañas: “A su seriedad de investigadora, une Tatiana Lobo una capacidad de fabulación envidiable”.

Añadió que El año del Laberinto “es un despliegue de sus facultades. Nuevamente se ocupa de un hecho real que sacudió a San José en 1894: un emigrado cubano, persona conocidísima y de recursos económicos, amigo y financiador de los revolucionarios, fue condenado a prisión por el asesinato de su esposa”.

Suceso que “se convierte entonces en una conspiración política”, que “raya en lo increíble pero no inverosímil”.

El también escritor Uriel Quesada expuso en un artículo que esa novela “recoge la dinámica del crimen productivo, generador de fenómenos políticos, económicos y sociales en el marco del proceso de fundación de la nación costarricense. Al expresar dicha relación de fuerzas, la novela propone que el estado nacional costarricense está fundado en un ambiguo ligamen con lo criminal”.

En ese texto -también publicado en la Revista de Filología y Lingüística- Quesada describe cómo Lobo echó mano de “estrategias narrativas propias de la novela policiaca: crimen, enigma, indagación, búsqueda del orden, conflictos de ley, dinámica del poder represor”, para construir “una historia en la que aparentemente no sucede nada, pero en el fondo se dan múltiples hechos de carácter criminal”.

Crímenes que “involucran al aparato productivo y al Estado, en una época importantísima para la formación de la nación costarricense y sus narrativas. Así, esta novela detectivesca plantea que, desde su raíz, la nación costarricense está marcada por el delito”.

En 2004, a propósito de la publicación de El Corazón del Silencio, Lobo en entrevista concedida a UNIVERSIDAD apuntó que “al niño y la niña costarricenses se les educa con credos que consisten en el no discutir ni criticar, deben tener una fe absoluta y repetir durante toda su vida que Costa Rica es blanca, democrática y pacífica. Esto es un dogma que se repite aunque la realidad diga todo lo contrario”.

El silencio es cómplice del poder

Ciertamente Lobo mantuvo hasta siempre su actitud crítica, sincera y combativa. Pocos días antes de fallecer, escribió en sus redes sociales: “QUE QUIEREN que les diga….después de unas semanas en cama me levanté convencida de que las y los ticos son un pueblo anestesiado que camina detrás del cortejo fúnebre de su patria creyendo que es un carnaval”.

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