Cultura

Muere Álvaro Marenco, el eterno

El gremio de la cultura honra la partida del artista escénico a los 79 años; Canal Quince de la Universidad de Costa Rica estrenará a finales de año un documental biográfico sobre el actor.

Vital y franco, de sonrisa y alegría contagiante. Con un motor siempre encendido en su interior, en su corazón, en su cuerpo menudo, en su disposición de colaborar, de crear, de actuar, de acompañar, de quererse con sus amigos y amigas, y sobre todo de amar y dedicarse a su familia: Roxana, su exesposa (q.e.p.d), sus hijos Danny, Valentina e Ítalo, y dos nietos Luca e Irene.

Era de las personas que de manera mágica nunca morirían. Eterno Álvaro Marenco murió hoy a sus 79 años -a punto de cumplir 80 el 22 de abril-, luego de que fuera internado para ser operado por un cáncer de próstata reincidente.

A lo largo del día de hoy, decenas de personas del gremio de la cultura honran su partida y han subido a las diversas redes sociales cientos de mensajes con anécdotas y muestras de afecto vital y franco para Marenco. 

La vela de Álvaro Marenco se realizará esta noche de jueves y mañana viernes en la mañana en la Funeraria del Magisterio en Paseo Colón, para pasar luego a la Iglesia Don Bosco a la 1:30 p.m.

Documental biográfico

Para abordar su biografía de una manera afectuosa, diáfana y cotidiana, Canal Quince de la Universidad de Costa Rica prepara un documental dirigido y producido por Ronald Díaz.

“Busqué a Marenco para hacer un documental”, contó a este Semanario,” conversé con él primero y luego tuvimos una reunión; le dije que quería hacer algo más personal, más íntimo, más de su vida cotidiana y le emocionó mucho la idea. Estaba sumamente entusiasmado. Hicimos varias sesiones de grabaciones, además de una entrevista a profundidad en el Canal, y luego otras con él en diferentes ámbitos con amigos y familiares”. 

Díaz apuntó que cada vez que salían a grabar, Marenco decía que amanecía muy feliz. “Él me abrió las puertas realmente… para hacer este tipo de trabajos se necesita esa complicidad, y él sintió esa confianza conmigo”.

La producción se finiquitó en diciembre para entrar al proceso de postproducción, momento en que Marenco empezó con los preparativos para el procedimiento quirúrgico.

“Lo internaron y tuve una última conversación con él por teléfono, que al final resultó la última conversación…me golpeó mucho la noticia, me dio mucho dolor, porque en alguna ocasión Álvaro me dijo: tenés que terminar esto antes de que yo me muera. Lamentablemente eso no fue posible; yo sentí algo en mi corazón, tenía el deseo que pudiera ver el trabajo, pero no fue así”, se lamentó Díaz.

Marenco le expresó que el documental era un gran premio, pero lo que más conmovió a Díaz fue la última grabación en diciembre con la familia más cercana: su hija e hijos, y nietos. 

“Cuando terminamos yo les pregunté a ellos que si se reunían muy a menudo y me dijeron que así todos juntos no, que eso no pasaba muy a menudo y que lo habían logrado para la grabación. Alvarito y los familiares me agradecieron mucho que estuviera haciendo eso por su papá y me dio mucha satisfacción que esa última sesión fuera con la familia de él”.

Díaz enfatizó en que no dejaba de sorprenderle el amor por la vida que tenía Álvaro. “Pocas veces yo he visto una persona que además estaba en condición vulnerable de salud, enfrentar la vida con tanto optimismo con tanta con tanta alegría”. 

Para Díaz, Marenco era como un niño feliz en un cuerpo de un adulto mayor, que salía todos los días de su casa con una fortaleza, vitalidad, energía y alegría impresionantes. 

“Ese es su otro gran legado: ese amor por la vida, es levantarse todos los días y celebrar la vida”.

Inagotable 

Con voz ronqueta, caminar nervioso, energía desbordante, divertido y entusiasta, Marenco fue un trabajador incansable y comprometido con las tablas, cualquiera que fuera: cine, teatro, danza, audiovisuales, música. Un compromiso profuso con las artes en general, con la cultura, todas fuente inagotable de inspiración y fuerza creativa para él.

Su partida provoca una profunda tristeza, empero se ilumina con su legado artístico y laboral que suman incontables participaciones en proyectos cinématográficos, teatrales, dancísticos, publicitarios, nacionales e internacionales; así como de afectos inconmensurables y perdurables que se lleva consigo, y que al mismo tiempo circulan y seguirán circulando en la red amorosa que construyó alrededor suyo. 

La comunidad artística ha perdido a un ser humano con una capacidad asombrosa de entrega a su vocación, a sus seres queridos, a su llamado para actuar, una persona que parecía no tenerle miedo al miedo, ni a la enfermedad, ni a los años que iba sumando, ni a la vejez.  

Nunca anciano aunque reivindicaba su ancianidad, siempre jovial con la frescura adolescente que jamás lo abandonó, amable, cordial, afectuoso, Álvaro se fue pero se queda, como un duendecillo interno y es pura complicidad, juego, niñez, sabiduría cotidiana, calidez y honestidad. Un fuego encendido. 

Afecto

A raíz de la muerte de Álvaro Marenco, a continuación se resumen algunas palabras expresadas por amigos y amigas de la comunidad artística costarricense

Arabella Salaverry, escritora y poeta, Premio Magón 2022 y amiga

“Hablar de Álvaro es hablar de una amistad sin límites, de un deseo de vida permanente, de la alegría siempre. A Álvaro lo conozco desde que tengo memoria y es el hermano del alma, es el tío de mis hijos, el que siempre ha estado: desde el cumpleaños hasta el nacimiento del nieto, siempre presente con todo su amor y su alegría y su deseo de vivir. 

Me tocó trabajar en algunas oportunidades con él, como en la película El baile de la Gacela, y siempre estaba con algún temor de no dar la talla, pero trabajaba muchísimo para lograrlo, y hace poco un pequeño espectáculo sobre la luz me tocó hacer algún corto en especial uno que se llama Despedida; en ese momento en la ficción a él le correspondía despedirme y hoy que me toca mi despedirlo realmente estoy pues profundamente conmovida, porque en el teatro se constituyen familias que son para toda la vida y son de gran intensidad. Yo diría que cambiamos los personajes, cambiamos las circunstancias, pero la familia se mantiene y la familia traspasa ese universo que es el universo de las tablas, y se vuelve familia encarnada en la vida. 

Álvaro fue familia. y fue como ya lo dije alegría, un hombre con una capacidad impresionante de sobreponerse a cualquier circunstancia, había tenido muchísimos quebrantos de salud y, sin embargo, ni siquiera hablaba de ellos, los mencionaba como de al pasar este y riéndose. Era cero tragedia ante la vida, solamente deseos de vivir y yo estaba segura de que en esta oportunidad lo iba a lograr también, a pesar de todos los pronósticos tenía siempre la esperanza. Pero nos toca enfrentarnos al momento de tener que decirle adiós y que me sobrepasa.

Y tal vez hablar del inmenso, amor, que siempre tuvo por sus hijos y el enorme orgullo, siempre estuvo cerca de sus hijos apoyándolos en todo y hablando con profundo orgullo de cada logro, entendiéndolos en sus diversas facetas, respetándolos. Creo que otra de las grandes virtudes de Álvaro fue esa el haber sido un padre maravilloso”.

 

Yara Mourelo, diseñadora y amiga

“Jugamos, bailamos, gozamos, tertuliamos, lloramos, pero, sobre todo, nos abrazamos y quisimos muchísimo. Con Alvarito las horas eran segundos. Cada vez que nos encontramos era única. Lo lloro pero por puro egoísmo, ya que sé no va a volver a tocar la puerta de casa y entrar como un bólido, porque ya no tendremos nuestras entrañables conversaciones y porque me duele que alguien tan amante de la vida, se vaya así. Yo creo en algo más allá de este plano y sé que Álvaro estaría diciéndome: Yarita vieras que tuanis estoy también aquí, no jodás, reíte, ya verás”.

 

Julia Ardón, amiga y colega

“Conocí a Alvaro muy de cerca. Largas horas en los sets de filmación nos permitieron conocernos muchísimo, cantidad incontable de actividades sociales compartidas nos permitieron tocarnos mutuamente el corazón.

Cuando lo conocí ya lo conocía por el comercial de natilla Dos Pinos. Fue sencillo amarlo, tan entrañable que era. 

Con Víctor y conmigo trabajó como asistente de producción, buscando locaciones, utilería, ayudando a las personas encargadas de la dirección de arte. Montones de veces nos ayudó y siempre positivo, entusiasta y eficiente. Llenaba los días de filmación de episodios simpáticos y curiosos. Una persona que se comía la vida donde fuera que estuviera.  

De igual manera tuve la suerte de proponerlo para interpretar papeles en cantidad de trabajos audiovisuales. Álvaro, una de las personas más maduras que he conocido, sabía de sus limitaciones, las reconocía con extraordinaria humildad y se abría a aprender, escuchar, mejorar en todo lo que pudiera. Siempre receptivo como si tuviera 17 años hasta sus últimos días.

El último trabajo que realizó creo que fue su participación como actor secundario  en la película aún en post-producción de Gustavo Fallas “La hija de Lázaro”. Como parte del equipo de dirección de casting me tocó citarlo para su llamado. Él siempre anuente, siempre disponible, siempre a la orden, hubiera transporte o no lo hubiera, hubiera pago o no lo hubiera, fuera este poco o bueno, lo que él quería era participar, colaborar con el cine nacional. Trabajó en esta película pocos días antes de su última operación.  Su máximo orgullo era haber participado en incontable número de obras de teatro, de danza y de cine. Las contaba con cuidado y seguramente las tenía todas anotadas. Siempre veía lo bueno de la gente, respetaba a todo el mundo, se comprometió con todas las causas en las que creyó. Transparente y activo, la verdad me quedo corta hablando de él. Lo quise mucho. Toda mi familia también.

Una vez me contó que su sueño de niño era salir en películas y que incluso se había puesto un nombre artístico. Era “Tony Marengo”. La última vez que nos vimos nos reímos mucho recordándolo.

Lo que él decía era que como por dicha tenía pensión, podía participar en cuanta cosa fuera sin la presión económica. Sabía que era en ese sentido un privilegiado e intentaba honrarlo colaborando con los esfuerzos de todos los artistas que lo llamaban y más aún con los y las estudiantes que le convocaban para sus trabajos académicos.

 

Zulay Soto, artista plástica y amiga

“Estoy sumamente conmovida por la partida de mi amigo de más de cincuenta años, con quien viví parte de mi vida, pues él y Roxana Campos fueron amigos muy cercanos en las buenas y en las malas. Con Álvaro compartíamos películas, el teatro y el arte, fue mi compañero de baile en la película Apego. Reímos tanto juntos que creo que no volveré a reír con nadie como él. ¡Me duele en el alma su partida!”

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