Cultura

Mr. Gavitt: calypsonian, cantor, poeta y cronista

Asentado en Cahuita, Walter Ferguson nos acompañó un siglo más tres años. Su legado calypsonian es inconmensurable. Amigos y colegas le rinden homenaje, luego de su reciente partida.

La obra musical en clave de calypso de Walter Ferguson, conocido como Mr. Gavitt y Segundo, posee una belleza dúctil y universal. Así lo afirma el músico, sociólogo, investigador, gestor y amigo leal Manuel Monestel, quien le debe a su maestro la comprensión sensible de cómo hacer canciones.

“Walter Ferguson me cambió la vida”, dijo en entrevista con este Semanario, luego de que el pasado 25 de febrero muriera Ferguson a sus 103 años en su amada Cahuita.

De acuerdo con el músico Manuel Monestel, la obra de Mr. Gavitt es dúctil y universal; eso quiere decir que es flexible y surge de un contexto local, y a la vez posee un componente universal. (Foto: Sinabi)

Tuvo que pasar un siglo despacioso para que este compositor afrolimonense, indoblegable ante la muerte, pasara a otro plano, mientras su patrimonio musical, constituido por una repertorio prolífico, fue tejiéndose honrosamente entre las identidades de nuestro país.

Sin lugar a dudas, Mr. Gavitt es el queridísimo padre del calypso costarricense; también, es Premio Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial “Emilia Prieto Tugores” 2017; en 2018, la Asamblea Legislativa declaró el 7 de mayo como el Día Nacional del Calypso, en honor a su natalicio; y, tres días antes de su muerte, las diputadas y diputados lo declararon tardíamente Ciudadano de honor.

La bandera de Costa Rica está a medio izar y los corazones pesarosos; mas al recordar su legado calypsonian, sus crónicas, canto, sensibilidad, poética y humor, se alivian con profundo agradecimiento.

Según cuenta Monestel, don Walter vivía de manera sencilla y cómoda en una propiedad en Cahuita, con medios económicos que sus hijos le proveyeron gracias al turismo de hospedaje y gastronómico.

Antes de su periodo de adultez mayor, Ferguson producía cacao y sostenía a la familia, pero la monilia acabó con los frutos.

“Cuando vino la monilia tenía 60 años, no era un joven como para seguir trabajando, entonces, se retiró con una pensión que luego le fue quitada, pues el Estado adujo que tenía cómo sostenerse por ser dueño de terrenos”.

Ese incidente le provocó a Ferguson componer la canción “Computer”, que hace referencia a la información dada por la computadora de que tenía propiedades y, por lo tanto, no era candidato a una pensión.

Luego vino la producción discográfica de Papaya Music, con Jazmin Ross y Luciano Capelli a la cabeza, de dos álbumes de Ferguson: Babylon (2002) y Dr. Bombodee (2004). El primer disco se gestó a partir de una reunión con la directora del Centro Cultural de España de aquellos años.

“Ellos querían que yo participara en la producción, pero decliné la invitación y les solicité que le hicieran un adelanto de dinero en función a la estimación de las ventas del disco y lo hicieron, me consta. Luego, don Walter recibió dinero por las ventas de los dos discos, y con eso pudieron arreglar la casa”, detalló Monestel.

Después, la tecnología de la industria musical se transformó, los discos físicos sucumbieron y las plataformas de circulación como Spotify generan poco dinero. “Por la vía de los álbumes no creo que siga entrando dinero. Ellos no son ricos, pero mantienen su economía, viven dignamente a diferencia de los otros calypsonians”, prosiguió.

Ante las inquietudes y preguntas sobre cómo beneficia a don Walter los honores de la oficialidad, Monestel sopesa que “el Estado debería haber reconocido la importancia de la obra y la ciudadanía de él ayudando de otras maneras. Ni Gavitt ni otros calypsonians, que han muerto en la pobreza, han sido apoyados con pensiones. Si hubiera una voluntad política para ayudarlos para que puedan seguir haciendo su maravilloso trabajo cultural, debería haber una posición diferente”.

La magia de don Walter

Monestel cree en la magia del encuentro con Ferguson, a quien a finales de los setentas conoció gracias a que la historiadora Paula Palmer escribió sobre el músico para un disco con calypsos. Nunca había escuchado hablar del músico limonense.

“Un día me crucé en la calle con Paula”, recuerda Monestel, “y me dijo: yo no soy música ni experta, pero creo que las canciones de Ferguson son maravillosas”.

Palmer le dio un cassette a Monestel y desde entonces quedó conectado y sorprendido con la calidad del compositor de Cahuita, del que se haría amigo entrañable: “Estaba retirado y no tocaba en público, sin embargo, se reunía conmigo en la sala de su casa y cantaba y tocaba. Yo lo miraba y él me explicaba cosas sobre el calypso para ir entendiendo la esencia y la razón del ser de ese canto, y me daba algunos consejos armónicos de cómo usar los acordes y el ritmo”.

Así aprendió sobre ese género afrodescendiente originario de Trinidad y Tobago. Don Walter se había convertido en su segundo padre, en su mentor y tutor, cuyas enseñanzas aplicaría en la música de Cantoamérica, agrupación que lidera.

De acuerdo con Monestel, la obra musical de Mr. Gavitt es dúctil y universal; eso quiere decir que es flexible y surge de un contexto local, pero a la vez posee un componente universal.

“Su música trasciende porque el mensaje impacta y puede ser percibido por otros por su capacidad de síntesis: don Walter cuenta historias cantadas sobre personajes de Cahuita, su naturaleza y entorno, que logra comunicar”, destacó Monestel.

Por esa razón, cuando produjo el disco Walter Ferguson: 100 años de Calypso en 2019, músicos de 16 países aceptaron grabar las canciones de él, entre ellos, el uruguayo Jorge Drexler.

Las enseñanzas de Mr. Gavitt también fueron apropiadas por los músicos de Cantoamérica, en un proceso investigativo en el que figuran dos elementos: Ferguson y sus canciones, y la agrupación, porque Monestel experimenta con las sonoridades y los instrumentos del calypso, sin perder su esencia, letra y melodía.

En esa ruta asumió el rol de embajador de la música de don Walter, tanto así que el calypsonian le decía que era como una especie de eco de sus canciones.

Monestel reconoce que una parte de la sociedad costarricense conoce el legado de Ferguson porque los discos digitalizados empezaron a circular. Asimismo, por el Premio Nacional, la efeméride del 7 de mayo como el Día Nacional de Calypso, y el Festival Internacional del Calypso Walter Ferguson que se celebra en Cahuita.

“Un buen sector de la población lo conoce, pero eso no quiere decir que haya logrado ser un bien cultural masivo. Este es un país extraño, en donde para dar a conocer un talento inmenso como él hay que trabajar 40 años promoviéndole y haciendo trabajo de hormiga, cuando otras sociedades asumen sus valores culturales y musicales propios y los disfrutan”, apuntó Monestel.

A Monestel, Ferguson le abrió una ventana maravillosa hacia la cultura del Caribe a partir de lo antropológico y sociológico, pero sobre todo en el oficio de hacer canciones: “Me ayudó a ser mejor hacedor de canciones, a ser mejor músico, a entender mejor la razón social y cultural de hacer una canción. Creo que también soy un ciudadano costarricense más culto porque logré aprender de la cultura caribeña, valorarla, y entendí lo que es el racismo y la invisibilización sistemática histórica de que ha sido objeto esta población del Caribe”.

Poética de Gavitt

Las letras de las canciones del padre del calypso son poesía. Esto afirma Vera Gerner,  investigadora en artes de la Universidad Nacional (UNA) y la Universidad de Costa Rica (UCR), que trabaja en el programa Investigación, Arte y Transmedia del CIDEA.

Gerner es musicóloga y para ella los versos de Ferguson resuenan líricamente en sus canciones.

Ferguson vivía en un lugar pequeño —Cahuita—, y no llegó a tocar su música ni siquiera en Puerto Limón, es decir, no interactuó como músico en un contexto urbano, por lo tanto, sus textos hablan sobre ese vecindario inmediato.

“Habla desde una visión de yo conozco a mi vecino”, explicó Gerner. “Por ejemplo, la canción “Cavin in the wata” es una descripción de cómo vivir en un Parque Nacional y no poder construir su casa en la playa. Entonces, la solución es construir la casa en el mar, convirtiéndose en una rebelión muy divertida”.

De este modo, las letras de las canciones hacen referencia a ese entorno reducido donde todos se conocen y que, sin embargo, se relaciona con el mundo entero. “Esa es la universalidad que tiene”, añadió Gerner.

Para la investigadora del CIDEA las letras de Ferguson son literatura oral. “Lo lindo de calypso es que es tan noble que se pueda hacer cualquier cosa con él; sobre cientos de aspectos interesantes uno es el literario”, agregó.

Gerner afirma que lo literario está relacionado con hablar de la canción como poesía, como cancionística: “No solo es una poesía cantada, sino es una unión total de poesía y música limonense”.

El investigador y crítico de música popular Alberto Zúñiga considera que nuestro país se divide en dos mundos cuando se trata del conocimiento que la población tiene sobre el fenómeno calypsonian y Walter Ferguson.

“Está la comunidad más cercana en donde Walter vive y el impacto es más fuerte, tanto así que hay un festival dedicado a él; por otro lado, está la comunidad nacional en donde nos involucramos nosotros los vallecentralinos, y no ha logrado permear a sectores sensibles como el educativo, porque, de lo contrario, lo escucharían en las escuelas”.

Zúñiga apuntó que la verdadera dimensión del calypso es que más allá de ser un género musical, es un fenómeno cultural que refleja un estilo y una concepción de vida, un pensamiento o filosofía incluso, que va desde lo más sencillo como comer, hasta pensar. “Es una puerta de entrada hacia otra faceta de nuestras identidades y culturas costarricenses”.

Don Walter es el padre del calypso, reafirmó Zúñiga, pues a partir de él se configura una generación de calypsonians muy importantes para la cultura afrolimonense. Sin embargo, a diferencia de sus otros compañeros, Ferguson se concentró en la creación de un repertorio prolífico.

Enfrente están las nuevas generaciones que tienen acceso a otra música, que las dispersa de la posibilidad de escuchar el calypso histórico.

Entre los jóvenes que intentaron acercarse al estilo calypsonian está Robert Rabbath. “Es un joven con vena artística que creció como pescador en Tortuguero. Es un poeta y es como un Walter carajillo. Decidió venir a probar suerte en San José, ganó una aplicación para grabar un disco con Carlos “Pipo” Chaves y quiso trabajar en la escena. Pero no le dieron pelota”, se lamentó Zúñiga.

Aunque a Rabbath le dio miedo regresar a su pueblo porque no quería terminar recogiendo droga en el mar para el narcotráfico, volvió.

¿Cómo medir el impacto hoy día de Walter Ferguson? “No creo que se pueda hacer fácilmente. Precisamente esas nuevas generaciones son las llamadas a preservar su legado, no solo el Estado, sino la comunidad y la misma gente involucrada en el movimiento musical. Hacer del calypso lo que se construyó con el folclor guanacasteco”, concluyó Zúñiga.

Papaya Music produjo varios álbumes de Walter Ferguson, entre ellos, Babylon (2002) y Dr. Dombodee (2004).

Andamiaje musical

La canción de Ferguson es andamiaje musical, además de poesía; es decir, canción. Al respecto de la estructura formal, el pianista, compositor e investigador Luis Monge realizó una investigación titulada Raíces africanas presentes en la obra musical de Walter Ferguson, Luis Enrique Mejía Godoy y Rubén Blades.

Monge pone al descubierto una serie de aspectos estructurales musicales que revelan las herencias africanas de muy diferente índole en América Central, expresadas en la música de Ferguson (así como en Luis Enrique Mejía Godoy y Rubén Blades).

Don Walter fue un músico empírico y logró lo que muy pocos compositores: una gramática, un lenguaje muy particular, personal, un sello que se convierte en una contribución medular a la especificidad del calypso limonense.

“A partir de esas letras de contenido literario y de los elementos melódicos y rítmicos, con un estilo incluso de cantar, logra terminar de facultar a los investigadores para decir que existe un Calypso limonense”, confirmó Monge.

Otro elemento confirmado por Monge es la genialidad y sensibilidad con la que Ferguson  retrata, mediante giros poéticos, las realidades cotidianas de la vida en Cahuita y del afrolimonense.

Es de destacar también que haya logrado que su música trascienda con una guitarra y la  voz, con canciones en principio registradas en su famosa grabadora.

“Eso quiere decir que aquí hay una gema importantísima en el sentido de manifestación cultural, muy primigenia, lograda por sus canciones grabadas en cassettes, después llevadas a acetatos, y después con Papaya Music a discos compactos, y registros y archivos digitales posteriormente”.

De acuerdo con Monge, estas particularidades obligan a seguir analizando el fenómeno de Walter Ferguson.

Al diálogo sobre la composición musical se suma Alonso Torres, docente e investigador de la Escuela de Artes Musicales de la UCR y exintegrante de Cantoamérica, quien reconoce ser admirador de don Walter.

Por ello, realizó una tesis en que analizó técnicamente la música del calypsonian, producto de la cual descubrió la “gran artesanía” que poseía en la creación de canciones.

“De los versos de la canción “Cavin in the Wata” fue muy interesante descubrir el dominio que tenía para moldear la melodía a las diferentes inflexiones del idioma”, señaló Torres.

“Parte del trabajo mío fue situar el Calypso como una canción caribeña, por tanto, lo primero que hay que entender, viendo los antecedentes del uso del término, es que el nombre es una etiqueta comercial que los turistas norteamericanos acuñaron y se usa por primera vez en Trinidad y Tobago”, agregó el investigador.

Ferguson se vio influenciado por el calypso trinitario y siguió un proceso hacia una expresión particular que es el calypso afrolimonense, más cadencioso y suave.

“Don Walter no hizo calypsos para la calle, las fiestas, la vida pública, sino que los creó de una forma más reposada, con más cuidado en la letra y un refinamiento peculiar. Era un trabajo muy reflexivo”, indicó Torres.

Que no calle el cantor

Edín Solís, miembro fundador y director musical del grupo Éditus, exintegrante del grupo Cantoamérica y presidente de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM), expresa que:

“En 1985 cuando me incorporé a Cantoamérica, la agrupación ya interpretaba calypsos de don Walter. Aunque mi origen es la música popular, no estaba al tanto de la obra de él, y Manuel Monestel asumió el rol de guiarnos, de educarnos, respecto a nuestra identidad afrodescendiente. Con la agrupación terminé de entender y apreciar la riqueza de la obra de Ferguson. A partir de ese momento se diseminó la semilla y fue incorporada a algunas composiciones musicales de mi autoría, ya que la obra de Ferguson es fresca, y tiene la sencillez suficiente, musicalmente hablando, para llevarla a cualquier lado sin resultar forzado.

Don Walter me recuerda que tenemos una voz propia que a veces no sabemos reconocer, que hay una riqueza que no hemos sabido explotar y que hablando de nuestra realidad podemos establecer un discurso universal que puede tener una riqueza artística y musical enorme. Por eso siento una enorme gratitud hacia su trabajo y también gratitud para quienes hicieron resonar esa música que pudo quedarse en el olvido”.

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