Cultura Conservación urbana y arquitectura

El milagro de salvar la casa más emblemática de Cartago

Tras 18 años de esfuerzos y vencer contratiempos, a finales de este año la Casa Jiménez Sancho recuperará su belleza y esplendor.

La carrera por salvar la Casa Jiménez Sancho, la más emblemática de Cartago, no era un sprint de cien metros, sino una larga maratón que implicaba paciencia, aguante, amor por la arquitectura y la conservación, y una visión que encuentra en la historia un referente indispensable para entender el presente y moldear el futuro.

La casa, ubicada al costado norte del templo de los padres Capuchino y a tan solo 100 metros de las ruinas de Santiago Apóstol, iba camino a perderse entre las nieblas del tiempo, como sucedió con tantas edificaciones en la vieja Cartago.

En este sector posterior de la vivienda, se utilizaron diversos tipos de lata, por lo que en la restauración se uniformará para unificar el estilo.

 

La proliferación de nuevos edificios, el crecimiento urbano y la necesidad de abrir parqueos, aunada a la falta de una dimensión del valor histórico y patrimonial de un inmueble, contribuyeron para que en Cartago se diera un fenómeno similar al ocurrido en San José después de 1950, cuando joyas arquitectónicas fueron derribadas para darle paso libre a eso que llaman “modernidad”.

En ese contexto y con el sino de haber sido traída, según las últimas confirmaciones, desde Italia, tras el terremoto de Santa Mónica -evento sísmico ocurrido el miércoles 4 de mayo de 1910 que destruyó el 90 por ciento de la ciudad-, la Casa Jiménez Sancho ha atravesado por períodos críticos, en los que estuvo muy cerca de acabar en el olvido como tantas otras.

Hoy todo indica que ese peligro ya ha pasado y hace tan solo dos semanas comenzó la cuarta y última etapa de restauración, que se llevará hasta diciembre próximo. Esta pondrá punto final a 18 años de esfuerzos y empeños para hacer que la casa más emblemática de la provincia recobre todo su esplendor.

La actual restauración tendrá un valor de ¢200 millones. Estos más los invertidos en las tres etapas anteriores sumarán un total de ¢400 millones.

La familia Jiménez Echeverría, heredera de la casa, decidió en 1992 traspasar la edificación por el simbólico precio de ¢6 millones a la Universidad Estatal a Distancia (UNED), que durante un tiempo la utilizó como sede regional y posteriormente la alquiló a un colegio privado.

El trabajo de armar la edificación en 1911, cuando aún los ecos de la catástrofe del terremoto recorrían todo el Valle de El Guarco, le correspondió al prestigioso arquitecto francés Luis Jack, quien diseñó el edificio de Correos de Costa Rica, edificio que hoy también es Patrimonio Histórico y Arquitectónico.

Placa en el perímetro de la casa que asegura que ahí nació y vivió el expresidente Jesús Jiménez Zamora. Si bien este dato es un error histórico, se utilizó como base para que la casa fuera declarada Monumento Nacional.

ETAPAS DE RESTAURACIÓN

La primera intervención, recuerda Alejandro Astorga, miembro de la Comisión de la UNED que ha velado por el rescate de la casa, fue en el año 2000. En esa ocasión, se restauraron los techos que presentaban el estado más crítico de la vivienda. Esta inversión fue de ¢20 millones y estuvo a cargo del grupo Granito, con sede en Cartago.

Con los techos en muy mal estado, el resto de la casa, que fue traída de Italia lista para ensamblarla en Costa Rica, presentaba afectación de los pisos y de los soportes de madera, destruidos por el comején y la polilla.

Aunque a simple vista da la impresión de que el cien por ciento de la casa es de madera, la realidad es que solo un 20 por ciento, el andamiaje sobre el que se apoya el latón, estaba conformado por madera. Mucho de este material era pino italiano, que tras un siglo estaba carcomido por el comején. Horcones y otras estructuras de soporte, no obstante, presentaban un estado que permitió salvar una buena parte.

La segunda etapa de restauración se hizo en 2012 y, gracias al concurso Salvemos nuestro Patrimonio, se invirtieron ¢100 millones. Rescate de las bases y cimientos, cambio de la instalación eléctrica, revisión y rescate de pisos y redirección de aguas pluviales fue lo que se hizo en esta etapa.

En el 2016, entre tanto, la UNED, con presupuesto propio, invirtió ¢82 millones para restaurar la fachada oeste y norte de la edificación.

Con las tres intervenciones, se recuperó un 40 por ciento de la casa que mide 1366 metros cuadrados y que, para su época, representó un hito constructivo.

Hace dos años, a Manuel Céspedes Guerrero le asignaron en la constructora Luna y Rojas un trabajo en Cartago y el maestro de obras creyó que sería uno más en su ya larga vida en el sector.

No obstante, cuando se fue acercando a la Casa Jiménez Sancho, se dio cuenta de que ese trabajo requería el empeño de un orfebre, porque cada ajuste necesitaba dedicación, precisión, entrega y, ante todo, tener la sensibilidad para darse cuenta de que esa casa representaba una época del esplendor de la aristocracia cartaginesa, vinculada directamente al poder político y religioso.

Nótese cómo quedan ya los sectores restaurados y cómo estaban antes del trabajo realizado.

En efecto, los dueños originales de la casa, Micaela Sancho y su esposo el doctor José María Jiménez Oreamuno, quien había encargado esta edificación en Europa, estaban ligados al clero y a la política.

Céspedes reconoció que han hecho hasta lo imposible por conservar las piezas de latón originales, pero cuando alguna estaba en muy mal estado, debían mandarlas a reconstruir.

Ese fue el caso, por ejemplo, del sector externo del lado oeste, cuya parte trasera presentaba añadidos y latas de diferente procedencia, lo que evidenciaba que a esa altura ya los materiales se les habían agotado a los constructores.

Hoy esos parches fueron eliminados para dar paso a paredes uniformadas, las cuales casi no permiten distinguir entre el original y el nuevo, porque lo que sí se ha respetado es la línea original de la casa.

Por la cercanía con los padres Capuchinos y la presencia de religiosos en dicha casa se le conoció en su momento como “El Vaticano”. Igualmente, el doctor Jiménez Oreamuno guardaba parentesco con Jesús Jiménez Zamora, quien fuera presidente y luego benemérito de la patria, situación que daría pie a un error histórico de gran envergadura.

Micaela Sancho, mujer sencilla y devota católica, solo disfrutó de su esplendorosa mansión durante cuatro años, dado que murió en 1915, a sus 34 años. No obstante, dejó una familia de diez hijos, nueve de ellas mujeres.

En la cuarta y última etapa de restauración, se cambiarán las partes de madera afectadas por la polilla y se recuperará el principal material que conforma la edificación: el latón troquelado. Este fue una técnica constructiva muy atractiva para la época, porque era muy liviano y flexible, lo que era una garantía en una Cartago cuyo terremoto habría de marcar de una vez y para siempre la historia de sus pobladores.

Cuartos amplios, un pasillo donde los niños podían moverse en sus triciclos a sus anchas, y un latón que respondía, en la parte interna, a motivos diversos, hicieron de la Casa Jiménez Sancho una vivienda sin par en la Vieja Metrópoli.

El latón interior responde, entre otros, a un estilo art nouveau, característico entre 1890 y 1910, en el que se imponen las curvas y el gusto por la naturaleza como las flores y las plantas.

Con su estilo victoriano, también característico de la época, la casa transmitía, incluso hoy, un señorío propio de las clases adineradas de la provincia.

HORROR HISTÓRICO

La Casa Jiménez Sancho fue registrada como de interés histórico y patrimonial en 1985. Asimismo, en 1997, el decreto 7681 de la Asamblea Legislativa la declaró Monumento Nacional, con base en una premisa falsa, que se ha extendido como la pólvora tanto en Cartago como en el resto del país.

El decreto sostenía que esa casa había sido la antigua residencia del doctor Jesús Jiménez Zamora, dos veces presidente del país, entre 1863 y 1866, y entre 1866 y 1868, y benemérito de la patria.

El decreto recogía una creencia popular y quienes lo redactaron en el Congreso de la República no se tomaron la molestia de asomarse a la realidad y verificar datos elementales. Por ejemplo, la casa quedó en pie en 1911, un año después del devastador terremoto, tiempo en el cual ya Jiménez Zamora tenía 14 años de muerto.

Tampoco es cierto que en la casa que destruyó el sismo hubiese vivido el expresidente.

De acuerdo con Astorga, diversas pueden ser las fuentes que indujeron al error histórico que hasta hoy prevalece de manera formal, pues el citado decreto todavía mantiene su vigencia.

Para modificarlo se requiere de un pronunciamiento de la Asamblea Legislativa. Esta situación ha sido motivo de disgusto y enojo de los nietos de Micaela Sancho, entre ellos Micaelita Jiménez Elbrecht y José Miguel Jiménez Elbrecht. Ellos, en un principio, estuvieron anuentes a contar a este periódico sus vivencias en la casa, pero luego declinaron al aducir que era una barbaridad que se le diera el crédito a Jiménez Zamora, quien no tenía absolutamente nada que ver en la historia.

Esas fuentes pudieron ser los propios periódicos, porque algún comunicador, en un afán porque la casa no se cayera, situó ahí la residencia del expresidente Jiménez Zamora.

La otra vertiente apunta a que la casa en la que había vivido Jiménez Zamora se cayó durante el terremoto y, como no tenían dónde poner la placa que acreditaba dicho inmueble, la ubicaron de forma temporal en la entonces nueva y esplendorosa vivienda de Micaela.

Lo cierto es que todavía hoy, quien visite la Casa Jiménez Sancho se topará con la placa que asegura que ahí vivió el reconocido don Jesús Jiménez Zamora. Incluso, la placa también comete otro error pues sitúa el tiempo de vida del exmandatario durante un siglo, entre 1823 y 1923.

La confusión también pudo haber surgido porque en su momento la propiedad donde hoy está la vivienda perteneció a Ramón Jiménez Robredo y a Joaquina Zamora Coronado, quienes eran abuelos del doctor José María Jiménez Oreamuno, y padres de Jesús Jiménez Zamora.

Toda esa atmósfera, que arrancó con la sombra del terremoto de Santa Mónica -que no solo causó más de 700 muertos, sino que dejó la moral de los cartagineses por el suelo-, ha rodeado la edificación de los Jiménez Sancho y ha hecho que la casa sea la más representativa en Cartago. En este sentido, es el eco de una época, una aristocracia y una forma particular de entender el mundo.

A ocho meses de que recupere su esplendor, todavía no se tiene previsto para qué se utilizará la edificación, pero está claro que por ningún motivo puede quedar sin uso, sostiene Astorga.

Existen diversas posibilidades para que tenga un uso en el que se combinen actividades culturales con alguna comercial, de modo que la vivienda genere recursos para su propio mantenimiento. La idea original de instaurar ahí un museo ya fue descartada.

Testigo de un Cartago en el que aún se recogían vestigios de su poder político y económico, la Casa Jiménez Sancho no solo requiere de un nuevo decreto que le rinda honores con un verdadero y responsable rigor histórico. Además, una vez restaurada en su totalidad, reclama que su legado brille y deslumbre a las generaciones actuales, solo por el hecho de que, después de la tragedia y el dolor,  es válido soñar y soñar en grande, como en su momento lo hizo Micaela Sancho y los miles de pobladores anónimos que se decidieron a reconstruir la devastada ciudad tras aquel día trágico de Santa Mónica.

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