El presidente de Brasil, Michel Temer, reaccionó tarde al abandono que el Estado carioca le impuso al Museo Nacional de Río de Janeiro, construido hace 200 años por decisión del rey Juan VI de Portugal e inaugurado el 6 de junio de 1818.
En mayo pasado, los brasileños habían conmemorado con orgullo los dos siglos de la histórica edificación, que en su calidad de museo albergaba 20 millones de piezas y documentos que lo convertieron en el mayor de su tipo en América Latina.
Dos meses después, nadie se imaginaría que la majestuosa obra sería trágicamente reducida, casi en su totalidad, a cenizas, debido no solo a un posible cortocircuito, sino, sobre todo, al descuido y la falta de inversión estatal para su protección contra incendios, entre otros rubros vitales para su preservación.
Tras el siniestro, en redes sociales Temer dijo: “Perdimos 200 años de trabajo, investigación y conocimiento. El valor para nuestra historia no se puede calcular (…) Es un día triste para todos los brasileños”.
Demasiado tarde para lamentarse de sus propias políticas en materia cultural, ya que en los últimos años el museo recibió un 60% menos de los recursos que le correspondían para su mantenimiento básico.
Era tal el abandono que en el 2018 las autoridades del museo recurrieron a una campaña de recaudación de fondos para no cerrarle las puertas al público y que pudiera seguir asombrándose con las colecciones que albergaba, como los meteoritos y el cráneo de Luzia, restos humanos que durante un tiempo fueron los más antiguos jamás encontrados en América.
Para conversar sobre la importancia de los museos como espacios de preservación del patrimonio cultural y las respectivas políticas de protección que el Estado debe garantizar, UNIVERSIDAD contactó a Mónica Barcelos, coordinadora técnica en Brasilia del programa intergubernamental Ibermuseos, conformado por 12 países de la región iberoamericana.
“Es una gran pérdida, es una gran pérdida no solo para el patrimonio cultural nacional de Brasil”, señaló Barcelos, al sopesar que el 90% del acervo museográfico se quemó. Mientras tanto, Temer prometió diez millones de reales ($2,4 millones) para iniciar las obras de reconstrucción.
El Museo Nacional de Río de Janeiro carecía de un seguro contra incendios sobre su patrimonio y tampoco contaba con una brigada de bomberos. La inversión fue descartada porque no podía ser cubierta por la institución. ¿Por qué es tan importante contar con estos recursos?
–Es fundamental. Lo que pasa es que depende de la inversión pública: si no está en la agenda de prioridades de los ministerios de cultura o de las instituciones responsables de las políticas para museos. Siendo una institución estatal, pública, es muy complicado que tengan todas las condiciones para atender las necesidades. Imagínate un museo con una colección 20 millones de bienes y una variedad de temas tan amplios, poder atender con sus parcos recursos económicos, porque realmente la inversión que se estaba haciendo era mínima, atender todas sus necesidades desde la conservación de las colecciones, hasta su gestión, la parte de seguridad y revisiones. Yo no puedo entrar directamente en si cumplían o no cumplían con los requisitos, porque no estoy vinculada a este museo; sin embargo, también viendo las informaciones que están circulando en la prensa, seguramente tenían una necesidad que estaba desatendida y yo comprendo que es por falta de recursos suficientes para atender a todas las áreas de la institución. No estoy directamente involucrada, a pesar de haber estado en mayo cuando se celebraron los 200 años del Museo. Es la institución cultural más antigua del país. Los gastos eran altísimos y los recursos mínimos.
En relación con las políticas culturales, ¿qué significa esa desatención?
–Realmente salta una alarma bastante importante de cuál es el papel del Estado en la preservación del Patrimonio, y este museo ha sufrido la ausencia de una política que fuera activa, no de una política en el ámbito conceptual, porque aquí sí hay una política de protección al Patrimonio, hay una política nacional de protección a los museos; está diseñado y creado, institucionalizado. El problema es salir de lo que está en el papel y de las intenciones y partir a la acción; hay una distancia importante. Esta distancia hay que acortarla con urgencia porque el Museo Nacional ha sido una institución que se ha visto afectada de una manera muy grave, pero hay otras instituciones en el país, y no solamente museos, que preservan patrimonio cultural que están en situación de emergencia también y que no están siendo atendidas dentro de las acciones relacionadas con las políticas públicas. Por otro lado, quizás ofrecer a los museos no apenas recursos suficientes, pero tener un apoyo institucional que les obligue a cumplir con las normas, fiscalizar si están cumpliendo con esas normas y de qué manera esos museos pueden seguir trabajando de forma que estén protegiendo realmente su patrimonio.
¿Existe ese acompañamiento legal a las políticas culturales para efectivamente proteger y sancionar?
–Están las políticas y están las leyes, pero la fiscalización no está, el recurso no está, no llega y no fomenta que la ley sea aplicada. El museo muchas veces no tiene las condiciones de estar en funciones, pero está por su función social de estar abierto al público, que la gente pueda acceder al patrimonio. Sin embargo, hay por detrás una serie de problemas que ponen en duda si es mejor estar cerrado y que la condición esté resguardada de este tipo de desastres o que la institución esté abierta al público pero también vulnerable. Es una dicotomía complicada de equilibrar.
El costo de inversión es muy grande.
–Pero no puede haber política pública sin inversión económica, no se pueden implementar las leyes sin inversión, y es responsabilidad del Estado no de la empresa privada.
Hablemos de ese patrimonio: son 20 millones de bienes y documentos, y el 90% se quemó.
–Es una gran pérdida; es una gran pérdida no solo para el patrimonio cultural nacional de Brasil, sino que había colecciones de diferentes partes del mundo y con un significado muy importante para los lugares de dónde provenían y por el momento en que fueron incorporadas al Museo. Algunas piezas sí pudieron ser recuperadas, como la parte de meteoritos que se ha dañado pero no se ha destrozado totalmente; sin embargo, hasta el momento no tienen todavía un diagnóstico de lo que sí se pudo recuperar y de lo que se ha perdido. Hay una comisión que está constituida por diferentes instituciones como el Ministerio de Cultura y el de Educación –porque es un museo dependiente de la Universidad Federal–, el Instituto Brasileño de Museos, el Consejo Internacional de Museos, el Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional, con el fin de iniciar los diagnósticos para entender la gravedad. Obviamente ha sido gravísimo.
No tenemos conciencia de la importancia del patrimonio, ¿por qué es importante conservar y preservar?
–Es fundamental para la memoria; es algo que dicen todos los historiadores y las personas que trabajan con el patrimonio: sin pasado no hay presente y no hay futuro, y es verdad. ¿De dónde viene una serie de elementos que puedes investigar para entender qué sociedad somos, en qué punto estamos, hacia dónde podemos ir? Son dos cosas que tienen que ir juntas: por un lado está el papel directo de incentivar la preservación, la conservación de todos esos bienes, y, por otro lado, la apropiación social de la cultura, de modo que la ciudadanía entienda y que tenga el deseo y se vea estimulada a visitar un museo, un sitio histórico. Que haya un incentivo para que la población vea que lo que está resguardado o lo que es patrimonio cultural no es sinónimo de cosas viejas, del pasado, que a nadie le interesa. Es todo lo contrario, es parte de lo que somos y por eso tiene que estar vivo y accesible. Este trágico hecho debe traer un poco más de reflexión sobre que más allá de invertir en la preservación, es fundamental cambiar la mirada para que sea parte de la estrategia y la agenda política nacional; que sea puesto en valor para que la ciudadanía tenga orgullo y lo defienda.
En tiempos de crisis de los países en desarrollo –Brasil es una potencia mundial también en crisis–, ¿cómo hacer para invertir?
–Hay que ver las prioridades, porque por el hecho de estar en crisis no significa no tener recursos económicos. Brasil es un país que genera muchos recursos, que tiene capacidad de invertir en el patrimonio cultural, pero eso históricamente no ha sido prioritario. En las políticas brasileñas, la cultura siempre ha sido el área que sufre el primer recorte, porque parece secundario, porque según la gente lo prioritario es salud, es mantener las escuelas abiertas. Hay que poner en la báscula qué es lo necesario para un país, porque si piensan solo en la generación de recursos desde la economía y el comercio, el patrimonio queda olvidado. El patrimonio es todo lo que somos y no puede ser olvidado. Hay que buscar una mirada equilibrada aunque sea en tiempo de crisis, y si hay crisis buscar la creatividad y encontrar otras fórmulas para mantenerlo vivo.
Según leí en la prensa internacional, el Gobierno modificó la Constitución Política para congelar el gasto público en los próximos 20 años, ¿esto es así?
–En parte es así, en el sentido de congelar nuevas contrataciones de personal; algunos ministerios están congelados y otros no, otros siguen teniendo inversión; entonces hay un desequilibrio. Tendremos elecciones a finales de año y veremos qué va a pasar. El gobierno actual ha impuesto estas condiciones; sin embargo sí hay inversión en sectores específicos. Por ejemplo acaba de aprobar el aumento de los sueldos de los jueces; congelan los gastos de cultura, educación, salud, pero los jueces del Supremo Tribunal Federal tendrán un aumento, que es el sueldo más alto que puedes imaginar de un funcionario público.
Qué tipo de acciones se pueden llevar a cabo para transversar la necesidad de proteger el patrimonio; por ejemplo, ¿Ibermuseos qué propone?
–Ibermuseos pretende fomentar la creación de políticas y apoyar su puesta en práctica; trabajamos con los países iberoamericanos en la búsqueda de la institucionalidad de los museos, del reconocimiento del sector y de su desarrollo a través de políticas públicas y acciones concretas que van directamente a las instituciones: actividades de formación, un fondo para el patrimonio en riesgo, que de hecho hemos puesto a disposición del Museo Nacional. Son recursos limitados: $30,000 que se destinarán a un pequeña parte del proceso de recuperación del Museo, todavía no sabemos dónde. Hay una red internacional a cargo de Ibermuseos que se ha movilizado a partir del desastre con apoyo técnico de profesionales. En América Latina, España y Portugal todos los museos tienen una necesidad, y carecen de la atención del Estado; ante esto, Ibermuseos intenta levantar la bandera ante los Estados y Ministros de Cultura y ante las instancias internacionales que están vinculadas al sistema de cooperación iberoamericana.
¿Ya se sabe cuáles fueron las causas del incendio?
–Todavía no, no saben cuál fue el motivo; no se sabe si fue un cortocircuito.