Publicar mujeres poetas: una deuda histórica que Ediciones Perro Azul saldó en 2024. Así lo expresó en entrevista con este Semanario Gabriela Rojas, socia y filóloga de la editorial que nace en el 2000 por iniciativa del artista gráfico y editor Carlos Aguilar.
Rojas comentó al respecto que “Carlos cuenta que, desde los inicios, el acercamiento de la editorial a la poesía fue un asunto muy orgánico, y el año pasado tuvimos la oportunidad de continuar en esa línea. Creo que había una deuda”.
Perro Azul no solo es un parteaguas en dicha materia frente a editoriales del país y Centroamérica, sino que su catálogo, seleccionado con sumo cuidado, buen tino y cariño, suma a la fecha más de 100 libros que nutren las colecciones de poesía, crónica no ficción, ensayo, novela, cuento y misceláneas.
A lo largo del año recién finalizado, Ediciones Perro Azul publicó en el apartado de poesía siete libros y uno más en cuento. Los poemarios son La culpa de Gustavo Solórzano-Alfaro (Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en Poesía 2024) y Vienen de Panamá, breve muestra de poesía panameña contemporánea, antología de autores del vecino país propuesta por Consuelo Tomás Fitzgerald.
Exclusivamente de mujeres, Perro Azul editó Astilla de agua de Nidia González, Cámara de Gesell de Carolina Quintero Valverde, Bisagras de María Prétiz, El año de Chernóbil de Angélica Murillo, Yesca para el fuego de Paola Valverde Alier y Ahora de Olga Goldenberg. Finalmente, se suma a estas publicaciones el libro de cuentos Prácticas de tiro de Rodrigo Soto.
Como es habitual, la editorial embellece cada portada con diseños gráficos sobrios y sugestivos, algunos con ilustraciones en colores terracota, rojizo y amarillo, y otros con fotografías en tonalidades negras, blancas y grises.
Las contraportadas, en contraste, se airean con un celeste cielo, excepto el libro de Soto, cuya contraportada es un amarillo soleado, por formar parte de la colección de cuentos.
En poesía, la antología panameña es una excepción, pues la tapa luce un diseño cromático y geométrico de la artista visual costarricense Carolina Guillermet.
Las ediciones se caracterizan por un papel sedoso, con letra mediana y un interlineado espacioso; es decir, los textos tienen luz y aire en la página y son placenteros de leer.
Los poemarios poseen una escritura robusta y consistente, de mujeres con trayectoria en la publicación de textos poéticos; a la vez, es panorámica la diversidad de abordajes, temáticas y estilos de las autoras, que consolidan y actualizan la colección.
Con escucha, sensibilidad y criterio editorial, Perro Azul seleccionó a las autoras y los autores, lo cual llevó a una curaduría equilibrada que, en el caso de cuatro mujeres, cristalizó en un proyecto presentado —y escogido— a los fondos concursables del Colegio de Costa Rica del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ).
Según explicó Rojas, seleccionaron escritoras “a las que veníamos dándole seguimiento y que queríamos estuvieran en el catálogo de la editorial”. Ellas son Olga Goldenberg, Carolina Quintero, María Pretiz y Angélica Murillo.
Perro Azul solicitó sus textos que en algunos casos habían comenzado. “Es gente en la cual confiamos mucho y lo que hicimos fue abrir el espacio para sus voces que tienen una propuesta con un sello particular que rompen con esquemas”.
Cada una de las escritoras y escritores tienen su singularidad expresada en rasgos únicos: María Pretiz tiene un tono cotidiano y a la vez surrealista; por su parte, Olga Goldenberg un registro de denuncia, pero también de conciliación; Angélica Murillo juega con referencias históricas y cierta ironía; en Carolina Quintero, la observación minuciosa del entorno entra en relación con sus afectos; con Nidia González, prevalecen los vínculos ancestrales con las mujeres y la naturaleza; y Paola Valverde Alier enciende su fuego que ilumina las palabras como tizones.
Y aunque referirse a géneros en la actualidad, cada uno en su categoría —en cajitas— es, quizá obsoleto, Rojas afirmó que “Perro Azul está casado con la poesía”, como ocurrió en su génesis y lo confirma 24 años después.
En estas décadas, Rojas reconoce que Perro Azul es una comunidad consolidada de lectores y personas colaboradoras que crece; “es una familia gracias a la visión de Carlos Aguilar. Alrededor hay gente muy fiel que nos apoya y sin la cual la editorial no existiría”.
Los libros de Perro Azul se pueden comprar en Librería Duluoz, Andante, Patio Abierto, Universitaria e Internacional.
Asimismo, se pueden solicitar en el sitio web de Ediciones Perro Azul: perroazulcr.com
La culpa indaga en el origen mítico y carnal de esa vida, la figura de la madre, y en su posterior ausencia, la orfandad y la memoria. G.A. Chaves.
Portada La culpa.
En Astilla de agua, la poeta regresa a esta mirada doble en un viaje ancestral hacia la génesis de lo femenino, concepto que aparece como una categoría atravesada por el universo en toda dirección. Mauricio Molina
Astilla de Agua.
Soto insiste con Prácticas de tiro en ofrecer un mundo de relaciones humanas llenas de inercia, instinto y duplicidad en el que, tarde o temprano, el lector descubre su retrato. Alfredo Trejos.
Prácticas de tiro.
Lo miré como suelen mirarse los amigos casi olvidados y lejanos; despacio, con un dejo de extrañeza o de ternura. Páginas y páginas habitadas por “los mismos muertos”. Ángelica Murillo.
Cámara de Gesell.
Sin solemnidad y con humor, María nos propone con sus palabras no jugar para el enemigo, no aceptar sus condiciones, fundamentalmente si ese enemigo es uno mismo. Camila Schumacher.
Bisagras.
Este texto detona la memoria, la inocencia, el paraíso perdido, el juego, la familia, la escuela y esta serie de acontecimientos globales que nos marcan como un programa de TV, un libro o una palabra a esa breve edad donde las cosas dejan huella, donde todo es radioactivo y, por tanto, peligroso. Selene Fallas.
El año de Chernóbil.
Con una sensibilidad que toca lo sublime, Paola Valverde nos ofrece una ceremonia. Yesca para el fuego es más que un libro de poesía, es un acto de resistencia y es un homenaje a los lazos que nos unen más allá de la vida y la muerte. David Cruz.
Yesca.
Estos también vienen de Panamá, pero lo que traen es poesía. La buena poesía de un país siempre desconocido. Ese último vagón del tren que se reconocía en los mapas hablados con una y: Centroamérica y Panamá. Consuelo Tomás Fitzgerald.
Vienen de Panamá.