Cultura II Simposio Mujeres en la Música

Las letras machistas de Maluma y Sabina

“Sabina tiene letras que son tanto o más machistas y peligrosas que el reggaetón"

Atreverse a desnudar que las letras de Joaquín Sabina son tanto o más machistas que las de Maluma le costó casi la vida virtual a Laura Viñuela Suárez, musicóloga española que participó en el II Simposio Internacional “Mujeres en la Música: Transformando historias”, organizado por la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica.

El encuentro se llevó a cabo del 19 al 23 de febrero y convocó a mujeres iberoamericanas especialistas en diversos ámbitos de la música con enfoque de género.

Hace un año, para San Valentín, Viñuela sufrió un ataque mediático visceral por parte de seguidores de Sabina; incluso, entre los ofendidos estaba el escritor Arturo Pérez Reverte, quien en Twitter le dijo que era una idiota.

Esta “apedreada” tomó por sorpresa a Viñuela, especialista en música pop y feminismo, quien, en los institutos de Mieres, España, implementa el taller “Desmontando el amor romántico” con su empresa Espora, especializada en consultorías de género.

En estos espacios, estudiantes de educación secundaria obligatoria adquieren herramientas para reconocer conductas peligrosas en las relaciones y prevenir la violencia de género.

Hasta ahora, Viñuela toma distancia de lo ocurrido y puede analizar y reafirmar sin temor lo expresado de manera inocente, según sus propias palabras, en una entrevista para el periódico La Nueva España.

“Una experta denuncia el machismo de las letras de Joaquín Sabina”, tituló el medio español en referencia a la nota publicada sobre los talleres impartidos y sus resultados.

La frase, descolgada del contexto, inició el viacrucis de Viñuela, quien fue víctima de la furia desproporcionada de los acólitos del cantautor español de voz carrasposa y autor de letras como la de la canción Contigo, puesta como ejemplo por la musicóloga.

“Lo que yo quiero corazón cobarde/Es que mueras por mí/Y morirme contigo si te matas/Y matarme contigo si te mueres/Porque el amor cuando no muere mata/Porque amores que matan nunca mueren”.

“Sabina tiene letras que son tanto o más machistas y peligrosas que el reggaetón”, expresó Viñuela frente a las preguntas de Carmen M. Basteiro, periodista del medio español.

UNIVERSIDAD conversó con Viñuela sobre esa violencia explícita aderezada con el lirismo de Sabina, quien, según señala la especialista, tiene un halo de poeta e intelectual de izquierda que no se le presupondría el machismo a priori.

¿Qué pasó?

– Es la primera vez que cuento esa historia de manera ordenada. Releí los comentarios hasta esta semana antes de venir y puedo verlo con tranquilidad. Cuando me hicieron la entrevista, hubo una última pregunta acerca de qué opinaba como feminista del reggaetón y de Maluma y de esas letras que objetivan a la mujer. Dije que las letras del reggaetón son machistas, no todas, pero también las de grandes cantantes españoles como Joaquín Sabina. Eso armó un revuelo mediático demencial. Me levantaba por las mañanas con el WhatsApp echando humo, comentarios de todo tipo en Facebook y mensajes privados, y pensé: “no me extraña que los adolescentes se suiciden, si esto me pasa a mí que tengo cuarenta años y estoy pasándolo fatal”.

Fue una agresión tácita que revertiste en tu pedagogía.

–No hace falta que te toquen. Te obliga a traducir y encontrar ejemplos para aterrizar las ideas que tienes en la cabeza. Este año he estudiado teorías sobre las emociones e identidades, sobre lo que significan, y he encontrado muchos trabajos que ya tienen un enfoque desde el feminismo y que parten de la experiencia personal, porque lo personal es político.

¿Cuál es el resultado de pensar en esa experiencia?

– Al aterrizarlo he hecho un esquema superbásico, una plantilla de pares opuestos de cómo funciona nuestra manera de pensar: el yo y el otro, el bien y el mal, hombre y mujer, masculino y femenino…

Hablás del binarismo…

– Exactamente. Nunca me ha fallado esa plantilla; siempre que he intentado dar explicación a una canción o a un fenómeno hay un binarismo que se está desestabilizando.

Pero, ¿lo planteás como opuestos con sus complejidades?

– Con su escala de grises, pero sí que dentro de esos esquemas nunca he encontrado un punto medio. Nadie encaja al cien por ciento en un estereotipo, afortunadamente, pero siempre estás más cerca de alguno de los dos términos. Al final, la guerra política te lleva por ahí.

¿Cómo se politiza al reggaetón y a Sabina?

– Desde el punto de vista de clase, por ejemplo, son extremos lo que representa uno del otro. Sabina es este intelectual de izquierda, progresista, de clase media alta, que le gusta andar en los bajos fondos. El reggaetón simboliza el barrio más bajo, es casi una separación geográfica. Simboliza lo que en España son las Chonis y los Canis, que es toda una estética y una manera de usar el lenguaje, menos educada, con un vocabulario reducido; se asocia con la gente inculta.

¿Ya no te sentís amenazada de hablar públicamente sobre este tema?

– Ya no me da temor. En parte, lo que pasó es que yo no estaba preparada, me pilló a contrapié y fue un shock.

Es que descoloca a los hombres con ese capital cultural.

– Muchísimo. Y a los hombres que no han pensado que el género es una categoría política, porque se da por sentado como algo natural. El feminismo politiza el género. Y la música (se piensa) es una expresión natural también.

En ese mismo sentido, se asume a la música como universal, pero incluso es un tangible que produce economía, por ejemplo.

– No queremos ver que la música es una economía, una industria, que tiene significados políticos; queremos pensar que es algo limpio y libre de los condicionamientos de la vida cotidiana.

Y que tiene historicidad. En tu charla ponías el ejemplo de Beethoven y Maluma…

– Si la música fuese realmente algo independiente del mundo, Beethoven hubiera podido componer Cuatro Babys y Maluma, la Novena Sinfonía de Beethoven, porque, bajo ese supuesto, la música viene de las musas o de la inspiración. Cuando la separas de tu contexto, esa afirmación, que es tan ridícula, podría ser cierta, porque: ¿por qué Beethoven no hubiera podido hacer un reggaetón? Cuando ves que la música históricamente cambia y que la historia de las personas, el contexto y la geografía influyen en la música que se hace… La música no viene de las esferas platónicas o aristotélicas, sino que la hacemos personas condicionadas por el mundo en el que vivimos y que, a la vez, la música influye en ese mundo.

En relación con la construcción de las identidades y la música, ¿qué has encontrado?

– La parte más importante es la conexión emocional. El punto extra que tiene la música es el conectar con cómo nos sentimos dentro de nuestras identidades. Me interesa mucho el poder de la música en el lenguaje de las emociones. No tenemos educación emocional. Se nos dan unas pautas muy regladas, pero en la parte de cómo explicamos cómo nos sentimos no tenemos vocabulario para manejarlo y la música nos traduce eso. Nos permite expresar cómo nos sentimos: “me enamoré y te dedico una canción porque me da mucha vergüenza decírtelo”. La música no solo expresa cómo nos sentimos, sino también que nos dice cómo nos tenemos que sentir, nos educa en la emoción. Esa parte está muy poco trabajaba desde lo académico y es muy relevante.

¿Se puede no ser complaciente con las letras, y bailar y disfrutar una canción aunque sea machista?

– Se puede hacer y va por etapas. Hay una etapa como cuando yo era adolescente que no se me pasaba por la mente y cantaba canciones absolutamente machistas y violentas: bloqueas el entendimiento de ese contenido. Hay otra etapa cuando empiezas a tomar conciencia y eso te amarga la experiencia musical en muchas ocasiones, y luego llega un punto en que dices: “tampoco quiero renunciar”. Sabes lo que la canción dice, pero no vas a dejar de bailar. Tienes que negociar las batallas, aunque hay cosas que no toleras. Yo puedo más con Cuatro Babys de Maluma que con Sabina, porque este va de bueno y luego te está colando un paternalismo y displicencia al tratar a las mujeres.

Hay menos compositoras que compositores.

– El número es más bajo, pero no tengo estadísticas. Tenía de obras escritas por mujeres que se programan en repertorios de grandes orquestas y es un porcentaje absolutamente ínfimo, casi testimonial, cuando aparecen una y otra vez los grandes clásicos, porque todavía se sigue teniendo la idea o de que no estamos o hacemos obras menores. Es muy importante lo del sujeto transparente: cuando escuchas una obra que ha compuesto un hombre o una canción, el género no se ve y puedes valorar la parte artística “objetivamente”; pero, cuando quien ha hecho esa música es una mujer, el género pasa a primer plano, entonces ya no eres capaz de valorarla objetivamente porque es la obra de una mujer. No es que los hombres no tengan género, es que se asume como el natural e invisible y, en cuanto aparece una mujer, el género se hace visible. Hay una barrera que les dificulta a las mujeres el acceso a lo público, a la composición, a la creación artística; no te dejan componer como compositora sin más.

¿Cuándo llega el feminismo a la música?

– En la musicología, hasta en los años noventa no empezaron estas perspectivas. Ha sido una disciplina que ha estado más cómoda en su patriarcado invisible, precisamente porque es un lenguaje menos accesible para la mayoría de la gente, porque se piensa que tienes que saber música, tocar un instrumento, leer partituras para entenderlo. Es un debate muy reciente y que todavía tiene mucha resistencia. Hay muchas mujeres con una colonización muy interiorizada que se resisten a que se les considere mujeres músicas sin más, no quieren que el género se vea. En cuanto nos sentamos muchas mujeres a pensar y compartir, nos hacemos muy peligrosas. Creamos conciencia.



 

 

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