Cultura

“La Orquesta de Lubín Barahona es una institución nacional”

El libro La Orquesta de Lubín Barahona y los Caballeros del Ritmo, que incluye un DVD con un documental, recoge la historia de la agrupación orquestal más emblemática de Costa Rica, que en 2020 alcanzará sus primeros 80 años de_fundación.

Para Mario Zaldívar, experto en música popular costarricense y latinoamericana, en el 2020 se producirá un hito en la historia de la música nacional, al cumplirse el 80 aniversario de la Orquesta de Lubín Barahona y los Caballeros del Ritmo, fundada en 1940, con lo que se convierte en la tercera más antigua de América Latina, solo por detrás de la Billos Caracas Boys, de 1937, y la Aragón de Cuba de 1939.

Con el fin de celebrar la emblemática fecha, la orquesta aunó esfuerzos con Zaldívar para recoger la historia en un libro que ya salió al mercado y que, a través de fotografías perfectamente documentadas más un DVD, hace un recorrido por la trayectoria de la agrupación que creó el pianista y empresario Lubín Barahona.

“Me llama mucho la atención cómo una organización tan compleja como una orquesta se mantiene durante tantísimos años, si uno ve empresas de otro tipo que desaparecen mucho antes. Eso hace que la orquesta tuviera un gran liderazgo y fue el que ejerció Lubín Barahona padre durante los primeros 40 años. Luego continúa con esta tarea Mario Barahona y sus hermanos, quien no es músico, pero es el que ha llevado el peso de gestionarla tras la muerte del fundador”, explicó Zaldívar.

Jorge Duarte fue una de las grandes voces que le dieron grandeza a la Orquesta de Lubín Barahona

La Orquesta de Lubín Barahona y sus Caballeros del Ritmo, que cuenta con 17 músicos en la actualidad, ameniza presentaciones bailables en distintos sitios del país y es contratada, sobre todo, por organizaciones que quieren darle a sus allegados música que recuerda lo mejor de los años de la segunda mitad del siglo XX.

Orquestas emblemáticas como la de  Antonio María Romeu, que era famosísima, de danzón; la de Xavier Cugat, protagonista en el Hollywood de los años 50 y 60, y la Lecuona Cuban Boys, que estuvo en París y Europa con la música cubana de los años 40 y 50, desaparecieron cuando sus creadores murieron, no obstante, la Orquesta de Lubín Barahona supo gestionar esa situación cuando en 1983 murió Lubín Barahona.

“Costa Rica no puede dejar que pase inadvertido el 80 aniversario de la fundación de la Orquesta de Lubín Barahona. Esta orquesta es ya una institución nacional y merece el reconocimiento de todo el país”.

El autor de Costarricenses en la música, compuesto por 27 entrevistas a grandes figuras de la música nacional, estima que un país dado a lo efímero en general y en particular a todo lo relacionado con la cultura, tiene que darle a la Orquesta de Lubín Barahona el valor que se merece por esa trayectoria sostenida a lo largo de ocho décadas, en las cuales el mundo se ha tornado al revés, se volvió a organizar, y en el que incluso se cayó el muro de Berlín, mientras que la citada agrupación seguía en pie como memoria viva de la música popular nacional.

Cambio generacional

Aunque la  Orquesta de Lubín Barahona se mantiene fiel a su estilo de tocar música bailable, que en su época de oro llenaban las pistas con aquellos bailarines, que hoy incluso ya no existen por el paso inexorable del tiempo, ha tenido la virtud de hacer un cambio generacional con la incorporación de músicos con una gran formación académica procedentes de las universidades.
“La Orquesta de Lubín Barahona ya no es una orquesta de viejitos. Es una orquesta de hombres de experiencia mezclados con muchachos de academia procedentes de la Universidad de Costa Rica (UCR), la Universidad Nacional (UNA) y otros centros, que son especialistas en determinado instrumento y que tocan con la agrupación. O sea, que mientras esté esa generación ahí, la Orquesta de Lubín Barahona va a continuar por mucho tiempo”.

Durante el desarrollo de la entrevista en La Bohemia, cantina fundada en 1936, y que se ubica en el centro de San José como testigo de lo que fue aquella ciudad de la que hoy queda poco, pero de la que aún hay rasgos valiosos, se escucha de fondo y con el volumen adecuado, música de esos gloriosos años 40 y 50.

La Bohemia es hoy un sitio en el que los jueves, por ejemplo, se reúnen amantes del bolero y el tango para cantar y compartir en un ambiente cargado de nostalgia, la materia prima de la que surge la mayor parte de la literatura que en el mundo ha sido.

La vigencia de la orquesta se da al día de hoy gracias a la visión empresarial de Lubín Barahona, quien supo interpretar a sus tiempos y darse cuenta de que debía de darle un sustento empresarial a su agrupación, única manera de subsistir en un ambiente tan devorador de vidas y de conjuntos como es el musical.

De ahí que luego de dar los primeros compases en su historia, el maestro Lubín Barahona decidió trasladar su orquesta del sector de occidente del país -Sarchí, Grecia, San Ramón- para San José, lo que luego le permitiría, incluso, hacer giras internacionales a Colombia, Nueva York y Panamá.

“Lubín era pianista y director de orquesta y muy importante empresario. A él lo siguieron sus cuatro hermanos varones. Róger que era saxofonista. Isaac Segundo era pianista y tuvo su orquesta. Danilo y Enrique que tocaban la trompeta. Estos cinco hermanos fueron quienes forjaron la historia de esa gran orquesta que en 2020 cumplirá sus 80 años”.

“Ellos se vinieron para San José porque aquí estaba el futuro de la orquesta y alquilaron un salón de baile que se ubicaba detrás de la Librería Universal y que se llamaba El Bambú. Hoy es la cantina La Embajada, que es la más grande de Centroamérica y eso se explica porque antiguamente fue un salón. Ahí fue la sede de la Orquesta de Lubín Barahona por muchísimos años”.

Conforme va narrando y tirando de su extraordinaria memoria, Zaldívar va pintando un paisaje de aquellos años dorados de la música de orquestas, en la que las influencias latinoamericanas e incluso de los Estados Unidos llegaban pronto al ambiente nacional, en el que se respiraba ese gusto por los grandes compositores y por ritmos que levantaban a sus seguidores de sus sillas para soltar todo el talento en la pista de baile.

“Ellos se agarran del estilo de moda en los años 40 y que es el estilo de las grandes bandas de los Estados Unidos, que en este país lo estaba marcando Glenn Miller, Tommy Dorsey y Benny Goodman, entre otros, y es un período en el que se viene de sufrir la Primera y la Segunda Guerra Mundial y la gente está de capa caída y quien quiere levantar el ánimo es la música y esa música de las grandes bandas es alegre, de ahí que la gente bailaba el swing americano, tan visto en las películas de la época. Lubín Barahona asumió ese estilo y lo incorporó al país con mucha fuerza. Además de ello, la Orquesta tocaba bolero, merengue, danzón, rumba, guaracha, pero sobre todo y ante todo, el swing americano.

Una vez que el mercado nacional estaba asegurado, la Orquesta de Lubín Barahona dio un paso decisivo y que para Zaldívar constituye un hito en la música nacional. En 1946 hizo una gira a Colombia, país que por entonces ya disponía de grandes agrupaciones.

“La gira a Colombia revela la visión empresarial de su fundador, el maestro Lubín Barahona. Eso fue una cosa extrañísima y además una hazaña. En el libro están las fotografías de la orquesta abordando el avión rumbo a Barranquilla en el aeropuerto de La Sabana. Y en el 56 y 57 fueron a Maracaibo, Venezuela, y luego van a Aruba, a Curazao y en los setentas tocaron en Nueva York y hace siete años estuvieron en Kansas”.

Para tener una noción de lo que significaban esas salidas al exterior, Zaldívar, quien es autor de un libro que causó sensación como fue Cantinas de Costa Rica, recordó que la Orquesta Murillo salió del país hasta los años 60 y después con mayor asiduidad cuando lo hizo con el nombre de Orquesta de Otto Vargas. De igual manera, la Orquesta Barquero, que en su momento fue muy prestigiosa en el país, nunca salió de Costa Rica, y tampoco la orquesta de Néstor Cubero, habitual en el salón La Orquídea, en San José.

“En San José las orquestas tenían su lugar para tocar. La de Lubín Barahona en El Bambú. La Orquesta Murillo en El Sesteo, al costado oeste del Parque Central, la Néstor Cubero en La Orquídea y la orquesta de Julio Barquero en el Hotel Costa Rica”.

Ese San José que ya no es y que evoca el escritor en su relato mientras va cayendo la tarde en una capital ruidosa, pero que tiene sus encantos y su historia para quien quiera descubrir sus raíces, se tiñe de recuerdos que estuvieron forjados por grandes agrupaciones musicales que le dieron identidad al país.

La Orquesta de Lubín Barahona y los Caballeros del Ritimo en 1940, cuando ya empezaba a demostrar su calidad. Al frente su director, el maestro Lubín Barahona, fallecido en 1983.

Grabaciones

En la Costa Rica que se aprestaba para vivir su única guerra civil, la Orquesta de Lubín Barahona hizo grabaciones históricas como la efectuada en 1946 en el Teatro Nacional.

“En 1946 la Lubín Barahona grabó en el Teatro Nacional con un equipo muy rudimentario, dirigido por Róger Barahona, y aunque fue con muchas limitaciones, ahí está el material y las grabaciones bien logradas”.

Este aspecto, de nuevo, evidencia la visión con que se manejaba la agrupación que pretendía estar siempre al día e incluso adelantarse a los tiempos de sus contemporáneos.

“Existía esa ambición por parte de los forjadores de la orquesta. Eso le ha permitido, en el tiempo, ser la número uno del país. Podemos discrepar en cuanto a sonidos, en cuanto a cantantes, en cuanto a repertorio, pero la orquesta emblemática es la Orquesta de Lubín Barahona y sus Caballeros del Ritmo. Es que son 80 años. Insisto, todo un hito”.

Este hombre de 65 años, administrador de empresas y novelista, también, con obras como Ahora juega usted señor Capablanca, Herido de Sombra y Después de la luz roja, con la que ganó el Premio Nacional de Novela en el 2001, asegura que en el país por la visión que se tiene de la cultura, para un sector el que una orquesta alcance los 80 años es un tema de segundo orden.

“Para muchos es un asunto baladí, intrascendente y sin ninguna importancia, pero la verdad de las cosas eso no es así: que una orquesta de cualquier país del mundo cumpla 80 años, sin dejar de tocar en ningún momento, y manteniendo el estilo, que es fundamental, con sus cuatro saxofones, su percusión, piano, bajo y cantantes, es extraordinario. Ese estilo es un estilo de la típica orquesta de baile. Ellos están hechos para eso”.

Excelentes cantantes

De acuerdo con el escritor, las voces de la Orquesta de Lubín Barahona y sus Caballeros del Ritmo es otro de los aspectos que históricamente le ha dado esplendor a la orquesta.

En primer lugar hay que destacar a Jorge Duarte, quien le imprimió a la agrupación un timbre vocal específico, que lo sostuvo por varias décadas y le llevó a grabar la mayor cantidad de melodías con la agrupación. Rosario Coto, la voz femenina de la orquesta, marcó una época con su voz romántica y su estilo personalísimo. Rónald Alfaro, Rafa Pérez, Carlos Jara Jr, Carlos Luis Vargas, Rony Soto Jr, Carlos Oconitrillo, Norma Argüello, Juan García, Johnny Dixon, Hernán Corao y muchos más, conforman el cuerpo de intérpretes que han dado brillo a esta orquesta”.

En su larga trayectoria, la Orquesta también ha contado con aportes excepcionales de artistas nacionales y extranjeros.

“Requiere especial mención el maestro venezolano, Willy Gamboa, pianista, compositor y arreglista, quien por muchos años ha apoyado profesionalmente el trabajo de esta gloriosa agrupación musical. Willy Gamboa ha estado al frente de grandes orquestas y también ha actuado como pianista en buena parte de los países de América. Sus composiciones las han cantado y grabado estrellas de la talla de La Sonora Matancera, Benny Moré, Carlos Argentino, Vicentico Valdés, Papo Luca y La Sonora Ponceña, entre otros”.

Otro de los grandes compositores de la música nacional, el maestro Otto Vargas se unió con su talento musical en su momento para grabar con la Lubín Barahona.

“El maestro Otto Vargas grabó varios discos con la Orquesta de Lubín Barahona, junto a otros músicos destacados como Frank Zapata, Cheko Dávila, Maité Hontelé, Freddy Rojas y Enzo Fernando”.

En medio de los nublados del día que prevalecen en el país, Zaldívar considera que se deben dejar de lado miopías y mezquindades y que en el 2020 le corresponde al Estado costarricense darle el lugar que se merece la Orquesta de Lubín Barahona y sus Caballeros del Ritmo, por esa entereza y por esa capacidad de sobreponerse a tantos contratiempos con los que se ha topado a lo largo de ocho décadas, en las que ha llenado de música al país y ha marcado la vida de miles de seguidores de la música de las grandes orquestas y de esa música bailable que ya forma parte de la identidad nacional.

“El Estado debe hacerle a la Orquesta un homenaje como se lo merece. Debe reconocerle el ejemplo de cómo ha hecho para sostener una organización en el tiempo. En Costa Rica todas las orquestas desaparecieron. Se fue la orquesta Gilberto Murillo, la de Néstor Cubero, la de Víctor Gandini, la de Francisco Jiménez, la de Hernán Sánchez, todas las orquestas que amenizaban los bailes se fueron, no queda una, excepto la Orquesta de Lubín Barahona y los Caballeros del Ritmo”.

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