Cultura

La lucha sin fin de Virginia Grütter

El 15 de octubre el grupo Poiesis le organizó un homenaje a la poeta y activista Virginia Grütter

El 15 de octubre el grupo Poiesis le organizó un homenaje a la poeta y activista Virginia Grütter por el recuerdo de su cumpleaños número 90, el 20 de abril de 2019, y fue el momento propicio para recordar sus largas batallas en pro de la cultura, de la América martiana y de la vida como búsqueda de justicia y esperanza.

Poeta, narradora, actriz, activista: Virginia Grütter vivió una vida llena de drama desde la niñez hasta su muerte y siempre se caracterizó por una lucha sin fin, en la que los obstáculos nunca fueron tan fuertes y tenaces como las convicciones que florecían de sus entrañas.

Puntarenense de nacimiento, pero latinoamericanista por convicción, Grütter fue una mujer tenaz y de un espíritu inquebrantable, capaz de abrazar muchas causas en pro de la libertad, la igualdad de la mujer y la dignidad de los artistas.

Grütter fue la que puso en escena obras de Bertolt Brecht, a quien tanto admiraba e incluso estudió en el Berliner Ensemble, creado por el escritor.

Liana Benavides, su hija, la recuerda como una mujer siempre luchadora, siempre alerta y siempre buscando maneras de sacar adelante sus causas, aunque estas parecieran imposibles para el resto del mundo.

Con el fin de recordar sus luchas y mantener viva su memoria, el grupo Poiesis, encabezado por el poeta Rónald Bonilla (Premio Magón 2015) y Lucía Alfaro, le realizaron un homenaje el martes 15 de octubre en la Biblioteca Nacional, en el contexto de los 90 años de su nacimiento.

Recordar a esa mujer de pelo largo, ojos vivaces y profundos, dispuesta a reivindicar siempre la esperanza pese a los reveses -entre ellos cuando perdió a su marido Carlos Freddy Pérez Vargas en 1974, desaparecido por la dictadura de Augusto Pinochet-, era un acto insoslayable para con la memoria de esta poeta que hablaba cuatro idiomas y que vivió en Alemania, Estados Unidos, Chile, Nicaragua y Cuba, pero que siempre tenía un lugar especial en su corazón para su amada Costa Rica.

Como las generaciones más jóvenes no la conocen bien, el homenaje tenía como objetivo no solo el que los asistentes disfrutaran de un recital en su nombre, sino que empezaran a preguntarse cómo era esa mujer de apariencia frágil, pero con carácter de hierro cuando se decantaba por una causa.

AIRES DE REBELDÍA

Siempre fue una rebelde con causa. La primera de las causas que defendió fue la de gozar su libertad. Ser ella con sus luces y sus sombras, como apuntó en un perfil el periodista Manuel Bermúdez, esa mujer que nació frente al mar en Puntarenas era un espíritu que disfrutaba del espacio abierto.

“Su madre, con gran esfuerzo, la envía al colegio de Sion en San José, uno de los más prestigiosos. En aquella muchacha despierta la adolescencia y la pasión por las letras. Pero el claustro del internado agobiaba su espíritu libre acostumbrado al espacio abierto”, precisó.

Ese gusto por la libertad lo recuerda muy bien Liana, quien asistió al acto el 15 de octubre y rememoraba la figura de su madre como una mujer dispuesta a ganar todas la batallas que la vida la pusiera por delante.

Para Liana, que en su momento fue capturada por la Guardia Nacional de Anastasio Somoza por conspirar a favor de la revolución sandinista, su madre tenía esa capacidad inmensa de aunar fuerzas, sin importar que los convocados fueran de derecha, izquierda o del centro.

Una vez determinado el objetivo a alcanzar, aseguró, ella era capaz de mover cielo y tierra alrededor de una idea. “Tenía una inmensa capacidad de convocatoria y esto es algo muy valioso que aún hoy debemos valorar”, dijo, mientras la funcionaria de la Biblioteca Nacional se apresuraba a cerrar la sala donde se había realizado el acto, sin considerar que la hija de la homenajeada aún daba declaraciones.

Cuando se le pide a Liana que especifique qué le impresionaba más de su madre, alza su mirada cristalina y responde sin pensar un segundo: “Era una mujer muy fuerte. Excepcional. Dura y tierna. Era una mujer de principios”.

Tanto así que ella recuerda que cuando estuvo presa en Nicaragua su madre acudió a todos los sectores influyentes de Costa Rica para traerla de vuelta a su patria. No quería tener de nuevo una pérdida irreparable como ya le había sucedido con su esposo Carlos Freddy Pérez Vargas.

En sus libros en prosa dejó traslucir rasgos autobiográficos que marcaron su vida.

En su libro Desaparecido, que alude a su esposo chileno, dejó páginas conmovedoras, como estas líneas desgarradoras y sublimes a la vez: “… son millones de voces unidas a las nuestras, nos veremos siempre, nos reconoceremos siempre en los encuentros furtivos, en mítines pequeños o inmensos, dondequiera que salte la certeza de vivir, de que marchamos, de que la humanidad sobrevive, tú estás en la multitud que avanza, rechazas a los cobardes, le das la mano a los que tienen miedo, vives mi vida centuplicada por la tuya, dame los buenos días, regresa cada noche, sigue vivo y fundido conmigo en el sol de todos, cubre con tus ojos de cóndor en los nuestros tu tierra americana, tiembla ante la injusticia y camina, no hay cadena para tus pies, ni mordaza para tu voz, tu vida está segura y permanente como la tierra misma”.

“Sus bombas, nuestros cadáveres, solo son un momento de espanto que es cubierto al minuto siguiente por semillas que nacen, el esplendor de El Hombre lleva nuestro sello, nuestro sudor, y nuestras lágrimas, nuestra piel dulce y nuestros besos como flechas, saturado está el aire del ruido de nuestro pasos, y de todos y cada uno de ustedes los desaparecidos, los buscados, los amados, los que girarán en nuestra rosa de los vientos hasta romper los cuatro puntos cardinales”, continúa la obra.

Tras haber sufrido esa pérdida tan avasalladora como fue la desaparición de su esposo, Grütter no iba a permitir que el destino le arrebatara a una de sus hijas, así que echó mano de su repertorio e hizo que la escucharan, hasta que logró liberarla.

“Fue una mujer indoblegable. Muy ejemplar y no lo digo porque fuera mi madre. Tuvo una vida muy dura. La lucha, el esfuerzo, el humanismo está en toda su obra”.

Grütter, que publicó los libros de poesía Dame la mano (1954); Poesía de este mundo (1973) y Canto de cuna y de batalla, estuvo comprometida con la revolución cubana, a la que sirvió como asesora de teatro en La Habana, donde pasó nueve años de su vida.

También publicó libros de prosa como Los amigos y el viento, Desaparecido y Canto a mi tiempo: memorias.

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‘‘Sigue vivo y fundido conmigo en el sol de todos, cubre con tus ojos de cóndor en los nuestros tu tierra americana, tiembla ante la injusticia y camina, no hay cadena para tus pies, ni mordaza para tu voz, tu vida está segura y permanente como la tierra misma”.

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UN ALUVIÓN

Todo lo que estuviera relacionado con arte la entusiasmaba. Probó con la pintura. Luego estudio filosofía y letras. Fue poeta y prosista, estuvo muy vinculada al teatro tanto en la Universidad de Costa Rica (UCR) como con la creación del Teatro Arlequín al lado de su compañero Jean Mouleart.

En el país, Grütter fue una promotora del teatro de Bertold Brecht, incluso durante varios años estudió en el Berliner Ensemble, creado por Brecht.

En una entrevista con UNIVERSIDAD, en 1976, con motivo de la puesta en escena de Antígona, en la versión de Brecht, sostenía: “El teatro no debe ser un simple elemento de consumo, sino que debe con su propio lenguaje (el lenguaje del arte) intervenir en las luchas donde participan consciente o inconscientemente todos los espectadores”.

En cuanto al Arlequín fue una de las salas más destacadas de teatro en San José y formó parte de ese movimiento de chilenos, uruguayos, argentinos y costarricenses que conformaron la época de oro del teatro en el país.

Como integrante de ese grupo de artistas que aprovechó el interés que tenía José Figueres Ferrer en el arte, Grütter fue una de las impulsoras del surgimiento de la Editorial Costa Rica.

Lo anterior retrata de cuerpo entero a esa mujer del pelo largo y de esa mirada penetrante que por muchos años llegaba a las instalaciones del Semanario UNIVERSIDAD, periódico en el que publicó muchos de sus artículos y con el que tenía una vinculación especial. Eran los años 90 y siempre con su estilo inconfundible pasaba a la redacción del periódico con su halo de misterio y su plenitud de ser humano.

Vitalista pese a las adversidades de haber vivido muy de cerca en Alemania los horrores de la Segunda Guerra Mundial, Grütter tenía en su alma y en su corazón la convicción de que el ser humano puede ser mejor a partir de la cultura y de la solidaridad. Por tal motivo nunca ocultó sus simpatías por el comunismo y por la izquierda latinoamericana.

Aunque la vida la fue minando, conservó ese espíritu de libertad y guerrero que la caracterizó hasta que las fuerzas le fallaron un 3 de marzo del 2000. Iba a cumplir 71 años el 20 de abril de ese año.

MIRADA DE POETA

La poeta Julieta Dobles, Premio Magón, y quien participó del homenaje a Grütter, destacó que fue una mujer lúcida, entusiasta y a la vez solidaria con muchas causas como la de Chile, que padeció los estragos del dictador Augusto Pinochet.

Uno de los rasgos que la definió consistió en su capacidad de impulsar una lucha continua, resaltó Dobles, que en el acto leyó el poema “Cuando canta el culleo”, el cual será incluido en su próximo libro.

Dicho texto versará sobre el aporte que pueden ofrecer los adultos mayores, en una sociedad como la costarricense y la occidental que no los miran de buena manera.

“La vida de adulto es cuando una tiene mayor lucidez y eso quiero rescatarlo”, expresó, al tiempo que puntualizaba que el homenaje a Grütter respondía a que en 2019 hubiera cumplido sus primeros 90 años de vida.

Ligia Delgadillo, una amiga porteña de muchos años, pone mirada de seria cuando se le consulta por su querida Virginia. Antes de responder se queda con un gesto largo y, mientras evoca una sonrisa cómplice y mira a Liana, dice: “era insistente y necia”. No lo dice en un sentido negativo, sino todo lo contrario, como una forma de arrancarle a la vida versos, perlas, luchas, atardeceres, paisajes y barcos que vienen y siempre regresan al puerto de la vida, de la vida desafiante cuando se apuesta por causas imposibles, por sueños de juventud que se despedazan con el paso de los años, a pesar de lo cual hay que seguir mirando a esa estrella que todo lo guía: la certeza de que la utopía, la justicia, la cultura y el bien triunfarán en medio de las tempestades.

COMO EL SOL

Al espíritu inquieto, rebelde, amante de la libertad y de las causas justas hay que agregar un detalle que hacía de la figura de Grütter un personaje que siempre llamaba la atención de quienes le rodeaban.

En su juventud, además de sus atributos intelectuales, le acompañaba una belleza excepcional.

Así que la fascinación que despertaba era doble y ella, consciente de esa situación, solía decir: “Soy bella como el sol de Andalucía”.

Y ese sol esparció su luz en muchas iniciativas justas y a veces con visos de imposibilidad, pero cuando su alma de poeta ponía la mirada en un fin era, indoblegable, indomable, perpetua.

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