Cultura Óscar Aguilar Bulgarelli, exdiputado y escritor

“La democracia hay que defenderla de quienes se dicen sus defensores”

Para el historiador, Internet puede ser una alternativa para democratizar la información, pero advierte que también la red está llena de mentiras.

“Es falso que en Costa Rica exista la libertad de información para el ciudadano común; él es víctima instrumentalizada de quienes abogan por tener para sí esa libertad.” Con esa acidez es introducido Costa Rica: ¿Dictadura Mediática o Tiranía en Democracia?, libro de Óscar Aguilar Bulgarelli, quien presenta 900 páginas de crítica a los medios de comunicación costarricenses, los cuales, según él, no operan para beneficio de la democracia, sino en función de los intereses de las élites económicas.

Aguilar es un hombre que “ha luchado por todos los frentes”. Fue uno de los políticos fundadores del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y cofundador de la Universidad Estatal a Distancia, así como del Sistema Nacional de Radio y Televisión (SINART), del cual también fue su director por varios años. Además, es historiador, investigador, exdiputado y escritor con 45 libros publicados. Incluso, fue presidente de la Federación Costarricense de Fútbol.

Su libro expone un tema tabú: cómo la mayoría de los medios de Costa Rica son un instrumento de las élites económicas, y lo hace con nombres y apellidos. ¿Por qué decidió que era hora de romper el silencio?

—Yo empecé este libro en 1984, porque en ese año yo tuve que abandonar una lucha electoral dentro del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) cuando me exigieron condiciones económicas insalvables. Yo me pregunté por qué hubo un interés de acabar con aquel movimiento político dentro del PUSC. Los compañeros de la tendencia llegamos a la conclusión de que teníamos un eslogan tremendamente peligroso: “Por una democracia participativa”, en el momento en que Costa Rica estaba metiéndose de lleno en el tema de la neoliberización. Poco después, yo hice un artículo llamado “La estrategia política de los liberales”, que consistía en meterse a los dos grandes partidos y dominarlos. Me contestó un neoliberal, Jorge Guardia, diciéndome que yo tenía razón y esa era la estrategia. Si yo asumo esos dos hechos que prácticamente son en el mismo momento, me doy cuenta que tiene una miga muy grande, porque en ambos acontecimientos el periódico La Nación estuvo presente. Yo empecé a dar seguimiento histórico a fenómenos que pasaron en el país y los iba incluyendo en el libro. En el año 2010, tenía tal cantidad de material, tan claras mis ideas, tanto había visto y oído que sabía que llegó el momento. En una democracia que está en serio peligro (nuestra democracia está muriendo tal como la conocemos), si no hay un cambio, esta democracia se muere, porque se la están robando. Había algo muy importante: la democracia hay que defenderla de quienes se dicen sus defensores. En Costa Rica, sí hay libertad de expresión; el problema es que esta libertad me la limitan los propios medios a lo que sea la política editorial de ellos. No es la política editorial de La Nación o de Canal 7, es que todos tienen la misma línea editorial. No es por coincidencia: son empleados de un sistema económico empresarial que les interesa que ellos digan lo mismo para que el país crea que lo que le conviene es lo que ellos están diciendo.

En Costa Rica siempre ha existido una élite económica, eso no es nada nuevo.

—La élite en Costa Rica ha estado ligada a los medios de comunicación desde siempre. El periodismo en Costa Rica nace a través de periódicos como El Noticioso Universal en los años treinta del siglo XIX y la prensa siempre estuvo ligada a la vida política del país. Cuando los grandes cafetaleros surgen, lo hacen ligados a medios de comunicación; la información era dirigida por los ancestros de los dueños de La Nación, no es ningún secreto. Los costarricenses critican a El Salvador porque lo gobiernan catorce familias y yo a veces desearía que Costa Rica fuera tan democrática.

Pero sí hubo un cambio de mentalidad a partir de los años cincuenta en el manejo de los medios, sobre todo, en la radio, que pasó de ser familiar a sociedades anónimas. Ahora tenemos una gran concentración de frecuencias. ¡Todas las grandes emisoras están concentradas en Central de Radios, que pertenece al grupo Repretel! ¿Y qué es grupo Repretel? Los vínculos en Costa Rica de una sociedad de Ángel González, quien tampoco es el gran dueño, es el testaferro de otros grupos.

¿Es la libertad de expresión ahora sólo un instrumento de los medio para defender su dominio?

—Eso es apelar a un arma muy pueril, pero muy efectiva: el miedo. Es crear al costarricense el temor a que se va a atentar contra la libertad de expresión cuando se toca a un medio. Pero ellos son los mayores agresores contra la libertad de expresión. El gran tema es que si hacemos la lista de costarricenses a los que les han negado publicar sus artículos o los han censurado previamente, sería una lista tan grande como una guía telefónica.

¿Por qué cuando venga la digitalización y se multipliquen las frecuencias debemos dejarles control sobre todas las frecuencias a los dueños y por el mismo precio? La gente no entiende que si Repretel tiene ocho o seis frecuencias, se le dejarían dos, pero se repartirían las demás en universidades, comunidades u organizaciones ciudadanas.

Todos los medios tienen una orientación política, es imposible ser objetivo. ¿No es lógico entonces que los medios vayan a defender su posición ideológica?

—Yo eso no lo critico. Yo sabía que en Libertad iba a leer las opiniones de Manuel Mora; sé que, si compro La República, voy a conocer las opiniones del sector empresarial de Costa Rica o, si oigo a Mario Segura, estoy escuchando la voz de Saprissa. Eso a mí no me preocupa en lo más mínimo, porque yo sé a lo que voy. Lo que no se vale es decir: “Aquí hay libertad para todos”, cuando no es la verdad. Se obedecen a los lineamientos que dan los dueños.

Los medios de comunicación en Costa Rica son casi todos empresas privadas con dueños que tienen intereses. ¿No es utópico pensar en que sean completamente abiertos y democráticos?

—Si yo tengo un artículo donde condeno al dueño de un medio de comunicación, obviamente no lo publico en su periódico. Entonces, voy a irme al otro periódico que sí me lo publique. El problema es cuando la mentalidad es única y, entonces, eso no se vale. ¿Dónde está el medio en este país que me ofrece este espacio?

Cuando tratamos de hacer un Sistema Nacional de Radio y televisión (Sinart) fuerte que compitiera por la audiencia, en ambas oportunidades La Nación intervino para detener ese proceso. Quienes llegaron no venían continuar lo que un equipo de trabajo venía haciendo; se hizo todo lo contrario. Eso me lo dijeron funcionario de los dos gobiernos que vivieron eso cuando recibieron las instrucciones de destruir lo que hicimos. No les servía que trabajáramos para hacer una sociedad inteligente. Entre más “tonticos”, más dóciles.

En su libro usted llama a los medios de comunicación “los nuevos partidos políticos”. Entonces, ¿qué son los partidos?

—El papel del partido político es ser el intermediario entre el gobernante y el pueblo. Los medios de comunicación, especialmente La Nación y Canal 7, ahora juegan un papel importantísimo en la intermediación. Esa intermediación hoy la hacen los periódicos y la televisión, porque esos medios son los que vienen a determinar cuál de los partidos viene a ganar una elección. El partido no es más que un instrumento en esa mediación entre el poder y la gente. ¿Quién elige los diputados? Una élite que los pone en una lista. Se vota a ciegas, porque se vota por el color del partido que esos medios dicen que hay que apoyar. Los partidos ya no son un gran centro ideológico; ahora son los medios, que venden un pensamiento único y defienden ciertos intereses. Hoy están con A y mañana con B. La Nación y Canal 7 apoyaron a los movimientos antiliberacionistas hasta el 2002. Después, apoyan abiertamente al Partido Liberación Nacional (PLN) porque les garantiza la defensa de sus intereses.

¿Cree que Internet y las nuevas tecnologías puedan funcionar como las herramientas para democratizar la información?

—Internet puede llegar a ser un enorme instrumento democratizador, pero hay que tener mucho cuidado, porque corren también muchísimas mentiras y grupos contratados para lanzar noticias falsas. Sin embargo, definitivamente podría colaborar a un cambio importante hacia nuestra libertad democrática contra la tiranía en democracia.

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