Cultura

La danza desafía al Puto futuro  

La Compañía de Cámara de Danza de la Universidad Nacional, en colaboración con Danza Universitaria, presentan este sábado 6 de marzo el estreno de Puto futuro, la primera pieza producida para Zoom y que estará de forma gratuita en sus plataformas para deleite de los amantes del arte.  

Las reflexiones durante el confinamiento y el malestar por la situación que enfrentaba la sociedad en esos meses de incertidumbres y dudas llevaron a Gustavo Hernández a escribir Puto futuro, la obra que este sábado 6 de marzo estrenará la Compañía de Cámara de Danza de la Universidad Nacional en colaboración con Danza Universitaria.

La puesta en escena es inédita, no solo porque es una nueva obra, sino porque el formato nunca antes lo habían empleado los bailarines que intervienen en la pieza, la cual será transmitida por las plataformas digitales de ambas organizaciones por Zoom.

Desde el título ya se anuncia el estado en que debió gestarse el proyecto que, para Hernández y los seis participantes directos, representó un gran desafío artístico y tecnológico, pues, por ejemplo, dos miembros del elenco estaban en Guanacaste y otros dos en San Carlos.

Michelle Sánchez durante Puto futuro, obra que se trasmitirá por la plataforma de la Compañía de Cámara de la UNA y que se grabó para Zoom. (Foto: Esteban Chinchilla).

El buscar nuevas formas de producción, en medio de las dificultades que planteaba la pandemia en los momentos más críticos, así como la dificultad de mantener inactivos a los bailarines fueron dos acicates para que se derribaran los muros y se echara andar una obra que demuestra, en palabras de Hernández, que es imposible cercar y maniatar al arte.

“Cada quien estaba en sus casas, en sus cuartos y el tema de la obra gira en cómo se sentían ellos y cómo veían todo esto de cara al futuro que nos espera. El desafío era cómo esos sentires se manifiestan en el cuerpo. La base eran esas sensaciones a partir del confinamiento. Levantamos una lista de sensaciones: la soledad, la ansiedad, la realidad, de un momento a otro habíamos despertado y todo había cambiado”, expresó.

Aunque en otras oportunidades la Compañía Cámara de Danza de la UNA y Danza Universitaria habían efectuado videos para acompañar obras, en esta oportunidad las reglas eran totalmente distintas, pues debido a la situación de confinamiento, los actores estaban en sus respectivos espacios, con pocas posibilidad de movilización.

De igual manera, era la primera vez que una obra enteramente se graba para Zoom, con el reto que ello significaba en todos los órdenes. La coordinación por parte de Hernández, por lo tanto, se volvía doblemente difícil, porque no solo tenía que buscar que los bailarines interpretaran el libreto, sino que ese acompañamiento tenía que hacerse por medios tecnológicos.

“Todo se hizo a distancia. Con una metodología diferente. Era la primera vez que se hacía un espectáculo de este tipo y todo por una plataforma como Zoom. Había, entonces, una manera diferente de hacerlo. El aporte de los artistas fue fundamental. Ellos tenían espacios limitados y había que coordinar horarios y otra serie de condiciones. Para mí como director fue muy difícil. El coreógrafo tiene que atender el detalle y por medio de una pantalla, pequeña, resultaba muy complicado. A mí me costó mucho”.

El reto de tener que producir en las condiciones descritas, demuestra una vez más, de acuerdo con Hernández, que al arte “nadie lo para”, porque incluso en las mayores adversidades ha evidenciado que es necesario e imprescindible para una sociedad como la costarricense, así como para el resto del mundo, que se tambaleaba entre informaciones que iban y venían en torno a un coronavirus que había trastocado todos los límites y había puesto al orbe patas arriba.

“Más que la danza, creo que es el arte el que ha demostrado que no hay quién lo pare. Esa necesidad artística de expresarse en las peores condiciones, cuando faltan todos los recursos, cuando emocionalmente todo está destruido, ha salido en esta obra”.

La obra, que se transmitirá por las plataformas de Danza Universitaria y Compañía de Cámara de Danza de la Universidad Nacional el sábado a las 7 p.m. y cuya grabación quedará disponible para que la puedan compartir en adelante, tiene una duración de 35 minutos.

Uno de los aspectos interesantes es que los bailarines no la han observado todavía, de forma tal que existe una gran expectativa entre ellos de cómo quedó finalmente la pieza. Al parecer son pocas las personas que han visto la puesta en escena ya concluida, entre ellas la directora de Danza Universitaria: Hazel González.

Y esa expectativa por parte del elenco se entiende, porque Hernández, ya un poco más tranquilo respecto del futuro que se avecina, con la aparición de la vacuna y los controles que se han ido instaurando, reconoce, no solo que sus compañeros no han visto la obra, sino que “encerrar a un bailarín es como encerrar a un gato” y esa analogía también la traslada a las ansias de cómo quedó Puto futuro.

Precisamente, Puto futuro se escribió en los momentos más difíciles de la pandemia. Cuando se cerraban los comercios. Cuando muchos se quedaron sin trabajo. Cuando el futuro que parecía brillante e inmejorable de un momento a otro se oscureció y floreció la incertidumbre que se extendía por los vastos campos de la mente y que amenazaba con que todas las promesas del bienestar se irían al océano para siempre.

En esa coyuntura, reconoce el director de la obra, era necesario y válido encabronarse, darle pelea a un virus y a una situación social y política que había venido a reventar todos los cánones de un mundo y de una realidad que apelaba a una normalidad que se diluía en la nada.

“Era un puto futuro porque no se sabía con exactitud qué nos esperaba. La situación de la gente en esos meses era terrible: cómo pagar los recibos, no había trabajo, y había miedo e incertidumbre”.

Tras ese planteamiento había que llevar ese enojo, esa concentración de sentimientos a la escena: traducirla al cuerpo para expresarla de forma artística. Y es lo que propuso el elenco a cargo de Hernández.

De ahí que tanto los participantes como quienes gustan de la danza en el país están contando las horas para que lleguen las siete de la noche del sábado 6 de marzo para ver cómo la danza en particular y el arte en general son capaces de sobreponerse a las circunstancias, y desafían al tiempo y al espacio, para dar una respuesta mientras el alargado fantasma de la pandemia se pasea raudo por el mundo.

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