Cultura Nuri Gutés, coreógrafa chilena, compartió con Danza U

La danza como sismógrafo que transforma la realidad

La coreógrafa chilena Nuri Gutés fue invitada al país para participar en la cuarta edición del Festival Paréntesis que Danza Universitaria llevaría a cabo durante tres días a partir del miércoles 18 de marzo.

La danza y, en extensión, el arte son una especie de sismógrafo para la coreógrafa y profesora chilena Nuri Gutés, pues la disciplina dancística toma la fuerza telúrica del movimiento social y político y la transforma en una propuesta creativa metafórica de la coyuntura que vive actualmente su país.

“Yo creo que la danza y el arte deben convertirse en ese sismógrafo que traduce, hace una lectura y transforma todo eso, no en un reflejo igual, patente ni vulgar”, expresa en conversación con UNIVERSIDAD la tarde del miércoles 11 de marzo.

Vino al país para participar en la cuarta edición del Festival Paréntesis, que organizó Danza Universitaria del miércoles 18 al viernes 20 de marzo, el cual se suspendió debido a la crisis sanitaria causada por la enfermedad del COVID-19.

Es la primera vez que Gutés visita Costa Rica y entra en contacto con la danza nacional, por lo que expresó sentirse “sorprendida por el nivel de gestión y organización y el trabajo de Danza U para realizar la cuarta versión del Festival”.

A pesar de haberse suspendido el evento, Gutés impartió un taller a la compañía y, junto a los bailarines, presentó en los jardines de la Universidad de Costa Rica una propuesta de movimiento con el enfoque de su trabajo dancístico “sensible y simple”, como ella misma lo describe.

Los bailarines de Danza Universitaria se presentaron en los jardines de la Universidad de Costa Rica, junto a la coreógrafa y maestra Nuri Gutés, con una propuesta sensible y simple de su lenguaje coreográfico. (Foto: Christian Obando)

Para la coreógrafa y profesora del Departamento de Danza en la Universidad de Chile, el diálogo de la danza desde la academia con la gente y sus comunidades es vital.

“La universidad tiene que volver a mirar de dónde se origina esta necesidad de comunicar, de entregar el conocimiento, estar cerca de las personas e invitarlas a participar del conocimiento del arte, de la episteme del cuerpo, de la manera de elaborar pensamiento a través del cuerpo”, afirmó.

En entrevista con UNIVERSIDAD, la artista reflexiona en torno a la disciplina dancística y el rol que juega en la actual coyuntura de su país.

¿Cómo ha sido la experiencia de la Universidad de Chile en ese sentido? 

–En la universidad en Chile los estudiantes nos están proporcionando mucha enseñanza, porque son ellos los que están con la fuerza de decir, de luchar, de alzar la voz, de aclarar visiones opacas que han estado sucediendo; como el movimiento feminista, que ha revelado cosas que en la universidad no son tan evidentes y que subyacen; tipos de comportamientos que hoy en día con los movimientos feministas hay una mirada completamente nueva, más que nueva, aclaratoria, que pone en línea aquellas cosas como el respeto que las mujeres chilenas estamos reivindicando.

¿Cuál es el lenguaje coreográfico que usted propone?

–Ha sido una búsqueda de mi propio sello, de mi manera de moverme. Creo que los coreógrafos trabajan en la medida en que van conociendo su corporalidad, su lenguaje, su estilo, su manera de hacer y eso hace que se produzcan sucesos nuevos en cuanto a la gestualidad, a la calidad del lenguaje, al tipo de movimiento, con lo cual voy creando un vocabulario.

¿Cómo lo define?

–Yo me considero bastante formal, me gusta que esté muy definido lo que estoy haciendo; me gustan los cambios súbitos, no hago cosas súper acrobáticas sino bastante simples. Pienso más en un vocabulario donde se descubren emociones, momentos, resinas de lo vivo, que hablan del dolor, del no dolor, de la ausencia, de la presencia. No hago algo muy literal, sino más bien abstracto, y me interesa la gestualidad total, desde la cabeza a los pies, tener la impresión que estoy hablando con una totalidad. Esa es la premisa.

En una entrevista dijo que por fin sentía que la danza en Chile no era una hermana menor del teatro. ¿Por qué llega a esa conclusión?

 –La danza en Chile tiene una tradición de los años 40 o 50, que comenzó con una historia en la que absorbimos lo que nos trajeron los modernos expresionistas alemanes. Sin embargo, la danza ha estado en un sitial cómodo, formal, más tranquilo, menos experimental, menos disruptivo, menos ruidoso, corriendo menos riesgos que el teatro, y el teatro sí ha tenido una fuerza muy grande en Chile. Ha tenido dramaturgos muy importantes, premios; hay mucha más literatura teatral y la danza ha sido menos vista, menos comprendida, con un acercamiento más limitado con el público, y eso en estos últimos 20 años ha ido cambiando muchísimo. Hay más danza, la gente puede atreverse a ver más y a tener una opinión como espectador, a diferenciar cosas, a tener gustos por ciertos tipos de danza. Los jóvenes y los adolescentes tienen su tipo de danza urbana, puesta en práctica en las grandes ciudades como Santiago que tiene 6 millones de habitantes; entonces hay muchas manifestaciones, y se han abierto más espacios para danza, o más experimental o dentro de las universidades. Ha tomado una relevancia en que la gente está escribiendo más sobre la danza y sus propuestas conceptuales, estéticas, filosóficas. En ese sentido, ha dejado de estar en el escalón un poco más abajo que el teatro.

Tomando en cuenta toda esta riqueza del ecosistema de la danza, ¿cómo ha ido abordando su pedagogía?

 –Enseño siempre pensando que el cuerpo es un sistema muy preciso, muy cerrado, pero que al mismo tiempo cuando empezamos a comprender cosas con el movimiento, con el lenguaje, con la materia sensible del movimiento en el espacio y en el tiempo, uno hace rápidamente relaciones de concepto, con la poesía, con la escritura, con la literatura, con la música, con la iluminación, con la fotografía, con el video, la tecnología. En ese sentido, me interesa que la danza siempre esté abriendo puertas más que las esté delimitando y cerrando, a pesar de que me guste mucho la disciplina misma de un cuerpo solo en el espacio que tiene mucho que decir frente a otro cuerpo o frente a un elemento cuál sea, o frente a un vacío. Me interesa todo lo que puede pasar no tanto psicológicamente, sino que cada vez que nos movemos estamos interpretando varios planos de nosotros mismos, no solamente una mecánica física del cuerpo, sino que son instancias que te rememoran y te hacen hacer asociaciones emocionales y simbólicas, que viene un poco de las ideas de ritualidad, de ceremonialidad, de simbología, de todo lo que nos ha constituido culturalmente como grupos humanos.

La danza es un ritual…

 …bien antiguo, viene de bien atrás. Hay personas que piensan que primero vino la música y el ritmo y después el cuerpo, y otras que piensan que nació en el mismo momento, y es verdad que cuando sientes algo que tiene un ritmo, pareciera que naturalmente te acercas a eso con una fluidez, es una cosa directa. Al Festival Paréntesis fui invitada a dar clases a Danza U y a que yo bailara, pero como yo no bailo les propuse presentar siete minutos de una coreografía que compuse con música de un ruso que me gusta mucho que se llama Valentín Silvestro. También les propuse traer una obra que se llama Pitias, que consiste de un dúo de mujeres que representan a las pitonisas del oráculo griego de hace 2.500 años.

En esta coreografía trabaja alrededor del mito…

 –Estuve viendo todo lo que pasaba en la Grecia de 500 años antes de Cristo y me encontré con estas mujeres a quienes los sacerdotes las tenían trabajando duro para que estuvieran sentaditas en sus efluvios y tradujeran lo que Apolo les decía. Era una época en que la mujer griega estaba completamente marginada y las pitonisas tenían su rol, su trabajo y también sus presiones; se supone que los sacerdotes, que eran bien pillos, traducían lo que ellas traducían. Las pitias primero eran bastante jóvenes, vírgenes y después hubo abusos, así que decidieron poner a mujeres viejas y feas.

Hay algo que se sigue repitiendo desde hace 2,500 años: la mujer sirve para ciertas cosas muy misteriosas, inexplicables, ni siquiera tan privilegiadas, pero tienen un cierto poder que se conecta con una fuerza que las hace bastante potentes, pero están ahí aquietadas, muy delimitadas. Las pitias eran estas mujeres que estaban en los oráculos.

Usted también está interesada en el cuerpo como generador de emociones, estructura y pensamiento.

–Hay pensamiento, aunque uno está con mucha percepción sensorial. Cuando estás bailando estás asociando cosas y al mismo tiempo, cuando hay otro que te ve, ese puede estar pensando cosas de ti, que uno sabe que se está moviendo y que también se le está moviendo el pensamiento. En ese sentido uno ejerce un motorcito que va encadenando mi pensar, mi reflexión del momento, pero al mismo tiempo hay una reflexión y pensamiento del que te está mirando. En un momento de la representación de la danza un niño va a percibir una cosa; el que sabe de danza, otra. El que nunca ha visto este tipo de movimiento va a decir ¡qué cosa más rara!, alguien que le guste mucho el folclor va a decir: “me parece que eso tiene el movimiento tradicional”. Hay mucho significado detrás de cada instancia escénica.

Yo me refiero no solo al acto mismo de la representación dancística sino de la elaboración de pensamiento previa y posterior. Se suele pensar que el pensamiento es una dicotomía entre cuerpo y mente, que está separado del cuerpo, pero es una sola cosa, que va y viene y se revuelve.

 –Me gusta mucho eso que dices de que va y viene, porque no es que el pensamiento esté instalado en algo. Hay días que estás con un físico muy potente y hay días que sientes que no tienes cabeza para nada, que no piensas nada. Si estamos pensando más sensorial y emocionalmente, creo que nos quedamos pegados en cosas físicamente, repetimos gestos.

A propósito de repetirnos, Antonin Artaud condena la repetición en el teatro y pone en valor lo contrario: la presencia que no se repite en el acto en escena, y que es única y efímera. ¿Nos repetimos o nunca es igual el acto creativo en escena?

 –Nunca se repite, aunque hagas un espectáculo cincuenta veces y bailas la misma pieza con la misma música, con la misma ropa y con un mismo compañero de danza. Las sincronías no están tan definidas, hay una estructura que tienes que llenar como sea, pero al mismo tiempo la llenas con algo que siempre va cambiando un poco y variando. Sin embargo, la repetición es valiosa, tiene un significado y le da valor a la danza porque necesita disciplina y rigor para lograr lo que quiere lograr, que no cualquiera lo puede hacer.

Hay una técnica…

 –Hay una técnica, una manera de elaborarlo, de comprenderlo. Eso es una disciplina y, en ese sentido, la gente que hace danza contemporánea (que es una palabra bien rara y no nos gusta mucho) lo que estamos haciendo con el cuerpo tiene un valor porque sabemos que debemos trabajarlo y que hay un riesgo en hacerlo.

¿La danza en su país tiene resonancia con el momento político? Pienso en Chile y su movimiento feminista tan potente, por ejemplo, y en el actual trabajo político para reformular la Constitución.

 –El arte puede traducir literalmente y hacer un trabajo panfletario del momento, lo cual no me interesa mucho. Me interesa lo que está pasando en el mundo real de la política, de lo social, educativo, lo que nos llena de preocupación, de dolores; pero luego viene una especie de colador, de filtro, viene una revuelta de ideas, de pensamiento, donde se mete la disciplina de la danza y lo que se destila de eso puede ser completamente distinto, pero viene de ahí, se enjuagó con esas aguas, viene con ese sabor.  Es como un sismógrafo, en donde pasa eso telúrico, social, pero, al final, lo que se registra son las rayitas del sismógrafo.

Yo creo que la danza y el arte deben convertirse en ese sismógrafo que traduce y hace una lectura y transforma todo eso, no en un reflejo igual, patente, vulgar. Estamos toda la gente de la danza, del teatro, de la música, del arte callejero, tomando ese momento, y en los próximos cinco o diez años este periodo de manifestaciones artísticas va a cristalizar (no es una cosa automática) en una generación próxima, porque están todas las capas moviéndose: desde los abusos y la problemática de género, hasta la economía, la política, lo militar, lo ambiental.

En abril es el plebiscito y sabemos que el cambio de la Constitución Política es un proceso largo. Hay manifestaciones en Santiago como epicentro, pero también en provincia, y el arte está con cuatro ojos mirando todo eso, y está equilibrando, sopesando y haciendo un trabajo continuo, la gente está creando con mucho esfuerzo, está ahí, no suelta.

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