Cultura Lanzamiento de la canción “Rita”.

La casa-museo de Daniela Rodríguez

La artista, cantante y autora Daniela Rodríguez lanza la canción “Rita", el primer sencillo de su álbum debut Casa, un homenaje a las mujeres que han marcado su vida y constituyen su multiverso de lo femenino.

Después de décadas de escucharla cantar con su voz dulce, y a la vez melodiosa y armónica, en la agrupación Malpaís, Daniela Rodríguez (San José, 1984) ahora nos envuelve cálidamente con los sonidos de su propio proyecto musical debut titulado Casa, del cual se desprende, en honor a su abuela paterna, el primer sencillo “Rita”.

En conversación virtual con Rodríguez, no solo se expresan sus palabras cuidadosas en un tempo sin prisa (como de bolero), sino que sus ojos enormes color esmeralda comunican la serenidad y madurez alcanzada para encontrar y seguir buscando su propia voz e identidad musical.

La canción “Rita”, amorosamente suave, es testigo de la celebración de ese encuentro en el museo viviente que es ella misma, según lo expresó varias veces a lo largo de la entrevista con este semanario.

Las mujeres que constituyen las constelaciones, o mejor dicho, su casa propia, son honradas en el álbum: su madre, su abuela, incluso ella, entre otras diez que han marcado su vida y se congregan en su multiverso femenino.

Hija de dos personas artistas con honda resonancia en la cultura costarricense (la bailarina y profesora Florencia Chaves y el músico y compositor Iván Rodríguez), Rodríguez reconoce ese legado y lo tributa con absoluta devoción.

Las canciones del disco Casa son retratos de las mujeres más importantes y significativas de la vida de Daniela Rodríguez.

En su panteón personal de personas amadas incluye la influencia indiscutible del también músico y compositor Fidel Gamboa (q.e.p.d), quien fue su tutor, mentor, amigo y, de alguna manera, hasta papá.

Este contexto familiar, filial, musical y artístico la definió de manera orgánica y amorosa, pero también con rigurosidad ardua y a veces lágrimas.

Rodríguez reconoce que es connatural su pertenencia a ese mundo del canto y, por supuesto, a la galaxia malpaiseña. Sin embargo, esta “naturalidad” la llevó a aceptar un devenir que ahora se ensancha con fluidez a partir de su propia mirada hacia ella como persona y artista.

Confiesa así, que en ese camino de desarrollo, fue y ha ido guardando experiencias diversas, que con los años construyeron —casi inadvertidamente— un museo vivo con aposentos, de los cuales sustrae el material sensible para componer las diez canciones de su primera producción discográfica Casa.

Una casa que son las mujeres que la acompañan con su afecto, enseñanzas, amor, presencia y cuido.

¿Casa es un proyecto acariciado largamente? ¿Sentiste la necesidad de construir tu propio proyecto, tu voz propia?

—Mi propia voz, mi propio tono. Ha sido muy bonito porque ha sido muy natural, muy fluido, nada impuesto, ni forzado. No fue una meta, sino que fue como si tuviera un bolsito donde iba inconscientemente guardando cosas a través del tiempo, con todo lo que iba pasando en la vida, en cada etapa. Fue como ir construyendo un museo mío: viajes, recuerdos, fotografías y pinturas, melodías, retratos, grabaciones, cuerpos en movimiento por el lado materno, el mundo de la danza, la lectura, que siempre me ha gustado, la escritura. Leer poesía, que es lo que más me gusta, porque para mí es como tomar café —que no tomo—: todos los días leo un poema. Es un museo con cuartos, como pequeñas constelaciones, en donde entro como adolescente, como niña o adulta, a buscar distintos materiales para formar un material creativo. Antes de la pandemia, con mi maternidad también, que me cambió por completo y en medio de la pandemia, que me separé. Fue difícil. En ese periodo hacía grabaciones en la casa porque quería hacer versiones de canciones que a mí me gustaban, sobre todo de jazz, de música latinoamericana, más que todo boleros, y los nuevos ritmos folclóricos costarricenses. Desde ese momento sentí la necesidad de despojarme de cosas de mí misma que me tenían harta y aceptar otras que no me gustaban de mí: mi timidez, mis miedos. Luego pasó la pandemia y seguí escribiendo yo solita en privado. Estaba haciendo mucho ejercicio y me lesioné la espalda y fui a dar al hospital en silla de ruedas y me dijeron que no me podía mover por dos meses. Entonces pensé “me voy a volver loca” y empecé a escribir. La primera canción fue “Rita”, dedicada a mi abuela, la mamá de mi papá, porque sentía una tristeza muy grande por la manera en la que ella murió (“Rita, por qué casi no hay flores en esta despedida”, canta Daniela). Ese fue el inicio y el impulso para escribir otras piezas, hasta que se hizo más grande y me puse en modo producción, busqué un estudio y terminó siendo un disco de diez canciones.

Vos siempre estuviste -y has estado- inmersa, profundamente y por todos lados, en el arte y la música. Tu madre bailarina; tu papá músico, Malpaís… Fidel, que fue como tu mentor.

—Soy hija de una bailarina y de un violinista que me tuvieron muy jóvenes y creo que también fue una ventaja porque andaba para arriba y para abajo con ellos, y el arte siempre estuvo dentro y fuera de mí. Los amigos de mi papá eran músicos y los amigos de mi mamá eran bailarines y bailarinas. A mí nunca me preguntaron qué quería hacer yo. Me pasó, como con las canciones que compuse, que solo empezó a pasar como cuando inicié con el aprendizaje del chelo en la Orquesta Sinfónica Juvenil. Sin embargo, no me gustaba estudiar, era una tortura, hasta que se lo dije a mi papá y me dijo “salite”. Luego un día cantaba yo sola en mi cuarto y mi papá me escuchó y me dijo que quería llevarme donde Fidel para que me escuchara porque le parecía que era afinada y cantaba bonito. Entonces Fidel dijo que sí, que tenían que ponerme a cantar y él me empezó a grabar en jingles. También cantaba para las composiciones de teatro y danza que hacía mi papá. Y así entre los dos me llevaron a Malpaís y participé haciendo los coros en el primer disco que se grabó en el 2000-2001. Después, por primera vez, canté en vivo en el primer concierto en La Aduana, con 21 años.

Específicamente en la relación con Fidel —recuerdo que tiempo atrás lo conversamos— me dijiste que él había sido una figura sumamente importante para vos.

—Yo amaba a Fidel como a un papá. Me enseñó muchas cosas sin darse cuenta. Era muy estricto conmigo, mucho más que con todo el mundo, a veces era incluso incómodo porque me regañaba delante de mi papá. Me decía por qué estaba haciéndolo algo mal, qué era lo que estaba haciendo mal, qué tenía que hacer, pero no como una imposición: quería que lo hiciera mejor. Por ejemplo, me decía que la letra que estaba cantando no estaba transmitiendo nada, que tenía que entender su significado. Yo se lo agradezco mucho porque fue una gran escuela para mí, tanto como para mucha otra gente. Tuve la suerte de tenerlo cerca muchos años, no solo como maestro y mentor, no solo diciéndome cosas, sino haciéndolo conmigo a la par. Siento que fui como una esponja, unas épocas más que otras porque también tuve mis etapas rebeldes con la música y con Malpaís.

Daniela Rodríguez lanza su primer sencillo: “Rita”, del álbum debut Casa, grabado por Lyrata Estudio y Calle UNO Records. (Diseñadora gráfica: Laura Astorga)

Muchas veces la experiencia artística pasa, sobre todo, por el afecto y la emoción y, quizá menos, por el raciocinio; es decir, no es una experiencia necesariamente intelectual, aunque, obviamente, la vivimos con el cuerpo y la mente. Te pregunto, entonces, ¿qué es la música y el canto para vos?

—Qué difícil darle una palabra a algo tan amplio, tan grande, pero podría decir que es lo que he hecho desde siempre y a partir de ese siempre hay como raíces y bifurcaciones que me han llevado a otras ramas del arte. Durante mucho tiempo he luchado enormemente contra la timidez. Siempre me ha costado mucho relajarme al 100% y no pensar tanto en lo que la gente esté pensando, si le gusta, si está bien, si estoy sonando completamente afinada, a tiempo, si no lo estoy haciendo perfecto. En el escenario yo me preguntaba “cómo hago para no descomponerme”. La gente no se daba cuenta de que a veces estaba cantando y mis manos parecían dos tubos de agua y el corazón se me iba a salir. Siento que parte de esta escuela musical y maestros, tíos y papás, venían tímidos también, y creo que eso también me lo transmitieron. Inconscientemente relacioné música y timidez, que van de la mano. Hay cosas que yo las traía como herencias, pero ahora sé que se pueden quitar. Yo diría que la música y el canto es como una gran mamá maestra —a pesar de estar rodeada de hombres—.

Vos sos una parte fundamental de Malpaís y del movimiento musical costarricense, ¿cómo es vivir la experiencia, por un lado, de la agrupación y, por otro, de crear tu propia propuesta?

—Mi experiencia con Malpaís ha sido un poco guiada y acompañada. Ha sido un proceso en el que he aprendido y disfrutado mucho. También siento que no tenía todo el tiempo para pensar exactamente qué cosas propias quería hacer y me resultaba más fácil ir por los caminos que estaban a mi alcance. El grupo se fue consolidando y haciendo cada vez más grande y fuerte, y yo fui guardando mis cosas para el futuro, con la idea de seguir hacia adelante y aprovechar todo lo que tenía a mi alrededor. Tenía algunos miedos e incertidumbres que llevaba por dentro y me mantenían en una sala de espera.

 ¿Y cómo resolviste esa aparente contradicción? Para mí es un acto de valentía, decir: “esta soy yo, quiero esto, esta es mi identidad”.

Como artista sí me hacía falta encontrarla, buscarla, pensarla. Hice terapia y eso me ayudó mucho. Una de las cosas que la psicóloga me decía es que yo no tenía amigas. Eso fue antes de escribir las canciones. Después fui donde una fisioterapeuta porque estaba completamente contracturada, y me dijo que yo tenía demasiada energía masculina y que necesitaba más energía femenina. A partir de ahí escribí las canciones y “Rita” fue la primera del disco. Busqué esa energía en cada una de estas mujeres, en estas pequeñas constelaciones, en este museo. Son retratos de las mujeres más importantes, más significativas de mi vida. Fue cuando decidí que iba a hacer un disco solo de mujeres tratando de encontrar mi propio estilo, mi propia voz, con una atmósfera que fluye indudablemente alrededor del jazz porque es mi discurso melódico.


Créditos del álbum Casa:

Letra y música: Daniela Rodríguez

Producción general: Daniela Rodríguez

Arreglos: José Elizondo

Piano: Eduardo Montero

Bajo: Fernando Víquez

Batería: Orlando Ramírez

Percusión: Juan Carlos Espinoza

Corno inglés: Jorge Rodríguez

Violín: Iván Rodríguez

Ingeniero de sonido y mezcla: Daniel Solano

Asistente de sonido: Rolando Jiménez

Masterización: Heriberto Román

Diseñadora gráfica: Laura Astorga

Estudios de grabación: Lyrata Estudio

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