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Héctor Zúñiga fue mucho más que “Amor de temporada”

El libro explora la vida del compositor desde diferentes puntos de vista y tiene la particularidad de incluir 34 canciones con sus respectivas partituras, lo que lo convierte en un documento valioso para los seguidores de la música popular costarricense.

En un afán por rescatar elementos dispersos de la vida y obra de Héctor Zúñiga Rovira, el libro Más allá de amor de temporada recoge canciones y diferentes puntos de vista sobre el compositor que siempre tuvo a Guanacaste como su referencia insoslayable, y a la que siempre volvía de manera literal o metafórica.

El texto fue publicado por la editorial de la Universidad Estatal a Distancia (EUNED) en 2023 producto de un esfuerzo de su compiladora, Patricia Salgado Muñoz, y de la Asociación para la Cultura de Liberia (ACL), que respaldó la iniciativa de principio a fin.

El resultado es un volumen que viene a sistematizar zonas de la vida artística y personal de Zúñiga, dado que mucha información ha estado dispersa por muchos años.

El libro Héctor Zúñiga, palabra y canto sirvió de base para Más allá de amor de temporada y fue editado en 1993. (Foto: Internet)

El principal desafío que se plantea la autora es, precisamente, que se conozca más al Zúñiga compositor de muchas canciones y no solo de la más interpretada, así como el hecho de que el lector se acerque más al ser humano que anduvo por una gran variedad de sitios en su Guanacaste natal, gracias a su profesión de ingeniero agrónomo, lo que le permitió con el paso del tiempo convertirse en una especie de cronista de aquellas vidas y costumbres con las que interactuó y que lo llevaron a profundizar en el alma de sus gentes.

Una de las claves del libro se encuentra ya en la página cuatro, cuando se alude a la pregunta capital que en su oportunidad le planteara el escritor Miguel Fajardo, autor de Héctor Zúñiga, palabra y canto, de 1993.

A la consulta de Fajardo de: ¿Por qué se hizo ingeniero y no músico?, Zúñiga contestó: “Esa es una pregunta que no me había hecho ni yo mismo. Me pusieron en clases de música desde niño, porque me gustaba. Pero me mandaron a San José para que estudiara una profesión. Al salir del Liceo, la música era para mí un pasatiempo y en la actualidad todavía lo es, porque no vivo de ella. Pero me pongo a pensar: si yo hubiera sido músico, no hubiera tenido la oportunidad de ver y sentir todo el panorama que me ha servido de inspiración. Tal vez hubiera podido componer una sinfónica (sic), pero nunca un ‘Amor de temporada’ o ‘El huellón de la carreta’”.

El contacto con la naturaleza y con los diferentes pueblos, en los que trabajó para el Banco Nacional en condición de “extensionista agrícola”, le abrió las puertas para ver la realidad de sus paisanos de cerca, para después tocarla en canciones y poemas que fue componiendo a lo largo de los años, aunque como se aclara en el texto, a Zúñiga no le preocupó nunca dejar por escrito sus creaciones.

Eso explica el hecho, también, de que a menudo le hacía variaciones a sus canciones, con base en la premisa de que eran suyas y, por lo tanto, tenía toda la potestad para agregarles o quitarles una estrofa, mientras interpretaba la composición en una actividad familiar o con amigos.

Más allá de amor de temporada apuesta por dar una mirada integral del compositor guanacasteco.  (Portada: EUNED)

Un hombre inteligente, sencillo y llano. Ese es el retrato que va surgiendo de Más allá de amor de temporada.

Al incorporar una especie de mosaico de visiones sobre el compositor que, como lo acepta Salgado, era conocido sobre todo por “Amor de temporada”, lo que hizo que en vida y posterior a su muerte, el 25 de febrero de 1995, esa fuese la tónica predominante, y que se mantiene vigente hasta el día de hoy.

El desafío que se plantea el libro, entonces, pasa por acercar al lector a una valoración más integral respecto a Zúñiga, para quien la posteridad, al desprenderse de la forma en que asumió la vida, no tenía mucha relevancia.

Lo que motivaba al compositor era tratar de recoger en sus canciones y poemas esa mirada de lo que observaba, en especial, en el ámbito guanacasteco, aunque su producción no se puede circunscribir sólo a este espacio físico y cultural.

El volumen, por eso, apunta a un repaso más integral de la obra de  Zúñiga, como lo refleja Verónica Navarro, en la presentación y en su rol de presidenta de la Asociación para la Cultura de Liberia: “La obra de Zúñiga es muy vasta, pues hubo poemas que no llegó a musicalizar y canciones que no quedaron grabadas. La presente publicación viene a complementar el trabajo que la ACL hiciera cuando apoyó, en 1993, a Miguel Fajardo para escribir Héctor Zúñiga, palabra y canto, que en esa ocasión incluyó letras de canciones y poemas”.

De hecho, el libro de Salgado parte del de Fajardo, solo que en esta ocasión la estrategia elegida para resaltar la figura del compositor es la del mosaico y la ampliación en cuanto a las canciones registradas y la inclusión, no menor, de las partituras.

Ya el prólogo de la obra se establece que, de las 56 composiciones conocidas de Zúñiga, se incluyen en el volumen 34, con el fin de que estén a disposición de aquellos a quienes les interese una mirada amplia y múltiple y más técnica, desde el punto de vista musical.

Salgado apunta en la introducción: “A pesar de haber compuesto muchas canciones, son conocidas por el público apenas unas pocas: ‘El huellón de la careta’, ‘El burro ‘e Chilo’, ‘Murciélago’ y, por supuesto, ‘Amor de temporada’”.

Para Zúñiga, se va deduciendo de manera silenciosa del libro, la vida en el presente era la llamada urgente que había que atender, de ahí que no tuviera una clara conciencia de la relevancia de dejar por escrito su aporte musical y cultural.

“En esta escasa difusión de su obra, debe haber influido la poca dedicación que él puso en dejar un registro de sus canciones, incluso las letras, y a que él no sabía escribir música. Componía acompañándose de su guitarra y en algunas ocasiones con sus silbidos”, puntualiza Salgado en el ya referido texto.

Para Zúñiga, también, las piezas eran como organismos vivos, que podían cambiar de presentación en presentación, al menos en algunos aspectos que sobre la marcha  considerase oportuno precisar, agregar o quitar.

“Para componer, iba alternando borradores de letra y música. A veces comenzaba su inspiración con alguna idea de lo que podría llegar a ser la música, como me comentó que sucedió con ‘Amor de temporada’. En otras ocasiones, tomaba una idea, una imagen, la empezaba a plasmar en algunas palabras preliminares, y luego conforme iba poniendo música, volvía a cambiar la letra.

Lo que cuenta Salgado es importante, porque se asemeja en un alto porcentaje a quien escribe una novela, un cuento, un ensayo. Es decir, con base en una determinada idea o imagen, las secuencias empiezan a surgir y se van puliendo sobre la marcha, de alguna manera, como hace el orfebre o el escultor con su piedra, madera o mármol, hasta que sale a la superficie aquella forma que desde un principio estaba ya en la mente del creador.

“Cuando se sentía satisfecho con su canción, comenzaba a interpretarla una y otra vez, principalmente en grupos de familia y amistades. Como se sabía de memoria las letras, no veía necesario dejarlas por escrito. Cantaba por complacer a quienes se lo pedían, pero dejaba de cantar si la gente se ponía a conversar y no le escuchaban con atención, al cantarlas, muchas veces, hacía breves introducciones acerca de la canción comentando algunas palabras, algún giro de las letras”.

El aporte de Salgado como compiladora tiene un doble valor, porque además de la labor investigativa a la que apeló para armar el libro, ella era sobrina del compositor, por lo que lo trató y conoció muchos de los aspectos de su visión artística, así como la forma en que asumía la vida.

“Desde mi adolescencia, colaboré con él para la adecuada difusión de su obra. Me permitió grabarlo en casetes, cuando cantaba en reuniones familiares; además, transcribí muchas de las letras y trataba de verificarlas o corregirlas cuando lo volvía a escuchar. En varias ocasiones al escucharlo cantar alguna canción, noté que introducía algunas estrofas, que tal vez no había cantado antes. Al comentárselo, me contestaba: ‘de por sí, son mías’”.

Las canciones

Más allá de amor de temporada incorpora 34 canciones de Zúñiga, las cuales, en su mayoría, van acompañadas de un texto que da un detalle, una explicación o pone en perspectiva cada una de las piezas.

De esas piezas y pese al afán propio del libro, es imposible no resaltar y referirse a la canción que convirtió a Zúñiga en un compositor de corte nacional.

Así empieza “Amor de temporada”, la cual debió componer cuando el autor tenía 17 años, pues algunas investigaciones apuntan a que es de 1930, y como incluso se comenta en el libro en cuestión.

 

“Morena de mi vida

te vengo a cantar mis penas,

a recordar el día

en que heriste el alma mía”.

Ya aquí empiezan a fundirse letra y melodía para hacer de la canción una referencia del compositor y de esa alma guanacasteca enamorada, que, por analogía, se extenderá al ser costarricense.

 

“En esta amarga vida

de angustias y de penas,

de dicha solo tengo

tu imagen en mi memoria”.

 

Como se puede reconocer de manera directa, en esta segunda estrofa es de nuevo la pena el foco del cantor, que quiere ahogar la ausencia, con palabras que se traducen en memoria y en música.

Ya, prematuramente, se preanuncia el desengaño, el desamor, la herida abierta por ese adiós sin intermediarios ni preámbulos.

 

“Aquí empieza la historia:

“allá en las Playas del Coco;

en un día de verano

que irradia entusiasmo loco.

Sonaban las guitarras,

sonaban las marimbas

los botes se mecían

asidos de sus amarras”.

 

No hay duda de que “Amor de temporada” no solo es la composición más conocida de Zúñiga, sino que también probablemente sea su mayor inspiración, sin que ello demerite ni un ápice el resto de sus creaciones, y que en el libro se rescatan para el público en general, pero en especial para los estudiosos de la canción popular costarricense.

Si se parte de que la canción fue compuesta en 1930, está a seis años de alcanzar su primer siglo de existencia, y como se comprueba en el volumen y en el interés que despierta en las viejas y las nuevas generaciones, y en la diversidad de grabaciones, “Amor de temporada” soporta hasta ahora muy bien el paso del tiempo.

De ahí que sirva, incluso, de vitrina para que haya un acercamiento más sistemático, a partir de este libro, a su obra, que si bien no es tan amplia como la que dejaron otros compositores, como por ejemplo, Ricardo Mora —a quien de forma ineludible se le asocia con “Noche inolvidable”, lo de Zúñiga es un aporte invaluable.

Parte de la partitura de “Amanecer pampero”. La inclusión de las partituras de las canciones de Zúñiga es uno de los principales aportes del nuevo texto. (Foto: libro Más allá de amor de temporada)

La apuesta realizada por Salgado y la Asociación para la Cultura de Liberia de poner en perspectiva la obra de Zúñiga recobra gran relevancia en una actualidad marcada por un mundo fugaz y líquido, como lo analizó en su momento Zygmund Bauman en distintos ensayos.

En Más allá de amor de temporada se incluyen, canciones como “Amanecer pampero”, “Amaneció en la hacienda”, “Añoranza”, “Canaima”, “Ciudad vieja”, “Despedida”, “Dieciocho primaveras”, “El burro ‘e Chilo”, “El campista enamorado”, “El caballo emperador”, “El polista de la pampa”, “El primer aguacero”, “Estampas de mi tierra” y “El tren de Puntarenas”, entre otras.

“Despedida”, si se analiza con distancia y frialdad, evoca esa ausencia y esa pérdida ya trabajadas en su canción emblema como fue “Amor de temporada”.

 

“Nunca olvidaré los brazos,

ni el barco ni la bahía

verde como los ojazos

de la que yo me despedía”.

 

El poeta va directo, sin muchos rodeos, a contar la condición de su pena, esa que le estruja el alma y, por ende, tiene infinita necesidad de comunicar.

 

“La amaba con tierno acento

y ella dulce me miraba

al compás del movimiento

cuando el barco se balanceaba”.

 

Resulta casi mágico comprobar en el texto cómo ese vaivén del alma que sacude al poeta se materializa en los anteriores versos.

 

“Qué triste despedida

la que se da a un ser amado;

solo ese día en la vida,

sentí realmente haber llorado”.

 

Consumado el acto del adiós, el autor apela a una hipérbole revestida de confesión para aumentar el sentimiento que le embarga: “Solo ese día en la vida, sentí realmente haber llorado”.

 

“Horrible noche sombría

la que pasé en aquel puerto,

llevando en el alma mía,

el recuerdo de la amada,

con honda melancolía”.

 

El proyecto se ve reforzado con la inclusión de las partituras de las canciones escogidas –34— con el fin de que los músicos en particular y los interesados en los elementos técnicos puedan tener de forma definitiva un panorama completo del aporte de Zúñiga a la música popular costarricense.

De igual manera, como se apunta en el volumen, los interesados en escuchar las canciones de Zúñiga tendrán acceso a 31 de las 34 incluidas en el texto, mediante el escaneo de un código QR que aparece en la página 75.

El libro se presentará el 29 de febrero en la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM), lo que será una ocasión inmejorable para un nuevo homenaje al legado de Zúñiga, uno de los principales compositores del país y un amante confeso de su Guanacaste del alma.

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