De niño, soñaba con encontrar una carrera que fusionara sus dos pasiones en la vida: bucear y descubrir la historia. La encontró. Guillermo de Anda, arqueólogo subacuático, dedica sus días a descubrir los restos de antiguas civilizaciones que se encuentran sumergidos.
A lo largo de los 30 años de su carrera ha explorado más de 350 cuevas y cenotes (pozos de agua dulce abastecidos por ríos subterráneos que se forman en la roca, en la península de Yucatán en México y a los que los mayas dieron un uso sagrado), y ha dirigido distintos procesos de arqueología subacuática en su país.
Mediante estas expediciones a los mundos sumergidos y la difusión de sus investigaciones, el arqueólogo busca comprender mejor la historia de los pueblos mesoamericanos, así como las relaciones ambientales y rituales entre los antiguos mayas y estos cuerpos de agua, con el fin de promover el respeto a la diversidad cultural y al medio ambiente.
Por su labor en la difusión científica, en mayo de 2012 de Anda fue nombrado Explorador de National Geographic. El experto fue invitado por el Centro Cultural Costarricense Norteamericano y National Geographic Learning a impartir conferencias en Costa Rica a principios de agosto. UNIVERSIDAD aprovechó la visita para conversar con el arqueólogo sobre los hallazgos de sus investigaciones y su importancia en el mundo actual. A continuación un extracto de esa conversación.
¿En qué han consistido sus investigaciones?
Hemos explorado las cuevas y cenotes de la península de Yucatán cuando menos los últimos 30 años. Nuestra investigación inició con el estudio de los restos óseos humanos encontrados en cuevas y cenotes en la península, pues esa es mi especialidad como bioarqueólogo; pero de ahí se ha ido extendiendo porque el mismo contexto nos ha dado hallazgos maravillosos que nos han ido llevando a nuevas áreas de exploración. Todavía va a dar para mucho tiempo este trabajo.
¿Cuáles son los hallazgos más importantes?
Las investigaciones nos han enseñado que los antiguos mayas veneraban estos lugares de manera especial y que eran sitios de gran fuerza para ellos, ocupaban un lugar importante en su cosmos, eran los lugares dadores de vida y de muerte, eran dicotómicos.
Otra de las cosas que las cuevas nos han dicho es que ha habido cambios climáticos cíclicos durante los últimos doce o quince mil años, y que los mayas sobrellevaron una estrategia muy inteligente de superviviencia ante las sequías. Nos han dicho, entre otras muchas cosas, que estos cenotes no cumplían únicamente una función práctica de ser provisión de agua o un sitio ritual, en el sentido de ofrendar objetos o personas, sino que fueron también calendarios solares astronómicos, fueron lugares que servían para hacer observaciones del paso del sol.
En fin, estamos empezando a entender todo lo que representan las cuevas y cenotes.
¿Qué características de los mayas podemos entender en temas como la astronomía, la agricultura, el uso de la luz dentro de los cenotes?
Es muy interesante, porque sabemos que los antiguos mayas eran grandes matemáticos y astrónomos, utilizaban estos elementos para entender los ciclos de la naturaleza y del paso del sol, y los utilizaban de manera práctica para saber en qué momento deberían iniciar las siembras y cosechas. También veían las constelaciones para entender un poco más lo que sucedía en las épocas de lluvias, cuando había más posibilidad de que lloviera.
Los juegos de luz dentro de los cenotes nos sorprendieron, muy especialmente en el cenote Holtún en Chichén Itzá. Ya teníamos conocimiento de que los antiguos mesoamericanos utilizaban las cuevas como espacios oscuros en los cuales podían, en un momento dado, hacer que penetrara la luz y ver cómo esa luz se comportaba, para entender qué era lo que pasaba con los ciclos agrícolas y con los días simbólicos para ellos.
Un ejemplo de esto es el sitio de Xochicalco, en el centro de México, cerca del estado de Morelos, donde hay una gran pirámide que tiene una cueva artificial en la que hicieron una perforación. De modo que el día del paso cenital del sol, la luz entra como un rayo láser, impresionante. En Cantona, otro sitio cerca de la ciudad de Puebla, vimos el mismo fenómeno. En Teotihuacán también. En todos estos casos se especula que utilizaban pequeños cajetes o artefactos con agua para ver el reflejo del sol.
En Holtún, parece que los mayas tenían este gran cenote que aparte tiene un gran simbolismo por todo lo que representa. Es un lugar de gran belleza y fuerza, y que tiene una gran superficie de agua en la cual también observaban el sol.
Sobre el caso del cenote de Homún, en el que se halló una estructura construida por los mayas y que fue intervenido de forma incorrecta con fines turísticos. ¿Qué aprendizaje extrae de ello?
Este es un caso triste, de alguna manera me siento un poco culpable.
Hicimos una exploración en la zona y cuando terminamos, como siempre lo hacemos, o hacíamos, dimos una plática para el pueblo y las autoridades para enseñarles lo que tenían, con el afán de hacer conciencia y que se sintieran orgullosos.
Cuando les mostramos ese cenote -tomamos una fotos bonitas del lugar-, les gustó mucho, preguntaron que cuál era y plantearon que habría que explotarlo turísticamente. Yo me alarmé, no porque estemos en contra del turismo sino porque esperamos un turismo bien hecho, que respete.
Los criterios de la gente varían mucho. “Vamos a hacerlo turístico” pudo significar “vamos a poner una pequeña escalera adaptada para que la gente entre y vamos a controlarlo”. No, para ellos hacerlo turístico fue romper el techo haciendo un enorme hueco. Rompieron una gran cantidad de estalactitas irrecuperables, metieron una escalera enorme. En fin, se ha deteriorado el material arqueológico, se han deteriorado las pinturas, la luz, cambiaron totalmente el microambiente del cenote y se echó a perder.
Yo entiendo que el turismo es un gran recurso y una alternativa, sobre todo para estas comunidades que son muy pobres, yo soy el primero en querer que estén bien; pero esto, lejos de hacer que estén bien, los perjudica. Claro, ahora sienten que vienen turistas y ven su lugar, están teniendo un pequeño incremento en su economía, pero pudieron haber tenido un gran incremento en su economía si lo hubieran manejado inteligentemente.
¿Cómo seguir compartiendo conocimiento científico con las comunidades promoviendo el empoderamiento y la apropiación, pero garantizando que se haga de la manera correcta?
Yo aprendí mi lección. Creo que lo que tenemos que hacer es darlo a conocer, pero a la vez presentar una alternativa sobre cómo aprovechar estos atractivos turísticos con ciertos condicionantes, aclarando las ventajas de hacerlo de esta forma: que la gente se interesa más, que le damos una mística; porque cobrar 20 pesos para que la gente vaya y contamine un cenote no representa un beneficio para la comunidad, pero conservarlo y ofrecer la posibilidad de que sea visitado y se de la información completa, eso sería magnífico. Abrirlo sin ningún control crea mecanismos de destrucción inmediata.
Yo creo que los errores se dan por falta de información y educación, que incluye muchos aspectos. Hay que empezar por la divulgación, hay que hacerle ver a la gente el valor de lo que tiene.
Yo ahí veo el valor de National Geographic, que es una institución maestra en la divulgación y difusión de la ciencia. ¿Quién no ha tenido en sus manos una revista o ha visto uno de sus documentales? Este es el tipo de trabajo que tenemos que estar haciendo, divulgación de calidad, bien sustentada, accesible, comprensible, bonita y llamativa. Muchos científicos no priorizar la divulgación y no comprenden que la difusión accesible de la ciencia es tan importante o más que una publicación científica.
Usted viene como explorador de National Geographic y en alianza con el Centro Cultural Costarricense Norteamericano para hablar de los distintos aprendizajes de la arqueología, de la tecnología y el reconocimiento de la importancia de la preservación ambiental. ¿Cómo se amarran todas estas cosas en su mundo?
De manera maravillosa. Hay una gran diversidad en este trabajo que tiene que ver con ciencia, con exploración, con deporte extremo, con divulgación de la ciencia, con educación, con la preservación y con entender qué es lo que pasa para evitar que siga sucediendo o vuelva a suceder. Hay un gran punto de articulación.
Por ejemplo, en nuestro proyecto actual, el Gran Acuífero Maya, somos un grupo de científicos entre los que hay biólogos, geólogos, comunicólogos, arqueólogos y una gran cantidad de estudiantes, y estamos estudiando el acuífero desde todos sus puntos de vista. Dentro del proyecto tenemos también a un ingeniero egresado de MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), que es parte de National Geographic y es nuestro innovador tecnológico. Nos ha diseñado software para los modelos en 3D que permiten estudiar las piezas halladas sin extraerlas del ambiente, sino a través de la reproducción.
Tenemos todo un entramado que cuya idea central y donde aterrizamos todo es precisamente en los estudiantes, en poder trasmitirles a los muchachos que el mundo entero es un aula y que el aula se puede transformar en el mundo entero a través de estos conocimientos.
Por ejemplo, didácticamente se han hecho una gran cantidad de libros de National Geographic Learning, que se ha aliado al Centro Cultural. Hay libros con los que los muchachos aprenden inglés a través del trabajo de los exploradores de National Geographic, es una manera de ponerles el mundo en sus manos y al mismo tiempo crea una conciencia de protección que es en gran parte la misión de National Geographic.
En una charla en Nicaragua usted expuso sobre cercanías demostrables en la historia de los mesoamericanos, que hoy tal vez nos sentimos un poco distantes, ¿cómo nos encontramos en los restos arqueológicos?
En Nicaragua expuse que somos uno solo, somos diferentes culturas pero en la esencia somos lo mismo. Es una sola América Latina y esto tiene mucho que ver con nuestros orígenes que fueron muy similares, los compartimos; luchas de supervivencia por poder apropiarnos de la tierra, hacerla producir y sobrevivir en un lugar.
Lo que encontré cuando me puse a estudiar para esa charla fue una cueva con unas representaciones en Nicaragua que son idénticas a las representaciones de una vasija que había encontrado en el fondo de un cenote en Chichén Itzá. No hemos visto otra representación así, muy probablemente fue llevada de aquí.
Ahora, ¿qué sucede con Costa Rica? Exactamente lo mismo, compartimos un origen común. Un investigador de la UNAM, que fue mi profesor en el doctorado, el Dr. Alfredo López, ha sostenido una teoría antropológica que habla de un “núcleo duro” que se comparte en toda Mesoamérica. Los mesoamericanos antiguos compartieron ciertas situaciones que son muy similares.
Estas enormes esferas protegidas por la UNESCO que tienen ustedes aquí, parecen estar colocadas en lugares específicos en un espacio muy específico y que no se sabe bien qué fueron o representaron, pero pudieron estar relacionadas con algún culto de algún tipo y pudieron estar ubicadas espacialmente de una manera especial, como los cuatro rumbos del universo – que usaban los mayas –, entonces hay una gran similitud en nuestros orígenes. Tal vez en algunos lugares no se construyeron grandes pirámides, pero si se tenía una cosmovisión muy similar en cuanto a la esencia, la base del pensamiento ritual y mágico en un momento dado.
¿Cuál es la importancia de que los jóvenes -por ejemplo estudiantes- se reconozcan en este pasado y puedan entender qué hay en los cenotes y qué fueron?
¿Cómo vamos a proteger nuestro futuro, cómo vamos a proteger el presente, cómo vamos a hacer una estrategia, si no sabemos de dónde venimos? Así de fácil. El estudio de la historia, de la arqueología, lejos de ser una actividad ociosa o inútil, nos da muchos elementos para entender estos procesos históricos, cómo se llevaron a cabo, cómo tuvieron que ver con procesos ecológicos o con cambios en el medio ambiente. Todo esto es un gran conocimiento que nos debe ayudar a entender mejor nuestro propio medio ambiente en el presente y a crear estrategias de protección. Es una gran lección que tendríamos que aprender.