Todavía con muchas imágenes frescas revoloteándole en su cabeza del recién concluido Festival Internacional de las Artes (FIA), la Ministra de Cultura, Silvie Durán, hizo una valoración del gran reto que significaba esta edición, tras el “Fiasco” de 2015, que dejó a comunidades esperando aún la llegada de los artistas, y numerosas indemnizaciones pendientes, al tiempo que abrió una gran duda sobre el futuro de tan relevante actividad.
Con un rostro que reflejaba la satisfacción de haber aprobado la tarea con una buena calificación, Durán habló del presente y pasado del FIA, y abordó el escabroso tema de la conservación del patrimonio nacional, que en la actualidad tiene dos grandes frentes abiertos: la remodelación del Gran Hotel Costa Rica y del Cine Variedades, sobre los que pesan fuertes cuestionamientos de grupos como el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos).
Sobre este tema, ahí no acaba la situación, porque la funcionaria reconoce, por ejemplo, que el estado del Teatro Nacional es crítico, a tal punto que esta obra carece de un sistema antiincendios y su sistema eléctrico está obsoleto.
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El FIA es una propuesta nacional. Entonces tenemos una responsabilidad con todo el país, pero el ejercicio no solo fue hacer un evento, sino uno que nos ayudara a ubicarnos en el espacio común, para que la gente se apropiara del espacio público
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La Ministra -que llegó precisamente al Ministerio en mayo de 2015, luego del fracaso en el FIA de ese año y que supuso la salida de Elizabeth Fonseca- también reconoció que el país apenas da sus primeros pasos en la gestión cultural, que hoy por hoy es una de las mayores falencias del sector, y que dicho vacío propicia un evidente desequilibrio en relación con la creatividad y la formación en las distintas áreas artísticas.
Precisamente la buena gestión fue la que les permitió coronar un FIA sin sobresaltos y con una buena participación en cuanto a público se refiere, ya que la ausencia de espectadores fue la sombra que pesó en el monumental fracaso de 2015.
En la Casa Presidencial, donde este martes tenía el Consejo de Gobierno, Durán atendió a UNIVERSIDAD e hizo un balance de los principales temas en los que centra su quehacer en el Ministerio de Cultura. Sostiene que ha logrado filtrar el espíritu del teatro, que siempre apela al trabajo en equipo.
¿Considera que tras el FIA 2017 el Ministerio de Cultura recuperó la confianza de los artistas, los productores y el público en general?
-Espero que eso sea así. Es un proceso que venimos construyendo. El año pasado recibí, en la zona Sur, comentarios muy positivos de los artistas en términos del trato, la organización y la responsabilidad administrativa con ellos. Al mismo tiempo, nos tocó hacer todo el proceso de recesiones administrativas y lo que debía de resolverse en relación con el 2015; y a pesar de que algunos procedimientos son muy engorrosos, se hicieron con la mayor atención posible con los colegas que más se vieron afectados.
Creo que hemos sido diligentes en procurar eso desde el inicio de nuestra gestión y ya como corolario llegó este FIA, que fue un momento muy esperado por todos. Y a mí, por lo menos, me superó todas las expectativas.
Lo hicieron en julio y se corrieron el riesgo con el clima.
-Con el clima sí, aunque tuvimos muy en consideración el tema y le tuvimos fe al veranillo de San Juan y al meteorológico. Desde luego que se hace un balance de actividades. Hemos tenido que hacer tres festivales en un plazo relativamente corto, con plazos más o menos de nueve meses. Un Festival Internacional por lo general requiere un poco más de tiempo, pero bueno, fue la circunstancia que nos tocó. En la zona Sur, por ejemplo, tratamos de dejar una estructura bien montada. La fecha para el FIA era ajustada; teníamos las vacaciones de medio período a favor.
El segundo sábado me fui a los parques a ver a la gente. Vi padres, abuelos, Boy Scouts, gente haciendo camping. Vi una pareja muy joven, todos tatuados, con la niñita, con mallas negras y su colilla. Era un espacio para el encuentro de la diversidad de lo que somos. Tuvimos a personas de varios lugares del país y de la ciudad y de distintos orígenes socioeconómicos.
Fue una oportunidad muy grande para todos. El FIA y los espacios similares tienen que ser una escuela de convivencia. En la cultura nos podemos acercar a lo que nos es totalmente ajeno. Hubo actividades para todos; a distancia de 300 o 400 metros. No hay generación que no diga que a los abuelos no les guste la música que viene, la moderna.
Lo que nos toca construir es apostar por los valores de convivencia y de comunidad, que son los valores de un país y de un Estado; este es un tema fundamental. Creo que el FIA bien diseñado es un espacio muy positivo por eso.
El que el FIA fuera en la capital gustó mucho a una buena parte de la gente. ¿Este modelo se puede seguir repitiendo?
-El FIA es una propuesta nacional. Entonces tenemos una responsabilidad con todo el país, pero el ejercicio no solo fue hacer un evento, sino uno que nos ayudara a ubicarnos en el espacio común, para que la gente se apropiara del espacio público, y me parece que esta pregunta trasciende muchos lugares y es muy importante en todo el país. Ese ejercicio también lo pensamos en la zona Sur. El FIA es un evento de un tamaño tal para una sociedad pequeña como la nuestra, que tiene que hacer cuatro cosas: en primer lugar, ser una gran fiesta, que le devuelva el aporte a la gente por sus impuestos; en segundo orden tiene que ser una ventana de nuestra diversidad, y además, tiene que ver en cómo nos encontramos, cuando nos encontramos con el otro, el desafío cuando la diferencia exige esfuerzo; en tercer lugar, que sea una oportunidad de desarrollo para los sectores de la cultura y en cuarto lugar impulsar el desarrollo donde se hace. No inventamos nada que no le esté pasando a San José y a los medios urbanos. Por eso el FIA salió tan bien. Hay un reclamo de sostenibilidad de lo urbano y hay un llamado a la revisión de los hábitos de consumo y uso de la calle, porque sino cada vez estaríamos más atragantados. Nos montamos en una energía social que se viene percibiendo al menos hace siete años.
Creo que si encontramos cómo aplicarnos para que los proyectos culturales entren en esas dinámicas que debate la ciudadanía, lo que se vive, lo que se problematiza y lo que nos está enredando la vida, vamos a encontrar resonancias distintas y vamos a hacerle un servicio a nuestra conciencia colectiva, que creo es lo que debemos hacer, porque es el recurso de todos.
Ya en 2015 la Contraloría General de la República se había pronunciado sobre el FIA 2015, conocido popularmente como el Fiasco. En este contexto, ¿hay ya responsables por los daños económicos que se dieron?
-Bueno, yo creo que se sumaron varios factores. Con respecto a las responsabilidades está todo el proceso administrativo, en el que se asumió la del Estado. Todavía nos falta terminar de clarificar cuentas. Hay un proceso de poner responsabilidades sobre el monto económico y que eventualmente será resuelto. El proceso ha sido lento, como es toda resolución administrativa.
Fondos del Estado y personas privadas se vieron afectadas, por eso el proceso es muy delicado. Por eso estamos en un proceso que todavía tiene trámites administrativos; algunos fuera de nuestro alcance. Eso está en curso.
¿Antes de que termine el Gobierno este capítulo quedará cerrado?
–Sí, claro. Es parte de entregar la casa ordenada y que dejemos la estructura administrativa y los procedimientos. Hay un esfuerzo muy grande en ese sentido.
Dejemos el FIA, señora Ministra, y pasemos a dos temas que han causado revuelo en los últimos días y están relacionados con el patrimonio. En el caso del Gran Hotel Costa Rica se tuvo que recurrir a una comisión especial, integrada por Roberto Villalobos, Gino Guidi y Carlos Manuel Zamora, a pesar de que existe el Centro de Patrimonio y la Comisión de Patrimonio. ¿Quiere decir que dichos entes no han cumplido con sus responsabilidades?
-No, eso quiere decir que la información que circuló a partir del 4 de junio -fecha en la que apareció una foto, que no es la foto del proyecto aprobado, en un medio de comunicación- se dio una dinámica que es propia de las redes sociales de hoy.
En muy pocos días circuló gran cantidad de información muy ambigua. Entró la Fiscalía -Adjunta Agrario Ambiental- y parte de lo que está valorando es al Centro de Patrimonio, por lo que yo ya no puedo tomar en forma neutral la opinión de los compañeros de Patrimonio. Por eso, me hago asesorar de un estructuralista (Guidi), un arquitecto (Villalobos) y un historiador (Zamora), que son de los que mejor conocen la ciudad. Con ello pretendemos ver qué es lo básico para la discusión.
Tenemos que verificar cuál es la historia del edificio, cuáles son los hechos históricos, cuáles son válidas estrategias de intervención. Con base en ello, podremos determinar el paradigma de intervención.
Por eso me di a la tarea de poner lo más en claro la situación, primero para mí, y luego para la discusión, y tenemos que hablar con base en los hechos. Hemos visto unas cinco versiones del quinto piso del Gran Hotel Costa Rica a lo largo de varios años.
La comisión me permitirá ver qué es lo histórico y las intervenciones posibles. Incluso puedo decir que aparecieron unos planos que no teníamos y que surgieron gracias al interés de la gente.
A la fecha no puedo decir que se haya destruido tejido histórico. Todo está en revisión. Y queremos corroborar cuál es la información correcta. Entre tanto, yo me acerqué a la empresa desarrolladora para ver si se podía revisar lo más polémico, que es el diseño del quinto piso.
El 18 de julio conoceremos el informe final de la comisión especial y la conversación podría cambiar completamente.
Hemos hecho incluso una conversación con un grupo ampliado, con gente con trayectoria en el tema y con gente que estaba molesta. Estamos sujetos a lo que está haciendo la Fiscalía y la Sala Constitucional.
Tenemos que aprender a cuidar y conversar, y a decidir cosas sobre cultura en general y sobre patrimonio de manera más proactiva y constructiva.
Nosotros estamos intentando avanzar con proyectos de patrimonio en la ciudad y eso es bueno. Cada edificio nos pone preguntas distintas. Por ejemplo, el Teatro Nacional, la preocupación es con la seguridad humana. Ese espacio se llena –el Foyer—tres veces por semana; hay turistas, niños y colegiales.
¿Qué tan grave está la situación en el Teatro Nacional?
-Diay, es que todo nuestro patrimonio. Si el Teatro Nacional no tiene sistema de incendios seguro y su sistema eléctrico no está bien, de ahí en adelante todos los edificios patrimoniales van a estar de forma similar, porque el Teatro Nacional es el que mejor dotado está para cuidarlo. Y es así para el Teatro Melico Salazar y para la Antigua Aduana.
Como sociedad nos hacemos grandes encargos, pero tenemos que decirnos cuánto nos va a costar ese encargo de aquí a diez años para que preveamos. No hemos hecho ese ejercicio de reingeniería financiera para la cultura, y no es que sea un pecado insalvable.
Hemos invertido mucho en formación creativa reglada, en teatro, en danza y música. Esto no se encuentra en todos los países de América Latina.
En gestión cultural, no obstante, estamos empezando, y si usted no tiene equilibrio ahí, es como tener una pata con un lado totalmente coja, y eso entonces tiene ver con todos los procesos de gestión, que ya no es el creativo, sino el financista. Se necesita al abogado de propiedad intelectual, se necesita al gestor de público, y esos no son necesariamente colegas, yo misma soy un caso así. Soy gestora y empecé segurísima de que iba a ser actriz toda la vida. Sucede entonces que todos estamos quejándonos de lo mismo y afuera nadie está haciendo lo que se necesita.
Entonces eso es lo que tenemos que hacer en patrimonio y en otros temas: decir este es nuestro sector, dónde está el músculo que le falta y de dónde lo vamos a tomar.
El FIA, en ese sentido, ha sido una escuela de producción por años, pero todavía es de un tamaño muy pequeño.
Tenemos mucho de capital creativo, pero muy poco de gestión. Es un embudo.
¿Ese es el gran vacío, la gestión cultural?
-Exactamente. A esto tenemos que meterla candela para equilibrar nuestro tema.
En relación con el proyecto de remodelación del Cine Variedades recibió dos cartas: una de la Defensoría de los Habitantes, el 8 de junio, y otra del Icomos, el 12 de junio, en las que piden explicaciones sobre la intervención. ¿Cuál es su posición al respecto?
-Hicimos una primera respuesta para la Defensoría en la que precisamos ciertos aspectos. La información de base histórica no es homogénea ni clara. En el Variedades el proyecto está en construcción y lo abrimos a la conversación. Este es el momento de hacer las observaciones.
En relación con los trabajos del Cine Variedades, el Icomos asegura: “Empieza la demolición del Variedades” y es una entidad con criterio. ¿Qué respuesta da a este cuestionamiento?
-Tenemos pendiente una presentación específica a Icomos. Creo que Icomos no tiene todos los elementos de juicio. Cuando tenga toda la información, posiblemente su criterio tenga más matices.
El Icomos denunció, además, que Óscar Flores, presidente de la Comisión de Patrimonio, es el gerente del proyecto que reconstruirá el Variedades.
-Bueno, él -Óscar Flores- justo tuvo la claridad de así especificarlos para ir y decir hoy estoy hablando como gerente de este proyecto.
¿Pero no ve una incongruencia, un problema que se pueda dar con este tema?
-Este, bueno, en la medida en que eso no obstaculice el ejercicio de los otros miembros de la comisión. De hecho, yo tengo una carta de la Defensoría y otra del Icomos sobre el tema.
¿Se sacarán elementos positivos de esta discusión sobre patrimonio?
-Esta construcción de conocimiento colectivo no se podía hacer hace mucho tiempo. Surgirá una gran pregunta: ¿cómo cuidamos los edificios patrimoniales? Hay edificios que se han intervenido y unos cuantos años después están mal de nuevo, porque no hubo un plan de gestión. Los espacios se llenan porque la gente los habita, los usa y los hace sentir. Entre memoria e innovación, entre pasado y futuro, está cómo vivimos, y cómo hacemos para cuidar el patrimonio, porque cada generación tiene lo suyo.
La carreta en su momento fue una innovación. Con el patrimonio de hace dos siglos nuestros habitantes construían su presente y su futuro. Estas son preguntas profundas. Creo que debemos responderlas con una actitud de construcción y de respeto. Yo no tengo empacho en someternos a eso.
¿Ocupamos una ley de patrimonio como se ha venido diciendo hace tanto tiempo?
-La Ley y el reglamento son jóvenes. Si las comparamos con leyes más precisas esta tiene vacíos que no ayudan tanto. Patrimonios con características muy distintas están en el mismo paquete de patrimonio.
Amén de que no hemos hecho la reflexión de conservación del patrimonio y de planes de gestión. Tenemos una muy mala gestión. No tenemos equilibrada la situación. Hay mucho patrimonio, pero no hay elementos de gestión de ese patrimonio. Creo que estamos como haciendo nuestra lista de observaciones para ver qué cosas mejorar.
El problema con la ley es que se puede abrir la caja de pandora. Sabemos que al Congreso entra una cosa y puede salir otra. Así son los procesos legislativos. Tenemos que hacer el ejercicio con humildad y con la conciencia de si cuando vamos a meter la ley, la criaturita que salga sea un instrumento mejor.
Estos ejercicios de conversación que nos están convocando los edificios emblemáticos es para que echemos músculo en el tema.
La salvaguarda del patrimonio con su sostenibilidad y las necesidades humanas de uso y resolución es una tensión objetiva, y no es tan fácil hacerlo bien.
Nuestro patrimonio inmaterial y nuestros edificios son un reservorio de convivencia, pero requiere de un difícil equilibrio.
Hace unos seis meses le preguntaba sobre la necesidad de reactivar el Consejo del Libro, que era un ente que reclamaba el sector, ¿qué ha pasado en este tiempo?
–La reflexión que estamos haciendo tiene que ver con el desarrollo de nuestros sectores. Lo que no queremos es crear instrumentos distintos para cada sector. En un Ministerio tan pequeño, esto no facilita el gerenciamiento. Ni desarrollar servicios para esos sectores. Trabajamos la propuesta del Consejo del Libro y tenemos un formato. Cuando viene la feria otro formato. Cuando vienen las becas literarias otro. Entonces debemos corregir eso.
¿Cuál cree que es el sello que le ha dado al Ministerio de Cultura en estos dos años?
-Mmmm, creo que algo que viene de que soy teatrera es el trabajo en equipo, y la claridad de que aunque usted está al frente, usted parece “importante”, pero a usted lo sostiene absolutamente todo lo demás. Y es tan importante el que no se ve, como el que está al frente.
Y el trabajo en equipo debe darse, además, en relación con el respeto y la relevancia de cada parte del trabajo. Ahora, en plazos muy cortos, igual que en una obra, hay que tener claro quién toma la decisión final. Tiene que haber un norte, una dirección, y una toma de decisiones, pero eso no quita que sea la fuerza de lo colectivo la que hace la tarea, y el FIA tuvo eso.
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Tenemos que aprender a cuidar y conversar, y a decidir cosas sobre cultura en general y sobre patrimonio de manera más proactiva y constructiva.
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