Cultura

Gálatas estúpidos: el encuentro personal de un escritor costarricense con el papa Francisco que se convirtió en libro

La crónica Gálatas estúpidos es una crónica de una audiencia papal que el autor tuvo con Francisco.

La nueva crónica del escritor costarricense José Chacón es Gálatas estúpidos. Se trata de la historia de una audiencia privada que tuvo el autor con el papa Francisco en 2016. Fue publicada en abril poco antes del fallecimiento del pontífice. La obra se encuentra disponible en todas las sucursales de la Librería Internacional.

Chacón le comentó a UNIVERSIDAD en una entrevista que no es católico y que es crítico de la Iglesia católica, pero que desde niño ha estado interesado sobre cómo la religión impacta la sociedad y por esto estudió teología. Además, es periodista y escritor con diversas obras publicadas.

A continuación un extracto de esta entrevista que sostuvo con este semanario:

¿Cómo fue el proceso de creación de Gálatas estúpidos?

—Tuve la suerte de ser invitado a una audiencia privada con el papa Francisco. En el tercer año de su pontificado, es decir, en el 2016. Y lo que sucedió fue que normalmente dan las audiencias por 45 minutos cada una, pero se alargó a 2 horas, es decir, hubo tiempo de conversar más de lo usual.

No se puede grabar, no se puede tomar fotos, no se puede utilizar teléfono ni nada durante la audiencia (…) Yo lo que pensé fue que en esta experiencia es tan interesante, sobre todo por la parte teológica, la parte histórica, la parte crítica, que si no me voy directamente a escribir lo que acabo de escuchar y de ver, yo como periodista, seguramente voy a olvidar partes.

Entonces, esa noche me fui directamente de allí a escribir y lo que hice fue levantar el texto lo más digamos lo más crudo posible para no olvidar ninguna de las de las cosas que había sucedido y lo guardé. El viaje duró un poco más y al regresar a Costa Rica empecé a escribir ya detalladamente más concienzudamente y metiéndole partes históricas, partes críticas de la Iglesia y perspectiva. (…) Guardé eso y este año yo dije: este año lo voy a publicar. Con tanta casualidad que el papa (Francisco) enfermó. Enfermó, si no me equivoco, en febrero y, a finales de febrero, entonces, dije: “Bueno, yo creo que es momento de sacar este material”. Y lo publicamos casualmente en el momento de semanas ‘antitos’ de que falleciera.

¿Cómo fue que se dió la oportunidad de tener este encuentro con el papa?

—Al ser teólogo, una organización a la cual pertenecía en ese momento convocó un diálogo no interreligioso, un diálogo, digamos, más crítico y ecuménico. Eligieron teólogos de todos los continentes. Habían teólogos europeos, africanos, asiáticos, latinoamericanos y norteamericanos, eso sí lo dividieron como en dos. Entonces, éramos unas diez personas.

Me llegó una invitación, al principio pensé que era broma, como ese tipo de estafas que hay ahora, pero lo corroboré con la nunciatura aquí en Costa Rica y todo estaba en orden. Entonces, todo fue organizado por esta organización, valga la redundancia.

Me sentí primero muy privilegiado, luego lo que pensé fue “qué gran oportunidad de hacer algo que para mí sería histórico”, porque incluso una de las cosas, una de las primeras cosas que yo experimenté fue que cuando entra uno al Palacio Apostólico, al cuarto que es donde están las salas de audiencias, uno va pasando poco a poco por muchas salas que fueron las salas de audiencias de otros papas. Uno va caminando y yo lo que pensaba era “qué montón de historia hay aquí”. Toda la parte de Lutero y de la reforma protestante estaba ahí. Todo eso sucedió ahí y cada una de esas, como lo que llamaríamos los tronos papales, pero se llaman sedes papales, eran distintas. Eran muy elegantes y cuando llegué a la sala de Francisco era muy austera, eran sillas normales, algo muy cercano y eso me cambió la perspectiva muchísimo.

¿Hubo algún cambio en su perspectiva después de conocer a Francisco?

—Yo pensé que las posturas de Francisco, de humildad y de austeridad, eran más marketing que otra cosa porque la Iglesia, el Vaticano, necesitaba lavarse la cara por muchas denuncias que tenían de todo el asunto de abuso sexual, de malversación de fondos, de homofobia, de rascismo, de xenofobia, de machismo. Es decir, había mucha crítica y yo pensé, bueno, esto es un asunto de marketing que están haciendo, pero al conocer a Francisco durante dos horas, yo creo que corroboré que era genuino.

Además, corroboré algo, porque había una comparación que no era justa entre Ratzinger (Joseph Ratzinger, papa Benedicto XVI) y Bergoglio (Jorge Mario Bergoglio). Este primero, Ratzinger, lo consideraban un teólogo profundo, un filósofo, alguien brillante, con un cerebro gigante y Francisco, todo corazón. Pero me di cuenta que no, que Francisco es un cerebro también, era brillante. Él estudió filosofía y además era amante del cine, de la música, de la cultura, siempre recomienda leer Dostoyevski, por ejemplo.

Eso es muy interesante porque entonces me di cuenta que tenía una vasta cultura, una cultura que no se circunscribía solamente a hablar de fe, sino que tenía cultura musical, literaria, filosófica y me di cuenta que es brillante, pero además de eso que realmente tiene o tenía una humildad real y genuina.

El título del libro sale de una frase que él dijo, ¿cuál es la historia detrás de ese título?

—Sí, en cierto momento él en la audiencia está hablando de esas personas que se aferran, digamos, a los extremismos, a los fanatismos en todas las áreas de la vida, desde el deporte hasta la cultura, la política, la religión.Y menciona esto, dice “Stolti galati” o Gálatas estúpidos. Claro que nos sorprendimos por la frase, pero dice, “Ey, ¿por qué se asustan? Si es un texto de la Biblia”. Gálatas 3:1 dice “Stolti galati”.

(…) Tiene un sentido muy profundo, están confundidos, están quietos en posiciones dogmáticas, impositivas, fanáticas que están impidiendo que el mundo camine y que haya reconciliación. Entonces, yo rescato esa frase de Francisco y digo: “bueno, esto yo creo que es el mensaje de él”. Claro, es muy llamativa y parece ofensiva, no es ofensiva, es contundente.

¿Cuáles son las cosas más importantes que usted rescataría de esta reunión con el papa?

—Creo que de las tres cosas que podría decirte: la primera es humildad, la segunda es hilaridad, es un papa contento o era un papa feliz, era un papa muy sonriente que contaba chistes. La humildad, no necesariamente tengo que expandirme ahí; creo que los zapatos de él ya lo decían todo. De hecho, interesantemente, el traje que está usando es el que pidió que le pusieran ahora para su funeral, siempre la tradición es que el sastre cose uno especial para la ocasión que nunca se haya utilizado para el funeral; él pidió que le pusieran la ropa de siempre. Es muy distinto.

(…) Humildad, hilaridad intelectual. Creo que es brillante y creo que él sabía muy bien lo que estaba haciendo. Eso en cuanto a una descripción, en cuanto a cosas que me impactaron son tres.

También, yo, siendo no católico, tenía la impresión de que al acercarme a un papa tenía que hacer algo especial porque era el santo padre. Pero creo que él es tan inteligente que estudió quién era el que le iba a saludar y lo que hace es extenderme la mano para que yo no tenga ni que besar un anillo, ni que hacer un tipo de cosa que no va con mi religión ni con mis creencias o con mi forma de ser y me da la mano normal como cualquier persona. Eso cambia también la perspectiva.

¿Cómo llegó usted a interesarse por la teología sin ser católico?

—Sí, bueno, es contradictorio. Yo estudié periodismo y mi pasión es el periodismo, pero al mismo tiempo crecí en una familia de pastores evangélicos. A los 7 años nos llevaron a vivir como misioneros. Pasamos por Nicaragua y por muchos países. Luego crecí en España, en el sur de España, en una ciudad que se llama Córdoba.

(…) En Córdoba hay tres religiones muy marcadas. La musulmana, el Islam, la católica y el barrio judío. Entonces, yo iba caminando mucho por esos barrios donde se ven primero un montón de sacerdotes o monjas y dos calles después se ve un montón de gente con sus atavíos musulmanes y dos calles después se veían los judíos hablando en hebreo. Eso me llamó mucho la atención, por un asunto cultural. ¿Cómo es que estas tres culturas y estas tres religiones en esta ciudad pueden convivir en paz?

Pero, también, al ser evangélico o hijo de evangélicos en una ciudad de minorías evangélicas que eran el 0.001%, yo experimenté lo que era la discriminación (…) Fui al cementerio con mi amigo amigo musulmán y no había una zona para evangélicos, era católicos y había un rincón por allá de tierra donde decía “zona de no católicos”. Y empecé a sentir lo que era ser discriminado con 10 años.

Yo dije, «¿Cómo las religiones influyen en la vida de las personas?» discrimina, no une, separa, es violenta y ahí quedó como un germen. Entonces, cuando fui creciendo me distancié muchísimo de las creencias de mis papás, digamos, pero seguía muy interesado en cómo funciona eso, cómo impacta la sociedad.

¿Cómo ve el escenario del próximo cónclave en este contexto político?

—Hay una tensión muy grande y muy interesante que hay que verla con lupa porque efectivamente la asunción de la ultraderecha en el mundo, tanto en el norte como en Europa, está haciendo un impacto en la Iglesia también y eso es una lucha política fuertísima.Pero también creo que hay una fuerza progresista en la Iglesia que no es nada desdeñable y va a dar la lucha.

Como no soy profeta, no podría decir quién o qué, pero me parece que la Iglesia tiene el reto de elegir o no la continuidad de Francisco como para que sus reformas sigan profundizándose en la Iglesia, porque él apenas realmente logró dar unos pasos al frente.

La Iglesia es una cosa milenaria que no se puede romper tan fácilmente, pero él lo hizo, empezó a hablar de la población LGBTI muy bien, empezó a hablar de las mujeres y dio poder a las mujeres. Empezó a hablar del cuido de la tierra. Eso es muy importante. Es decir, todas las minorías y todas las cosas más importantes, eso tiene que profundizarse. (…) Yo creo que va a haber, hay esperanzas de que haya continuidad.

 

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