Cultura Obra teatral ganadora del fondo Proartes

Función para Butacas, la vigencia del factor humano

¿Qué tienen en común los años 70 y la actualidad del 2017?

¿Qué tienen en común los años 70 y la actualidad del 2017? ¿Las revoluciones que se escribieron en papel y las que actualmente se escriben en redes sociales? Aunque podamos creer que no existe mayor similitud, los problemas de los humanos aún en esta era, siguen siendo los mismos. Incluso en estos días donde la tecnología pareciera ser la mejor solución para cualquier problema.

Sin embargo, el común denominador de estas dos épocas surge cuando los grupos de teatro Guiñol y #losCulpables escogen el desenfadado texto setentero Función para Butacas para invitar al espectador a incomodarse, reflejarse, participar con sus dispositivos móviles o, si es de su gusto, simplemente quedarse sentado, observando, siendo una butaca más.

Texto escrito en 1971 por el revolucionario Sergio Román Arméndariz, un ecuatoriano, escritor teatral y poeta que en la década de los setenta le dio vida al aula 10 (Aula de teatro) en Ciencias Sociales de la Universidad de Costa Rica, con su grupo Extrateatro, donde deconstruyó y construyó nuevamente lo que se hacía en el quehacer de las artes dramáticas de aquella época.

En esta versión del 2017, el equipo promete respetar en su mayoría aquel impulso revolucionario de sus creadores. Sin embargo, sí contextualizan lo que sucede actualmente con respecto al consumo excesivo de dispositivos tecnológicos y de redes sociales.

Función para Butacas está escrita en cuatro escenas distintas, un material que Sergio Román usaba para su grupo de “Apreciación y Práctica de Teatro”, de la Escuela de Estudios Generales.

Para Heiner Fernández, director de esta versión contemporánea del texto, la elección se dio gracias a un regalo que le hizo el propio Sergio Román de su obra escrita.

“Don Sergio ha sido un amigo del grupo Guiñol desde hace mucho tiempo, él me obsequió esta obra cuando hubo una presentación de una compañía ecuatoriana que vino a presentar textos suyos acá, ahí fue donde conocí la obra Función para Butacas y me pareció muy complicada, un texto que generaba mucho reto y que daba una gran cantidad de imágenes muy interesantes”, comentó Fernández.

Según Adolfo Gómez, actor de este montaje, el texto no trata de una sola cosa, y el reto para los seis actores de este espectáculo fue ir encontrando un orden con lógica. Tanto las acotaciones como el texto en sí están llenos de metáforas, que pinchan al espectador con espinas de rosas.

En esta versión el proceso actoral duró aproximadamente ocho meses, en los que surgió mucho material que tuvieron que ir seleccionando hasta llegar a darle forma a lo que en conjunto querían decir.

Eugenia Fajardo, actriz del elenco, sintió durante este proceso una constante sensación de salir de la zona de confort del actor.

“El trabajo en sí nos sacó de nuestras zonas como artistas e intérpretes ya que te descoloca, te lleva a otros caminos para crear, que no son los convencionales o realistas, sino que tenés que llegar a zonas de riesgo incluso donde te cuestionas vos mismo”, agregó Fajardo.

Otro de los grandes intereses del grupo para montar esta obra fue la conexión con esa vigencia de lo que sucedía en aquella época y lo que aún sigue sucediendo. Para William Quesada, otro de los culpables actores de este espectáculo, esta obra se podría montar dentro de 100 años que la gente seguiría identificándose con ella.

“Uno de los méritos del texto es que aunque no profundiza en ningún tema, toca temas universales que han estado presentes en toda la historia de la humanidad. Por más que avanza la tecnología los problemas siguen siendo los mismos. Nunca hemos estado más comunicados con el resto del mundo, pero nunca hemos sido más individuales y egoístas”, indicó Quesada.

La estética mantiene algunos elementos de los que se usaron en su primer montaje, y también explora las diferentes posibilidades que dan los niveles en la escena. Este es un híbrido entre lo propuesto en la primera versión y la actual dirección de Fernández.

El actor Bruno Camacho, quien interpreta a uno de los personajes de esta obra, mencionó que parte del discurso de estar continuamente conectados a los distintos dispositivos en este espectáculo, se evidencia desde antes, ya que la interacción comienza con el primer paso a seguir, porque para reservar una entrada los espectadores deben descargar la aplicación propia de la obra.

Espectadores activos

Para Fernández, en teatro, el público es necesario para completar un ciclo, ya que de nada sirve construir algo y que no se muestre.

“En este caso es un llamado a qué tipo de público soy. La obra también reflexiona sobre eso, qué tipo de público soy, qué voy a ver y qué hago con lo que veo. Si soy un público constructivo o destructivo”, acotó Heiner.

Dentro de los grandes conflictos escénicos que también se ponen en manifiesto y que relacionan al espectador está la desinformación sobre las distintas actividades y cómo el público no asiste porque muchas veces no se informa. Esto también depende de factores como la educación, la localización del evento y qué tan familiarizados están con las distintas ramas artísticas.

“Desde donde estamos lo que podemos es sembrar un poco en algunos lugares y en algunos crecerá algo y en otros no. Así como el público es libre de cambiar el canal, acá es libre de participar o no”, comentó Fernández.

A este espectáculo, ganador del fondo Proartes, las personas interesadas podrán asistir a la temporada del 04 al 14 de mayo en el histórico Edificio Alhambra. Las reservas las pueden realizar descargando la aplicación con el mismo nombre de la obra tanto en los sistemas operativos IPhone como Android.



El Extrateatro

En palabras de Sergio Román:

“El Extrateatro trata de renunciar a la anécdota y al entretenimiento como núcleos indispensables de la criatura dramática, los cuales serán sustituidos por la sensación y por la irritación.
Trata de encontrar un tipo propio de escena latinoamericana que sea autóctona y universal sin resbalar ni en lo folclórico ni en lo extranjerizante”.

En aquella época Función para Butacas fue representada por primera vez en Costa Rica en 197, bajo la dirección del actor peruano Stoyan Vladich, con las interpretaciones de Eugenia Chaverri y Luis Carlos Vásquez, grandes referentes del teatro nacional. Esta obra giró en el V Festival Manizales en Colombia (1973) y fue catalogada como reaccionaria y revolucionaria.



 

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