Cultura Sergio Ramírez, escritor

“Festival Centroamérica Cuenta es un exiliado más”

El multilaureado escritor nicaragüense Sergio Ramírez tuvo que exiliar -por la violencia y la represión que vive en Nicaragua-  al Festival Centroamérica Cuenta, para que la sexta edición se llevase a cabo en Costa Rica con más de 130 invitados.

El prolífico escritor nicaragüense y Premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez, exilió al Festival Centroamérica Cuenta en Costa Rica.

Nuestro país lo recibió con la generosidad, según dice el laureado autor, con que a lo largo de la historia ha abierto las fronteras y ha apoyado al país vecino en medio de guerras e insurgencias, conflictos y crisis.

La generosidad es, sin duda, en doble vía, pues Ramírez y su prestigiosa plataforma emigraron para vitalizar al sector literario costarricense, que se reúne una vez al año, durante diez días de locura comercial libresca, en el marco de la Feria Internacional del Libro.

Ramírez recibió a UNIVERSIDAD la mañana del martes 14 de mayo, en la institucionalidad formal del despacho ministerial de Cultura; sin embargo, con un tono afable y relajado, conversó animadamente como si fuera una tertulia en un cafetín de sus años mozos, cuando vivió aquí recién casado, tuvo a sus tres hijos y se inició como escritor y promotor cultural.

A lo largo de 40 minutos, el ritmo y la musicalidad que caracterizan su escritura se materializó en la palabra dicha. No en vano es hijo de una tierra nombrada Masatepe, que en nahuatl significa “lugar o cerro de venados”. Naturaleza hecha poesía.

Electo vicepresidente de Nicaragua en 1984, desde el gobierno presidió el Consejo Nacional de Educación y fundó la Editorial Nueva Nicaragua en 1981.  En 1996 se retiró de la política para retomar su vida de escritor. (Foto: Katya Alvarado)

En el 2013, usted funda el Festival Centroamérica Cuenta del cual es presidente honorario, ¿esta utopía, este imaginario literario, existe realmente?

-Creo que Centroamérica tiene unos parámetros de identidad de la que carecen otras regiones de América Latina si las queremos ver como subregiones o regiones, como la andina; pero, ¿se identifican realmente las literaturas de Ecuador, Bolivia? Creo que no. Creo que estas señales de identidad sí están tendidas a lo largo de Centroamérica, en primer lugar por la historia en común -no en balde dentro de dos años vamos a celebrar los 200 años de la independencia-. Esto ya es una raíz imprescindible para entender. Creo que lo que no ha funcionado en Centroamérica son las utopías políticas: la Federación de Estados Centroamericanos, la Centroamérica Unida, y cuando se ha querido imponer en el pasado, resultó en fracaso, en guerras civiles. Pero otras utopías u otras formas de identidad sí han funcionado y a mí me parece que la más importante es la cultural, precisamente porque la historia, la geografía trazan un tendido que crea un cauce para que la literatura fluya por ahí. Si vemos la historia contemporánea de Centroamérica tenemos en la primera mitad del siglo XX unos novelistas que se ocupan, tanto en Guatemala como en El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, del fenómeno de la presencia de las compañías bananeras. Tenemos una novela del banano.

Carlos Luis Fallas y Mamita Yunai

-Miguel Ángel Asturias, Miguel Ángel Espino, Manolo Cuadra. ¿Por qué? Porque esa presencia es común. Entonces hoy hablamos de fenómenos comunes, como las pandillas juveniles en El Salvador, Guatemala, Honduras, ya hay mucha literatura sobre eso. Y en esto incluyo la crónica periodística; se han hecho excelentes crónicas sobre este fenómeno igual que sobre el fenómeno de la migración masiva hacia los Estados Unidos.

No necesariamente los centroamericanos tenemos una conciencia tan clara de que tenemos esta identidad en común, como la forma de hablar con el voceo y la gastronomía.

-Es que nos fijamos poco en eso; pero nos fijamos en que si un país pertenece o no al Parlamento Centroamericano. Eso a mí no me preocupa, porque en primer lugar el Parlamento es una superestructura que no sirve para nada, porque es como alguien que comienza a construir una casa por el techo y no ha construido los cimientos. Importante es que haya un mercado común, que las mercancías vayan de un lado a otro, porque eso favorece el comercio y, por lo tanto, favorece el crecimiento económico. Es un asunto de grados, que va en lo económico, en lo social, y sobre todo en lo cultural.

En ese sentido, ¿Centroamérica cuenta nace con cuál ideario?

-Buscar esas señas de identidad y dejarlas patentes, no solo entre los centroamericanos sino hacia el mundo; es decirle al mundo vuelvan a ver, aquí hay una región que tiene una producción cultural notable y tiene unos escritores que vale la pena poner atención sobre ellos”. “Fíjense ustedes de editoriales extranjeras, traductores: aquí hay unos escritores, sobre todo los jóvenes que queremos nosotros promover y destacar”. Esa es la idea: crear un puente de dos vías, la gente que viene aquí de fuera a ver qué pasa en Centroamérica y los escritores centroamericanos que ponen sus ojos en el mundo, porque yo creo que tenemos que rechazar la idea de que somos provincianos, de que tenemos una frontera centroamericana, que de aquí no vamos a salir nunca. A mí me gustaría -es una idea que tengo que hay que desarrollar- crear un fondo centroamericano de promoción de traducciones, por ejemplo, porque muchas veces los libros no se traducen porque las traducciones son caras. Ya editamos cada año una antología bilingüe de cuentistas jóvenes centroamericanos en Francia con la editorial L’atinoir. Lo hemos hecho en Alemania y queremos hacerlo en inglés.

En relación con las editoriales regionales (de Centroamérica), usted fundó Educa, una editorial que recogía la literatura centroamericana. ¿Ahora cómo ve ese terreno? Hay una proliferación de editoriales independientes, por ejemplo.

-Eso es muy positivo. Yo siempre que vengo a la Feria del Libro en Costa Rica, me voy a la Casa del Cuño que es donde están las editoriales pequeñas, que son muy buenas, que editan libros muy bien diseñados e impresos. Yo veo a estos editores como unos verdaderos héroes porque no se están haciendo millonarios con estas ediciones, pero cultivan esta especialidad tan importante que es tomar escritores jóvenes y publicarlos. Se editarán 500 o 1000 ejemplares pero ya las ideas, la creación literaria se pone en circulación. Y están las editoriales universitarias que son muy importantes, como la UNED, la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional, además de la Editorial Costa Rica que ya cumple 60 años. Ya hay una tradición editorial en Costa Rica.

¿Y sobre ese intercambio y circulación en la región? En Costa Rica sabemos que el sector editorial está creciendo, pero…

-Hay algunas editoriales que hacen ese esfuerzo como Uruk, que edita escritores de fuera de Costa Rica. En Nicaragua las iniciativas editoriales son más pequeñas, más limitadas. F y G (Editores), una editorial más o menos parecida a Uruk en Guatemala, tiene un buen fondo editorial. Pero sí, claro, yo reconozco que el esfuerzo que hizo Educa no se ha repetido. Las editoriales que mencioné han hecho un esfuerzo en confederarse con otras de El Salvador, de Honduras, ir a la Feria del Libro de Guadalajara juntos, pero la circulación de los libros en Centroamérica, como aspirábamos en tiempos de Educa, no ocurre.

¿Cómo fue pasar a Centroamérica Cuenta a Costa Rica en el contexto de que los costarricenses, aunque hemos tenido tensiones históricas y a veces somos xenofóbicos, por lo general hemos tenido las puertas abiertas a la migración nicaragüense?

-Yo lo decía anoche en la inauguración de Centroamérica cuenta, con esta ola de 50.000 refugiados nicaragüenses provocada por la crisis, que al ser un país tan pequeño no es sencillo, significa un problema y no está dentro de la normalidad. Creo que ese problema se ha enfrentado con mucha generosidad. Creo que la xenofobia es la excepción. Que aquí hubo una manifestación xenofóbica al principio, pero estaba alimentada por mentiras, porque la demagogia se alimenta de despertar el odio como un sentimiento primitivo y el temor a lo extraño, que traen vicios, prostitución, asaltos, y eso exacerba el temor, pero eso no es la actitud de la sociedad.

Entonces la decisión de traer a Centroamérica Cuenta fue…

-Bueno, Centroamérica Cuenta es un exiliado más. El año pasado no lo pudimos realizar allá. Estaba todo listo para mayo, pero fue uno de los meses peores de la represión en Nicaragua y por lo tanto una locura llevar a 100 personas del extranjero a Nicaragua. Entonces decidimos cancelarlo y nos pusimos de inmediato a hablar con la ministra, Sylvie (Durán), y de inmediato el Presidente (Carlos Alvarado) estuvo de acuerdo en apoyarnos y empezamos a trabajar.

Sergio Ramírez, en el parque España. Festival Centroamérica Cuenta 2019
(Foto: Katya Alvarado)

Usted mismo vivió en Costa Rica…

-¡Muchos años!

Lo escuché decir que esta es su casa.

-Sí, porque yo viví 14 años aquí y aquí nacieron mis tres hijos.

¿Ellos mantienen la nacionalidad costarricense?

-Tienen doble nacionalidad y aquí nos formamos. Yo vine de recién casado con mi mujer, y aquí nos hicimos adultos porque nos habíamos casado muy jóvenes, a los 20 años. Y aquí me encontré con un terreno muy fértil para mis propias aspiraciones de escritor, y para esta inquietud que siempre he tenido de la promoción cultural. En 1971, con el apoyo del gobierno de don José Figueres y Beto Cañas de ministro de Cultura, realizamos un gran festival cultural centroamericano con motivo de los 150 años de la independencia. Ya tenía yo ese antecedente de cómo trabajar aquí con la gente de Costa Rica con asuntos de gran envergadura cultural, y yo sabía que este era el mejor escenario para sacar Centroamérica cuenta hacia un lugar seguro.

Su lugar de nacimiento fue Masatepe que significa “tierra de venados”, ¿qué más poético que eso?

-(Ríe) Mazatl es venado y tepetl en mexica o náhuatl puede ser cerro o lugar; “lugar de los venados” o “cerro de los venados”. Mi pueblo está casi en las faldas del volcán Masaya, y cuando era niño, mi padre tenía una tienda de abarrotes frente al parque y la iglesia y recuerdo que en las noches llegaban los cazadores de venados a comprar pilas para las lámparas de cabeza y tiros 22 para los rifles Winchester, y se cazaban venados en las faldas del volcán.

Ya no hay venados…

-No, ni iguanas hay (risas), han acabado con todo.

Su abuelo paterno era músico.

-Mi abuelo paterno era maestro de capilla de la iglesia parroquial de Masatepe y todos sus hijos eran músicos, excepto mi padre, y tenían una orquesta que se llamaba la Orquesta Ramírez.

¿Y usted no fue músico? 

-(Ríe) ¡No! Nunca aprendí a tocar un instrumento.

Pero la musicalidad y el ritmo sí los heredó.

-Sí, pero no tengo oído reproductor; es decir, si me ponen a cantar, canto en un solo tono. Pero tengo oído para distinguir sonidos, los instrumentos, el ritmo, la melodía, que es esencial en la prosa. Uno no puede ser sordo, como dicen los músicos.

En el contexto nicaragüense y centroamericano del conflicto y las guerras y en comparación con Costa Rica, que hemos sido un pueblo relativamente apacible, ¿lo trágico y lo dramático son indispensables para escribir?

-No creo que lo trágico y dramático sean una regla sine qua non para producir literatura. Producen literatura las grandes desigualdades. Pero hay otro tipo de contrastes en la sociedad que no son dramas políticos. Por ejemplo, Yolanda Oreamuno y Eunice Odio entran en una circunstancia de una sociedad muy conservadora que ellas rechazan y eso es ya un conflicto. La sociedad no ha dejado de ser patriarcal a pesar de los grandes avances que ha tenido. No es cierto que la revolución en Nicaragua rompió los moldes patriarcales ni la revolución cubana, y eso es a lo que se enfrentan ellas. Una mujer escritora era peligrosa y había que desconfiar de ella. ¿Por qué se van al exilio? Aquí no hay una persecución política pero sí social, eso es un conflicto.

¿Para escribir debe haber un conflicto de cualquier naturaleza?

-Claro, porque la felicidad y la paz no producen literatura, nunca. Cuando se dice “y vivieron felices para siempre”, lo que sigue está fuera del texto porque a nadie le interesa. La felicidad es aburrida (risas).

Es una paradoja, porque perseguimos tanto ese estado permanente de bienestar y satisfacción.

-Pero es de los conflictos humanos que vive la literatura, de los grandes contrastes, de las guerras, de los desajustes, de las injusticias, de la discriminación.

¿Qué piensa de las mujeres escritoras?

-Que se están multiplicando y eso es muy importante. Ahora en esta Centroamérica cuenta tenemos 55 mujeres participando de 135 invitados, pero no porque nosotros nos impongamos cuotas, porque para mí la literatura es un asunto de calidad. Las cuotas están bien en la política, en los partidos, pero no en la literatura. Creo que la literatura escrita por mujeres, no femenina ni feminista, se hace justicia por sí misma. Cada vez hay más mujeres en el panorama literario centroamericano. ¿En dónde estaban las mujeres hace 50 años? Eran una minoría en la literatura. No llegaban ahí porque la sociedad patriarcal no permitía que las mujeres fueran escritoras. Ahora que la sociedad  ha cambiado tanto, las mujeres van a la universidad, son dueñas cada vez más de su cuerpo, de su vida y destino y eso se expresa en la literatura. Nadie se asusta de que una mujer sea escritora ni cineasta.

O cada vez menos.

-Claro, no se ha terminado la sociedad patriarcal pero ha habido avances notabilísimos. Yo creo que son avances que se dan a una velocidad geométrica más que aritmética.

Para terminar, sobre lo que sucede en Nicaragua, ¿usted ve una solución a corto o mediano plazo?

-A corto plazo no lo sé, porque en primer lugar el régimen ha caído en una trampa desapercibida, que es que no habrá una guerra civil. Por primera vez en la historia de Nicaragua vamos a lograr una transición democrática sin derramamiento de sangre, bueno, ya ha habido pero ha sido por la represión. Pero un enfrentamiento armado para quitar un régimen, nos vamos a librar de eso. Estoy seguro, y eso va a impedir que nazca un nuevo caudillo que otra vez se quiera quedar para siempre. Si logramos que la transición se dé a través de un fortalecimiento de las instituciones, prohibir la reelección, lograr un sistema judicial independiente, un sistema electoral transparente, eso nos va a dar un nuevo tipo de liderazgo democrático que el país ha tenido muy pocas veces en su historia. Tenemos que liberarnos del caudillo, esa es la lucha fundamental en que estamos ahora, doblegar al caudillo para entrar a un sistema en que haya alternancia en el poder.

¿Eso quiere decir que el patriarcado también será cuestionado?

-Claro, porque el caudillismo es parte de la esencia del sistema patriarcal. Nosotros en Nicaragua vivimos aún en el siglo XIX; perdimos el siglo XX. La imagen del caudillo montado a caballo que es el que va a la cabeza del ejército, que tiene siempre la razón y castiga, premia, dice quién es el bueno, quién es el malo, encarcela, mata; ese caudillo es el patriarca que va dejando hijos regados por todas las haciendas y después se monta en el caballo de la guerra civil; que tenía derecho de pernada, de llevar a la guerra. Eso no ha sido abolido.

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