Cultura

Feria del Libro de Bogotá: un paraíso para perderse entre letras latinoamericanas

La feria, como el país donde sucede, es enorme, diversa y llena de contradicciones, retratadas en repisas donde títulos como Mein Kampf y 1984 a menudo están lado a lado.

La Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) es un gigante que intimida: decenas de miles de metros cuadrados llenos de libros, colores e historias que constituyen el bosque perfecto para que quienes aman la literatura se pierdan.

El evento, que se ha extendido este año por 17 días, se realiza en el Centro Internacional de Negocios y Exposiciones de Bogotá (Corferias), ubicado en el occidente de la capital colombiana.

Repartidos entre 18 pabellones y múltiples carpas que suman unos 80.000m² de exposición, se exhiben y comercian millones de libros y productos relacionados con la literatura en uno de los tres eventos literarios más importantes de latinoamérica, que sólo el año pasado recibió más de 600.000 visitantes.

Las inmediaciones del centro ya anuncian la magnitud del evento, con decenas de carros y taxis parqueados dejando o recogiendo gente en las entradas, divididas para visitantes, expositores, prensa e invitados especiales, uno de los cuales fue UNIVERSIDAD.

Al entrar al centro de convenciones, se puede elegir entre visitar las carpas temáticas para aprender sobre cocina local, culturas ancestrales o recursos educativos, o dar una vuelta por los pabellones de grandes editoriales como Panamericana o Penguin Random House.

Allí, se pueden comprar libros (que van desde los clásicos universales hasta las letras locales contemporáneas) a bajos precios —especialmente si se compara con los precios en Costa Rica— que van desde los $1.000 COP ($0.25 o ₡125) a ediciones de lujo, que aunque ascienden a cientos de miles de pesos, lo que puede sonar costoso, en raras ocasiones y especialmente tratándose de ediciones únicas, superan el equivalente a ₡50.000.

En el campo ferial también hay espacios dedicados al país invitado: España y a editoriales internacionales, locales, independientes, literatura infantil y juvenil, universitaria y dirigida a profesionales, caricaturas, comics y anime.

Entre las montañas de libros, es fácil encontrar poesía, cuentos y novelas latinoamericanas independientes, escritas por autores poco conocidos e incluso autopublicados. Fácilmente, la oferta sólo de pequeñas editoriales locales y de colectivos de artistas en la Filbo supera, con creces, la oferta entera de la feria que organiza anualmente la Cámara Costarricense del Libro.

Entre los stands, se encuentran también artistas locales, como el Colectivo Dexpierte o LOCOSapiens Lab, quienes desde distintas regiones de Colombia recogen en gráfica los ecos de las luchas sociales y las llevan a la feria. También hay representados grupos de mujeres de diversas zonas del país, que viajan de lejos para exponer y ofrecer sus productos: papel reciclado, prints e ilustraciones, camisetas impresas con técnicas artesanales y fanzines que cuentan las historias de heroínas locales.

Además existe un ala supuestamente destinada a la “memoria ancestral”, pero está mayormente ocupada por stands de la milicia colombiana, la policía nacional y otras instituciones, rodeando apenas un par de puestos donde se venden libros sobre los pueblos indígenas o donde se comercian artículos producidos por esos grupos.

Cada día suceden decenas de eventos, presentaciones de novelas, libros de cuentos o ensayos, shows de cocina en vivo, conciertos, lecturas de poesía, talleres, conversatorios, debates y más. La agenda oficial de la feria consta de 2.000 actividades, a las que se suman los múltiples eventos que suceden en buena parte de los 500 stands de casas editoriales, distribuidoras, librerías y colectivos de artistas.

Así, un sólo día e incluso un fin de semana completo en la Filbo no es suficiente para visitar con detenimiento todos los stands, menos aún si se decide acudir a alguno de los eventos.

Durante nuestra visita a la feria, en un mismo día se presentaron dos decenas de nuevos libros y novelas gráficas escritas o publicadas en Colombia, se realizaron dos conciertos, se presentó la Política Pública de Cinematografía, Medios Audiovisuales e Interactivos de Boyacá y se realizó la mesa redonda “La caricatura un oficio en peligro” (que se relata en la nota a la que acompaña esta reseña), todo antes de las 6 p.m.

La Filbo es definitivamente un destino maravilloso, pues durante un par de semanas allí se vive, se conversa y se respira literatura, aunque también se retrata una ingrata distancia entre los extranjeros que regresan a sus casas con las maletas llenas de nuevas historias luego de gastar pocos dólares. Las artesanas del Cauca, con las que este semanario conversó, tuvieron que elegir cuál fin de semana hacerse presentes, pues sólo podían costear un par de noches en Bogotá.

Suscríbase al boletín

Ir al contenido