Cultura

Estudios reafirman la dimensión sanadora del arte

Las obras de arte en sus distintas manifestaciones pueden tener un poder curativo, no tanto por el mensaje que transmiten, sino por la capacidad de evocar mundos e interpretaciones entre quienes las contemplan, de acuerdo con una investigación de la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud de Europa, que indagó en más de 3000 estudios científicos.

El realizar una visita al Museo de Oro del Banco Central un domingo o disfrutar de las pinturas del Museo de Arte Costarricense puede tener efectos beneficiosos para la salud, aunque a simple vista parezca solo un tiempo dedicado al ocio.

En los últimos tres años, los estudios sobre los beneficios que produce el arte en la salud se han intensificado y un recuento de más de 3000 investigaciones, analizadas por la oficina europea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo confirman.

Christopher Bailey es el encargado actualmente de la oficina Arte y Salud de la OMS y, además, presenta su propio monólogo en el que indaga cómo perdió casi el cien por ciento de su visión (Foto: El País)

Según el informe ¿Cuál es la evidencia sobre el papel de las artes en la mejora de la salud y bienestar? Una revisión de alcance, publicado en 2019 y muchas de cuyas líneas se han venido desarrollando desde entonces, el arte produce bienestar físico y mental.

Christopher Bailey, coordinador de la iniciativa Arte y Salud de la OMS, pone la nota distintiva y más cercana a los últimos descubrimientos.

Para Bailey, lo más novedoso, descubierto en los años recientes,  consiste en que el arte por sí mismo es capaz de generar ese bienestar, no ya desde los mensajes que proponen los artistas, sino desde la interpretación que hacen los destinatarios.

La diferencia, como puede apreciarse, puede ser sutil, pero en el fondo es capital en torno a los avances científicos que evocan la idea de que el arte en sí mismo representa un elemento que puede contribuir con el bienestar de las personas.

Hay que recordar que, a mediados del siglo XIX, Inmanuel Kant y, posteriormente, el romanticismo alemán esgrimieron y defendieron aquella idea del arte por el arte, la que hoy, vista a la luz de las nuevas indagaciones, vuelve a tomar presencia.

Para Bailey, coordinador de la iniciativa Arte y Salud de la OMS, es de gran relevancia la idea que el arte de por sí, sin entrar a escudriñar necesariamente cuál debe ser su mensaje, produzca beneficios hasta ahora poco explorados desde el punto de vista científico.

Así lo explicaba Bailey, hace un mes, en una entrevista concedida al doctor y periodista español Aser García: “Lo que no comprendí del todo hasta que empecé a trabajar en este campo y lo que descubrimos con la investigación es que hay todo un espectro de beneficios para la salud que no tienen nada que ver con los mensajes en sí. Es la participación en el arte lo que tiene una dimensión sanadora. Y sí, hay un contenido significado en ella, pero no ha sido necesariamente impulsado por el significado del artista. Es el que el receptor, quien participa en el arte realmente, pone sobre la mesa y eso es parte del efecto sanador”.

Dados los efectos que generó la pandemia que se agravó a partir de marzo de 2020, la OMS ha impulsado con más fuerza la idea de escudriñar los efectos que tiene la pintura, la escultura, la música, la danza y la literatura en las personas que la frecuentan con cierta asiduidad.

Para reforzar este tipo de iniciativas crearon la propuesta “Arte y Salud”, mediante la cual incentivan las investigaciones científicas en relación con el arte, así como otra serie de actividades.

Leer es una de las actividades que favorece la concentración, hoy considerada como un pilar para mejorar la salud. (Foto: Pexels)

La cura por la palabra

El médico y conferencista español Mario Alonso Puig ha insistido en que los griegos de hace 2500 años practicaban lo que luego se denominó “el arte médico”, que era una forma de curar a los enfermos mediante la palabra.

La idea la expuso con amplio detalle el también médico, profesor y divulgador Pedro Laín Entralgo en su libro La curación por la palabra en la antigüedad clásica.

La capacidad que tenían los médicos griegos hace 2500 años para escuchar al paciente y a partir de ahí desentrañar los males que podían aquejarlos fue un arte que tuvo hondas raíces antes de que irrumpiera la medicina moderna y convirtiera a la medicina en un ejercicio alejado de la escucha.

Puig dimensiona, de esta forma, este viejo arte médico, hoy en desuso: “Hace 2500 años ya se decía que los médicos curaban por medio de la palabra. Esto hoy puede sonar a una estupidez. Lamentablemente, en las facultades de medicina no hay una enseñanza del arte de la comunicación. Yo, entonces, lo busqué por donde pude y mis propios enfermos me empezaron a decir que las conversaciones que yo tenía con ellos les cambiaba la vida”.

Algunas facultades como las de la Universidad de Columbia, la Wester University y la Universidad de Saybrook han desarrollado programas de medicina narrativa.

Esta medicina parte del principio de que las narrativas de los pacientes son válidas para reconstruir todo el tejido en torno a un padecimiento y que en este ejercicio de doble vía, del paciente al médico y viceversa, es válido para encontrar soluciones.

En otro ámbito, pero siempre ligado a la palabra, James Pennabaker ha desarrollado varias investigaciones en la Universidad de Austin, Texas, mediante las que ha indagado en los efectos que tiene lo que él denominó en su momento la “escritura expresiva”.

Esta es una escritura que se despreocupa de estructuras narrativas, de giros idiomáticos, del uso de retóricas y se concentra en las posibilidades de expresión de quien la practica.

Inicialmente, Pennabaker y sus discípulos se centraron en las posibilidades que este tipo de escritura tenía para sanar heridas físicas y emocionales, pero con el paso del tiempo el hecho mismo de la expresión ha sido valorada como una posibilidad para el mejoramiento general de la salud de las personas.

Su libro Escritura expressiva, palabras que curan, publicado con la participación de John F. Evans, ahonda en la idea de que a través de la palabra y de ejercicios específicos se pueden obtener beneficios directos en la salud.

El arte como inmersión

En una sociedad como la moderna, en la que las prisas son el pan de cada día y donde se mantiene un predominio sobre la jornada diaria, el arte representa una posibilidad de desconectar por horas o momentos del mundanal ruido.

De esta forma, el practicar la visita a un museo y contemplar las distintas obras de arte allí expuestas, alejado de ser posible de la tiranía de los teléfonos inteligentes, tiende a producir ya una pausa en eso que con acierto denominó Zygmunt Bauman “La sociedad líquida”.

De igual manera, puede darse una situación similar con la música, en especial la clásica, que permite mayores cuotas de concentración.

Y en esta misma línea puede nombrarse a la literatura y a la lectura lineal, que es una herencia, como recordaba el investigador Nicholas Carr, de la edad media y desde el momento en que se pasó de una lectura en voz alta a una silenciosa.

Ese hecho en apariencia simple: el leer de izquierda a derecha y en silencio, pendiente de los signos que cuentan una historia, deslizan un ensayo o evocan mundos a veces inalcanzables, no solo permite con el tiempo la creación de nuevas conexiones neuronales, sino que también fomenta la capacidad para sopesar la realidad y poder establecer mejores abordajes de ella, destacaba el autor.

“Durante los últimos cincos siglos, desde que la imprenta Gutenberg hiciese de la lectura un afán popular, la mente lineal ha estado en el centro del arte, la ciencia y la sociedad. Tan dúctil como sutil ha sido la mente imaginativa del Renacimiento, la mente racional de la Ilustración, la mente inventora de la Revolución Industrial, incluso la mente subversiva de la modernidad. Puede que pronto sea la mente de ayer”, decía Carr en su libro.

Muchas de sus observaciones de Superficiales, qué está haciendo internet con mi cerebro fueron hallazgos capitales para volver a esa vieja práctica de la lectura profunda que puede tener efectos curativos entre quienes la realizan con frecuencia.

“En algún momento de 2007, un mar de dudas se deslizó por mi infoparaíso. Empecé a ver que la Red estaba ejerciendo una influencia mucho mayor sobre mí que la que había tenido mi vieja computadora de escritorio. No era solo que estuviera empleando tantísimo tiempo en mirar una pantalla de computadora. No era solo que muchos de mis hábitos y rutinas estaban transformándose mientras me acomodaba cada vez más a —y me hacía dependiente de— las páginas y servicios de la Red. El modo mismo en que mi cerebro funcionaba parecía estar cambiando”.

Al darse cuenta de que el viejo estilo de apropiarse de palabras y de historias estaba cambiando, Carr reaccionó para reordenar la manera en que su cerebro era modificado por la aparición de la World Wide Web.

“Fue entonces cuando empecé a preocuparme sobre mi incapacidad para prestar atención a una sola cosa durante más de dos minutos. Al principio pensé que el problema era un síntoma de degradación mental propia de la madurez. Pero mi cerebro, comprendí, no estaba solo disperso. Estaba hambriento. Exigía ser alimentado de la manera en que lo alimentaba la Red y, cuando más comía, más hambre tenía. Incluso, cuando estaba alejado de mi computadora, sentía ansias de mirar mi correo, hacer clic en vínculos, ‘googlear’. Quería estar conectado”.

El contacto con el arte de manera reiterada favorece la salud de acuerdo con investigaciones recientes revisadas por la OMS. (Foto: El Confidencial)

El arte por el arte

Lo novedoso de las investigaciones que ha rastreado la OMS y su iniciativa Arte y Salud es que aquel precepto del arte por el arte, que tantas controversias generó en el contexto de la Guerra Fría, hoy parece tener un gran asidero y no era una mera nomenclatura ni maneras de legitimar lo que el marxismo-leninismo llamó “un arte burgués”.

El debate entre el arte por el arte y el compromiso que debía asumir el artista daría para una tesis doctoral, por lo que, para efectos del contexto, aquí solo se evoca.

En efecto, el arte por el arte, que partía del principio de que la obra no debía estar sujeta a ninguna justificación, puede producir beneficios en la salud física y mental en quien la contempla, de acuerdo con lo afirmado por Bailey, quien a su vez se basa en la revisión de la OMS de numerosos trabajos científicos desarrollados hasta la fecha

“No argumentamos que las artes curen las afecciones médicas, sino que la participación en las artes puede ayudar a sobrellevar las tensiones cotidianas, a aumentar tus habilidades, puede hacerte más productivo, puede ayudarte a participar en la comunidad y a encontrar alegría y sentido en situaciones difíciles. Desde ahí, obviamente, también mejora tu bienestar físico y social. Eso tiene enormes beneficios para la persona enferma, para sus cuidadores y para quienes están sanos”, dijo Bailey.

Es decir, más allá de aquella larga discusión ideológica que desde un frente pedía que el arte tuviera un compromiso social con la realidad circundante y que no se limitara, por ende, solo a existir, mientras había un mundo complejo a su alrededor, hoy, las investigaciones indican que “el arte por el parte” es válido como elemento que acompaña al ser humano.

José Ortega y Gasset definía así en La deshumanización del arte y otros ensayos de estética lo que él consideraba la posición de ese arte: “La aspiración al arte puro no es, como suele creerse, una soberbia, sino, por el contrario, gran modestia. Al vaciarse el arte de patetismo humano queda sin trascendencia alguna, como solo arte, sin más pretensión”.

Este arte, desprovisto en teoría de compromiso social, puede cumplir una función sanadora en sí, sin que de por medio haya ninguna intermediación, solo basta el hecho de que las personas se decidan a darle un espacio a la música, a la plástica, a la lectura y a la escritura.

El propio Baley, además de comandar la oficina de Arte y Salud de la OMS, vivió una experiencia límite con su visión que transformó en un monólogo que ha presentado en diversos teatros y espacios en diferentes países. Punto de fuga: un viaje a la ceguera y la percepción título su presentación artística, que le sirvió para tener una mayor dimensión de lo sufrido.

Y esto le confesó a Aser García: “Cuando perdí gran parte de mi visión, me reconfortó no solo el compromiso artístico, sino también la comprensión de lo que estaba sucediendo científicamente, entender los mecanismos de percepción. Aunque eso no me devolvió la vista, me dio una sensación de significado, de control, de comprender de forma más profunda lo que realmente significan la percepción y la imaginación. Y donde las artes entran de nuevo es en la reinvención de uno mismo. No como escapada o negación, sino para abrazar lo sucedido, aprender nuevas habilidades y redefinir quién soy como una persona no tanto con una discapacidad, sino que por necesidad tuvo que adquirir nuevas habilidades y transformarse. No mejor, sino diferente, y abrazar ese cambio”.

Si en vez de quedarse un fin de semana en casa, decide darse un recorrido por el Museo Calderón Guardia, por el Museo Histórico Juan Santamaría, por el Museo del Jade o se sumerge en desentrañar las mil y una aventura por las que pasan Don Quijote y Sancho en su singular locura de desfacer entuertos y reivindicar la inigualable tarea de los caballeros andantes, estará haciendo una apuesta que podría generarle beneficios a su salud, según confirman los estudios más recientes, que le dan al arte lo que desde hace mucho tiempo se intuía, pero que hasta ahora no había sido abordado desde la perspectiva científica.

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