Todo lo que perdimos es una exposición que provoca el encuentro y diálogo artístico multidisciplinario entre Natalia Tapia (Costa Rica), Celeste Polimeni (Costa Rica-Argentina) y Valeria Avilés (Guatemala).
La muestra puede ser visitada del 22 de noviembre al 13 de diciembre en Sendero Escalante, espacio en el cual juntas exploran el duelo, la memoria y la fragilidad humana desde una perspectiva personal y universal.
La experiencia que estas mujeres desean provocar es profundamente introspectiva, de manera que el público se encuentre a sí mismo a través de las miradas de las tres artistas.
Mediante la exploración de la memoria y el duelo, que construyen identidad, cada sala de Sendero se convierte en un portal que conduce de lo tangible a lo emocional.
La propuesta es que, en ese recorrido, la ausencia se vuelva una presencia y los recuerdos se tornen matéricos, a través de las instalaciones de Tapia, Avilés, y Polimeni.
“El proyecto tiene una perspectiva desde la mirada femenina. Somos tres artistas latinoamericanas que hemos pasado por procesos de duelo, de los cuales casi no hablamos”, expresó Polimeni.
De esta forma, se convierte en una especie de catarsis, donde van colaborando varias mujeres en diversidad de disciplinas (como la música con intervenciones), para crear un diálogo constante.
“Es una exposición no estática, sino en constante transformación”, destacó Polimeni.
El director de Sendero Escalante, Pedro Garcia Dobles, hizo el acompañamiento curatorial de la exposición, cuyos objetivos dentro del programa de artes visuales de la galería son que los artistas desarrollen un proceso creativo a partir del cual “puedan crear nuevas narrativas espaciales y resignificar los elementos, de forma tal que potencien los espacios urbanos y su identidad de forma accesible y crítica”, dijo García.

La propuesta lleva a un espacio íntimo de vajillas intervenidas y dispuestas sobre una mesa antigua que narran historias de generaciones, de momentos detenidos en el tiempo que, aunque frágiles, sostienen los recuerdos y la herencia de aquellos que vinieron antes.
“Quise recrear un espacio que ya hubiera sido habitado. Explorando la dualidad entre la permanencia física y la fragilidad emocional de los objetos heredados, usé como símbolo la vajilla, algo que representa la continuidad familiar, ya que es una tradición. Pasar vajillas antiguas de generación en generación es parte de la memoria y el recuerdo. Quise usarlas para representar el tema de la ausencia y de lo que representan los objetos, el simbolismo que nosotros les damos. Intervine la vajilla para que se viera como si hubieran pasado años, buscando la idea de qué tan frágil es la memoria y los recuerdos que guardo. La vajilla son piezas delicadas que al ser heredadas, uno no la saca de su empaque y las guarda y las guarda tanto que casi las dejan en el olvido. Al disponer la vajilla sobre una mesa vieja, uno el pasado con el presente en un espacio, pues, tangible, pero efímero. Así construyo una narrativa de melancolía y reflexión de la fragilidad de los recuerdos, en referencia a la pérdida de mi abuela, que era la persona más importante en mi vida. Ella murió en año nuevo del 2022 y ha sido un duelo bastante duro”.
Sobre las artistas y sus obras
El regalo de la ausencia, de Natalia Tapia
Instalación donde el sonido y la imagen sumergen al público en una especie de “jardín de la memoria”. Inspirada por la física cuántica y las ideas de Karen Barad sobre la distancia y el tacto, Tapia crea un espacio que recuerda que, paradójicamente, en la ausencia es donde más sentimos la presencia. Sus instalaciones textiles y proyecciones visuales generan una experiencia evocadora de lo que ya no está, pero que continúa vivo en la memoria de quien lo añora.
“La exposición es el resultado de muchísimo trabajo durante el año. Yo soy músico y lo que hice fue un diseño sonoro que recorre por varios tipos de duelo: desde el perder un objeto hasta una mascota, un papá, una mamá, un hermano. No todas estas pérdidas las he vivido en carne propia, sino que parten de entrevistas que realicé a mis papás, a mis amigos, a mis hermanas, a gente que me acompaña diariamente. También soy ingeniero civil, entonces hice una instalación que es una elipse de arquitectura textil, que básicamente es una metáfora de una membrana cerebral. Es como entrar al jardín de los recuerdos donde viven todas estas cosas que perdimos. En esa sala se proyecta sobre la tela un vídeo que tiene fotos de personas, lugares y momentos que ya no existen, que ya no están o que solo existen en este lugar: el jardín de la memoria”.
