El jurado del Premio Pío Víquez de Periodismo 2018 destaca la labor investigativa y de minería de datos del Semanario UNIVERSIDAD; su director, Ernesto Rivera, precisa que ese es solo uno de los corazones del pequeño pero influyente medio.
El Premio Nacional Pío Víquez de Periodismo 2018 otorgado al Semanario UNIVERSIDAD no es un reconocimiento personal; sin embargo, Ernesto Rivera es el director del medio de comunicación, y, por tanto, quien está a la cabeza desde hace tres años y con su liderazgo continúa con el legado de casi cinco décadas del periódico de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Rivera representa a los trabajadores, periodistas y fotógrafas, diseñadores gráficos, editores, administrativos, choferes y demás colaboradores, a quienes les recae el reconocimiento, y quienes, en conjunto, preparan las ediciones que cada miércoles se publican en papel y día a día se elaboran en la web desde octubre de 2017.
De acuerdo con Rivera, el corazón del Sema, como se le llama comúnmente y con cariño, no es solo la labor investigativa y de minería de datos que realiza, lo cual también destacó el jurado entre otras consideraciones sobre Pío Víquez de 2018.
“Es un medio que tiene varios corazones”, afirmó en una conversación de casi una hora en su oficina, cuyo ventanal luminoso deja ver la Plaza de la Libertad de Expresión de la UCR, como recordatorio constante de uno de los derechos humanos con que todo periodista protege y garantiza su profesión.
“El Semanario UNIVERSIDAD tiene una enorme trayectoria en cultura e internacional, con una visión distinta a lo que se aporta en otros medios”, continuó Rivera, quien en su hoja de vida lleva contabilizados 25 años de hacer periodismo de investigación, empezando en su natal Argentina con temas “pequeñitos”.
A eso se suma el esfuerzo consciente, según afirmó, de apostar “por desarrollar una agenda propia en el área de país, de la política, la cobertura de la Asamblea Legislativa, de los problemas sociales y de investigación y datos. Creo en el periodismo de agenda propia y en que es vital dónde los medios colocamos la mirada”.
Desde el momento en que llegó a Costa Rica, Rivera se desarrolló en la investigación periodística, quehacer que ha constatado que tiene que ver con voluntad y decisión editorial más que con recursos económicos, “luego de sostener los hallazgos que se hagan y animarse a publicarlos”, acotó.
Para Rivera, “la maravilla de los periodistas es que una vez que encontramos unos hechos nuevos y a la vez relevantes para la opinión pública y que creemos vital que la gente los sepa, no podemos callarnos”. Sin embargo, dijo, “para un medio pequeño es difícil”.
A continuación, la entrevista a Rivera, a propósito del Premio Nacional Pío Víquez de Periodismo 2018 que el Ministerio de Cultura y Juventud le concedió este año al Semanario UNIVERSIDAD, de manera compartida con el periodista José Eduardo Mora, también de este medio.
El Semanario Universidad es un medio pequeño.
–Claro, es un medio pequeño. Es complicado (ser un medio pequeño) incluso por los riesgos asociados, que afortunadamente en el caso costarricense no está tan asociado al riesgo físico sino al riesgo legal o económico. No digo que no existan riesgos físicos porque tenemos colegas a los que han matado en el ejercicio y a causa de su profesión: Ivannia Mora y Parmenio Medina, y la gente que murió en La Penca. El Sema como medio pequeño tiene una vocación universal de medio grande, de tratar de ser todo lo representativo. Hoy por hoy compitiendo en web no hay medios grandes, hay medios que hacen y medios que no hacen. Por supuesto que hay más recursos y se pueden hacer cosas más bonitas; pero al final hay algo así como la verdad, el hueso, que uno expone.
Es un medio inmerso en la Universidad de Costa Rica, ¿esto moldea al Semanario?
–Moldea para bien, porque nos mete en un contexto de seriedad, de método, estándares. Publicamos porque hay una razón que tiene que ver con el interés público, la novedad, el impacto; es decir, hay un contexto de estándar profesional que empuja hacia arriba. Además nos impulsa a publicar dentro de los valores de la UCR, como la solidaridad, la acción social, que comprometen. También hay una ventaja asociada a publicar con el marco de la Universidad como contexto y alma, y es la libertad que la Universidad nos da. Ninguna de sus entidades afecta ni condiciona de manera alguna lo que el Semanario publica. El Semanario tiene una libertad editorial absoluta.
¿Vos dirías que es independiente?
–Absolutamente. Lo que el Semanario UNIVERSIDAD publica es lo que los reporteros sugieren, están trabajando, ven con su buen criterio profesional. Lo bueno y lo malo que hemos hecho es responsabilidad de este equipo de trabajo, no hay un condicionamiento de parte de la Universidad, pues hemos publicado portadas que pueden considerarse críticas sobre la rectoría, sobre el rector, sobre elementos que se han discutido a lo interno, sobre problemas serios de la Universidad, y nunca hemos sufrido la más mínima presión.
Aun así, en las redes sociales, por ejemplo, hay voces que dicen que el Semanario sigue la línea de un determinado partido político.
–Las redes sociales son un ámbito muy particular, por un lado muy rico. Hay una mezcla de voces que hablan desde la buena fe y que expresan lo que piensan con buena intención, aunque discrepen de uno. Y hay otro grupo que es un grupo interesado, troles, que no está hablando desde la buena fe, para provocar, causar daño, generar intriga, enviar mensajes o para desviar la atención, o mintiendo abiertamente con diferentes agendas.
¿Las redes sociales no “filtran” ni están mediadas?
–No están reglamentadas. Si yo agravio o insulto a alguien hay reglas que van a provocar consecuencias sobre eso; los periodistas no podemos insultar a través de los medios, pero las redes sociales sí con el ataque personal, el agravio, el insulto directo. Las redes sociales son como el salvaje oeste de la comunicación, en donde hay un montón de gente buena, de pioneros tratando de comunicarse de buena fe; y hay un montón de pistoleros y mercenarios. El anonimato es un elemento que mete mucho ruido.
¿Cómo se ha logrado consolidar una marca y un equipo periodístico con un equipo relativamente pequeño?
–Apostando por lo mejor de gente muy talentosa a la que hay que darle libertad y buenas condiciones, que pueda hacer las cosas que lo emocionan, que soñó cuando estaba estudiando. La libertad tiene un sex appeal que es demoledor, imparable. Tenemos casos de colegas que han venido a trabajar con nosotros a pesar de sufrir una merma salarial inicialmente, y a trabajar más, y que aceptaron porque aquí sintieron que hay un espacio de libertad y respeto para su labor profesional. Ese ha sido el secreto para desde un medio pequeño captar la enorme cantidad de talento que tenemos en el Semanario.
Son muchos corazones.
–Sí, cada uno tiene su lugar. Algo muy importante que mencionaba como uno de las fortalezas del diario el director de El País de España, Miguel Ángel Bastenier, es que las redacciones tienen que tener cruces generacionales adentro, gente más fogueada, con experiencia, junto a muchachos con miradas frescas, con el idealismo a flor de piel. Cuando leí las crónicas de Fray Bartolomé de las Casas sobre América me deslumbraron la mirada por primera vez. Los periodistas jóvenes miran por primera vez y eso mezclado con la dirección apropiada es potentísimo, y la experiencia de reporteros con colmillo, con arte, con talento arma un coctel particular y muy bueno.
¿Cuál considerás el principal cambio con tu llegada a la dirección del Semanario?
–No sé si fue un cambio pero sí traté de darle una impronta investigativa y de profundizar esta idea de tratar de armar un equipo con los mejores, y que cada uno juegue en la posición que se siente más cómodo. Yo he tratado de mezclar estos dos elementos: por un lado respetar el talento y la iniciativa de los reporteros, y por otro lado enfocar el trabajo conjunto en una agenda ambiciosa, de jugar en las grandes ligas. Muchas veces he aconsejado a los reporteros -y lo hago yo personalmente- que si estamos pensando en una serie de entrevistas pensemos a nivel mundial; hay que entrevistar como si estuvieran entrevistando a Churchill. Eso junto a la agenda investigativa que llevo en mi ADN.
Hay dos hitos que han marcado recientemente al Semanario: la investigación periodística llamada “Papeles de Panamá” y el cambio a la redacción para el diario digital.
–Los “Papeles de Panamá” fue enfocarnos en un área de total interés público. ¿Qué hay de mayor interés que las finanzas públicas?, y los Papeles de Panamá atraviesa las finanzas públicas de cabo a rabo; es la historia de una cultura de un grupo de personas y empresas que arman todo tipo de artilugios, estratagemas y ficciones jurídicas para evitar pagar los impuestos, evadir sus responsabilidades tributarias, llevarse la plata afuera y manejarse fuera del ámbito -sino de la legalidad- de la contribución y la solidaridad. Los Papeles de Panamá nos dio la posibilidad de vincularnos con un conjunto de equipos periodísticos, que estaban trabajando en el mundo y del cual formo parte, como el ICIJ (por sus siglas en inglés International Consortium of Investigative Journalists), que trabaja en varios países con el objetivo de investigar a profundidad fenómenos transnacionales de manera colaborativa. Y tuvo un impacto.
Ganó el Premio Pulitzer…
–Creo que 12 horas después de las primeras publicaciones el 3 de abril de 2016, el presidente Obama estaba hablando del tema. Es decir, un trabajo que conmocionó al mundo, que muestra el poder del periodismo y del interés público.
¿Y en el caso del diarismo?
–Desde hacía rato yo venía sintiendo que necesitábamos aplicarnos mucho más al día a día, además de a los temas de fondo. Afortunadamente pudimos armar un equipo de reporteros que se dedican a la noticia diaria teniendo siempre en la caja de herramientas el darle un twist diferente a la publicación. Estamos cubriendo desde las 7 de la mañana a las 9 de la noche con una enorme mística, porque son muy poquitos y muy jóvenes. Esto requiere un compromiso de todo el equipo del diario y también del Semanario, porque seguimos sacando el impreso, los suplementos y todo lo demás. Hay una enorme cuota de vocación.
Es salirse de la zona de confort, porque el Semanario tiene un lugar y un público lector fiel, ¿esto implicó hacer un switch?
–Implicó otro abordaje hacia nuevas audiencias. De los impresos se viene diciendo que van de salida, aunque no está tan claro en qué medida, pero este impreso mantiene su tiraje, tiene un público muy fiel…
¿Es generacional?
–Es una generación por encima de los 40 años. Las nuevas generaciones por debajo de los 40 años no compran ni leen impresos, están en el teléfono, las computadoras, las tabletas. La apuesta del diario fue por llegar a esas audiencias que es donde está la mayoría de la población costarricense.
¿Se compite por el click y la noticia de última hora?
–Tratamos de pulsear el última hora pero apelando a las artes blancas del periodismo y no a las negras: no hacemos titulares engañosos, no ponemos a chicas en traje de baño, no ponemos muertos en portada. Nuestras artes blancas tienen que ver con el compromiso, la dedicación, con un reportero que se mete ocho meses a descifrar los archivos de la Aresep para ver quiénes son los dueños de las líneas de autobús del país. Eso es vocación en toneladas industriales.
Es sentido de servicio…
–Me das pie para hacer una reflexión. Si me preguntaras en qué tipo de periodismo creo, creo mucho en el periodismo de servicio en el sentido de que es un servicio público como el agua potable o la luz eléctrica: lo necesitamos. Es básico para poder vivir. Ahora, si a mí el estamento que distribuye el agua me distribuye agua de mala calidad me enfermo. El periodismo de mala calidad enferma a las personas, a las audiencias.
En relación con las noticias falsas, ¿cuál es el antídoto?
–No hay un antídoto, es como una de esas enfermedades peligrosísimas para las cuales no hay antídoto. El antídoto podría ser la educación, pero está probado que aún personas con algún nivel educativo retransmiten noticias falsas a pesar de saber que son noticias falsas. Nos alfabetizamos en muchos temas durante buena parte del siglo XX, y lo que venía en los medios de comunicación era –entre un millón de comillas– “la verdad”, o de que había una carga de veracidad. Con la irrupción de las redes sociales y un montón de medios electrónicos eso se ha puesto en entredicho. Quizá una de las lecciones de las noticias falsas es que hoy por hoy es más necesario que nunca la figura del periodista, del curador. El periodista es el garante de.
No necesariamente los periodistas tienen esa función, a veces porque no quieren.
–Ahí entra la ética de cada quien, que es fundamental, un periodista que no firma cualquier cosa, que debate con su editor. Lo que hoy estamos viendo en Nicaragua es un ejemplo tremendo de eso, de cómo oponerse al poder desde los medios aún a riesgo de que te cueste la vida, la libertad o el patrimonio.
¿El paradigma de los medios de comunicación como el cuarto poder se vino abajo? ¿Se diversificó ese poder? ¿Hay muchas verdades?
–Hay una delusión de eso. Los medios grandes en general, constituidos, incluido este, marcan agenda. Papeles de Panamá es un ejemplo de eso. Durante esta pasada campaña electoral tuvimos publicaciones que a través de redes sociales les llegaron a más de un millón de personas y somos un medio muy pequeñito.
En los considerandos el jurado menciona el aporte de los suplementos como Ojo al clima, Ciencia y Tecnología, y los culturales como Libros y Crisol.
–Vuelvo a la mezcla que hablábamos antes: tradición y novedad, que es una fórmula muy siglo XX, y el Sema tiene esa impronta. Tiene suplementos tradicionales y muy arraigados como Libros, Crisol, en donde se revisita y visita tanto la tradición de la literatura y la cultura de masas, como la alta cultura, y otros suplementos como Ojo al clima, donde se abordan temas totalmente nuevos como el cambio climático, no solo desde el ámbito científico sino político. Esa apuesta del Semanario por cubrir el cambio climático en los últimos tres años es un fenómeno completamente nuevo y original de este medio. Nadie en el país tiene un suplemento sobre cambio climático que dé seguimiento al tema.
Para terminar, ¿cuáles son los retos del Semanario?
–El reto es entender cuál es la voz del siglo XXI y tratar de interpretarla con apego a los valores que tiene la Universidad y el buen periodismo. Hay un montón de principios que tienen que ver con buscar el equilibrio, el interés público, con reflejar los problemas de la gente que son el periodismo más básico. Eso puesto en los contextos tecnológicos del siglo XXI implica adaptar esos contenidos a las formas y eso nos va a llevar a abordar con mucho más énfasis el día a día, el última hora, las diferentes modalidades, formas de televisión, audiovisuales, redes sociales, infografía, infografía animada, los podcast. Hacia ahí vamos. Yo quisiera impulsar al Sema a un periodismo de siglo XXI con corazón del siglo XX, que ojalá pudiera mantener ese latido humano que tuvo el periodismo del siglo pasado adaptado completamente a la ultra velocidad que se requiere en el XXI.