Cultura Rosa Montero

El periodismo riguroso es esencial para las democracias

En medio de la crisis del coronavirus, la escritora, periodista y columnista de El País Rosa Montero_comparte_su visión de lo que sucede en España, al_tiempo_que_habla de su escritura y analiza la función_del_periodismo_ético y profesional en las sociedades actuales.

“A los quince años decidí hacerme periodista por tres razones: porque me gustaba escribir; porque poseía una curiosidad muy grande pero de tipo universal, renuente a fijarse en una sola disciplina; y porque uno de los grandes sueños en mi vida era viajar muchísimo y pensé que el periodismo me ayudaría a hacerlo.

“Con el tiempo comprobé que había dado en la diana en las tres cosas: escribí y escribo hasta rozar la hartura (he debido de producir un buen montón de kilos de papel impreso); me he asomado a curiosear en mil realidades diferentes y he viajado hasta la extenuación por todo el mundo”, confesaba la escritora y periodista Rosa Montero en el prólogo a Estampas bostonianas, libro que recopilaba, en 2003, reportajes en distintos puntos del orbe y que van desde Bagdad (Irak, una hierba menuda y quebradiza, 1979) hasta el Ártico en Canadá (Esquimales 1992), donde los inuit llevan una vida particular sometidos a tan bajas temperaturas que parece un milagro su adaptación a tal medio.

Para la autora de La carne la cultura ha sido muy despreciada en la tradición hispana” y ello se refleja en la emergencia que hoy vive el mundo por el coronavirus. (Foto: Patricia Llaneza-www.rosamontero.es).

Por esos paisajes humanos y geográficos, y muchos más, se movió Montero, quien en ese mismo libro cuenta que viajó al continente australiano (Australia, la última frontera, 1988) y que también estuvo en el Sahara, siempre en su afán de búsqueda.

La autora, que empezó a escribir sus ficciones a los cinco años, habría de convertirse en exitosa con una serie de títulos que abordan diferentes temas, pero sobre los que siempre planea de una u otra forma el paso del tiempo, el amor y la muerte como elementos sin los cuales no se entendería su poética.

Crónica del desamor (1979) fue su primera novela, aunque ha aclarado en diversas ocasiones que en realidad fueron una serie de crónicas de ficción que le planteó a Debate, su editorial entonces, para cumplir con un encargo previo.

A ella le siguieron una serie de títulos que la fueron consagrando como una de las mejores escritoras de su generación: La función Delta (1981), Te trataré como a una reina (1983), Amado Amo (1988); Temblor (1990); Bella y Oscura (1993); La hija del caníbal (1997); El corazón del Tártaro (2001); La Loca de la casa (2003); Historia del rey transparente (2005); Instrucciones para salvar el mundo (2008); Lágrimas en la lluvia (2011); La ridícula idea de no volver a verte (2013); El peso del corazón (2015) y La carne (2016).

En una conversación en noviembre de 2019 con el periodista Antonio San José en una actividad de la Fundación Juan March,  contó que en promedio invierte tres años para escribir sus novelas, y que habitualmente las reescribía incluso hasta tres veces, situación que no obstante se ha reducido en la actualidad.

Se define como una escritora “muy arquitectónica”; es decir, que la estructura de la historia tiene que estar lo más clara posible antes de sentarse a dejar volar la imaginación y a determinar por qué caminos la llevarán los personajes, los que, de acuerdo con su experiencia, al final terminan por hacer en el relato lo que les demande su conciencia, con lo cual la autora es, en este estricto sentido, solo notaria de sus andanzas.

Con su escritura también se ha adentrado en el género futurista con la saga de Bruna Husky, una detective androide con características muy particulares, que ha hecho las delicias de numerosos lectores.

Lágrimas en la lluvia es la primera de la trilogía que conforman las novelas de Husky, con lo cual ha incursionado en ese ámbito futurista y cercano a la ciencia ficción, asunto que le ha interesado a lo largo de su vida, y hoy a sus 69 años, todavía le sigue fascinando.

Rosa Montero recuerda que la primera entrevista larga que hizo para El País fue a Ana Belén, cantante y actriz, y con el paso del tiempo eso la llevó a convertirse en un gran referente en este ámbito. (Foto: Internet).

La trilogía la completan El peso del corazón y Los tiempos del odio y se sabe que trabaja en otra novela de la saga.

Actriz, hippie, reportera, entrevistadora, columnista y escritora: esa curiosidad infinita que alude al principio la ha llevado a cruzar fronteras físicas y culturales, con lo cual esta visión se empata con aquello que dijera Ryzard Kapunciski de que “el sentido de la vida era cruzar fronteras”.

En su amplia trayectoria, en la que pasó por medios como Fotogramas, Hermano Lobo Imposible, y Pueblo, antes de llegar a El País, en el que escribe desde 1976, se destacó por convertirse en una de las entrevistadoras más importantes de lengua española en la segunda mitad del siglo XX.

Continuaba de esta manera la estela que en su momento recorrió Oriana Fallaci, quien con sus entrevistas abrió un camino en el que dicha técnica se terminó de consagrar como un género de alto relieve en el periodismo actual.

“Se puede discrepar de sus criterios, se puede criticar su irreverencia, se puede juzgar su supuesta imparcialidad y objetivismo, pero, no queda más remedio que inclinarse ante el indiscutible profesionalismo de esta mujer que siempre logra, como en el buen ping-pong, sostener la bola en el aire, a fuerza de la respuesta a un remate, o al efecto de un saque inesperado hecho por ella cuando el contrario menos lo espera”, sostiene la nota a la edición cubana del libro Entrevista con la historia, de Oriana Fallaci.

Muchos de esos elementos con que se describe a Fallaci bien podrían atribuírseles a Montero, quien preparaba hasta la saciedad sus entrevistas, con el fin de disponer de todos los elementos posibles de la biografía y los claroscuros del entrevistado, y estar así en condiciones de confrontarlo con el afán de extraer del ejercicio el mejor y más humano retrato.

Tras más de 2.000 entrevistas, Montero decidió poner fin a su carrera en este ámbito, no sin antes convertirse en uno de los grandes referentes en el mundo hispano en dicho campo.

En Entrevistas (1996, ed. Aguilar) recoge un primer tomo de sus más destacados trabajos en este género de la entrevista de personalidad. En 2019 apareció El arte de la entrevista, en la que se recopilan 40 años de entrevistas, en una edición de Debate.

Indira Gandhi, Richard Nixon, Paul McCartney, Manuel Fraga, Harrison Ford, Pedro Almodóvar, Monserrat Caballé, Jorge Semprún, Tina Turner, Lou Reed, Claudia Schiffer, Mario Vargas Llosa, Margaret Thatcher y un joven Javier Marías son algunos de los entrevistados por Montero, y fueron incluidos en el primer volumen nombrado.

“Hay entrevistadores que basan su estrategia en el enfrentamiento: en discutir, atacar, arrinconar al entrevistado. Hay otros, en cambio, que están especializados en fomentar la confidencia. Yo utilizo ambos recursos, dependiendo de a quién entrevisto y de cómo se desarrolla el encuentro, pero creo que prefiero el territorio de lo íntimo”, confiesa en Entrevistas.

Y es que este arte requiere una maestría que solo la da la experiencia, para saber cuándo tocar la tecla adecuada del entrevistado: “Conducir una entrevista es como devanar una madeja de hilo finísimo: tú vas tirando de la hebra, pero has de hacerlo con extremado tiento para que no se rompa. Y así, si un personaje, en el calor de una discusión, ha empezado a decir burradas, echa leña a la lumbre suavemente, para que siga desbarrando sin advertirlo. Y si, por el contrario, la conversación es cómplice y tranquila, y de pronto el entrevistado abre un resquicio de sí mismo y se produce uno de esos rarísimos instantes de entendimiento, entonces te acurrucas en la silla y aguantas la respiración, para no romper esa magia tan tenue, ese espejismo”.

Para conocer cómo se vive en Madrid el ataque del coronavirus, que tiene a España sumida en una crisis de salud, social y económica sin precedentes; para saber cómo se llevan esos largos días de confinamiento y para conocer la visión de esta escritora, de mirada siempre atenta, y para saber cómo el arte puede ayudar a sobrevivir en estos tiempos amargos, UNIVERSIDAD contactó a Montero, quien amablemente aceptó esta entrevista a distancia.

El valor del arte y de la cultura, la forma vergonzosa en que los políticos han tratado a la salud pública en los últimos años en España, sus afanes de escritora desde muy temprano, y su otro gran mundo a lado de la escritura: el periodismo, son abordados en el texto, en el que recuerda cómo de los numerosos personajes que entrevistó, el ya fallecido Yasir Arafat fue el que más la impactó, el que incluso le generó miedo, por la forma fría y tiránica en que se comportaba el entonces líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), causa con la que simpatizaba por ese sufrido pueblo.

La escritora y periodista española, galardonada en 2017 con el Premio Nacional de las Letras, quien acepta que cuando escribe se siente inmortal —porque para ella es un acto imprescindible— comparte y aborda una serie de temas con los lectores de UNIVERSIDAD, en el marco del 50 aniversario.

La autora ha cultivado la crónica, el artículo, el ensayo y la novela y tiene una amplia producción en su carrera. (Foto: Internet).

¿Cómo le ha ayudado el arte a sobrellevar esta situación del coronavirus?

—Pues ayuda, claro que ayuda, ayuda leer y escuchar música y ver películas en televisión y sobre todo escribir, pero lo cierto es que ha sido difícil concentrarse. El ruido del dolor del mundo era demasiado estruendoso. Ahora lo llevo mejor y ya me concentro más e incluso he podido terminar una novela. Pero ha sido difícil. Ahora bien, no me puedo ni imaginar el horror que hubiera sido esta situación sin la ayuda del arte.

¿Le ha sorprendido la forma estoica en que el pueblo español ha resistido el largo confinamiento?

—Seguimos confinados y aún no sabemos hasta cuándo. No, no me ha sorprendido. Me parece la respuesta única y evidente, no ya de los españoles, sino de cualquier ser humano. Somos animales esencialmente adaptativos y supervivientes y esto es lo que tenemos que hacer.

¿Le parece irónico que un sector, como el sanitario, cuyos recortes presupuestarios fueron constantes en los últimos años en su país, haya tenido que ser reivindicado a la fuerza por un sector de la clase política?

—Me parece una vergüenza que los políticos que casi desmantelaron la sanidad pública sean ahora los que más trabas están poniendo a todo. Ojalá aprendamos de esta crisis a priorizar los valores verdaderamente esenciales en una sociedad, como sanidad, I+D o educación.

¿Esta crisis ha servido para reivindicar, también, el buen periodismo como medio de servicio público para la sociedad?

—Hay que reivindicarlo, evidentemente. Pero por desgracia aún estamos sumidos en este caos de fake news y manipulaciones terribles.

Reportera, autora de grandes entrevistas y ahora columnista: ¿qué ha significado  el periodismo en su vida?

—Un trabajo, pero un trabajo apasionante que me ha enseñado muchísimo y me ha permitido y aún me permite seguir aprendiendo cosas nuevas todos los días.

¿De los grandes personajes que entrevistó, fue Yasir Arafat el más difícil con el que se topó?

—Pues sí, y además fue el que me dio más miedo. Yo iba entusiasmada a entrevistarle, me parecía un personaje fascinante y estaba muy a favor de la causa palestina, pero salí pensando que había estado ante uno de los grandes tiranos de la historia.

Como gran entrevistadora que fue, ¿el género de la gran entrevista tiene cabida en los medios digitales de hoy o es un arte en extinción?

—Noooo, claro que tiene cabida, y aún mejor porque en los digitales no hay problema de espacio para las grandes entrevistas.

¿Ante la posible desaparición del periodismo impreso, el buen periodismo prevalecerá como un medio para entender el caos del mundo?

—Da igual el soporte; en papel o en digital, el buen y riguroso periodismo es esencial para el mantenimiento de las democracias.

El otro día, al compartir con sus seguidores en Facebook, les decía que para usted escribir era una necesidad y que cuando escribía se sentía inmortal. En ese sentido, ¿cómo es el proceso de escritura en Rosa Montero? ¿Por dónde empieza? ¿Tiene rituales? ¿Puede vivir sin escribir?

—Podría vivir sin escribir periodismo, que es algo que pertenece a mi ser social, es un trabajo, aunque sea un trabajo que me encante. Pero escribir ficción lo he hecho desde niña, como la mayoría de los novelistas, y forma parte esencial y estructural de lo que soy. Las novelas nacen por sí solas, son como sueños que se sueñan con los ojos abiertos, imágenes que de repente aparecen en tu casa salidas del inconsciente.

En 2008 escribía en Babelia “Escribir es resistir”, texto en el que aseguraba que para escribir novelas era más importante la persistencia que el talento: con base en ello, ¿qué consejo le da a quienes escriben pero aún no han publicado?

—Que perseveren, que no se rindan; que se auto publiquen, si es necesario, pero no con una de esas supuestas editoriales a las que hay que pagar, sino tú mismo, en una imprenta, con una amiga que te ayude a hacer el arte del libro, o si no el mismo impresor, y luego vendiendo en tus redes y cosas así, y siguiendo adelante y escribiendo otros libros y volviendo a mandarlos a los editores, a premios medianos o pequeños, a agentes literarios. No te rindas.

El sector del arte en España y en Costa Rica ha tenido que alzar la voz para que se le atienda mejor en esta crisis. ¿Ello es una muestra de que el arte sigue viéndose como algo accesorio por las clases gobernantes?

—La cultura en general ha sido siempre muy despreciada en la tradición hispana. Es ignorancia y prejuicio, porque además el mundo cultural es un sector económico más con montones de puestos de trabajo. Lo que pasa es que son puestos de trabajo discontinuos, como en los actores, y mucho más desprotegidos que en otros sectores. Lo único que pide la cultura es ser tratados como los demás, que no se hace.

La última vez que estuvo en Costa Rica fue para presentar Historia del rey transparente, en 2005. ¿Le llega alguna noticia sobre la literatura costarricense o centroamericana?

—Pues de los jóvenes sé poco, Dorelia Barahona, Daniel Quirós… y centroamericanos en general, pues bueno, Sergio Ramírez,  Gioconda Belli, Jacinta Escudos… Pero también me falta los más jóvenes.

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