Tras un esfuerzo sostenido por diez años por parte del municipio de Desamparados, el Museo de la Carreta —que otrora fuera la casa de campo de José María Castro Madriz— abrirá sus puertas en 2021. Ya abrieron un aula de capacitación para los pobladores del citado cantón.
El Museo de la Carreta y el Campesino Costarricense, soñado y gestado por el periodista y escritor Miguel Salguero, volverá a abrir sus puertas en 2021 tras haber estado cerrado cuarenta años, gracias a que las dos casas patrimoniales han sido recuperadas lenta y pacientemente por el municipio de Desamparados.
Cuando parecía que las edificaciones iban a entrar en el túnel del olvido y se caerían por la carga de los años, el abandono y las inclemencias del tiempo, en 2010 el ayuntamiento optó por buscar las formas de hacer que el ideal de Salguero, fallecido el 21 de marzo de 2018, cobrara de nuevo vida.
Rafael Flores, gestor cultural del municipio de Desamparados, explicó a UNIVERSIDAD que han hecho un esfuerzo enorme por recuperar las dos propiedades, las cuales eran las viviendas de fin de semana de José María Castro Madriz y Pacífica Fernández.
Castro Madriz fue el primer Presidente de la República de Costa Rica entre 1847 y 1849. Tras dos años en el poder, volvería a ejercer el primer mandato del país entre 1866 y 1868. Cabe destacar que cuando fue designado Presidente, este abogado, diplomático y masón tenía solo 29 años.
Ubicadas en Lomas de Salitral, a un kilómetro al este del templo católico de Desamparados, las dos casas recuerdan la belleza de las construcciones de adobe, como ocurre con la edificación principal, y la casa de bahareque.
De acuerdo con la información disponible, la casa de adobe fue construida entre 1840 y 1850, mientras que la de bahareque fue levantada en 1908. Castro Madriz compró la propiedad en 1854 a su suegra Dolores Oreamuno.
La casa principal consta de tres divisiones y un corredor tanto en el sector este como en el oeste. Como era la costumbre en la época, la casa cuenta con amplias puertas y ventanas, las cuales se abrían para facilitar el paso de la luz. Actualemente las edificaciones, declaradas patrimonio histórico-arquitectónico, cuentan con luz eléctrica.
La casa de bahareque, más pequeña en comparación con la de adobe, consta de dos espacios, uno que funciona como sala y el otro es una habitación. Además, posee tres corredores.
En la propiedad, en la que se construyó un aula para capacitación y un cómodo espacio para los guardas de seguridad, se respira todavía ese aire del campo, a pesar de que está en una zona totalmente urbanizada.
Los robles sabana, los guachipelines y otros árboles terminan por darle un color especial al conjunto que rodea al museo, donde hay cinco carretas.
Ambas formas de construcción, adobe y bahareque, —vigentes en el museo— quedaron rezagadas en el país, en especial a partir del terremoto del 4 de mayo de 1910, que destruyó la ciudad de Cartago y sembró terror y muerte.
Flores recordó que desde el 2005 el municipio destina el 0,5 por ciento del presupuesto municipal a los edificios patrimoniales y ello les ha permitido hacer trabajos en las casas para que al final no ganaran las consecuencias del paso del tiempo y el país perdiera dos casas de un valor incalculable desde el punto de vista histórico y arquitectónico.
Luego del terremoto de Limón en 1991, de 7,5 grados en la escala de Richter, y tan solo tres años después de que había sido abierto, el Museo Nacional de la Carreta cerró, debido a la afectación que sufrieron ambas viviendas.
Fue entonces cuando sobrevino un período incierto para las viviendas, porque hubo un claro abandono, que propició el robo de piezas del museo, así como su continuo deterioro, a raíz de problemas de filtración de agua, lo que a su vez incidía en el desmejoramiento general.
Cuando los titulares de prensa advertían de la real posibilidad de que de un día para otro se cayeran las casas, que para entonces habían quedado a merced del azar, hubo una reacción en el municipio y decidieron recuperarlas, siempre con el anhelo de restablecer el viejo y noble ideal de Salguero.
De esa forma, recordó Flores, lograron que se reforzara el techo para evitar que la lluvia destruyera el bahareque y el adobe. En esta operación contaron con el respaldo del Centro de Investigación y Conservación del Patrimonio, que en el 2005 invirtió ¢15 millones.
MUCHAS ILUSIONES
Flores destacó que han trabajado con mucho ahínco y mucho esfuerzo para mantener en pie las dos edificaciones e irlas mejorando paulatinamente, porque la idea es que el museo funcione como una atracción tanto para la población nacional como la internacional.
Por tal motivo, Flores tiene la idea de que el Museo de la Carreta debería de abrir también en un horario nocturno, cuando ya todos los museos están cerrados. De esa manera, y aprovechando la cercanía de Desamparados con la capital, se podrían trasladar turistas en un horario nocturno.
Como el propósito es que sea un proyecto abierto a todos, Flores precisó que construirán rampas adecuadas para personas con discapacidad y adultos mayores. Este es un público que cobra gran relevancia, enfatizó.
Incluso, el gestor cultural del ayuntamiento desamparadeño expresó que hicieron un sondeo entre los pobladores de Salitral para escuchar sus opiniones acerca del museo; de modo que llegaron a la conclusión de que muchos son adultos mayores, de ahí que también piensen en organizar actividades culturales para ellos.
Aunque la reinauguración del Museo de la Carreta se proyecta para enero de 2021, ya las actividades empiezan a moverse alrededor de él gracias al aula de capacitación que construyeron en parte del terreno disponible en Salitral, el cual en total registra un promedio de 5000 metros.
En esta aula ya se están impartiendo talleres de “modelado en arcilla, xilografía, danza y expresión cultural, ballet, danza contemporánea, artes en fieltro, artes plásticas experimental y confección de velas”.
En la propiedad, que en 1967 donara al municipio Claudio Castro, también construirán una pequeña cafetería para que reciba a los turistas, en la cual se venderán comidas típicas costarricenses.
EL CABALLO BLANCO
Salguero, quien gracias a la cercanía que tenía con la cultura popular supo entender lo que había significado la carreta para el país, en especial como medio de transporte para el campesino costarricense, también echó a volar su imaginación en relación con la propiedad en la que hoy se ubica el Museo de la Carreta.
En varios de sus textos de ficción, algunos incluidos en su libro El fogón de la peonada, se rescata la leyenda que corría a los cuatro vientos por estas tierras desamparadeñas y que decía que después de la medianoche se oía pasar y se podía ver al Presidente Castro Madriz cabalgar a lomos de su hermoso e imperdible caballo blanco.
Con ello, el gran periodista le daba ese aura de misterio a un museo en el que, como era su característica, había puesto todo su empeño para que se hiciera realidad en 1989, sin sospechar siquiera que tres años después el terremoto dañaría fuertemente las dos casas, que obligaron su cierre.
Paralela a esa leyenda está la que dice, también, que a ciertas horas se escuchan caer las monedas con que los hermanos Ernesto y Alfredo Castro pagaban a sus peones en la casa de bahareque. Los Castro adquirieron la hacienda a la que hace mención la leyenda en 1938.
La propiedad, que tenía unas 250 hectáreas y que en su momento fue bautizada como La Quesera, estaba destinada al cultivo del café y del ganado. De ahí que a los peones les pagaban una vez a la semana, como se acostumbró durante tantos años en las haciendas cafetaleras.
El anuncio de que el Museo de la Carreta cobrará de nuevo vida se erige como si fuera un oasis en el desierto cultural costarricense, y es a la vez una muestra de que los sueños de los grandes soñadores como Miguel Salguero nunca mueren.
UN NOMBRE CLAVE
Para entender lo que fue y lo que será el Museo de la Carreta hay que lanzar una mirada a su gestor principal: Miguel Salguero.
Nacido en Guatil de Acosta el 1 de julio de 1933, Salguero fue en su momento el hombre que podía decir con orgullo que conocía todos y cada uno de los rincones de este país.
Eso lo llevó a amar las tradiciones como pocos, y entre ellas no podía faltar la carreta como medio de transporte y símbolo esencial de un campesinado que engrandecía a la nación con su dedicación y entrega al cultivo de la tierra.
Por eso, Rafael Flores, gestor cultural del municipio de Desamparados, no escatima elogios en torno a quien fue el verdadero gestor del Museo de la Carreta: “Entre quienes impulsaron el museo hay que reconocer el esfuerzo de Miguel Salguero, quien vivió en esta casa entre 1941 y 1948. Tenía siete años cuando llegó. Su tío era el administrador de La Hacienda Salitral y entonces él vino a vivir aquí. Como hombre de cultura, él se dedicó a la preservación de este espacio”, dijo Flores.
El interés de Salguero en la carreta tenía no solo sus fundamentos en la realidad, sino también en el ámbito teórico.
En La carreta costarricense, un ensayo que hoy cobra un gran valor, Constantino Láscaris y Guillermo Malavassi apuntan: “La historia de la carreta costarricense es la historia de Costa Rica durante exactamente un siglo. Desde la década de 1840 a la década de los 1950, la carreta ha sido el principal instrumento utilizado por los costarricenses”.
Más adelante puntualizan: “no dudamos en afirmar que la carreta desempeñó en Costa Rica una función equivalente a la de la máquina de vapor, instalada en las locomotoras, para la revolución industrial inglesa. La diferencia fundamental (la que va de la máquina de vapor a la yunta de bueyes) explica precisamente el carácter agrario del desarrollo de Costa Rica”.
Además, para el país la carreta se constituyó, según los citados autores, en un elemento determinante para el desarrollo. “La ocupación demográfica del territorio, realizada precisamente durante ese siglo (el paso de los cincuenta mil habitantes a más de un millón) tuvo lugar abriendo finquillas, esmaltando el territorio de pulperías, y utilizando la carreta como esencial medio de locomoción y transporte”.
La carreta castellana jugó un rol preponderante en la conquista iniciada por Cristóbal Colón: “La colonización española se hizo en toda América con carreta; desde la pampa hasta el Canadá (el ‘acá nada’ de los españoles), fue el medio vehicular del transporte en la intendencia de los ejércitos. Todavía hoy en Uruguay, la “carreta tirada de bueyes” simboliza la penetración y ocupación”, sostenían Lascaris y Malavassi en su libro, que ya en 1985 registraba su tercera edición.