Cultura

El arte como metáfora para desvelar las violencias y el suicidio 

En el 2019 artistas pusieron en escena obras sobre la violencia de género y el suicidio: arte como medio para visibilizar problemáticas dolorosas que la sociedad debe atender con prioridad.

“Hay una grieta en cada cosa, así es como entra la luz”, dice el compositor y poeta canadiense Leonard Cohen en su canción “Himno”.

Abriendo grietas hasta en los más duros e impenetrables tabués es que, en el 2019, artistas escénicos han logrado que entre la luz para desvelar las dolorosas y perversas problemáticas de la violencia de género y el suicidio.

En el escenario o en espacios públicos universitarios realizaron sus puestas en escena, con el fin último de seguir rompiendo el silencio, como ya lo están haciendo las víctimas de la violencia, para no dejar impune los asesinatos de mujeres por sus parejas o exparejas.

El bailarín y coreógrafo Eduardo Guerra creó Fabiano con el objetivo de desmitificar la problemática del suicidio. (Foto: Christian Obando).

Con el propósito de que los familiares y amigos puedan hablar sobre aquellos seres queridos que acabaron con sus vidas o de los que sobreviven a una tentativa de suicidio.

Las estadísticas exponen la trágica realidad que cruza la sociedad costarricense; pero los números son solo una cifra. Detrás de cada feminicidio, detrás de cada persona que se provocó la muerte, detrás de cada golpe, de cada abuso, hay una historia de un ser humano que sufre.

Si hay algo en lo que coinciden los artistas consultados por UNIVERSIDAD para este reportaje es en que las mujeres que viven la violencia y las personas que pasan por un periodo de vulnerabilidad existencial y piensan en el suicidio deben ser escuchadas y atendidas, tanto por el círculo más próximo a ellas como por el Estado, que debe responder con políticas y acciones prontas y justas.

Silencio y suicidio

La balada post futurista de los moluscos, escrita por Bryan Vindas y dirigida por Gladys Alzate, toca el tema del intento de suicidio de un joven que vivió el abuso sexual por parte de su abuelo.

La obra estuvo en cartelera en octubre y noviembre en la sala Vargas Calvo del Teatro Nacional, y con un lenguaje poético, fraccionado y apocalíptico se atrevió a pronunciar con todas sus letras las causas estructurales que llevan a un muchacho a querer suicidarse.

La obra participó en el Concurso de Dramaturgia Inédita del Teatro Nacional y ganó la contienda dada la valentía y belleza con que plantea la problemática.

Alzate dijo que cuando leyó la obra uno de los aspectos que más le interesó es que refleja las condiciones estructurales de la sociedad costarricense relacionada con “la posición abandónica y ausente de un padre que no ejerce un rol de liderazgo en la familia”.

El padre está ausente pero el abuelo no, y con violencia establece relaciones de abuso incestuoso con su hijo y su nieto. Esa es la base de las causas de la profunda tristeza del personaje principal.

“La gran pregunta que nos hacíamos es por qué Alejandro, el protagonista de la obra, decide suicidarse, y dentro de las respuestas que encontramos es que es un chico agredido y abusado”, explica Alzate.

El abuelo cometió incesto con su hijo y nieto y la abuela lo sabía; sin embargo, ella no pudo confrontarlo porque es vulnerabilizada a su vez por los mandatos culturales, como los de la religión, que imponen sumisión, tolerancia y complicidad.

Las relaciones familiares fundadas en el miedo y la inseguridad, son estructuras muy verticales en las que el poder lo ejerce en su inmensa mayoría el hombre, quien es el que tiene el poder económico, patrimonial y simbólico.

De este modo se produce una comunicación fracturada en donde el silencio impera. “Muchas cosas no se dicen, no se terminan de enunciar, cosas que suceden pero no aceptás que están sucediendo, no querés ver que están afectando a las otras personas de la familia”, puntualizó Alzate.

Con dramaturgia de Bryan Vindas, La balada post futurista de los moluscos, dirigida por Gladys Alzate, incursiona en el tema del suicidio y el incesto. (Foto: Ana Mariela Rodríguez).

Para la directora, el tema de la comunicación de la persona en riesgo con su entorno es esencial para atender la problemática.

“Lo que nosotros evidenciamos desde la escena es que hay un dolor que sobrepasa las posibilidades de respuesta de estas personas y que ellas necesitan una mano o muchas manos, un entorno que los ayude a sostenerse y levantarse y salir de ese vacío, porque es circunstancial”, remarcó Alzate.

La obra, entonces, propone que si alguien pasa por un periodo depresivo en el que siente que la vida no tiene sentido, es fundamental poner en perspectiva que el sentimiento no va a continuar siendo así, y que es una situación puntual de la cual se puede salir. “Lo que hacen o no hacen las personas alrededor incide”.

El bailarín Eduardo Guerra de Danza Universitaria también abordó el tema del suicidio en su coreografía titulada Fabiano, que presentó en mayo pasado con el apoyo de la Vicerrectoría de Acción Social de la Universidad de Costa Rica.

La obra está compuesta por micro escenas performáticas desarrolladas en un espacio muy pequeño e íntimo que asemeja un corral.

Este diseño le permitió usar las paredes, el piso y los bordes para expresar la sensación  de estar en un limbo y constantemente cayendo, “el no poder expresar lo que estoy sintiendo pero que estoy sufriendo profundamente. Quiero acabar, no con mi vida, sino con mi sufrimiento”.

El montaje nace de la preocupación por el aumento de suicidios en nuestro país, pues es la segunda causa de muerte después de los accidentes de tránsito.

“En el mundo, cada 40 segundos se suicida una persona”, asevera Guerra, quien a raíz de este contexto investigó las causas psicológicas, sociales y culturales que llevan a una persona a quitarse la vida.

Para Guerra es fundamental desmitificar el suicidio y aquella explicación de que solo una persona con una fuerte depresión termina con su vida. “Hay que hablar y verbalizar sobre lo que está pasando, porque todavía es un tema tabú”.

En la búsqueda de las causas, Guerra encontró la prevalencia de una falta de escucha y empatía; una escucha real hacia el otro. “Los ticos les preguntamos a las personas que cómo están y es muy idiosincrático la respuesta de pura vida, no pasa nada, todo está bien; pero ¿qué hay detrás de ese pura vida, qué hay detrás de ese no pasa nada”, se cuestionó.

Otro hallazgo de Guerra es que cuando una persona tiene una tentativa o una ideación suicida no recurre a un psicólogo ni a la salud pública para pedir ayuda, sino a quién está más cerca, como un vecino, un familiar o un amigo.

“Somos nosotros como sociedad los que no estamos preparados para poder escuchar, que es una de las claves: escuchá, atendé y si no podés ayudar buscá ayuda para que otros ayuden”.

Violencias hasta la muerte

Hace tres años siete mujeres denunciaron que fueron violentadas en el campus Rodrigo Facio de la Universidad de Costa Rica. Entre los lugares de riesgo estaban el paso hacia la Escuela de Agronomía y los jardines de la Facultad de Bellas Artes (ahora denominada Artes).

Ese fue el punto de partida para el proyecto Sanemos rutas y espacios de la UCR, que lidera Grettel Méndez junto a otros colegas, con el apoyo de la Escuela de Artes Dramáticas (EAD) y la Vicerrectoría de Acción Social (VAS).

En ese entonces, el rector Henning Jensen, la excoordinadora de Extensión social, Hazel González, y el director de la EAD, Juan Carlos Calderón, propusieron el proyecto para desarrollar intervenciones artísticas en el campus universitario en general.

Sin embargo, la contrapropuesta de Méndez y Pablo Molina de la EAD consistió, en primera instancia, no solamente en crear arte para hacer  más seguro el entorno, sino en realizar un diagnóstico previo para identificar y mapear las rutas vulnerables a las violencias con una metodología denominada cartografías sensibles, consistentes en talleres participativos.

Los relatos de las personas participantes que habitan y transitan la UCR, como estudiantes, profesores y funcionarios, llenaron de sentido concreto el proyecto, que condujo a la vez a proponer una mediación artística para abordar las problemáticas de las violencias.

De esta forma, un equipo especializado desarrolló una herramienta para mediar, “para incidir a través del arte como práctica simbólica de sanación”, indicó Méndez.

De acuerdo con la experiencia de Méndez en el marco del proyecto, las prácticas artísticas permiten a las personas sanar de manera simbólica las heridas provocadas por las violencias.

“Las materializa, las saca de sus cuerpos; no es que eso hace que tu violencia se vaya, pero la colocás en distancia. El arte tiene ese potencial, ese poder”.

Las acciones realizadas consisten en intervenciones artísticas en espacios públicos de la UCR con artistas y artivistas y talleres de intervención de tres o cuatro días en los cuales las personas discuten y comparten sus experiencias.

Como resultado, Méndez pone el ejemplo de una muchacha bailarina, que denunció hace tres años haber sido violentada, quien dijo: “si yo pudiera volver a pasar en el espacio donde a mí me pasó lo que me pasó, si yo pudiera bailar ahí, sería muy feliz; y lo hizo, y la mamá estaba ahí y lloraba”.

El ejercicio artístico de expresar la experiencia de la violencia en una pieza de dibujo, de canto, baile o teatro permite que el trauma pegado al cuerpo se materialice en algo más, según reconoce Méndez.

A la vez, como una de las acciones culminantes del proyecto, en noviembre de este año se llevó a cabo el Encuentro de Prácticas Artísticas como Rutas de Mediación en Cartografías de Violencias, en el cual se programaron 49 propuestas a nivel  nacional, conformado por ponencias performáticas sobre relatos de experiencias de artistas y artivistas; performances de danza, visuales e intervenciones en espacios públicos; y talleres.

El abordaje del encuentro giró en torno a la reflexión de las violencias y las actividades se desarrollaron en jornada continua durante tres días en el Teatro Universitario, la Sala de Exposiciones de Arquitectura y la sala 1 de Danza Universitaria.

Asimismo, en lugares mapeados con las cartografías, como la Facultad de Derecho, Ciencias Económicas, Estudios Generales, el paso entre la Universidad Estatal a Distancia y la UCR, la Avenida de la Cultura y la Calle de la Amargura.

“Hace mucho tiempo no nos encontrábamos a abordar la problemática de las violencias con gente del arte y las ciencias sociales que usan el arte como ruta de mediación, creo que nunca había sucedido un encuentro así, hablando de cómo hacemos para mediar, incidir, para atravesar el tema de las violencias de forma sensible, metafórica, poética y política, y eso me parece muy poderoso”, expresó Méndez.

En general, las personas cuando escuchan sobre violencias piensan en el feminicidio, en los gritos y los golpes; no obstante, existen las microviolencias que se manifiestan de manera más sutil.

“Hemos mapeado en las cartografías la violencia epistémica de profesores hacia estudiantes que les hacen sentir tontos o incapaces, o entre compañeros y colegas; discriminaciones, mal manejo de poder de funcionarios administrativos”, pormenorizó Méndez.

Así, el arte puede penetrar territorios vulnerables y peligrosos, ser una puerta para ingresar en espacios de terror. “Cuando se habla desde una experiencia más sensible hay otra manera de enfrentar los traumas, se opone menos resistencia, hay más empatía, las personas abren su sensibilidad y corazón. Lo que no se lo logra a través de la palabra se logra a través del arte, son igual de potentes y dejan ver heridas”, concluyó Méndez.

Con el título de Último round, la directora Ailyn Morera, el dramaturgo y actor Stefan Esquivel y la actriz Gaby Quirós realizaron un montaje que gira en torno al tema de las relaciones de pareja en las que el hombre violenta de distintas formas a la mujer.

“Soy muy consciente de que soy parte de este tejido social tan machista, y de que vivimos en una cultura y un sistema totalmente violento; este país es sumamente violento, solo que es una violencia tan agazapada y naturalizada que no lo vemos”, expresó Morera.

En la obra, el hombre no llega al feminicidio, punta del iceberg de las violencias contra las mujeres, que además se da en todos los estratos sociales.

“A veces quisiéramos creer que la violencia entre las parejas se da solo en un estrato social y no es así. La violencia está en todos lados, de diferentes tipos y en las parejas nos toca a todos y todas: hombres profesionales, eruditos, campesinos; pues estamos bajo la misma estructura de identidad del patriarcado”.

Sanemos rutas y espacios de la UCR es un proyecto para incidir a través del arte como práctica simbólica de sanación. (Foto: Mariela Vargas)

El espectáculo hace un viaje que inicia en un lugar donde el espectador podría decir “aquí no pasa nada”, para luego continuar con preguntas que hace el hombre como “a dónde vas, a qué hora venís, por qué te vestís así”, que, de acuerdo con las investigaciones de Morera, están afincadas tanto en la construcción masculina como la femenina.

“Estamos hablando de cosas muy serias porque estadísticamente es muy grande el porcentaje de la violencia contra las mujeres, en donde priman relaciones de poder que conllevan a un riesgo que se va viendo de pequeñas cosas a moretes, a golpes, al aislamiento y hasta la muerte”, comentó Morera.

Para la directora y dramaturga, el arte “es un regalo”, que conduce a la reflexión, que toca todos los sentidos y hace vibrar en la experiencia.

“El arte nos pone en el espejo para mirar lo que nos está pasando como país, como sociedad. Y nos están matando pero no solo es la muerte”, se lamentó Morera.

A lo largo del año, 12 mujeres han sido víctimas de feminicidio; “doce mujeres que no están, que tenían derecho de estar aquí, de tener su vida”.

 

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