Cultura

El adiós de Sabina a Costa Rica

El cantautor dijo adiós a los escenarios y en el país lo hizo en el Estadio Nacional, el sábado 8 de marzo. Un acercamiento a sus composiciones revela ciertas complicidades con poetas como Pablo Neruda y César Vallejo, y con cantautores como Georges Brassens y José Alfredo Jiménez.

Sentado en una silla de bar, como la de los muchos que frecuentó en su vida, sin aspavientos, sin nostalgias innecesarias. Con su voz ronca e inconfundible y frente a miles de seguidores, con un esplendoroso escenario de fondo: así se despidió, el sábado 8 de marzo, Joaquín Sabina de Costa Rica.

En un concierto en el que el público estuvo entregado de principio a fin en el Estadio Nacional, el cantautor de Úbeda, Jaén, de 76 años, hizo gala de un estilo de cantar que ya está en vías de extinción: apoyado en su excelente banda y en sus letras, sin la necesidad de dar mil vueltas en el escenario, ni recurrir a giros y giros, como sucede con los intérpretes más modernos.

Instalado en el ámbito de la canción de autor, Sabina generó a lo largo de su carrera aplausos y cuestionamientos, pues mientras para algunos sus letras son poesía que bien puede defenderse por su propia cuenta, para otros sus composiciones no alcanzan esa condición que exige el canon literario.

Uno de los investigadores que se ha ocupado de indagar el recorrido de las letras de Sabina es Javier Soto Zaragoza, del área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, de la Universidad de Almería, España.

Sabina en su biblioteca. (Foto: tomada de Internet)

Soto es autor de La biblioteca de Joaquín Sabina: influencias e intertextualidades en sus letras (2024), libro en el que indaga cuáles son las influencias palpables en las letras del cantautor.

“El componente literario de las letras escritas por el ubetense es innegable; sin embargo, siempre ha existido cierta tirantez entre los aficionados, que lo han proclamado sin ambages como poeta, y la academia, que suele ser más reticente a tales consideraciones», sostiene Soto en el artículo “¿Son poesía las letras de Joaquín Sabina?”, publicado en The Conversation.

Para el académico, incluso Umberto Eco, en uno de sus reconocidos libros, ya había dado pistas de cómo pueden separarse distintos textos, según sus características.

“En primer lugar, hay que preguntarse qué distingue a Sabina de los demás cantantes. La respuesta está clara en el ámbito de los estudios literarios desde hace años, pues Sabina engrosa las filas de la canción de autor, que desde Apocalípticos e integrados, de Umberto Eco, se considera separada de la canción de consumo”.

Habría que preguntarse cuáles son los elementos que distinguen esa canción de autor de los muchos textos que circulan en el campo de la canción popular, añade.

“La canción de autor (“canción diversa” la llamaba Eco) trata de generar, como ha explicado Marcela Romano en diversos trabajos, una poética propia; es decir, se vincula con lo literario mediante un tratamiento más cuidadoso de sus letras. Como consecuencia, encontramos textos mucho más elaborados no solo en el estilo, sino también en los temas que abordan, y sobre todo en cómo los abordan”, precisa.

En este apartado, es cuando surgen una serie de afirmaciones y preguntas. Para sus seguidores, que son muchos en el ámbito hispanoamericano, las letras de Sabina son poesías para ser cantadas, para otros, no obstante, quienes podrían ubicarse en el ámbito simbólico de sus detractores, el compositor se deja seducir por la metáfora y la rima fácil.

Entre la producción estrictamente para el consumo diario y aquellas letras que persiguen mantenerse en el tiempo, está otra de las claves evocadas por el investigador español citado.

“Mientras que la canción de consumo apenas requiere que quien la escucha interprete su contenido, la canción de autor necesita un receptor atento, que sea capaz de entender lo que quiere decir la letra, pues rara vez será tan clara y directa como la de una canción de consumo”.

Soto, que juega al trapecismo en su análisis, se sincera y acepta que pese al afán de Sabina de no quedarse con meras letras para la sobrevivencia, el cantautor, a menudo, es ubicado en una zona indecisa; es decir, que no es ni poeta aceptado, ni tampoco mero creador de canciones para salir del paso.

“Ahora que sabemos que Joaquín Sabina, por su condición de cantautor (y de muy buen cantautor), está poéticamente por encima de la canción de consumo, podemos preguntarnos por qué se le considera en tierra de nadie, entre el mundo de la canción y el de la poesía”.

A partir de esta incursión en el trasfondo de las letras del ubetense, Soto va más allá del terreno llano y se mete en cumbres, bordea meandros y se hace una de las preguntas capitales en la literatura de todos los tiempos.

“Es bien sabido que en literatura existen pocas respuestas unívocas, y que todo suele ser matizable. En ese sentido, una de las preguntas más complicadas que se le pueden hacer a un profesor de literatura es, precisamente, ¿qué es la literatura?, o aun más difícil: ¿qué es literatura? No existe una respuesta absoluta; no disponemos de un listado de características junto a las que ir añadiendo tics en función de si el objeto analizado las cumple o no. Esa es la razón por la que la cuestión que nos ocupa saltó por los aires cuando en 2016 la Academia Sueca decidió otorgar el Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan”.

Existe, por lo tanto, un sinnúmero de consideraciones, para posesionarse en una u otra orilla, de si lo que produce el cantautor es poesía o se queda solo en el campo de lo popular, en el que las creaciones suelen perderse con el paso implacable del tiempo. En este largo recorrido, los fans del compositor rara vez se detienen en tales consideraciones, porque lo suyo es un acto de aceptación y entrega, como quedó demostrado, una vez más, en el concierto de despedida, Hola y adiós, del sábado 8 de marzo.

“La realidad es que bajo todas estas consideraciones laten varias cuestiones de fondo, pero en buena medida se pueden resumir en que con la canción de autor resurgió un modelo híbrido entre música y literatura, que no es solo poesía, pero que tampoco es solo canción. En ese contexto, conviene volver al binomio entre apocalípticos e integrados de Eco. Podemos ser apocalípticos y tapiar las puertas de la poesía canónica, o podemos ser integrados y asumir que, aunque con moldes distintos, el género de la canción de autor puede ser un tipo de forma literaria”.

El adiós

Con uno de sus típicos sombreros, que ya forman parte del personaje interpretado por Sabina, así como una camiseta negra y un blazer del mismo color con ribetes rojos en los costados, el cantautor salió a las 7:45 p.m. a compartir con su público, que desde temprano lo esperaba con ansias en el Estadio Nacional, al que concurrieron más de 15.000 personas.

Sabedor de que el auditorio estaba de su lado, Sabina empezó por agradecer a “esta bendita tierra” que es Costa Rica y por ahí, como buen comunicador, soltó un que otro pura vida.

La primera pieza que interpretó fue “Lágrimas de mármol”, que forma parte del disco Lo niego todo, de 2017.

Bastó esa apertura para que en adelante el concierto fuera totalmente suyo. Además, de que el cantante se hizo acompañar de una magnífica banda, en la que destacan dos mujeres, el caso de la cantante y corista Mara Barros y la bajista argentina Laura Gómez Palma.

“Calle melancolía”, “19 días y 500 días noches”, “Mes de abril”, “Bulevar”, “Y sin embargo”, “Nos dieron las 10”, “Tan joven y tan viejo”, “Contigo”, “Donde habita el olvido”, “Peces de ciudad” y “Princesa” fueron parte de las composiciones interpretadas por el cantautor en su despedida de los escenarios costarricenses.

En Centroamérica, Sabina solo se presentó en Costa Rica. De hecho, su penúltima gira en 2023 la había comenzado en el Estadio Nacional

En un ambiente en el que predominó el sentimiento de despedida, Sabina dijo adiós, pero no hubo drama en ninguno de los bandos, ni en la parte del compositor ni del público, que le sigue a ciegas, pero que comprendió que ese Hola y adiós, no era un llamado simbólico, sino más bien literal.

Las influencias

Soto, quien ha dedicado tiempo al estudio de la propuesta de Sabina como compositor, cita como influencias del cantautor al francés Georges Brassens, al mexicano José Alfredo Jiménez, al chileno Pablo Neruda y al peruano César Vallejo y al propio Francisco de Quevedo, entre otros.

Fue en la Universidad de Granada donde Sabina empezó a tener contacto con los que en un futuro serían parte de sus influencias, para luego decantarse por unas composiciones que estuvieran salpicadas de poesía.

A partir de 1968, Sabina estudió Filología Románica, carrera de la que se licenció, para después comenzar una carrera en el mundo de la música, con el pop y el rock como dos estilos que siempre le atrajeron y en los que se movió.

“En las letras de Sabina es característico el uso de elementos religiosos o pasajes bíblicos, como cuando menciona un ‘rosario de cuentas infelices’ en “Cerrado por derribo” o cuando sugiere ‘ir a quitarle al dios de los cristianos / su corona de espinas’, en “Jugar por jugar”. Este recurso quizás no existiría de no ser porque, con bastante probabilidad, lo aprendió de otros, sobre todo de César Vallejo, que, por ejemplo, escribía ‘sus ojos eran el jueves santo’, en Los heraldos negros””.

Y está el lado más cotidiano: la calle, que entra en sus canciones, en su vida, y que le llevará a ese acercamiento que Soto establece entre Sabina y el consagrado compositor mexicano de comienzos de la segunda mitad del siglo XX, José Alfredo Jiménez.

“Tampoco los bares de Sabina y sus moradores serían como son de no ser por las cantinas de José Alfredo Jiménez. Sin Brassens y Javier Krahe no habría en sus letras la perfección formal que hay, ni sería igual su humor. De no ser por Bob Dylan, seguramente no existiría su interés por los trenes. Su característico empleo de la enumeración, debe mucho a la influencia de Neruda y de Vallejo. Sin el magisterio de poetas como Jaime Gil de Biedma y Ángel González, tal vez Sabina no habría descubierto el gusto por la intertextualidad o por la palabra sencilla”.

En la estela para adentrarse en el interior de los textos de Sabina, Soto recuerda aquello de lo que solía hablar Francisco Umbral, quien decía, con insistencia, aunque desde luego no era nada original, que el escritor que se precie tiene que ser un ladrón de palabras, de giros y de formas que puedan sorprender al lector.

En este caso, esa premisa aplicaría también para las canciones del cantautor afincado en Madrid y quien durante el franquismo decidió autoexiliarse, al principio en París y luego en Londres, ciudad en la que comenzó a escribir sus primeras canciones.

“Otra forma de escuchar las voces de otros a través de la de Sabina es atendiendo a los numerosos fragmentos textuales ajenos que utiliza. Se trata de préstamos que ha tomado de numerosos autores y que ha incluido en sus letras sin indicar su procedencia. Así, por ejemplo, la ‘boca de fresa’, de “Princesa”, está tomada del célebre comienzo de la “Sonatina” de Rubén Darío: ‘la princesa está triste… ¿qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa’”.

En efecto, en muchas de las composiciones es posible, añade Soto, rastrear esos intertextos que Sabina establece con aquellos autores de los que ha querido resaltar algún elemento o virtud literaria.

“Y aquellos versos tan conocidos de “Peces de ciudad” —al lugar donde has sido feliz / no debieras tratar de volver— son en realidad una reelaboración de otros del poeta Félix Grande, que dicen ‘donde fuiste feliz alguna vez / no debieras volver jamás: el tiempo / habrá hecho sus destrozos’”.

En los estudios literarios, es conocido el campo de la intertextualidad, que bebe de numerosas fuentes, pero entre ellas destaca la voz de Mijaíl Bajtín, quien aseguraba que todo lenguaje era polifónico, lo que hacía que en todo enunciado subsistiera la voz ajena. De igual manera, fue Julia Kristeva quien puso de moda el término y contribuyó con su uso y desarrollo.

La intertextualidad en sus letras, como se observa y se puede comprobar, es uno de los signos distintivos del cantautor español, cuya gira de despedida, después de Costa Rica, continuará en Bogotá, Lima, Santiago de Chile, Buenos Aires, donde hará diez conciertos, Montevideo, y posteriormente cerrará en varias ciudades españolas.

“Como estos, se podrían poner decenas de ejemplos más, que revelan a muchos de los autores que Sabina ha leído. Lejos de poder ser entendidos como plagios, son, en realidad, un recurso literario, pues sirven para enriquecer sus letras. Con estos préstamos y alusiones, Sabina no solo homenajea a autores precedentes, sino que también guiña el ojo a quienes, leyendo o escuchando sus letras, sean capaces de detectar la referencia oculta”.

Para el profesor de la Universidad de Almería, escuchar a Sabina es una manera de entrar en contacto con distintas corrientes literarias, que han enriquecido el acervo del que se nutre el cantautor.

“Las letras de Sabina son un fascinante entramado de influencias literarias y préstamos intertextuales. Sus canciones dialogan con una tradición cultural que abarca épocas y continentes, por lo que, al escucharlas, uno está descubriendo, sin saberlo, a los autores de los que él aprendió o a los que ha querido homenajear. ¿Qué más se puede pedir?”.

Sabina, aseguró en su Hola y adiós, concierto de despedida en el Estadio Nacional, que Costa Rica tenía que estar, necesariamente, en su ruta de despedida.

Y se marchó sin estridencias y con la satisfacción de vivir esa complicidad con su público que cantó a coro sus letras, en un reconocimiento de su larga trayectoria en los escenarios, de los que se retirará para siempre el 30 de noviembre de 2025, en el Wizink Center, en Madrid.

Sabina se despidió de San José, pero sus seguidores salieron convencidos de que continuarán cantando y recitando sus letras, a la sombra de la “luna nueva”, similar a la de ese sábado 8 de marzo, bajo la cual sus composiciones fueron evocadas, una y otra vez, en medio de la nostalgia y el adiós definitivo.

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