Cultura

Danza Universitaria ya no aguanta más

Hace más de 30 años diferentes estudios han señalado carencias importantes en el inmueble que aloja a la importante compañía artística, que asume el reciente incendio como la gota que derrama el vaso.

El hedor era insoportable cuando en enero de 2016 el elenco de Danza Universidad encontró que la atención de una plaga de ratas provocó que muchas murieran debajo del tablado donde esa compañía artística ensaya en el edificio Saprissa, y hasta las moscas se colaban por las hendijas.

Se trata del mismo edificio Saprissa en donde el sábado por la noche, por causas aún no determinadas, un incendio destruyó un espacio en alto en el recinto que ocupa Danza U, que funcionaba como oficina y donde se mantenía buena parte del acervo histórico del trabajo de 43 años.

En aquel momento el elenco suspendió toda actividad y Hazel González, directora de Danza U, se fue a empujar la realización de un estudio de salud ocupacional que había solicitado dos años antes. Ese estudio puntualizó “factores de riesgo eléctrico”, como que la caja de breakers estaba expuesta.

“Hacemos muy bien nuestro trabajo, estamos comprometidos, lo hacemos con ética, somos personas que estamos siempre inquietas, tratando de construir, de movilizarnos, pero ya no más”.

Ese análisis también detalló problemas de hacinamiento, de inadecuadas condiciones en las duchas, de  excesivo calor y contaminación por la falta de cielo raso, de plagas de insectos… todo lo cual había sido señalado por un estudio similar en 1990, y de nuevo en 1992 y mucho de lo cual es notorio en la actualidad.

“Por lo menos —observó González— el espacio donde ensayamos está intacto, pero lo que se perdió arriba es significativo, tiene un valor para nosotros, es nuestra historia y eran los documentos a los cuales podíamos acudir para ver cómo se ha conformado a lo largo de los años Danza Universitaria”. Añadió que lo perdido es “irrecuperable”, al iniciar una entrevista que concedió a UNIVERSIDAD.

¿Qué lectura hace del hecho de que durante 30 años se han arrastrado problemas y no ha habido recursos o voluntad política para resolverlos?

—Se ha convertido en una lucha de nosotros: tratar de tener mejores condiciones dignas de trabajo, porque no las tenemos.

Cuando uno echa para atrás y ve cuánto tiempo tiene esto sin resolverse, a mí me hace pensar que Danza Universitaria nunca tuvo las condiciones, que fue un proyecto que nació acá en la Universidad o que asumió la Universidad y que fue creciendo, desarrollándose, ofreciendo muchas cosas, pero que institucionalmente no se tomaron decisiones para otorgar condiciones recíprocas a ese crecimiento del grupo.

Veo un informe de 1990 que prácticamente nos dice lo mismo que estamos viviendo. Este edificio es muy viejo, todos estos problemas mecánicos y eléctricos no solamente los tiene el teatro, los tiene todo el edificio. Aquí no solamente está Danza Universitaria, están concentrados los talleres de ebanistería, de electricidad, de soldadura. Eso también implica un riesgo para todas esas personas que están acá, para las personas del gimnasio o los estudiantes que son usuarios de prácticas artísticas.

Cuando hablo del abandono estructural de Danza Universitaria, me refiero a muchas cosas: el tema de salarios, de condiciones. Ahí lo dicen claramente todos los informes de salud ocupacional.

Es casi tragicómico, estamos aquí treinta años después…

—Luis Piedra, uno de los directores de Danza Universitaria, decía que siempre hemos sido un banco de tres patas, que cuando estamos a punto de perder la tercera vienen y nos dan un pedacito para esa tercera pata, pero nunca hemos tenido cuatro patas. Siempre hemos tenido ese peso de tener que estar agradeciendo pequeños remiendos. No voy a decir que las administraciones a lo largo de los años no han apoyado a Danza Universitaria; pero con respecto a infraestructura y otros aspectos como salarios y demás, es muy poco lo que se ha hecho.

Cuando uno ve qué es lo que va construyendo la Universidad, qué es lo que va creciendo, a dónde se van concentrando las condiciones de trabajo, los edificios y demás, puede ver hacia dónde va la Universidad y qué le interesa. Es clarísimo que a la Universidad no le interesan las artes, con excepción de la música.

Yo me imagino que para los estudiantes debe ser muy fuerte comparar sus procesos formativos en instalaciones que no tienen las condiciones, al lado de otros estudiantes que sí las tienen plenamente. Entonces a mí lo que me lleva a pensar, cuando yo echo para atrás esto, es que nunca las tuvimos, que crecimos, evolucionamos y no hubo reciprocidad en relación con esa transformación de Danza Universitaria.

¿Recuerda si cuando se discutió el préstamo del Banco Mundial que se fue en mucha infraestructura en la Ciudad de la Investigación, se planteó algo para las artes en general y para danza en concreto?

—Fui parte de esa comisión, que estaba integrada por gente de arquitectura, creo que la persona que coordinaba era el decano de Artes, en ese momento Eddie Mora, había gente de teatro, estaba yo de parte de la Vicerrectoría de Acción Social.

Trabajamos muchos años en eso y cuando cambia la administración de un momento a otro desaparece la comisión, se desintegró, se echó para atrás con todo el proyecto. Nunca supe por qué.

La conclusión a la que yo llego es que nunca tuvimos las condiciones necesarias, ni las tenemos ahora. Es muy fuerte, porque van pasando las administraciones y tenemos que volver a contar lo mismo. Tampoco tenemos esas ganas de meternos dentro del clientelismo político que también tiene la Universidad.

¿En estos días, qué han dicho las autoridades universitarias?

—No he hablado con nadie. Doña Marisol (Gutiérrez, vicerrectora de Acción Social) me llamó el domingo, le dije que le iba a hacer llegar todos los documentos. Hoy (martes) me convocaron a una reunión, me dieron horario, pero resulta que era otro, entonces vine pero no se llevó a cabo.

Hace unos meses me convocaron a una reunión y me la cancelaron, nunca supe por qué. No tengo la menor idea para qué era, pero ya habíamos tenido un problema con una inundación este año también.

Con quien sí me reuní fue con todos los compañeros. Están pues muy tristes, muy molestos y muy indignados. Ellos obviamente no quieren aceptar más remiendos ni soluciones paliativas.

Sabemos que resolver esto no va a ser de la noche a la mañana, pero no vamos a aceptar más la curita en la tercera pata.

Tenemos cuarenta y tres años de estar acá y somos excelentes funcionarios, estamos recomprometidos. ¿Usted sabe lo que es estar metido aquí, en estas condiciones, tratando de motivarse y creando? La verdad es que yo a toda esta gente la admiro, porque aquí tratábamos, en este hueco oscuro de siempre, una y otra vez, de crear, motivarnos, trabajar con las comunidades muy a pesar de todas las carencias que tenemos.

Entonces, tengo que decirlo así: nosotros no le debemos nada a nadie, nos debemos al país, nos debemos a las comunidades. Nosotros hacemos muy bien nuestro trabajo, estamos comprometidos, lo hacemos con ética, somos personas que estamos siempre inquietas, tratando de construir, de movilizarnos, pero ya no más.

A partir de lo que dice, ¿qué debe pasar ahora? ¿Qué tipo de decisiones tienen en el panorama?

—Vamos a cancelar algunas actividades. Estamos diciendo, bueno, seguimos contra viento y marea, y ¿a quién le importa? A mí me queda claro que le importa a mucha gente, hemos recibido muchas muestras de apoyo de gente dentro de la Universidad, de gente fuera de la Universidad, incluso gente fuera del país, grupos y comunidades con los que trabajamos, pero no podemos presionamos más haciendo cosas sin tener las condiciones. Yo creo que es un momento de ponerle una pausa y, como decía, tratar de comprender qué significa, qué simboliza esto para nosotros.

Ha dicho que hay dos universidades.

—Absolutamente. Una es la Universidad de los interinos, una universidad de los que tienen plaza en propiedad; una universidad en donde algunas personas con carrera docente siguen acumulando puntos y sus salarios llegan a ser gigantescos, y otros que no.

Unos que tienen edificios de primer mundo, que está muy bien; pero mi reflexión es que no podemos estar unos muy bien y otros tan mal, porque eso genera un sentimiento de inequidad e injusticia dentro de la misma comunidad universitaria.

Nosotros podemos, desde nuestra casa de pensamiento y conocimiento, ofrecerle una mejor imagen a una sociedad que también necesita las artes. Siempre va a haber jóvenes que quieran estudiar teatro, que quieran bailar.

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