Cultura II Temporada de Sueño de una noche de verano

Por el cuerpo y la imagen teatral de Luis Carlos Vásquez

Bajo la dirección de Luis Vásquez, la comedia Sueño de una noche de Verano de William Shakespeare se presenta en segunda temporada en Teatro Nacional

Hace 42 años, Luis Carlos Vásquez se trajo de su natal Bogotá, el libreto de Sueño de una noche de verano de William Shakespeare. Saliendo de la adolescencia, allá le propusieron interpretar a Lisandro, el galán enamorado de Hermia, y desde entonces el preciado texto lo acompaña, deparándole trabajo y creatividad.

Ese primer vínculo con el universo fantástico de Shakespeare fue antes de  radicarse en Costa Rica y de fundar Tierranegra, grupo teatral de creación colectiva pionero en su género en nuestro país, relacionado con el arte político que se hacía y se sigue haciendo en Colombia.

Personajes mágicos, fantásticos y humanos se mezclan en Sueño de una noche de verano

El conocimiento de una de las obras consideradas más cool del dramaturgo inglés -así dice Vásquez que algunas personas se refieren al texto shakesperiano- le ha permitido montarla dos veces en nuestro país, cada versión con un abordaje distinto pero siempre conservando esa huella muy Luis Carlos Vásquez.

Es así como ya conocía Sueño… cuando el entonces director de la Compañía Nacional de Teatro, Jaime Hernández, le solicitó que la montara en 1998, y la conocía aun más cuando la dirigió de nuevo con mucho éxito para el programa Érase una vez, del Teatro Nacional el año pasado.

Tan exitosa fue la recepción de la puesta en escena que la comedia se repondrá en el mismo escenario del jueves 15 al domingo 25 de junio, luego de haber sido reconocida con dos premios nacionales del 2016, uno para el mejor vestuario de Francisco Alpízar y otro para la mejor dirección de Vásquez.

La obra es sobre el amor, una comedia de “enredos” contada en clave fantástica…

Hay una mezcla entre lo humano, mágico y fantástico de los espíritus del bosque; es una comedia de confusiones que la produce el uso de una flor que hace cambiar los sentimientos de las personas; fue escrita para celebrar unas bodas y busca el matrimonio como la culminación del amor. Cada vez que la he montado me pregunto si estamos en este siglo XXI como para ver obras sobre el amor, y vieras que sí, lo comprueba el público joven que viene a verla.

Decís que el montaje es anacrónico. ¿Y el estilo es ecléctico?

Sí, yo casi nunca monto las obras con un estilo muy determinado, no es mi onda. Yo hago uso de elementos teatrales que me van a ayudar a contar la historia, pero no soy necesariamente tan coherente en el estilo. Yo detesto esa cosa del estilo, porque encuentro que no está en el acto teatral sino en el literario, muy de finales del siglo XIX y no exactamente en las épocas que vivimos.

Vos has seguido una línea  llamada teatro de la imagen. ¿Es este el caso?

Si ves montajes en la actualidad en otras partes, siempre hay un espacio en la solución de la puesta en escena que tiene que ver con la imagen, definitivamente.

Es una imagen poética…

Sueño… es absolutamente poética; la imagen es poética y hermosa…

¿Y para poder lograr esa consonancia entre la palabra y la imagen y las actuaciones, en qué te basás?

Yo creo que es importantísimo que es Shakespeare, es decir, es universal y muchas de sus obras no tienen tiempo ni espacio. Por ejemplo, en Sueño… hay un momento en que Titania y Oberón se pelean y ella habla -es casi que profética- de los problemas que están creando ellos al estar peleados entre ellos, que manejan las fuerzas de la naturaleza, o sea, cómo están destruyendo el planeta por culpa del pleito que ellos dos tienen. Son cosas que actualizan el mensaje de Shakespeare.

¿Recurrís a elementos de las nuevas tecnologías?

Esta obra no tiene video mapping, es puro teatro, o sea, es una tramoya en que las cosas suben, bajan y desaparecen de forma tradicional; se usa el Teatro Nacional de forma renacentista; la novedad está en la puesta, en los movimientos, hay una iluminación novedosa y el vestuario tiene un premio nacional del 2016.

Hablemos de vos y tu trayectoria: tenés muchos años años de vivir en Costa Rica, sos tiquísimo…

Sí, soy naturalizado. Tengo 42 años de carrera y básicamente se ha desarrollado acá. Llegué con la familia cuando tenía 20 años. Al principio tuve un shock cultural porque yo venía de vivir en Bogotá que es una ciudad muy grande, y después en el DF (Ciudad de México), que en ese momento tenía ocho millones de habitantes y era una de las capitales más grandes de América Latina.  Pero me sobrepuse y dije: “no, si estoy acá para esto”, y luego vino Tierranegra.

Es un proyecto que fue iniciático para muchos teatreros, un proyecto pionero.

Fue pionera en la manera de representar.

¿Por qué te interesó hacer teatro de esa forma?

Porque venía de una formación en que el teatro estaba empezando a ser así. A mí me tocó los finales de los 60 que hubo una gran revolución en las artes: la de Francia del 68, la aparición de Grotowski que plantea que la esencia del teatro es el cuerpo del actor y eso ocasionó un escándalo porque hasta ese momento la esencia del teatro era el texto, él se estaba separando tomando principios de (Antonin) Artaud o Gordon Craig.

Y eso influyó en vos…

Claro, porque en Colombia estaba la creación colectiva y el teatro político, y por supuesto, el entrenamiento grotowskiano.

Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare se presenta en su segunda temporada en el Teatro Nacional

Vos ponías mucho énfasis en la corporeidad.

Sigo poniéndolo, es decir los actores tienen que tomar una clase de entrenamiento (de expresión corporal) antes de clases y de funciones.  

¿Y la creación colectiva como una forma de hacer teatro?

 Al principio con Tierranegra era creación colectiva, aunque no dirección colectiva. Muchas personas creían que la creación colectiva era una cosa en que cada uno hace lo que le da la gana. En el grupo estábamos divididos en comités: uno de diálogo, uno de investigación, de vestuario, escenografía. Trabajábamos en subgrupos.

Era teatro político…

Era eminentemente político. Yo vengo de ahí. En Colombia es teatro político y todavía sigue siéndolo. Luego hubo una gran evolución porque se dieron cuenta que se estaba convirtiendo en elitista porque además la izquierda estaba dividida en una línea Mao, una Habana y una del Partido Comunista que seguía la revolución rusa. Nosotros no éramos de ninguno de estos grupos, y entonces nuestras obras eran consideradas reaccionarias y sin embargo éramos de izquierda. En Manizales, una vez los maoístas nos pusieron una bomba molotov antes de comenzar la función y volaron la puerta, y el director preguntó: “¿la quieren hacer, vamos a arriesgar nuestras vidas?”, y todos dijimos: “la vamos a hacer” y ellos entraron al teatro con el librito rojo de Mao haciéndolo sonar (contra las palmas de las manos). Y nosotros hicimos la función.

¿Luego de Tierranegra entraste en otro ciclo?

 Llegó un momento en que yo tuve que hacer un alto en mi carrera y dije también tengo que montar otro tipo de teatro y entrarle a otro tipo de autores, y entonces empecé a trabajar otro tipo de textos. Yo no soy de pensar que los grupos son eternos, queda un buen recuerdo, quedan cosas hechas e importantes.

¿Qué le siguió a eso?

Soy un director free lance, que tiene una personalidad y me ha pasado que prácticamente no he hecho una obra que no quiera hacer, que vaya en contra de mis planteamientos artísticos. Yo creo que el teatro es un acto de amor y tenés que hacer lo que te gusta y la obra que te gusta. Muchos años he hecho dirección de arte y vestuario para comerciales, que entre comillas te prostituye, digo entre comilas porque creo que es un trabajo honesto como cualquier otro y que prefiero eso a no hacer el teatro que quiero hacer.

¿Cómo es ese teatro que te gusta hacer?

La comedia Sueño de una noche de verano fue reconocida con los premios nacionales 2016 al mejor vestuario y la mejor dirección

Tiene que ver mucho con el movimiento, con la plástica escénica, con la imagen y con el trabajo de los actores. Me encanta la parte psicológica -no de la obra y de los personajes- de la relación con los actores, de cómo llegas a los actores, cómo conformas una familia y logras que hasta en seis meses esa relación sea irrompible. Es conectar con la gente y poderla guiar hacia la idea que tenés.

¿Y continuás por ese camino?

Sí, lo que pasa es que ahora hay mucha explicación académica de las cosas, que se va aplicando a la puesta en escena.

¿Tenés más claridad ahora?

Mucha más. Una de las cualidades del director es ser un comunicador por excelencia, si no tienes eso y liderazgo es muy difícil que puedas dirigir. La dirección es un don como el de los actores. Tenés que tener credibilidad ante la gente para que se entregue al proyecto porque cree en lo que vos estás diciendo. Tiene que haber un enamoramiento entre todo el equipo hasta el punto en que la función final es durísima porque es como si te despidieras de la familia.

Hay sectores que se han referido mal sobre tus montajes…

Es maravilloso que digan cosas. Con mi trabajo pasa o que lo odiás a muerte o lo querés a muerte. Yo sé que tengo detractores. Hay gente que tiene conceptos de la actuación de finales del siglo XIX y que no les parece mi dirección de actores, pero no han comprendido que no es solamente dirección de actores, va más allá de eso. ¿Quién sabe cómo es que se dirige a los actores?

Vos hacés grandes puestas en escena, con muchos actores… ¿Qué pensás del desarrollo del teatro musical en Costa Rica?

 Me parece muy interesante, pero falta mucho por recorrer. Ahora son básicamente dos personas las que están motivando esto que también están creando escuela y lo van a sacar adelante. Algunos actores se quejan porque no tienen la formación que debés de tener como cantar y bailar. Va a pasar mucho tiempo para que en la academia se den cursos o una especialidad. En los veinteañeros pasa que su formación es más exigente, están tomando clases de canto, de danza, de jazz, están abiertos a aprender, a mejorar y perfeccionar.

El programa Érase una vez, del Teatro Nacional,presenta la obra que versa sobre el amor y el matrimonio

¿Qué sigue para vos?

Con la cuestión teatral voy a tener que parar en algún momento porque estoy escribiendo una novela de ficción, que está trancada. Pero de repente hay años que son muy buenos  y no podés despreciar lo que te están ofreciendo en teatro, pero es un resentimiento todas las mañanas porque pienso que lo debería estar haciendo. Es que es mi manera de vivir, mi entrada es el teatro.



La obra más <em>cool</em>

Qué: Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare

Dirección: Luis Carlos Vásquez
Dónde: Teatro Nacional

Cuándo: del jueves 15 al domingo 25 de junio

Consultar horarios de las funciones

Entradas a la venta en la boletería del Teatro Nacional o en línea:

https://www.teatronacional.go.cr/boleteria/

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