Cultura

Cronista silenciosa del refrán en Costa Rica

La artista Zulay Soto lleva medio siglo en la tarea y dice que es tal la pasión que le es imposible detenerse.

Cuando Zulay Soto comenzó a recopilar en cuadernos escolares los refranes de sus padres y abuelos no sospechaba que esa tarea se extendería por más de medio siglo y que ella se convertiría en una cronista silenciosa de esa sabiduría milenaria que traspasa fronteras y pueblos, y que recala en cada comarca según sean los que la cultiven y la modifiquen.

La artista y museóloga presentó hace dos semanas el libro Refranes, dichos y dicharachos de ayer y de hoy, en el que recopila unos 4.000 refranes apuntados y cotejados a lo largo de su vida, como una muestra de esa admiración por la forma en que el pueblo costarricense se expresa.

El volumen, publicado por la editorial de la Universidad Estatal a Distancia (UNED), recoge los incluidos en su primer texto de Sentencias, dichos y refranes de la Costa Rica de ayer (2008), y es una labor que con el paso del tiempo se le convirtió en la gran pasión de su vida, por encima de la pintura, la música rock y su admiración por el mundo precolombino.

En el Quijote, el libro fundacional de la novela moderna, abundan los refranes y dichos, en especial en boca de Sancho.

“Empecé a apuntarlos cuando estudiaba en el Colegio San Luis Gonzaga de Cartago. Llevaba un cuaderno con los refranes que les oía a mis padres, a mis abuelos, y luego seguí con esa práctica. Siempre encontraba la forma de recogerlos. Todos los refranes, dichos y dicharachos que aparecen en el libro tienen una explicación de mi parte, porque no es solo anotarlos, sino sobre todo contextualizarlos”.

Las definiciones en torno a los refranes y a los dichos son huidizas si se empieza, incluso, por revisar lo que al respecto apunta la Real Academia de la Lengua Española (RAE): “Dicho agudo y sentencioso de uso común”.

La RAE abre la puerta, como se observa, para que se desate un amplio debate de qué es un refrán, un dicho o un dicharacho.

Para Soto, la definición es mucho más sencilla: “El refrán demuestra una verdad del habla popular y muchas veces va rimado; el dicho es una anécdota, y el dicharacho es una expresión vulgar”.

El matiz de Soto daría, de igual manera, para una amplia discusión, dado que en el ámbito de la lengua castellana una autoridad en el tema como Luis Martínez Kleiser, autor del Refranero general ideológico español, definía así al refrán: “son condensaciones de avisada experiencia; encierran una verdad o sientan una conclusión que pretender serlo; dogmatizan desde sus teoremas de filosofía popular”.

La pretensión de la autora, no obstante, no es teorizar sobre el asunto, sino más bien dejar para las generaciones futuras un acervo de los refranes que conforman el imaginario del costarricense.

“Por eso la dedicatoria del libro es para mis nietos, por si algún día se interesan por los refranes, dichos y dicharachos, para que los tengan a mano”, dijo Soto.

A Soto, que fue durante 32 años la directora del Museo de Jade del Instituto Nacional de Seguros (INS), la cautivó la capacidad del refrán por la gran sabiduría popular que encierra y por cómo es capaz de “envejecer muy bien”.

“Los refranes son formas de la sabiduría universal. En nuestro caso es cierto que la mayoría vienen por influencia de la lengua española y pienso que quien no los valora es porque sabe poco de la vida”, afirmó.

Como ella se ha convertido en esa cronista del refrán en Costa Rica, asegura que no había terminado de publicarse el libro, cuando ya amigos, familiares y conocidos empezaron a decirle que se le quedó este por fuera, que no incluyó aquel otro, o que si conoce la variante de estos y aquellos.

“Para mí es una gran pasión. Siempre ando alerta por si escucho uno nuevo. Ya llevo más de cincuenta años en esta labor y a mí me parece divertidísima. De hecho, cuando me iba a pensionar no quería que me pasara lo que le sucede a muchos, que se van para la casa y se enferman. En ese sentido me dije: tengo que tener un proyecto concreto y me acordé que podía escribir un libro sobre los refranes y ponerme esa tarea. Y heme aquí, muy contenta con el nuevo libro, ya al alcance de los lectores”.

María Mayela Padilla es autora de Refranes y dichos de los ticos, el cual lleva ya varias ediciones.

 UN ESPEJO

La autora sostiene que en los refranes se refleja el sentir y pensar de un pueblo.

De esta manera, un refrán como “A más no haber, bailar con mi mujer” recoge ese machismo que todavía prevalece en algunos sectores de la sociedad costarricense.

Otros, incluso, cree Soto, son poesía pura o podrían llevar implícito las huellas de una novela completa.

Uno de los que más le gustan y que considera una de las joyas de la corona del refranero español es: “Las uvas maduran a su tiempo”.

En él hay un afán filosófico, pero además tiene una riqueza polisémica que podría ser de una gran utilidad en contextos en que se tenga a la lengua como herramienta principal de estudio.

Otro de los refranes que tiene en un pedestal es el que reza: “Nadie sabe para quién trabaja”. Lo tiene ahí porque transmite una verdad enorme y revela, además, una característica de esa gran familia de los refranes, los dichos y las sentencias: su capacidad para adaptarse y sobrevivir al paso del tiempo.

“El pueblo por medio de los refranes es poeta y sabio. Un decir como “¿Para qué quiere agua la laguna” o “Al mar se van los ríos”, son de una gran belleza expresiva y sirven para reflexionar”.

A Soto le gusta, también, esa ironía y ese humor que encierran muchos de los refranes recopilados a lo largo de medio siglo: “De médico, poeta y loco, todos tenemos un poco”.

ENTRE CAFETALES

Mientras Soto recopilaba en su natal Cartago sus primeros refranes, en Acosta María Mayela Padilla, Premio Nacional al Patrimonio Cultural Inmaterial Emilia Prieto 2015, hacía lo propio entre cafetales y montañas, y entre apunte y apunte logró que su acervo creciera hasta plasmarse en Dichos y refranes de los ticos, un libro que cuenta su autora fue muy bien recibido por los lectores.

“Me sorprendió que una de las primeras ediciones, hecha con mucha sencillez, se empezara a vender tan bien. La gente se lo recomendaba entre sí y cuando venía un extranjero le decían, tome, lea o llévese este libro para que entienda al costarricense”, dijo.

Explicó que desde muy joven se interesó por recopilar refranes aquí y allá, y que sin percatarse, el tema empezó a cobrar relevancia, a tal punto que tiene no solo el libro publicado, sino que tres de sus canciones fueron escritas solo con base en refranes.

“Desde mi punto de vista, los refranes son más elaborados que los dichos y a diferencia de estos, por lo general conllevan un mensaje. Por ejemplo, ‘cuál bolsa’, es un dicho para expresar una negación. ‘Más limpio que cuello de monja’ es en cambio un refrán. A mí me parece que los dichos y los refranes son de una gran sabiduría popular y recogen de una manera extraordinaria el folclor de un pueblo”.

Para la cantautora y folclorista los refranes no siempre tuvieron un sentido metafórico, sino que más bien fueron un puente directo con la realidad: “Nosotros éramos muy pobres y entonces papá se iba a la panadería de Toño Barboza y compraba sacos de manta y mamá, de esos sacos, hacía calzoncillos para mis hermanos y calzones para nosotras. De ahí que para mí ese refrán que dice ‘más limpio que calzoncillo de manta’ tiene un gran significado, porque yo lo viví cuando nuestra casa estaba en la hacienda de Roberto Montero, en Acosta”.

Como le sucedió a Soto, la autora de Dichos y refranes de los ticos se aficionó de tal forma a la tarea de recogerlos que no importaba dónde estuviera, siempre andaba un lapicero y unos papelitos para tomar nota, por aquello de que la memoria no siempre es fiel y podía jugarle una mala pasada.

“Me entusiasmé tanto con el tema, que incluso en misa, cuando el padre soltaba algún refrán, yo disimuladamente sacaba el lapicero y el papelito y lo apuntaba de inmediato. Después, claro, confirmaba en la Biblia que muchos de esos refranes eran milenarios”.

La folclorista considera que si bien el refrán tiene la capacidad de soportar las inclemencias del tiempo, a los más jóvenes quizá no les interese tanto.

También considera que a veces el agregar un complemento que indique que ese refrán pertenece a este o a aquel país puede generar controversias. “Una vez se me acercó un nicaragüense y me dijo muchos de los refranes de su libro también los decimos en mi país, no solo son de Costa Rica”, contó.

El valor de que haya libros dedicados al tema es muy alto, afirma, pero tiene conciencia de que muchos de los refranes son transmitidos de manera oral.

“Ese fue mi caso, dado que empecé a oír a los peones de la finca donde trabajaba mi papá. Solo después fue que comencé a registrarlos en un cuaderno. Muchas veces hablamos y hacemos uso de las sentencias y los dichos sin darnos cuenta”.

En su opinión, a través de los refranes se destila sabiduría a diario: “Yo que soy de campo —es ingeniera agrónoma y comunicadora—me doy cuenta de que ese refrán que dice ‘no por mucho madrugar amanece más temprano’ es de una profundidad impresionante. porque en efecto, aunque uno se levante a las tres de la mañana, el día no despunta sino cuando tiene que despuntar, y tampoco es que el día rinde más”.

El cantautor Dionisio Cabal se ocupó del tema en el Refranero de uso costarricense.

ELOGIO UNIVERSAL

Miguel de Cervantes se jugó en Don Quijote el riesgo de poner en boca de Sancho una cantidad avasalladora de refranes y dichos, al punto que hay pasajes en que parece que aquel no puede hablar de otra manera.

En el texto que inauguró la novela moderna, los refranes y sentencias son tan numerosos que el propio don Quijote, en el capítulo LXVII, de la segunda parte, reprende de esta manera a su escudero:

“No más refranes, Sancho –dijo don Quijote–, pues cualquiera de los que has dicho basta para dar a entender tu pensamiento; y muchas veces te he aconsejado que no seas tan pródigo de refranes, y que te vayas a la mano en decirlos; pero paréceme que es predicar  en desierto y ‘castígame mi madre, y yo trómpogelas”.

Y así respondió el fiel acompañante: “Paréceme –respondió Sancho–que vuestra merced es como lo que dicen: ‘Dijo la sartén a la caldera: –Quítate allá, ojinegra’; estáme reprehendiendo que no diga yo refranes, y ensártalos vuesa merced de dos en dos”.

Y ahí sigue el diálogo irónico entre ambos, no sin que antes don Quijote le dé una estocada al cómplice de sus aventuras: “Mira, Sancho –respondió don Quijote–: yo traigo los refranes a propósito, y vienen cuando los digo como anillo en el dedo…”.

Así, la novela mayor de la lengua española es variada y rica en el arte del refrán, el cual en Costa Rica ha sido objeto de atención en diferentes momentos de su historia.

En 2008, el cantautor Dionisio Cabal publicó Refranero de uso costarricense, en el que recopiló un amplio repertorio de los que a su criterio eran los más usados en el país.

El lector, por ende, cuenta en la actualidad con varios textos recientes y del pasado que recogen la riqueza, el acervo y la magia de esa sabiduría destilada en el refrán, el cual muchas veces explica con una envidiable contundencia las tramas más enmarañadas y oscuras que caballero andante pueda imaginar.

 

 

 

 

 

 

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