El libro cartonero, que se traduce como un libro artesanal hecho con tapas de cartón reciclable, será examinado en Costa Rica entre el 12 y el 14 de julio, en el II Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras, a realizarse en la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Surgido como un producto reivindicativo hace muchas décadas, pero consolidado a partir de 2003, sobre todo, con la iniciativa Eloísa Cartonera, en Argentina, el fenómeno del libro cartonero se ha extendido por el resto de América Latina, Europa y África.
Las editoriales cartoneras se definen así porque utilizan el cartón de desecho como material para las portadas, pero detrás del término subyace ese afán contestatario y desafiante de poder manejar la posibilidad de publicación a una escala menor y que recae en grupos que, por lo general, no tendrían otras alternativas, dado que el mercado los excluye.

En ese sentido, las editoriales cartoneras y sus libros trabajan, a menudo, con autores noveles, que ceden sus derechos y que entienden que los tirajes son reducidos y sus creaciones artesanales, aunque esto no obsta para que haya producciones de gran valor, tanto en forma como en contenido.
En el espíritu del libro cartonero se esconde un afán reivindicativo de ciertos grupos que se ven excluidos por los grandes conglomerados editoriales, los cuales a su vez están en la actualidad en pocas manos, luego de que se hayan dado fusiones que hace que las concentraciones en el sector sean más que evidentes.
Un ejemplo de ese tipo de fusiones fue lo que sucedió con una editorial histórica en España, como lo es Anagram, que fue absorbida por el grupo italiano Eunadi, que, si bien mantiene la línea marcada por su fundador y su reconocido editor, Jorge Herralde, el catálogo al completo le pertenece a su casa matriz.
En relación con los estudios respecto al libro y a las editoriales cartoneras hay un sector académico que se ha puesto a indagar en el asunto y en Internet se pueden encontrar artículos y ponencias de desigual calidad.
Uno de los que hace un balance, respecto del fenómeno en cuestión, es Edgardo Civallero, quien en el ensayo Libros cartoneros, olvidos y posibilidades recorre desde distintos puntos de vista cómo se ha ido desarrollando esta tendencia.
Civallero, bibliotecólogo por la Universidad de Córdoba, Argentina, se adentra en este mundo de los libros cartoneros por su afán de investigación y porque es un lector de toda la vida al que este tipo de alternativas le interesan.
Una primera reflexión de Civallero apunta a cómo en las últimas dos décadas esta práctica sociocultural despegó en Argentina.
“La idea de editar libros ‘cartoneros’ —volúmenes encuadernados a mano con tapas de cartón reciclado— no era nueva en absoluto: se basaba en saberes y técnicas puestos en práctica desde hacía décadas por otras iniciativas, tanto públicas como privadas, en toda América Latina. A pesar de ello, el trabajo de Eloísa Cartonera provocó curiosidad (probablemente por el formato «editorial», no explorado hasta aquel momento, y por el discurso que lo acompañaba) y generó una reacción en cadena. Tomándolo como referente, a partir de 2004 comenzaron a nacer otros proyectos similares. De hecho, hacia 2010 el número de estas editoriales se había multiplicado por 20, y ya estaban distribuidas por una decena de países a lo largo y ancho de América Latina”.
El valor ideológico de dichas iniciativas también es explorado por Civallero: “Una búsqueda somera sugiere que en la actualidad ya superan el centenar y medio, y que se encuentran repartidas por toda América y en algunos puntos de Europa y África. En sus actas fundacionales, la mayoría de ellas declaran que pretenden democratizar el libro y la lectura, involucrar a sectores sociales excluidos, hacerse eco de autores y discursos locales, y romper con los sistemas editoriales hegemónicos”.
El ensayo de Civallero se sitúa en 2015, es decir, 12 años después de que se diese el banderazo de salida de las editoriales cartoneras de manera espontánea con base en la experiencia de Eloísa Cartonera.
En efecto, Eloísa Cartonera, fundada por Washington Cucurto, fue la primera editorial de este campo en 2003, ante la crisis económica que vivía Argentina, y que apeló a la creación de este tipo de libros.
“Desde un punto de vista crítico-social puede decirse que, salvo honrosas excepciones, el alcance de las actividades llevadas a cabo por las editoriales cartoneras ha sido limitado. Por motivos que merecen un análisis aparte, muy pocas se han arriesgado a ir más allá del hecho estético, o a llevar las comprometidas intenciones expresadas en sus declaraciones de principios más allá de las palabras. Y las que lo han hecho —o al menos lo han intentado, con mayor o menor éxito— suelen apuntar que en ningún caso han pretendido transformar la realidad con su trabajo: esa es una tarea que delegan en los gobiernos y las instituciones, o incluso en las ONG”.
La visión que desliza Civallero no coincide con los alcances a los que apuntaba en un principio el libro cartonero, en relación con reivindicar la independencia, la libertad de expresión, la posibilidad de agrupar esfuerzos, al tiempo que daba visibilidad a publicaciones que de otro modo ni siquiera existirían.
El desencanto de Civallero es más que evidente en el siguiente párrafo: “Lo que podría haberse convertido en una herramienta de verdadero cambio social a pequeña escala, con una ideología fuerte como base, una red humana solidaria como sostén, un método de trabajo sencillo y sólido, y objetivos factibles claramente identificables a nivel local no ha pasado de ser, en el mejor de los casos: una propuesta de intervención gráfica-literaria por parte de ciertos individuos, equipos o colectivos; el proyecto de algunos grupos universitarios que buscan una desacralización del libro-objeto en un ambiente intelectual reducido; el medio de autopromoción y/o experimentación de un puñado de escritores que tratan de dar visibilidad a su obra. Y, en el peor, un emprendimiento meramente comercial que intenta replicar, a pequeña escala, las estructuras de las grandes multinacionales del libro”.

En su estudio doctoral en la universidad Ruhr de Bochum, Las editoriales cartoneras mexicanas y la democratización de la cultura: retos y propuestas de la edición alternativa, Jania Kudaibergen destaca ciertos rasgos de este tipo de editoriales.
“Algunas características típicas de la edición cartonera son la selección de autores en su mayoría desconocidos y fuera del perfil de un bestseller, géneros menos “exitosos” en el mercado editorial —poesía, géneros mixtos, fragmentos—, formatos no convencionales —libros artesanales, únicos, de material reciclado—, formas diversas y en parte más inclusivas de trabajar —en colectivos o de manera individual, en talleres abiertos o en un grupo cerrado—, y la actitud —compartida por muchos de los editores— hacia un acceso libre a los bienes culturales, por ejemplo, a través de la publicación de sus obras de forma gratuita en Internet”.
De acuerdo con Kudaibergen, las editoriales cartoneras pueden desempeñar una función relevante desde el punto de vista cultural, al abrir posibilidades a autores que de otra manera no tendrían ninguna.
“Las cartoneras tienen la posibilidad de facilitar el acceso a los libros como bienes culturales y a la producción cultural en diferentes aspectos, tanto para el público en general, por medio de talleres y otras actividades, como para escritores poco conocidos que logran acceder a la publicación y entrar al mercado de libros”.
Experiencias y matices
La Red de Bibliotecas de Libros para Parques (Bibliored) de Bogotá, Colombia, anunciaba en 2020 que lanzaban una colección de 75 libros producidos con base en el esquema de libros cartoneros y que estarían, por lo tanto, disponibles en Paraderos Paralibros Paraparques (PPP).
Entre esos textos, se encontraba uno denominado El Olario, que era una recopilación de términos empleados en el barrio Olaya.
También, entre los libros, estaba uno dedicado a bordados de la huerta del sector de Pablo VI y otro sobre el Humedal Santa María del Lago.
Con ello, se puede observar el valor de lo comunitario en la iniciativa, que es justo uno de los paradigmas abrazados por este tipo de comunicaciones, que de antemano excluye lo masivo para concentrarse en áreas con asuntos específicos.
Los promotores, destaca Biblored, impulsaron que se recogieran experiencias de los lugareños para que fueran transformadas en historias en las que pudieran verse reflejadas, al tiempo que reflexionaban sobre distintas formas de abordar la realidad, en esos espacios bogotanos.
Aunque en la actualidad las técnicas de impresión han evolucionado de manera magistral y han cambiado el panorama por completo —en el sentido de que ya un autor no está obligado a publicar tirajes de sus textos de forma masiva como predominaba con el modelo de la imprenta tradicional—, la posibilidad de que se puedan hacer libros artesanales con materiales desechables hace que la propuesta haya tenido buena recepción en diferentes partes del orbe.
Y en Bogotá es un ejemplo puntual de ello. Esto decía a manera de cierre Bibliored de la iniciativa que respaldó en 2020: “Después de un proceso de formación editorial y en derechos de autor se crearon comités entre los promotores para definir las temáticas de los libros alrededor de dos preguntas: ¿por qué contar esas historias? y ¿qué tanto nos va a interesar lo que está en los libros en 20 años? Los mejores libros, además de estar en el PPP, serán digitalizados”.
La dimensión comunitaria y colaborativa de los libros cartoneros es uno de los valores que más destacan los investigadores de este tipo de publicaciones.

Encuentro internacional
En el II Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras, del 12 al 14 de julio, en la Facultad de Educación de la UCR, estará la académica Lucy Bell, procedente de la Universidad de Roma, y una de las investigadoras que más ha profundizado en dicha temática.
Ella dictará la conferencia inaugural el miércoles 12 y presentará su libro Tomando Forma, Haciendo Mundos. Las editoriales cartoneras en América Latina, escrito con la colaboración de los autores Alex Ungprateeb Flynn y Patrick O’Hare.
El primer encuentro internacional se efectuó en Costa Rica en 2001 y también tuvo como gestor a la Facultad de Educación de la Universidad de Costa Rica.
Washington Cucurto, uno de los más reconocidos impulsores del libro cartonero, será uno de los invitados en el citado encuentro internacional.
Cucurto, cuyo nombre real es Santiago Vega, es el fundador de Eloísa Cartonera, ha publicado varios poemarios y novelas, no todos con base en el esquema de libros cartoneros.
Cuando el periodista Walter Lezcano, de Infobae, le preguntó a Cucurto en una entrevista cómo fue el inicio con Eloísa Cartonera, este le respondió: “Para mí fue muy parecido a mis comienzos con la escritura: voy a llevarlo adelante como sea y con lo que tenga a mano. Ese fue siempre mi espíritu y fui muy consciente de eso. Y es lo que aplico ahora con la pintura. Porque yo realmente de pintura no sé, pero lo hago como puedo y con lo que tengo, voy aprendiendo constantemente. Y me ayuda la inspiración, estar inspirado. Después trabajó muchísimo, como cuando escribía y leía”.
Aparte de Cucurto, en el II Encuentro Internacional estará también Paloma Celis, que en la actualidad trabaja en la biblioteca pública de Nueva York y a quien se considera fue una de las pioneras en los estudios académicos del libro cartonero.
Nayeli Sánchez, de la editorial Cartonera de Cuernavaca, será otra de las expositoras, dado que esta experiencia mexicana es una de las más valoradas.
Exposición
Como parte de los esfuerzos por darle visibilidad a la práctica del libro cartonero, desde el 3 de julio y hasta el 30 de dicho mes, en la Biblioteca Nacional estará disponible al público la exposición Libros cartoneros, actividad en coordinación con el II Encuentro Internacional y la Universidad Nacional.
La escritora Macarena Barahona tendrá en la exhibición el libro Tak Mewö, que es un canto en honor a Talamanca.
En realidad, esta será la segunda edición del texto de Barahona. La primera la hizo la editorial Andrómeda.
Al respecto, Barahona resaltó: “Tak Mewö es un libro que escribí en Talamanca y es un homenaje a la lengua bribri y a la cultura y a los territorios de Talamanca. Tiene mucho de naturaleza. Esta edición me la pidió Diego Mora, cuando hicimos el primer encuentro de editoriales cartoneras. A mí me encantan este tipo de propuestas, que yo las definiría como resistentes a los mercados comerciales y a las líneas de las editoriales, tanto nacionales como internacionales”.
En tiempos en que la era Gutenberg experimenta una serie de cambios drásticos, como la aparición del libro electrónico, las editoriales cartoneras buscan abrirse espacio en prácticas concretas y varias de las aristas serán examinadas en el II Encuentro Internacional de Editoriales Cartoneras, que tendrá como sede a la UCR.
