Cultura

Cien mujeres “blancas” y un siglo de literatura

A finales de 2019, la revista cultural colombiana Arcadia dedicó un especial impreso y digital a cien escritoras de habla hispana del último siglo. UNIVERSIDAD conversó con Alexandra Ortiz Wallner, miembro del jurado, sobre algunas falencias de la propuesta.

Probablemente la Lista Arcadia 2019 sea la primera propuesta especializada conformada por cien autoras en lengua castellana (con excepción de la brasileña Clarice Lispector) del último siglo.

Fue armada con la votación de un jurado internacional convocado por la Revista Arcadia de Colombia.

Publicada a finales del 2019, como todas las listas es subjetiva, y la publicación no pretende lo contrario.

De hecho hace la salvedad cuando aclara que el objetivo no es crear un canon ni un monumento, sino más bien un río que fluye, y que la lista solamente es un punto de partida.

Además, anticipándose a un aluvión de críticas legítimas, hace un mea culpa al subrayar que tiene sus falencias –algunas graves– pues no toma en cuenta a escritoras indígenas ni afrodescendientes, lo que resulta en una lista, al fin y al cabo, blanqueada.

Tampoco jerarquiza a las escritoras y en eso hace hincapié. La selección de las cien mujeres que, con su escritura, rompieron moldes, y con alevosa sensibilidad y agudeza penetraron un mundo que ha sido hasta la fecha dominado por los hombres, no es un concurso fosilizado de “belleza”.

Al final, de las autoras escogidas por los 91 miembros seleccionadores, trece fueron las más votadas: entre ellas la chilena y premio Nobel de Literatura de 1945 Gabriela Mistral, las mexicanas Nellie Campobello con su libro Cartucho (ver extracto en recuadro aparte) y Rosario Castellanos; la poeta argentina Alejandra Pizarnik, la uruguaya Marosa di Giorgio y la poeta peruana Blanca Varela.

Otros datos significativos son que la lista considera a 24 escritoras argentinas y 20 mexicanas; es decir, en conjunto un 44 % del hegemonizante total, e incluye a una única mujer trans: la argentina Camila Sosa Villada. 

De Centroamérica fueron seleccionadas las escritoras Claudia Hernández de El Salvador y su libro Roza tumba quema, la nicaragüense Gioconda Belli con La mujer habitada y la costarricense Eunice Odio, autora del poemario El tránsito de fuego (ver extracto en nota aparte).

Blanqueada

En estos tiempos de posmodernidad, cualquier lista es –y debe ser– solo una guía abierta a críticas y reflexiones.

Así lo entiende la salvadoreña-alemana especialista en literatura centroamericana y en estudios de género, Alexandra Ortiz Wallner, quien fue invitada a formar parte del jurado.

Ortiz trabaja en la Universidad Libre de Berlín en el Instituto de Estudios Latinoamericanos como docente e investigadora de literatura hispanoamericana y de estudios de género.

Fue contactada por la Revista Arcadia tanto por su labor académica como por la gestión literaria que dedica a autores hispanoamericanos en su paso por la ciudad alemana, para que se presenten en espacios culturales. Esta labor le ha permitido tejer una red relevante de apoyo.

“He trabajado mucho fuera de lo académico acompañando autores, haciendo entrevistas, presentaciones de libros, organizándoles viajes a Berlín para que puedan hacer una gira. A raíz de ese trabajo me contactaron de la Deutsche Welle hace unos tres o cuatro años para realizar una serie de entrevistas sobre escritores premiados con el Nobel”, explicó Ortiz.

La lista de la Revista Arcadia provoca luces y sombras en la historia de la literatura escrita por mujeres en lengua castellana a lo largo de cien años. Es un punto de partida para cuestionarse y reflexionar sobre varios elementos que Ortiz plantea en relación con la lectura de mujeres en la región y España.

Según comentó, permite crear un panorama diverso sobre la literatura hispanoamericana; pero ante todo sirve para detectar “nuestros condicionamientos de lectura porque la Revista Arcadia, en ese especial, hizo algo que a mí me parece extraordinario y es decir cuáles serían los problemas de esa lista”.

De esta forma, el especial es acompañado por un artículo, entre otros que contextualizan el ejercicio, que explica las razones por las cuales hay una ausencia absoluta de escritoras afrodescendientes o indígenas.

“Yo misma me dije después de que mandé la lista: ¿cómo no puse el libro de Rigoberta Menchú? Ahora que lo pienso hasta me da vergüenza que no haya sido un libro que apareciera en la lista siendo que fue un libro tan importante y que sobrevive en el tiempo”.

Este tremendo vacío da pie a ser llamados a revisar los modelos y horizontes de lectura, “porque finalmente es una lista muy blanca”, aseveró Ortiz, quien a la vez cuestionó el dominio de las escritoras argentinas y mexicanas, y la presencia ínfima de autoras de Centroamérica y el Caribe o de países como Uruguay, Ecuador y Colombia.

“Al final uno puede completar un panorama que para uno mismo también puede ser una llamada de atención o una invitación a ser mucho más críticos, menos sesgados a la hora de dejarse llevar por ciertas modas y tendencias y explorar las propias literaturas”.

Una de las casi 100 listas

De acuerdo con Ortiz, la regla fundamental establecida por la Revista Arcadia fue que la lista se construyera a partir de libros escritos por mujeres en español. Sin embargo, como toda regla tiene su excepción, la propuesta final incluyó a la brasileña Clarice Lispector, que fue votada por varios miembros del jurado.  

Otra de las instrucciones era que las escritoras podían ser de cada década o de una sola década.

“Hacer esa selección me pareció un ejercicio muy bueno; son libros que lo marcaron a uno y cuando me senté a hacerla hice bastantes listas. Quería mostrar variedad en cuanto a los diferentes géneros literarios, por ejemplo, no quería que todas fueran novelas porque era reducir la enorme cantidad de libros extraordinarios escritos por mujeres”.

Así, en la propuesta de Ortiz hay libros de poesía, teatro, ensayo, ficción y narrativa, escritos por mujeres que rompieron las convenciones de su época desde la literatura.

Luego intentó que el abanico fuera temporal, por lo que su primera selección fue la escritora mexicana de los años treinta Nellie Campobello y su colección de cuentos titulado Cartucho.

Asimismo, incluyó a la peruana Magda Portal, defensora de los derechos por las mujeres en los años treinta y cuarenta, a la argentina Nora Lange, autora de 45 días y 30 marineros, a la poeta peruana Blanca Varela, la ensayista Marta Traba, quien publicó un libro sobre arte latinoamericano, y la chilena Lina Meruane y su libro híbrido Volverse Palestina.

De la argentina Mariana Enríquez escogió el ensayo La hermana menor, una biografía-ensayo sobre la también escritora Silvina Ocampo, de la salvadoreña Claudia Hernández el texto Roza tumba quema, de la mexicana Sara Uribe, la novela Antígona González sobre los desaparecidos en México, víctimas de la supuesta guerra contra el narcotráfico.

Finalmente, de la chilena Alía Trabucco seleccionó el ensayo recién publicado Las homicidas, acerca de cuatro casos de mujeres en Chile a lo largo del siglo XX que fueron acusadas por haber asesinado a sus hijos o a sus parejas; y de la poeta española María Salgado su libro Hacía un ruido, relacionado con los atentados en Madrid del 11 de marzo de 2004.

En torno a su propia lista, Ortiz reflexiona: “Muchas de las autoras que escogí tienen esa característica: en su momento primero estaban haciendo algo fuera del mainstream y, de alguna forma, eso era estar adelantadas a su época, ser bastante visionarias, ya sea en la forma de contar o en los temas que trataban o se atrevían a hablar”.

 

Extracto de Cartucho, de Nellie Campobello (México, 1900-1986)

Cartucho no dijo su nombre. No sabía coser ni pegar botones. Un día llevaron sus camisas para la casa. Cartucho fue a dar las gracias. “El dinero hace a veces que las gentes no sepan reír”, dije yo jugando debajo de una mesa. Cartucho se quitó un gran sombrero que traía y con los ojos medio cerrados dijo: “Adiós”. Cayó simpático. ¡Era un cartucho!Un día cantó algo de amor. Su voz sonaba muy bonito. Le corrieron las lágrimas por los cachetes. Dijo que era un cartucho por causa de una mujer. Jugaba con Gloriecita y la paseaba a caballo. Por toda la calle. Llegaron unos días en que se dijo que iban a llegar los carrancistas. Los villistas salían a comprar cigarros y llevaban el 30-30 abrazado. Cartucho llegaba. Se sentaba en la ventana y clavaba los ojos en la rendija de una laja lila. A Gloriecita le limpiaba los mocos y con sus pañuelos le improvisaba zapetitas. Una tarde la agarró en brazos. Se fue calle arriba. De pronto se oyeron balazos. Cartucho con Gloriecita en brazos hacía fuego al Cerro de la Cruz desde la esquina de don Manuel. Había hecho varias descargas cuando se la quitaron. Después de esto el fuego se fue haciendo intenso. Cerraron las casas. Nadie supo de Cartucho. Se había quedado disparando su rifle en la esquina.

 

Extracto de El tránsito de fuego, de Eunice Odio (Costa Rica, 1919-1974)

I

Nada estaba previsto.
Todo era inminente.

 

II

Un día después de un tiempo inmemorial,
mientras el cielo se movía de pie,
de un ojo a otro,
y se pasaba de un corazón a otro
en las ciudades,

el orden vacío preparaba
una palabra que no sabía su nombre.

(La palabra, aquella, del tamaño del aire)

III

También, potencia descansaba, el viento,
alzado tumbador de estrellas,
desde el trueno que escucho sin memoria
esclarecer para contar sus ángeles,
rasgaba los templos ardorosos.

IV

También un toro, sí, también un toro pálido
tenía la cara terrenal
y con su grande uña cardial golpeaba el mundo.

Extracto de Distancia de rescate, Samanta Schweblin (Argentina, 1978)

Porque te veo afuera, en el jardín, y no entiendo por dónde bajaste. Todo el tiempo estuve atenta a las escaleras. Te acercás a las ojotas que Carla dejó ahí, las levantás, caminás hasta el borde de la pileta y las tirás al agua. Mirás alrededor y encontrás la toalla y el pañuelo de Carla, y también los tirás al agua. Cerca están mis sandalias y mis anteojos, los ves, pero eso no parece interesarte. Ahora que estás al sol, descubro algunas manchas en tu cuerpo que antes no había visto. Son sutiles, una cubre la parte derecha de la frente y casi toda la boca, otras manchas te cubren los brazos y una de las piernas. Te parecés a Carla y pienso que sin las manchas hubieras sido un chico realmente lindo.

¿Qué más?

Me calmo. Porque te vas y cuando te vas finalmente me calmo. Abro las ventanas, me siento un momento en el sillón del living. Es un lugar estratégico porque desde ahí se va el portón de entrada, el jardín y la pileta, y para el otro lado se puede seguir controlando la cocina. Nina sigue sentada comiendo las últimas galletitas, parece entender que no es un buen momento para hacer sus vueltas energéticas alrededor de la casa.

¿Y qué más?

Tomo una decisión. Me doy cuenta de que ya no quiero estar acá. La distancia de rescate está ahora tan tensa que no creo que pueda separarme más de unos pocos metros de mi hija.

Crítica literaria y cultural

 

Para Alejandra Ortiz Wallner, uno de los jurados que seleccionó a las autoras y sus libros, el resultado del
ejercicio hace un llamado a revisar los modelos y horizontes de lectura, “porque finalmente es una lista muy
blanca”. (Foto: © Casa de América, Madrid).

Alexandra Ortiz Wallner es crítica literaria y cultural salvadoreña-alemana. Nació en San Salvador, El Salvador, y creció en varios países centroamericanos, entre estos Costa Rica. Estudió filología española y obtuvo una maestría académica en literatura latinoamericana en la Universidad de Costa Rica; se doctoró en literatura en la Universidad de Potsdam, Alemania, becada por el DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico). Es docente e investigadora de literaturas latinoamericanas en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín.

Ha sido profesora invitada de literaturas latinoamericanas en universidades de Europa, América Latina e India. Es una reconocida especialista en estudios literarios y culturales centroamericanos y autora de la monografía El arte de ficcionar: la novela contemporánea en Centroamérica (2012), así como coeditora de varios libros y volúmenes en el campo de los estudios centroamericanos. Es miembro del Consejo Editorial de Istmo. Revista virtual de estudios literarios y culturales centroamericanos y es co-fundadora de RedISCA Red Europea de Investigaciones sobre Centroamérica; desde 2018 coordina la sección dedicada a Centroamérica en el proyecto del CSIC (España) “Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) EDI-RED”.

Como crítica literaria y cultural colabora desde 2018 con el Festival Centroamérica cuenta. A lo largo de los últimos diez años ha organizado lecturas, ciclos y actividades culturales con autoras y autores latinoamericanos en Berlín y ha sido la crítica literaria invitada de Deutsche Welle Español, así como de Casa de América Madrid para el ciclo Semana de autor. Asimismo, ha sido jurado de varios concursos y premios literarios, entre los que destacan el Premio Centroamericano Carátula de Cuento Breve y el prestigioso Premio Anna Seghers.

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