Cultura Vladimir de la Cruz, historiador

“Carecemos de una conciencia política activa”

Hoy existen partidos franquicias y partidos de garaje, sostiene el historiador

En medio del caos que se ha desatado en torno a la campaña electoral que tuvo su primera elección el 6 de febrero y que tendrá la segunda el 3 de abril, habría que preguntarse qué significa política, cultura política, ideología y gobierno para los costarricenses.

Por eso, les presentamos esta amplia entrevista con el historiador y catedrático Vladimir de la Cruz, quien con su habitual profundidad aborda los principales rasgos de la cultura política nacional.

 ¿Se puede hablar de una “cultura política” en Costa Rica? 

 —Sí, claro. Hay una cultura y una convivencia política. La cultura y la vida política han tenido dos grandes capítulos en la vida nacional, antes y después de la independencia.

Antes, la cultura y la vida política descansaba en los mecanismos de la dominación colonial española, la aceptación de la autoridad monárquica, devenida por Dios, como única válida, y la aceptación tácita de los costarricenses como súbditos de esa monarquía, que era la única representante de las estructuras del Poder Político colonial.

Con la independencia se desarrolló un nuevo concepto de vida política y de cultura política; la de la representación popular, la del gobierno popular, representativo, en proceso de construcción de una sociedad democrática, a partir de ese momento, ya no monárquica, estructurada bajo los Poderes del Estado, la representación popular, bajo las formas electorales que fueron estableciéndose y desarrollándose de manera cada vez más rica y amplia, llegando a la constitución de partidos políticos a finales del siglo XIX, como la forma ulterior de esta representación popular, y de gobiernos cada vez más estables, en sus períodos cuatrianuales, con procesos electorales cada vez más creíbles, certeros y de absoluta confianza.

“Las redes muestran la cultura de los analfabetos políticos nacionales, analfabetos que no saben nada porque carecen de la educación y de la información mínima, de la básica”.

Este desarrollo generó eso que podemos llamar “cultura política”, que es la forma por la cual los ciudadanos costarricenses valoramos esta convivencia nacional, esta forma de organizarnos para la discusión pública de quién debe gobernar y dirigir las instituciones del Estado, y de la aceptación del Estado, sus instituciones, del Estado Social de Derecho, la aceptación y el respeto de los resultados de los procesos electorales.

 ¿Esa “cultura política” debería empezar por enseñarse en la primaria, ampliarse en la secundaria y reafirmarse en la universidad? 

 —Esta cultura política surge de nuestra propia práctica de convivencia democrática, la cual empezamos a vivir desde nuestro nacimiento. Es en la familia donde primero se inculcan los valores de esta convivencia y participación, por los valores de identificación que vemos en nuestros abuelos y padres, y de la libertad con que ellos nos crían, respecto a la participación, la discusión de grandes temas políticos que nos envuelven, la identificación de ellos con partidos políticos y movimientos sociales, y la admiración o rechazo que tienen, como personas, como familias, como ciudadanos, a personajes políticos y personalidades nacionales.

En la infancia preescolar se enseñan a respetar los Símbolos Patrios Mayores: la Bandera, el Pabellón Nacional, el Himno Nacional.

En la escuela estos valores políticos se fortalecen y se amplían con otros Símbolos Nacionales, los Símbolos Patrios Menores, y con la celebración de las efemérides nacionales, con afirmación de los valores básicos de la cultura nacional y con la enseñanza, poco a poco, de la Historia nacional y sus principales hechos históricos.

La iglesia desempeña un papel muy importante en la afirmación de estos valores y de los propios valores religiosos. En estos campos la esencia es la enseñanza de valores humanos positivos, individuales y sociales, que refuerzan la convivencia, que marcan profundamente a cada persona por el resto de su existencia. Los valores se convierten en guías para el actuar y expresar el comportamiento de las personas.

Para mí, la prensa y los medios de comunicación social son muy importantes en la información, formación, consolidación y respeto de los valores de nuestra sociedad. Lamentablemente es débil este papel.

La familia, la escuela, el colegio, los establecimientos de Educación Superior y los medios de comunicación social son claves en la enseñanza, consolidación y desarrollo de los valores cívicos y ciudadanos, de la cultura política.

Los cursos de Historia Patria, de Formación Ciudadana y de Cívica que se imparten en los centros educativos son importantes y deben mantenerse fortalecidos.

Hay una cultura política que se refiere específicamente al ámbito electoral, que es la que se relaciona con partidos políticos, su organización y existencia, y con los procesos político-electorales. En este campo, a pesar de tener una riqueza histórica, larga de existencia en el país, más de 100 años, no ha provocado aún una conciencia política activa, cultura de pactos y alianzas electorales fuertes, coaliciones políticas que permitan mejores definiciones y opciones partidarias sobre perspectivas reales de programas y planes de gobiernos que permitan trazar derroteros de mediano y largo plazo. Todavía pesa un inmediatismo político para la actuación, especialmente cortoplacista, y de anatemizar estos pactos y alianzas, que es en la práctica lo que sucede en la vida, todos los días, para todos los ciudadanos; el estar realizando acuerdos desde el interior de sus familias hasta de la vida social.

Debemos avanzar a una cultura donde los principales actores políticos, desde los que están en los puestos de dirección de Estado y del Gobierno, puedan participar amplia y directamente en los debates políticos nacionales. La cultura política nuestra en este aspecto es restrictiva e hipócrita.

 ¿Son hoy los partidos políticos estructurales débiles?

—Las instituciones político-electorales por excelencia. Los partidos políticos, son estructuras débiles partidariamente, no tienen bases organizadas, no participan, como partidos, del debate de los temas nacionales, no tienen locales abiertos permanentes, ya no forman líderes políticos de sus propios partidos en los valores teóricos políticos, filosóficos o ideológicos que identifican a esos partidos. No hay debate de partidos políticos. No hay grandes líderes políticos en este sentido.

Los partidos políticos se han devaluado en sus dirigentes nacionales. Los líderes ocasionales de los partidos políticos en las campañas electorales actualmente son coyunturales, existen solo para las campañas políticas. Los partidos políticos en cierta forma han sido sustituidos por sus fracciones parlamentarias.

Los que no tienen representación legislativa se han convertido incluso en franquicias electorales y en “partidos de garaje”.

No se cultiva ni se recoge el pensamiento de los grandes líderes políticos y partidarios. La cultura política nacional no debe separar al Gobierno del partido político ganador de la elección. Esta cultura política, para mí, todavía es débil, y esa debilidad provoca grandes desafíos y peligros para el sistema democrático y sus valores. El más importante de estos peligros es el desarrollo de populismos antisistema democrático, porque de manera sistemática se han venido erosionando el respeto a los valores democráticos, a las instituciones democráticas, sean gobiernos, gobernantes, políticos, partidos políticos, organismos e instituciones, asociándolos con corrupción, con la idea de que todo en la sociedad política es “corrupción”, y a la necesidad de un “líder”, un “caudillo fuerte” que pueda acabar con esa corrupción y poner “orden”. Esto es muy peligroso.

 Se percibe que en Costa Rica hay un desinterés por “la cosa pública”, a diferencia de lo que pasaba en la antigua Grecia, donde vivían pendientes de lo público: ¿a qué se debe esta falta de interés? 

—La cosa pública son los asuntos y las materias del Estado y del Gobierno que pueden ser útiles a los ciudadanos. En la Roma y Grecia antigua las formas de gobierno y de participación de los hombres libres, en esa época, era muy diferente la participación y toma de decisiones políticas actuales. Lo público se distingue de lo privado. Los asuntos públicos en la antigüedad se discutían más directamente con los actores que públicamente podían discutir de esos asuntos.

El tema más importante de la “cosa pública” hoy es su “gobernabilidad” y el papel que en esa gobernabilidad puedan tener los diferentes actores de la sociedad. El Estado y el Gobierno hoy son más un gran regulador de la sociedad y no tanto un sitio de representación de los diferentes sectores políticos en el que deben participar los distintos grupos políticos, sociales y económicos.

La “cosa pública” hoy se asocia y se trata de sustituir por el “mercado”, por el “escenario de la economía de mercado”, en la cual solo actúan unos grupos determinados de la sociedad política nacional, muy asociados generalmente a las estructuras y a los espacios de toma de decisiones en el Estado y el Gobierno, donde se presenta “el mercado” en una forma muy técnica y alejado de la política. En esencia, todos los Gobiernos y las Políticas de Estado son de “cosas públicas”, esencia que se ha tratado de sustituir a modo de “políticas de empresa”, y de búsqueda de “expertos” en el manejo de empresas, porque igualan para el accionar político a las empresas con el Estado y el Gobierno.

  En el país, la clase política viene de capa caída hace mucho rato, ¿este es un factor para que cada vez más haya más indiferencia hacia la política? 

—Con la “clase política” se entiende a quienes han ejercido el Gobierno y los puestos principales de la organización e instituciones del Estado y la Administración Pública. La clase política en este sentido es la que pertenece, por ejemplo, a las cúpulas de los partidos Liberación Nacional, Unidad Social Cristiana y Acción Ciudadana, que son los partidos que han ejercido el mando del Poder Ejecutivo en los últimos años.

La “clase política”, como grupo, se ha marginado y desdibujado ante la opinión pública por debilitamiento propio. Esta “clase política” carece de liderazgos fuertes, respetables, que provoquen lealtades, por lo que, efectivamente, han contribuido a debilitar y demonizar la política para dejarla en el campo de las decisiones técnicas. Por eso se han facilitado las acciones que se vienen haciendo e impulsando contra todo lo “político”.

Francis Fukuyama, tras la caída del muro de Berlín, habló del fin de la historia y el fin de las ideologías; aquello parecía un mal chiste, pero con el caos que reina hoy en el mundo desde el punto de vista político, ¿tenía algo de razón? 

—Él publica su libro sobre El Fin de la Historia y el Último Hombre cuando se derrumba el Sistema Mundial Socialista, en 1989, y desaparece la Unión Soviética en 1991, acabándose en ese momento el escenario de la Guerra Fría, 1945-199. Se establecen los Estados Unidos como el principal país hegemónico mundial, en ese momento, desarrollándose a la vez un nuevo núcleo de relaciones internacionales, por medio de Tratados Libres de Comercio, bilaterales y multilaterales, y de gran participación de Organismos Económicos Internacionales que dictan e imponen políticas a países y regiones, haciendo del mundo actual un enjambre de grandes países capitalistas que disputan, de modo interimperialista regiones de materias primas, de mano de obra barata y de colocación y venta de productos de consumo elaborados con esa materia prima y esa mano de obra. Por eso, las guerras por disputas de estas áreas no han desaparecido y en cierta forma se han agudizado.

Las llamadas “ideologías” no han desaparecido. Siguen existiendo, solo que no están en confrontación directa en función del establecimiento de sistemas políticos distintos al régimen capitalista, como existían antes de 1991.

Las ideas políticas, las teorías y las ideologías políticas existen, y existen las personas que las tienen, las cultivan y las divulgan, solo que hoy las “ideologías” dominantes plenamente son las que informan, avalan, defienden y justifican el sistema capitalista mundial.

Las ideologías alternas han quedado para foros de discusión y no de partidos políticos con posibilidad de llevarlas a la práctica, a la acción y de nuevo a la disputa de las áreas del Poder Político y con opción de superar el sistema capitalista como sistema, pero ¿por cuál?

Esta respuesta no está a la orden del día ni siquiera para los partidos políticos que, de manera amplia o cerrada, se definen como de “izquierda”, que son pocos.

Algunos de estos partidos realizan una válida pero equivocada práctica electoral. Este concepto de “izquierdas” debe replantearse con visión del Siglo XXI y del mundo y de la Costa Rica de 2022.

Hoy no tenemos una “desaparición” de las “ideologías”. Tenemos un reacomodo del mundo imperialista, del capitalismo mundial, que es el hegemónico, tenemos un hegemonismo de la “ideología capitalista” en las distintas formas en que se expresa. En sus entrañas hay otras ideologías que no pugnan de manera principal, tan solo son parte del escenario, sin ser actores importantes, ni procuran análisis alternativos de esta crisis interimperialista.

Fukuyama es de los que cree que las ideologías no son necesarias, que lo que es necesario es la economía de mercado, lo que se acompaña con el desarrollo de la ciencia que determinará mucho el futuro. Fukuyama impulsa lo que se llama hoy el neoconservadurismo político y el Nuevo Siglo Americano, y el Nuevo Orden Mundial del Siglo XXI, que avaló las guerras en Irak, en El Golfo, el Medio Oriente y en las regiones árabes. Para Fukuyama, hoy la gente necesita y desea algo más que una democracia de paz y prosperidad. Recientemente, Fukuyama se ha acercado a valorar positivamente ciertas tesis de Carlos Marx.

 Ante esa falta de cultura política, ¿los discursos populistas penetran con más facilidad en las conciencias de los ciudadanos? 

 —La crisis capitalista interimperialista, en la forma en que se expresa, produce corrientes políticas “populistas”, tanto en la derecha como en la izquierda.

En medio de la explosión que significó Internet y el advenimiento de las redes sociales, ¿esa falta de cultura política hace que estas redes contribuyan a grandes manipulaciones? 

 —Las redes pueden colaborar en las manipulaciones, efectivamente. Pero el daño más grave que se produce en las redes es la mala información, la información mentirosa, difamatoria, descalificadora, desprovista de todo tipo de valores cívicos, ciudadanos e históricos.

Las redes muestran una baja cultura ciudadana, una pésima y baja educación y un pésimo conocimiento de la Historia Nacional. Las redes muestran la cultura de los analfabetos políticos nacionales, analfabetos que no saben nada porque carecen de la educación y de la información mínima, de la básica. Muestra a los analfabetos políticos por desuso, que son aquellos que algo sabían de política y por no practicarla ni participar activamente en ella se les olvidó lo que es la política. Se les olvidó saber leer y entender la política.

Los analfabetos políticos de las redes ni siquiera entienden los títulos de los artículos que critican. Se quedan en el título y no tienen mayor capacidad de lectura de tres o cinco líneas. Si pasan de ellas se les hace un cortocircuito cerebral. Los analfabetos políticos de las redes no tienen cerebro ni para un derrame, ni para provocar una idea, una buena idea. Personas así, sin cerebro, sin capacidad de análisis, sin capacidad de lectura y sin capacidad de comprensión de lecturas, porque no practican la lectura, son fácilmente manipulables; emocionalmente manipulables; peligrosamente manipulables.

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